En todas las culturas se da una relación simbólica entre la noche, la luna y lo maléfico por un lado, y por otro entre la madre, la fertilidad y la Naturaleza. En las brujas confluyen estos dos dominios de lo simbólico.
Caro Baroja se inserta en la tradición del funcionalismo antropológico al otorgarle a la religión y la mitología una función social. Según él, la religión sirve al hombre para situarse en el mundo. Las religiones nos dan una cosmovisión y unos patrones de conducta.
La existencia de la religión en las diferentes culturas es lo esperable, ya que el cielo, el sol, el amanecer o las estrellas han generado en el hombre una fascinación, una curiosidad y un desconcierto que van más allá de la razón y la ciencia.
La magia es una forma de actuar sobre la Naturaleza, de alterarla a nuestro favor. Surge ante el desconcierto del hombre ante un mundo que no controla. Caro Baroja sigue a Malinowski cuando sostiene que todo acto de magia encierra desesperación por no poder controlar la naturaleza. De ahí que en los periodos de crisis, de catástrofes, etc... aumente la brujería.
La magia y la religión no pueden separarse toscamente como se ha hecho. Pero sí la magia blanca de la magia negra.
En todas las culturas hay un lado positivo de la religión y la magia (magia blanca) que es la que se centra en las buenas cosechas, etc... Es socialmente considerada, diurna, pública y benéfica.
Paralelamente hay un lado negativo (magia negra o hechicería), que se centra en el amor, el deseo, las pasiones, etc... Es secreta, antisocial, nocturna y maléfica.
Una vez definida y establecidas las relaciones de la magia y la brujería con otros fenómenos en instituciones sociales, Julio Caro Baroja hace una historia de la brujería en Occidente.
Empieza comentando con la Antigüedad Clásica y los cultos secretos y terroríficos a Hécate, Selene y Diana y, en general, a las divinidades tónico-lunares. Estas divinidades tenían un significado sexual, pero no un sexo asociado a la fecundidad, sino a la seducción (la mujer fatal). Cita por ejemplo a Medea y a Circe.
La brujería o hechicería mezclaba la fantasía con algunos procedimientos racionales o naturales como el empleo de plantas medicinales, la observación de las personas sobre las que se quería actuar, etc... En este sentido, Caro Baroja habla de una ciencia o una pseudociencia.
También habla de la hechicería entre los bárbaros, los magiares, los hunos, los germánicos y los eslavos para señalar las similitudes entre sus formas de hechicería y las nuestras.
La brujería según Caro Baroja tiene un origen pagano, aunque posteriormente la Iglesia tratase de asociarla o hacerla depender del Demonio.
En la Edad Media cristiana es cuando se vincula la brujería al Demonio y las brujas dejan de ser diosas de la fertilidad para ser solamente seres demoníacos.
La relación de los que adoraban al Demonio era de vasallaje, como las que tenían las personas con su señor feudal en la vida real. Se era siervo del Diablo.
En la Edad Media se acusaba de adorar al Demonio a los maestros de otras religiones. Es el típico proceso de transferencia: como son de otra fe, se les atribuyen todas las maldades. Y la maldad más grande es pactar con el Diablo. En este sentido es significativo el detalle de que los aquelarres recibiesen el nombre de Shabat, que es día sagrado de los judíos.
El demonio aparece representado como un macho cabrío, animal al que se asociaba el sexo desenfrenado, obsceno, al margen de la norma social.
En el Renacimiento conviven tres posturas sobre la brujería: los escépticos, los que ven la brujería como en la Antigüedad -culto a la fertilidad, mujer fatal, etc...-, y los que relaciones la brujería con el Diablo.
Aunque el periodo histórico que es considerado como el fin de la brujería fue la Ilustración por su cosmovisión racionalista, Julio Caro Baroja ya encuentra pruebas de esta nueva racionalidad y posterior desaparición de la brujería en el Barroco.
Como vasco, estudia pormenorizadamente el proceso contra las brujas de Zugarramundi.
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