martes, 10 de julio de 2018

Jiro Taniguchi: Los guardianes del Louvre.


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    Este es uno de los cómics más reconocidos del año. A mí no me gustó nada. 

   Hace veinte años, en la universidad, un profesor de creación literaria decía que, si quieres contar algo, que cuentes ese algo, pero que nunca te enredes o te escondas. Con esto se refería a que, por ejemplo, si quieres contar una historia de amor pero temes que no sea lo suficientemente interesante para el lector, no la encubras don una narración policíaca, porque entonces tu novela no irá a ningún sitio. No será ni una cosa ni la otra. 

    Algo similar le sucede a Los guardianes del Louvre. El cómic no deja de ser un instrumento para contar historias. Y aquí, sencillamente, no hay historia. Taniguchi flipa con el  arte. El Louvre está lleno de arte. Y a Taniguchi le gustaría comentar esas obras, explicar por qué las adora. Como no se atreve a hacerlo directamente, se esconde detrás de una trama onírica que es una tontería. El protagonista está en París, tiene fiebre, no sabemos si alucina o no, pero el caso es que se le aparece Niké -la diosa griega de la victoria y guardiana del Louvre- y aprovecha para hablar de arte. Y al final se encuentra con su esposa muerta con la que se supone que le habría encantado visitar el Louvre. -este spoiler no es grave en absoluto, porque ya os digo que la trama no es más que un envoltorio bastante chorra para hablar de arte-. 

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   Por si esto no fuese suficiente, las reflexiones de Taniguchi son bastante cutres. No pido que me haga un ensayo de crítica de pintura paisajística, pero lo que dice al respecto es de diletante. O aún menos. 

    Esto podría superarlo si ese deliberado tono lírico que busca le saliese bien. Pero no lo hace. Yo no veo la poesía por ningún lado. Si lo consiguiese, esta obra sería al cómic lo que Oda en una urna griega de Keats a la poesía: un artista testimoniando la emoción que siente ante la contemplación artística. Supongo que es lo que intentaba, pero, como digo, al menos conmigo no lo consiguió. 

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   Otra cosa es el dibujo. Es flipante la precisión y el detalle de cada viñeta. Casi parece que estás en el Louvre. Desde este punto de vista, el cómic de Taniguchi es buenísimo. Un dibujo fantástico. De hecho, puedes pasar un buen rato admirando las viñetas desde un punto de vista formal. Pero yo creo que el cómic el algo más que el dibujo por el dibujo. Forma y contenido deben ir de la mano, y no creo que sea el caso. Mucho envoltorio para tan poco regalo. 

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  Nota: 3.5 sobre 10.

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