Reseña de la editorial:
El 2 de marzo de 1953 el camarada Josef Stalin sufre un repentino ataque cerebral tras leer una breve nota de la solista María Yudina. Los miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética se reúnen en comité, pero las resoluciones se demoran y la ayuda médica llega tarde.
Dos días después se hace pública la muerte del “Padre de los Pueblos” y, mientras el partido se debate en busca de un sucesor, Vassili, su hijo, intenta destapar una conspiración organizada contra su padre. Es entonces cuando las pompas fúnebres se convierten en un juego estratégico de acusaciones internas y traiciones al Partido, una lucha entre la asunción del poder y la pura supervivencia.
Si no existiese El grito del pueblo de Tardi este sería el mejor cómic histórico que he leído en mi vida.
La documentación histórica es impresionante. El subtítulo es "Una historia soviética", y es una historia soviética de verdad. No hablo solo de los hechos acaecidos cuando murió Stalin -muchos de ellos son recreaciones artísticas, pero se ha ceñido bastante a la realidad-, sino al ambiente, la estética. Leyendo La muerte de Stalin uno tiene la sensación de estar realmente en la antigua Unión Soviética. Los uniformes, las caras de los personajes, su ropa, sus bigotes, barbas y gafas, sus habitaciones, sus palacios... Hasta el diseño de los planos, con perspectivas enormes. Todo. Absolutamente todo es soviético 100%. Y eso ya es más que suficiente para mí. No soy fetichista en absoluto, excepto con lo que tiene que ver con la URSS. Veo un uniforme del Ejército Rojo y me vuelvo loco de emoción.
Lo de que prácticamente no aparezca Stalin y, al mismo tiempo su presencia sea tan abrumadora, da buena idea de lo que debió ser su dictadura de terror. En este sentido, el pánico que siente el director de la radio al principio de la historia me recordó mucho a Vida y Destino, cuando aquel científico judío vivía aterrado esperando la llamada telefónica del padrecito Stalin. Conseguir esto no es fácil. Hay que dominar muy bien la técnica narrativa. Y Nury lo consigue.
También me flipa el retrato de las bambalinas del poder. Los subalternos, el modo en que la muerte de Stalin desencadena una red de intrigas por sucederle. Los aspirantes ocultan sus deseos, al tiempo que maquinan en secreto contra sus compañeros de partido/gobierno. Nunca he estado cerca de esos círculos, pero supongo que será algo parecido.
Nury recrea ante nuestros ojos una historia de política que es todo un tratado de psicología del poder. De los que lo ejercen, de los que aspiran a él, y de los que lo sufren.
Podría estar horas y horas dando razones por las que La muerte de Stalin me parece un flipe, pero esto es un post y nadie se lee posts de más de cinco párrafos. Así que paro. Creo que con lo dicho es suficiente para recomendarlo.
Sin embargo, y dado que soy profesor y que estas reseñas de cómics las utilizo para mis alumnos y mis compañeros, me gustaría prevenir a algún que otro profesor de historia que pretenda utilizar este cómic "para enseñar un poco de historia". La muerte de Stalin es un cómic como la copa de un pino de principio a fin, pero a un chaval de dieciséis años se le cae de las manos. Por muy buen estudiante que sea, no va a aguantar ni dos páginas -puede haber alguna excepción-. Ni el ritmo narrativo, ni los personajes, ni el ambiente, ni la temática está cerca de lo que suelen leer. El esfuerzo que tendrá que hacer para recrear todo eso en su mente será demasiado para que puede disfrutar. Si queremos que nuestros alumnos disfruten de La muerte de Stalin, es mejor esperar unos años a que tengan el bagaje cultural necesario para entenderlo.
Nota: 9.5 sobre 10.
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