lunes, 2 de julio de 2018

Antropología del Sexo I: Naturaleza vs Cultura.


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    El sexo es una actividad humana universal. Haya donde haya un ser humano, hay sexo. Hasta aquí parece que hay consenso entre psicólogos, biólogos y antropólogos. En lo que no hay tanto acuerdo es las razones de los distintos comportamientos sexuales. 

    Nuestra sociedad actual es científica y racional, así que no es de extrañar que desde la biología y la teoría de la evolución haya habido muchos estudiosos que hayan tratado de explicar nuestra actividad sexual. Estas teorías biologicistas sostienen que los comportamientos humanos son consecuencia de la selección natural. De forma innata e inconsciente, los animales tratan de perpetuar sus genes. Dado que el sexo coital es la forma que los seres humanos hemos tenido durante millones de años de historia para tener descendencia, el comportamiento sexual humano está determinado por este instinto de perpetuación genética. Desde esta perspectiva biologicista Desmond Morris explica los siguientes comportamientos:

    A) los hombres a los que les gusta quedar con los amigotes para tomar cervezas en el pub. En los primeros homínidos los machos eran los encargados de abastecer de comida al grupo. Para ello debían abandonar el hogar base y trabajar en grupo ya que, de no hacerlo, difícilmente podían cobrar grandes piezas. Esta tendencia a la caza colaborativa fuera del hogar base sobrevive hoy en día en el placer que encuentran los varones emborrachándose juntos en el pub.


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   B) Por el contrario, las mujeres se quedaban al cuidado de la prole en el hogar base, de ahí que las mujeres no sientan interés por el pub y si por tener una casa muy bonita.

   C) Las hembras animales de todas las especies tienden a buscar machos que puedan proporcionarles los mejores genes posibles, esto es, los genes que aseguren una mayor capacidad de supervivencia. En nuestra sociedad, el macho alfa, el más fuerte y, por tanto, el que ofrece mayor posibilidad de supervivencia, es el rico, de ahí que a las mujeres les gusten los hombres con dinero. Esto no afecta a los hombres, que no buscan una hembra alfa porque no la necesitan, sino a una buena parturienta. Por eso a los hombres les gustan las mujeres con buenas caderas que soporten el parto y grandes senos que prometan gran cantidad de leche para amamantar a los retoños.

   D) Esta supervivencia adaptativa también se manifiesta en la sexualidad. La hembra sólo puede tener un hijo cada dos años aproximadamente, de ahí que tienda a la monogamia. El hombre, por el contrario, debe fecundar a cuantas hembras quiera y es, por tanto, polígamo por naturaleza.


   E) Los celos son una estrategia adaptativa para que las mujeres se aseguren de que el hombre no le da su esfuerzo y su trabajo a otra mujer y su prole, y para que los hombres se aseguren de que no están alimentando a la cría de otro.

   F) Todos los machos animales hacen ostentación de su fuerza para atraer a la hembra sexualmente receptiva. Los coches de lujo, los relojes caros y demás símbolos de riqueza son el equivalente humano de la cola de plumas del pavo real.


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   G) Nos acicalamos para atraer al otro sexo. Ello se consigue sugiriendo sexo en todas partes. Ropa ajustada que resalte el busto y las caderas en las mujeres, y los hombros en los varones. La corbata es un falo simbólico; los labios pintados de rojo de las mujeres remiten a los labios vaginales excitados que se colorean a llenarse de sangre.


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   H) La homosexualidad es una desviación de la Naturaleza, algo contranatura, porque los homosexuales no pueden tener hijos y, por lo tanto, no pueden perpetuar su ADN. 

   Desmond Morris no es el único que defiende teorías por el estilo. Jared Diamond (el que ganó el premio Pulitzer con Armas, Gérmenes y Acero) o Helen Fischer dicen cosas parecidas. Según esta última, la química y la teoría de la evolución lo explican todo. El amor es una estrategia adaptativa. Por medio del amor monógamo, los primates macho se aseguraban la perpetuación de sus genes y los primates hembras tener un macho que les suministrase la comida y los bienes necesarios para la subsistencia suya y de su prole. Con este fin, el cuerpo humano segrega una serie de reacciones químicas que provocan este sentimiento que engancha a unas personas a otras y las lleva a tener hijos. La pasión, la necesidad de exclusividad, etc... son el resultado de reacciones químicas en nuestro cerebro y esto es así porque el amor monógamo era una estrategia para la supervivencia de los más fuertes.Y de los celos viene a decir prácticamente lo mismo que Desmond Morris. 


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    Este tipo de teorías tienden a tener bastante buena acogida por dos razones: 

   La primera de ellas es que te dan un varita mágica con la que interpretar cualquier cosa. Esto, en un primer momento, es muy espectacular. Parece como si el mundo se nos abriese de repente ante los ojos. 

   La segunda es que estas teorías son muy sencillas. Parten de un axioma básico y facilito. No hay que romperse mucho la cabeza. 

    Evidentemente, el biologicismo es muy reduccionista. 

   En primer lugar, podemos encontrar comportamientos animales muy dispares, con los que justificaríamos cualquier comportamiento sexual humano. En el mundo animal hay para justificar lo que sea. Así, por ejemplo, en este mismo momento puedo ver a mis dos perras en el jardín. Una de ellas -la grande- se está subiendo encima de la otra y trata de montarla. Incluso hace los mismos movimientos pélvicos que haría un macho si montase a la otra perra de verdad. Este comportamiento no es exclusivo de mis perras. Todos hemos visto perros y perras que tratan de montar a otros de su mismo sexo. A la vista de este hecho, podría afirmar que la homosexualidad humana es un comportamiento natural. 


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    Algo parecido podríamos hacer con la fidelidad o la costumbre de algunas especies como la mantis religiosa en que la hembra mata al macho después del apareamiento. 

    En este sentido, la explicación biologicista razona de forma torticera. En lugar de observar la realidad y elaborar una teoría que explique esa realidad, parten de una teoría a priori y luego buscan pruebas en la naturaleza que justifique dicha teoría. 

   Esto en lo que a los animales se refiere. Pero es que la conducta sexual humana es tan variada, que naturalizar uno de esos comportamientos es de un reduccionismo pasmoso. Además, es una postura etnocéntrica, ya que el comportamiento sexual que se da por natural es occidental. 

    A continuación copio un fragmento de otro post que escribí hace tiempo y que recoge una serie de prácticas sexuales humanas que difícilmente pueden explicarse desde ese biologicismo reduccionista y que ponen de manifiesto la increíble variabilidad en la sexualidad humana:

    Para nosotros, el sexo entre adultos y niños es una práctica repugnante. No solo condenamos moralmente la pederastia, sino que metemos en la cárcel al que la practica -y que quede claro que me parece bien-. Sin embargo, esta condena de la pederastia vuelve a ser cultural. Entre los sambia, por ejemplo, se cree que el semen de los hombres es una sustancia curativa, que fortalece y que es esencial para el crecimiento físico de las personas. Pero los hombres no pueden producir semen ellos solos, de ahí que a los niños, para que crezcan sanos y fuertes, haya que inseminarlos. Esto empieza en torno a los siete u ocho años y continúa hasta la primera adolescencia. Los niños son inseminados oralmente por solteros mayores en una serie de rituales secretos.

   En la Antigua Grecia también se practicaba la pederastia con total normalidad, en concreto en el ámbito militar. Se consideraba que los lazos afectivos y sexuales eran beneficiosos para el ejército porque lo unía y lo hacía más fuerte. Por eso se favorecían las relaciones homosexuales entre soldados. Estas relaciones raramente eran entre hombres de la misma edad. Lo normal era que se diesen entre un adolescente y un adulto. 

    Por lo que parece, ni los niños sambia ni los jóvenes soldados tebanos experimentaban traumas horribles por mantener relaciones sexuales con adultos. Nunca he estado entre los sambia ni puedo hacer un viaje en el tiempo para entrevistar a jóvenes griegos, imagino que a muchos de ellos no les gustarán estas relaciones, pero también estoy seguro de que hubiese sido más traumático para ellos quedar fuera de estas relaciones pederastas que mantenerlas, porque dejarlos al margen sería un estigma. 
sambia
    Por supuesto, esto no quiere decir que los señores que vemos de vez en cuando en las noticias detenidos por difundir pornografía infantil sean unos incomprendidos y que deberían poder disfrutar del sexo con niños a su antojo. En absoluto. Vivimos en esta cultura y, por tanto, tenemos unos valores éticos. Transgredirlos es, y en este caso debe ser, severamente sancionado. Si os he puesto un ejemplo tan extremo como el de la pederastia homosexual es para demostrar que el sexo, como todo, está sujeto a variaciones culturales. No hay casi nada de natural en las relaciones sexuales. Prácticamente todo está sujeto a la modificación y control cultural. 
  
    Entre los shivaitas tántricos, se prescribe la necrofilia  -sexo con los muertos-.
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     En algunas cárceles mexicanas, está muy, pero que muy mal visto ser homosexual. Pero ser homosexual para ellos significa ser penetrado anal u oralmente. El que penetra no solo no es homosexual, sino que es un machote.

    Entre los muria, al noroeste de la India, los jóvenes son iniciados en el sexo por otros chicos y chicas mayores en una choza comunal.
muria

    Entre los inuit del Ártico, cuando un hombre tenía que hacer un viaje en trineo y su mujer estaba embarazada, la intercambiaba con la de su mejor amigo. 

    Los huaorani y los tamil de Malabar creen que cuantos más hombres introduzcan el semen en una mujer, más posibilidades tiene esta de quedarse embarazada, de ahí que sea normal que una mujer se acueste con varios hombres seguidos. 
huaorani

    Para los honvienu de Benin, la postura del misionero -el hombre arriba y la mujer abajo- es incompleta, por lo que las relaciones sexuales no pueden limitarse a esta postura. 

    En el polo opuesto del biologismo, está el nominalismo. De acuerdo con esta teoría, la realidad no existe, es el ser humano el que la crea por medio del discurso. Fuera de nuestro cerebro hay un número infinito de fenómenos dispersos. El lenguaje y el discurso sirve para ordenar en nuestro cerebro ese caos exterior y nos permite relacionarnos con él. Gracias al discurso comprendemos el mundo y en función de esta cosmovisión orientamos nuestra conducta. Foucault quizá sea el representante más famoso de este nominalismo (en la pestaña de ensayos de este blog podéis leer muchos resúmenes de sus obras). 


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Foucualt

    Como sucedía con el biologicismo, el nominalismo radical también nos da un axioma para comprender cualquier comportamiento sexual humano: son consecuencia de la cultura en los que hay que insertarlos. 

    Aunque me siento más cercano del nominalismo que del biologicismo, tengo que señalar que también es reduccionista. 

   Es el único, pero hay un comportamiento sexual humano que es universal: el tabú del incesto. Nosotros proscribimos las relaciones con niños o con animales, otras culturas no. Nosotros, afortunadamente, ya no prohibimos las relaciones homosexuales, otras culturas las persiguen ferozmente. Pero todas rechazan las relaciones sexuales entre padres e hijos y entre hermanos. ¿Cómo explica el nominalismo este universal si todo es cultural? 

   Asimismo, si todo depende de la cultura y del discurso, ¿cómo es posible que en culturas en las que se persigue salvajemente la homosexualidad haya homosexuales? Si todo comportamiento sexual es aprendido, es difícil que uno sea homosexual cuando lo que le han enseñado es a odiarlos. 

    Y por último, no soy un experto en ciencia, pero hace poco leí un ensayo de divulgación científica de Pera Estupinyá sobre el sexo (La ciencia del sexo), y ahí explicaban que la genética, las hormonas durante el embarazo, etc... tenían cierta influencia en las inclinaciones sexuales de la persona. 

   Por todo ello, concluyo que el comportamiento sexual humano tiene algo de genético, y mucho de cultural. Hay ciertos patrones universales y cierta influencia de los genes. Pero estas inclinaciones son redirigidas por las diferentes culturas, de ahí que existan tantos comportamientos sexuales diferentes. 

   Las inclinaciones son redirigidas por dos tipos de procesos normativos:

    a) los explícitos: normas y prohibiciones. Por ejemplo, en nuestra cultura prohibimos el sexo con niños. Hacerlo está penado legalmente y, además, por el ostracismo social. En algunas sociedades islámicas está prohibido por ley la homosexualidad. O la infidelidad matrimonial femenina, que puede acarrear la pena de muerte por lapidación. 

   b) implícitos: usos y costumbres. Nosotros no prohibimos el sexo entre personas viejas, pero no lo hacemos. Tampoco está prohibido el sexo intergeneracional, pero es muy raro que un adulto de sesenta años tenga relaciones sexuales con un joven de dieciocho. Puede darse de forma aislada, pero en absoluto es una costumbre. No sucedía lo mismo, por ejemplo, en la Antigua Grecia, donde la figura del efebo era normal. 








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