sábado, 21 de noviembre de 2015

Helen Fisher: ¿Por qué amamos?



    Helen Fisher es una de las autoridades mundiales en biología del amor. Y de esto va exactamente este ensayo: trata de explicar el amor desde un punto de vista biológico.

    La verdad es que su teoría no es nada original. La química y la teoría de la evolución lo explican todo. Según ella, el amor es una estrategia adaptativa. Por medio del amor monógamo, los primates macho se aseguraban la perpetuación de sus genes y los primates hembras tener un macho que les suministrase la comida y los bienes necesarios para la subsistencia suya y de su prole. Con este fin, el cuerpo humano segrega una serie de reacciones químicas que provocan este sentimiento que engancha a unas personas a otras y las lleva a tener hijos. 
    En la primera parte del libro, la autora da un montón de datos en los que explica que las diferentes características del amor también se dan entre otros muchos animales. Esto le parece una prueba irrefutable de que el amor, al no ser algo específico de los humanos, es una estrategia propia de la selección natural. 
    En la segunda parte del libro, explica cuáles son las reacciones químicas que se dan en el cerebro, asociado cada compuesto con un sentimiento amoroso. La pasión, la necesidad de exclusividad, etc... son el resultado de reacciones químicas en nuestro cerebro y esto es así porque el amor monógamo era una estrategia para la supervivencia de los más fuertes.
    Después se centra en las diferencias entre la forma de amar entre los hombres y las mujeres, en cuestiones como los celos -según ella los celos son un mecanismo adaptativo para que los hombres se aseguren de que los genes que lleva la progenia de la hembra sean suyos y para que las mujeres se aseguren de que el hombre le suministra los bienes necesarios a ella y no a otra-, etc... 
     El libro se cierra con unos consejos para superar el mal de amores y para mantener viva la pasión en las parejas a lo largo de los años.

    Siento decir que este libro no tiene el más mínimo interés. En primer lugar, no es nada original. Todo lo dicho aquí lo he leído antes, por ejemplo, en El mono desnudo de Desmond Morris. Y ya puestos, Desmond Morris escribe mucho mejor que ella. 
    En segundo lugar, las explicaciones biologicistas están más superadas que yo qué sé. Obvia cualquier condicionamiento cultural. Puede que el amor se corresponda con algunas reacciones químicas en nuestro cuerpo, pero hay tantos modos y tan diversos de amar que esto es como no decir nada. 
     En tercer lugar, su teoría biológica es falsa. ¿Cómo explica ella que, por ejemplo, en una parte del Tíbet dos hermanos compartan cónyuge sin problemas de celos? Su teoría universal de que los celos son un mecanismo de selección natural no encaja. En el caso de esta cultura del Tíbet, es la falta de tierras de cultivo la que provoca esta particular forma de parentesco. Lo mismo sucede con una antigua casta guerrera de la India, donde las mujeres tenían hijos, pero los padres biológicos no vivían con ellos ni tenían la más mínima obligación. Era el hermano de la madre el encargado de asegurar la manutención. ¿Es que acaso el tío quiere se perpetúen los genes de su yerno?
    Y en último lugar, las últimas páginas en las que da consejitos se parecen más a un libro de autoayuda que a un ensayo científico medianamente serio. La parte en la que da los doce pasos para desengancharse del amor el de broma.


jueves, 19 de noviembre de 2015

David Le Breton: Las pasiones ordinarias: antropología de las emociones.



    La idea en torno a la que gira este ensayo es que las emociones están determinadas culturalmente. Para justificar esta tesis, nos da gran variedad de ejemplos etnográficos de diversas culturas. 

- Hay emociones que no sentiríamos si la sociedad no nos enseñase. Es la sociedad la que nos enseña que existen y cómo hay que sentirlas. Así por ejemplo, la depresión no existe en China. Es impensable para ellos un sentimiento así. Lo mismo sucede con el concepto japonés de dependencia amorosa de una persona. No existe en occidente y no podemos sentirlo. Y para mi sorpresa resulta que la vergüenza ajena es una emoción típicamente española. No la hay en otro lugar.



"En nuestras sociedades occidentales, sentimientos como la vergüenza, la culpa, la confusión, implican el juicio de los otros, real o en potencia. Para evitar los sinsabores a la vez personales y colectivos, el individuo se adapta por su propia cuenta a las expectativas de sus interlocutores, según los códigos de interacción o de conductas afectivas. Su grupo de pertenencia ejerce presión en favor de la normatividad de los comportamientos . La voluntad de dar una imagen positiva de sí mismo esta en íntima relación con el miedo a perder prestigio y experimentar vergüenza. La cultura afectiva esta en el origen de una regulación interna del comportamiento, mientras que el aparato policial y judicial vela por la regulación externa. La mirada del otro incita a la satisfacción normativa de las ritualidades sociales. Se trata de sentimientos o emociones que se apoyan en una concepción social del bien y el mal y lo lícito y lo ilícito, alimentan la autoestima e implican paralelamente una conciencia de la propia responsabilidad para con los otros."

- Una emoción que a priori nos podría parecer universal como el amor, no se experimienta igual en diferentes culturas. La forma de amar y cómo se experimenta y siente el amor varía culturalmente.

"La socialización efectiva no solo enseña al niño como reaccionar ante ciertas situaciones o, mejor, ciertos paradigmas de situaciones; también le sugiere lo que debe sentir en ese momento y cómo le es lícito hablar de ello."

- Ante un mismo hecho, las emociones pueden ser radicalmente distintas dependiendo de la cultura. La muerte puede suponer un dolor atroz o, por el contrario, una liberación. Depende de la idea de muerte que tenga cada cultura.

- Las emociones cambian históricamente. En la Edad Media las emociones y la violencia se vivían con muchísima mayor intensidad. A partir del Renacimiento, la contención en las emociones es la tónica general.

- Hay una base fisiológica para los sentimientos -una serie de reacciones químicas-, pero estas reacciones químicas son tan vagas que apenas si provocan nada en el individuo si no están tamizadas culturalmente. Así por ejemplo, el consumo de alucinógenos y lo que se siente y experimenta depende de la cultura. Entre los indios norteamericanos puede ser una experiencia vital trascendental. Por el contrario, en nuestra hiperracionalizada sociedad actual donde queremos tenerlo todo controlado, puede provocarnos ataques de pánico al sentir que perdemos el control. En palabras de Le Breton:

"el determinismo fisiológico que pesa sabre los comportamientos humanos no importa tanto como las innumerables maneras en que las sociedades y los individuos se adaptan a el y reformulan esos comportamientos a su modo para comunicarse entre si."


Solo los amantes sobrevivien (Jim Jarmusch)



    En Solo los amantes sobreviven Jim Jarmusch no parece preocupado por contar una historia, sino más bien por crear unos personajes y recrear un ambiente. Apenas si tiene argumento. Es cierto que pasan cosas, pero no se puede decir que se desarrollen dentro de la estructura tradicional de planteamiento, nudo y desenlace. Hay dos vampiros que se quieren mucho, uno de ellos es un romántico en el sentido artístico del término, y la otra es una mujer a la que le gusta disfrutar de la belleza en el mundo; también hay un vampiro viejo que se supone que es Christopher Marlowe y que es el verdadero autor de las obras de Shakespeare; parece una hermana alocada que mete a los vampiros enamorados en un lío; y alguna que otra cosa más. Pero todo esto no está hilvanado. Son más sucesión de anécdotas que otra cosa. La finalidad de las diversas acciones no está en desvelar una historia, sino en dibujarnos unos personajes y un ambiente muy particular. Así, Jarmuch nos ofrece su revisión personal del mito de los vampiros.

    Siento decirlo, porque Flores rotas me gustó mucho, pero Solo los amantes sobreviven no aporta nada aparte de la magnífica actuación de Tilda Swinton. Si no fuese por ella, la película sería un auténtico bodrio. Esta revisión posmoderna y pseudoromántica no trae nada nuevo a la historia de los vampiros en el arte. El marido de Tilda Swinton, el vampiro deprimido, hipersensible al arte y excepcional compositor musical, es un tópico de los pies a la cabeza. Parece sacado de obras de teatro románticas del siglo XIX, pero de las más exageradas, del estilo de Don Álvaro o la fuerza del sino o cosas así. No solo es que esté más visto que el tebeo, es que es absolutamente inverosímil. Además resulta antipático. Tal vez pueda gustar a adolescentes que todavía piquen con este tipo de personajes, porque tiene un airecillo a subproducto rockero de la MTV que tira para atrás. Pero a mí, que ya voy para los 40, ya no me engaña. Es un refrito y mal hecho.


    De todos modos los cinéfilos tenemos que ver esta película. Tilda Swinton se come la pantalla. Cada minuto de metraje rezaba para que apareciese ella y no otro personaje. Me enamoré como un adolescente y, si Jarmusch no me engaño con su maridito, con ella sí. Esta fantástica. Y nada de vestirla como un adolescente y maquillarla para que parezca una veinteañera. Es una señora de 50 y tantos años excepcionalmente atractiva. Nunca fue más cierto aquella tontería de que la arruga es bella. Lo hace tan bien y está tan guapa que es capaz de sacar partido a cualquier defecto físico, desde su delgadez extrema, pasando por los juanetes o las arrugas. Es un papelón que da sentido a una carrera. 

    El resto de la película es tópico y prescindible. Personajes repetidos y escenarios decadentes ya vistos una y 1000 veces.

La maravillosa Tilda Swinton y su lamentable marido.
A la peluquera deberían darle un Oscar.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Owen Jones: Establishment.



    Cuando uno lee Establishment no sabe si está leyendo a un analista y politólogo inglés o a Pablo Iglesias. En todo momento tuve la sensación de estar oyendo hablar al líder de Podemos en un plato de televisión. Prácticamente todo lo que cuenta Owen Jones en este libro es lo mismo que denuncia (denunciaba) Pablo Iglesias en los medios de comunicación. La única diferencia es que el analista inglés puede demorarse más porque dispone de cientos de páginas y que los ejemplos y datos que da son del Reino Unido y no de España.

    Owen Jones empieza hablando de los escuderos. Esta es la parte más interesante del libro. Creo recordar que no cita a ningún antropólogo político en concreto, pero lo que hace es aplicar las teorías del discurso de poder de la antropología simbólica a la política anglosajona. El poder no es sólo poseer los medios de producción o la fuerza legítima, sino imponer un discurso a la sociedad. Haciendo que la mayor parte de la sociedad considere una serie de ideas como obvias, más allá de toda discusión, se construye el sistema político deseado. Así, en los años 60 la socialdemocracia había impuesto su discurso como el único posible. La gente ni se planteaba que servicios como la sanidad o la defensa pudieran estar en manos privadas. Era obvio para todo el mundo que el Estado debía tener un papel protector con respecto de sus ciudadanos y garantizar sus derechos y un reparto equitativo de bienes. Incluso los partidos de derecha neoliberal tenían que hacer políticas conforme a estas ideas colectivas porque, en caso de que se les ocurriese expresar públicamente su voluntad de privatizar tal o cual servicio, se les hubiese tachado de locos y automáticamente hubiesen perdido cualquier carrera electoral. Sin embargo, las tornas han cambiado. Gracias a la presión de los think tank neoliberales se ha conseguido imponer como una verdad obvia para todo el mundo que lo privado funciona mejor que lo público. Nadie se plantea si esto es verdad o no, simplemente aceptamos esta idea como evidente y a partir de ahí se construyen todas las políticas estatales.

   En el siguiente capítulo, Owen Jones explica cómo lo que él llama establishment son un grupo de personas que detentan el poder y que son un grupo cerrado que se conocen todos entre ellos. Éste grupo es bastante heterogéneo e incluye políticos, empresarios, altos funcionarios, magnates de los medios de comunicación, etc. El establishment que detenta el poder lógicamente hará políticas que los beneficie a ellos como clase en detrimento del resto de la sociedad.

    Una de las batallas simbólicas más importantes que ha ganado el establishment para imponer su discurso como el hegemónico ha sido en torno a la idea de meritocracia. Según ellos, el sistema capitalista es perfectamente justo y aquellos que hacen méritos para triunfar se sitúan en la cúspide de la pirámide social. Evidentemente, y el autor nos da muchos ejemplos de ello, esto radicalmente falso. El establishment se autoperpetúa como grupo cerrado.

    En el capítulo dedicado a las fuerzas del orden Owen Jones explica cómo el establishment utiliza la policía en su propio beneficio. Es quizá la parte más conmovedora del libro y los párrafos dedicados a los aficionados del Liverpool que murieron aplastados por la incompetencia policial y el modo en que la policía y los medios de comunicación manipularon el caso para hacerlos pasar como culpables mueven a la indignación.

    En Gorrones del Estado y magnates y Defraudadores Owen Jones explica cómo el liberalismo y el principio de no intervención del Estado afecta sólo a las clases populares. No es sólo que el establishment cobre directamente mucho dinero del Estado, sino que vivimos en un sistema de "capitalismo subvencionado". Esto quiere decir que el Estado desvía mucho dinero desde las clases populares hacia empresas y bancos privados para que éstos sigan haciendo negocio y teniendo multimillonarios beneficios. La crisis económica que estamos viendo ahora y el rescate de los bancos es un ejemplo clarísimo de ello. El Estado sacó miles de millones de las nóminas de los trabajadores de clase media y baja y los metió en bancos privados a fondo perdido. Es eso que aquí en España llamamos privatizar beneficios y socializar las pérdidas.

    Los estados viven una falsa ilusión de soberanía, ya que creemos que nuestros políticos pueden hacer algo por nosotros. Esto, por supuesto, es falso. No hace falta citar el caso griego. Las verdaderas decisiones no se toman en la Cámara de los Comunes en el Parlamento, sino que dependen de multinacionales, grupos financieros, o como se llamen, que están muy por encima de los estados.

    Finalmente Owen Jones propone una serie de medidas para hacer que nuestras sociales sean mas justas. Es consciente de que no se puede volver al mundo de 1960 y trata de proponer medidas modernas. Algunas son un tanto discutibles, otras son brillantes. Sea como sea, Establishment es un análisis bastante interesante de nuestra sociedad actual. No es tan bueno como Chavs. En esta su primera obra Owen Jones tenía una idea propia (como se crea un estereotipo negativo de las clases populares para retirarle las ayudas sociales). Aquí no. Establishment es un libro puramente descriptivo. Pero no por ello  no merece la pena leerlo.

martes, 17 de noviembre de 2015

The Jinx (Andrew Jarecki)



(este post tiene spoilers)

    The Jinx es un documental de la HBO de seis capítulos sobre Robert Durst, el hijo mayor de una de las fortunas más grandes de Nueva York. Al poco de casarse, la mujer de Durst desapareció y nunca más se supo de ella. Ciertas incongruencias en las declaraciones indicaban que Robert Durst tenía algo que ver en esta desaparición, pero, si no hay cuerpo, no hay caso. Tiempo después, la mejor amiga de Durst, una escritora hija de un antiguo capo de la mafia, es asesinada en su apartamiento de Beverly Hills. Otra vez hay indicios de que Robert Durst está implicado, pero tampoco hay pruebas concluyentes. Finalmente, Robert Durst mató en su propia casa a un vecino y luego lo descuartizó. Se le juzgó por ello y los abogados alegaron que lo hizo en defensa propia y que el descuartizamiento fue consecuencia de los nervios tras una muerte accidental -sí, accidental en defensa propia-. Consiguieron que no se le juzgase por descuartizar a la víctima, sino solo por la muerte. Y como en Texas es legal matar a alguien que se ha colado en tu casa sin tu permiso, salió absuelto.

    Jinx En inglés significa gafe. Esa es la duda que planea durante la mayor parte del documental. ¿Es Robert Durst un asesino en serie o solo una persona con la mala suerte de estar siempre en el sitio equivocado en el momento equivocado?

    The Jinx, The life and deaths of Robert Durst es una de esas cosas que hay que ver para estar en la onda. Esto, a priori, despierta en mí cierta antipatía y me predispone a encontrar defectos en todos lados.

    En primer lugar, técnicamente no hay nada que la diferencie de esos documentales de crímenes que echaban por la Sexta los fines de semana por la mañana. Está un poco mejor producida, tiene algunos truquitos propios del director engañoso y poco más.

    En segundo lugar, le sobra metraje a punta pala. Con un par de horas le llegaba de sobra. Todos los testimonios de las amigas de la esposa desaparecida, de los policías, de los vecinos, etcétera, sobran. Lo que nos interesa es el personaje de Robert Durst. Importa cuando él habla, el resto es paja.

    En tercer lugar, es moralmente reprochable. No creo que la calidad artística de una obra deba juzgarse por cuestiones morales o políticas. Si así fuese, pensaría que todo el cine de John Ford es basura, y no lo es. Hay que tener un poquito de perspectiva y apertura de miras y no confundir belleza con ideología. Pero una cosa es esto, y otra muy distinta lo que hace Jarecki. En el capítulo quinto encuentra una prueba irrefutable de la culpabilidad de Durst que no tenía la policía. En lugar de ir inmediatamente a la comisaría a denunciarlo, guarda la prueba en una caja de seguridad de un banco y monta un numerito para grabar a Durst en el momento en que le dicen que saben que es culpable. Esto, como mínimo, es explotar el morbo fácil. Podía haber rehecho el documental ya con Durst como asesino en serie probado y castigado, pero prefirió darle carnaza al espectador -y de paso mucha publicidad-.

    Y, pese a todo, el documental es brutal. Robert Durst es un personaje tan, tan fascinante que podía haber contado su historia un alumno de Formación Profesional Básica, y aún así el producto seguiría siendo magnífico. Hijo mayor de una familia multimillonaria, ve suicidarse a su madre probablemente inducida por un padre deshumanizado. Ya de adulto, es ninguneado y apartado del negocio familiar por el ambicioso hermano menor. Y así un chico extraño y huraño acaba convirtiéndose en un asesino en serie, porque, entre otras cosas, como reacción necesita sentirse listo y superior a los demás. Pero no nos engañemos. Durst ni es listo ni es superior. Es bastante chapucero y, si logra salirse con la suya durante casi tres décadas, es gracias a la fortuna familiar. Así, de paso, la biografía de Robert Durst no es sólo la de un fascinante criminal, sino también un ejemplo de la injusticia social. Casi nada.

Los cuatro hijos de Katie Elder (Henry Hathaway)




   Las páginas web define cada vez me desconcierta más. Andar puntuando las películas como si se tratase de un examen es un poco chorra y la verdad es que no suelo prestarles mucha atención. Además, supongo que esas puntuaciones tendrán mucho que ver con intereses comerciales. Pero ver que a hypes como True detective I le dan una nota casi de obra maestra y que a Los cuatro hijos de Katie Elder la pongan como una película mediocre es, cuando menos, sorprendente.

    En Los cuatro hijos de Katie Elder la tensión es continua. Desde el primer instante sabemos que se ha cometido una injusticia contra Katie, pero el pueblo entero quiere taparla con un velo de silencio. Los hermanos indagan, pero se encuentran una y otra vez con miradas esquivas, respuestas vagas, el silencio o una admonición para que dejen el tema. Se trata de la ley del silencio. Aunque todos saben que ha habido una injusticia, nadie quiere hacer nada porque no quieren problemas. Empezando por el sheriff. Pero la injusticia les acaba llegando a ellos. Es como en aquel poema de Martin Niemöller:

Primero fueron a por los judíos,

y yo no hablé porque no era judío.
Después fueron a por los comunistas,
y yo no hablé porque no era comunista.
Después fueron a por los católicos,
y yo no hablé porque era protestante.
Después fueron a por mí,
y para entonces ya no quedaba nadie que hablara por mí.



    Los personajes de los cuatro hermanos están perfectamente hechos y definidos. Son un poco tópicos, sobre todo el protagonista John Wayne, pero en dos horas no hay tiempo para todo. No es como Guerra y paz, donde tienes más de 2000 páginas para desarrollar los personajes y la historia. Aquí hay poco más de dos horas y es necesario que el espectador reconozca el personaje para poder disfrutar de la historia. 
   Como dije, los personajes de los cuatro hermanos son un poco tópicos, pero es necesario hacerlo así, porque cada uno encarna una razón por la que abandonaron a su madre. Y así, llegamos al tema de la película, que es el pecado y la redención. Los hijos abandonaron a la madre y la dejaron sola ante las injusticias. Cada uno se fue a vivir su vida a su manera, sin pensar en aquella madre que dejaban atrás sola y desvalida. El día de su funeral descubren las consecuencias de sus actos y empieza su verdadera historia de redención. Lo grande de esta película es que la redención no implica liarse a tiros inmediatamente. Su madre odiaba la sangre y quería que sus hijos fuesen buenas personas. Por eso la historia de redención no es una historia de tiros y venganzas, sino de asumir las consecuencias de los actos y hacer lo que se debe. En este sentido, el hermano mayor, John Wayne, el mayor pecador, es el que más se redime. De todos modos, no debemos olvidar que esto es un western, y es inevitable que haya algunos disparos, pero siempre justificados y después de haber sobrepasado el límite. 
       Dean Martin es el contrapunto cómico y canalla del pistolero con pasado oscuro John Wayne. Como dije, la tensión en la película está todo el tiempo presente y va en aumento y es necesario de vez en cuando pequeños momentos de alivio. Las intervenciones de Dean Martin lo consiguen, cosa que a Henry Hathaway no le había salido bien en Valor de ley
   
   Y ya para terminar, creo que es importante destacar el personaje de Katie Elder, alguien que no aparece en ningún momento en la imagen y que solo conocemos por lo que dicen los demás. Sin necesidad de ponernos en la pantalla, los espectadores nos identificamos con ella y llegamos a amar a este arquetipo de la madre bondadosa que lo da todo por su esposo y sus hijos y llega hasta el punto de sacrificarse y olvidar una injusticia con tal de salvarlos.

Interstellar (Christopher Nolan)



    Christopher Nolan es uno de esos directores que parten de grandes ideas, pero que las estira demasiado y se acaban diluyendo. No me gustó Memento, Origen me acabo aburriendo, e Insomnio, pese a que tiene a Al Pacino y el tema me interesaba muchísimo, me defraudó un poco.

    El comienzo de Interstellar es buenísimo. Es exactamente lo que debe hacer la ciencia ficción. Con apenas recursos, nos hace reflexionar acerca del rumbo que lleva el mundo. No hay grandes efectos especiales. Nos sitúa la acción en plantaciones del Medio Este y solo la inquietante presencia del polvo nos traslada a un futuro distópico en el que el Planeta se ha vuelto estéril por la sobreexplotación. Vivía demasiada gente en él y las técnicas agrícolas de explotación masiva acabaron por agotarlo. El comienzo es genial y repito que el ambiente futurista que logra crear con tan sólo un elemento es inquietante.

    Luego viene todo el rollo de coger la nave espacial e irse por ahí a buscar otro planeta donde vivir y la película se diluye como un azucarillo. Hay imágenes e incluso secuencias enteras que solo sirven para desplegar virtuosismo técnico y encandilar al espectador con los decorados y los efectos especiales, y para sacar a Matt Damon, que le da caché a la película y supongo que atraerá público a las taquillas. Muy bonito de ver, pero una historia lenta y repetitiva.

    Eso por no hablar de los momentos en que se deja arrastrar al melodrama lacrimógeno, que a mí me daban vergüenza ajena.

    Resumiendo en una frase: algo que empieza bien y que se queda en un aburrido alarde de virtuosismo técnico.

Valor de ley (Henry Hathaway)



    Poco puedo decir de este western crepuscular que no se haya dicho ya, y, si hago este post, es porque en el blog llevo una lista de lo que leo y veo -no todo, a veces me doy abasto- para obligarme a reflexionar sobre cuestiones que, de otra manera, no irían más allá de los días inmeditamente posteriores al visionado o lectura de tal o cual libro o película. Pensaría un poco sobre ella, luego no lo haría más y, finalmente, me olvidaría. Obligándome a escribir, me obligo a tener opiniones acerca de algunas cosas que de otra manera no tendría, y también tengo la esperanza de que me ayude a fijar cosas en la memoria. En cualquier caso, siempre puedo volver a leer lo que escribí tiempo atrás y recordar. Ya sé que esto podría hacerlo perfectamente en un diario privado, pero esto no excita mi vanidad. En un blog la gente te lee y siempre acaricia el ego pensar que a alguien le interesa lo que escribes -aunque muchas de las críticas sean rápidas y un poco superficiales porque no tengo tiempo para más-.

    De niño vi muchísimo western. Y recuerdo que había dos películas que no me gustaban nada: Valor de ley y El rifle y la biblia, casualmente una continuación de la otra -no cuento entre los western que no me gustaban las bobadas de Bud Spencer y Terence Hill. Me refiero a los canónicos-. Durante mucho tiempo supuse que era porque de niño uno no tiene filtro. Todo está al mismo nivel y a mí lo que me gustaba eran los indios y muchos tiros. Imaginaba que si volvía a ver cualquiera de estas dos películas de adulto me fascinarían porque, en el caso de Valor de ley, Hathaway es un gran director, y, en el de El rifle y la biblia, bastaba con que mantuviesen al protagonista y lo embarcaran en un duelo interpretativo con Katherine Hepburn. No sé en el caso de El rifle y la biblia porque no la he vuelto a ver, pero me duele decir que con Valor de ley no fue exactamente así.

    La película es entretenida y se ve bien. Hace dos horas muy agradables delante de la televisión. Pero eso no es suficiente. También me lo pasé muy bien viendo la primera temporada de La teoría del Big Bang y no por eso voy a elevarla al altar de obra de arte. Hay que distinguir entre el entretenimiento puro y lo que va más allá.

    Desde que acabé de ver Valor de ley tengo la sensación de que le falta algo. No sé exactamente qué, pero no la veo redonda. Tal vez sea ese toque ligero y algo humorístico que tiene. Los western suelen ser relatos bíblicos, llenos de ética y a veces de lirismo y tragedia. Las situaciones cómicas o ligeras destruyen la solemnidad necesaria para la épica y la tragedia. Ya Freud decía que la risa surge como liberación de la energía psíquica movilizada para la solemnidad y que se resuelve en nada. Ese es el riesgo de los grandes relatos que introducen elementos cómicos, que a veces el relato se queda en nada. No digo que no pueda hacerse. Hay grandes contrapuntos cómicos en western antológicos. Shakespeare también lo hacía. Y es cierto que es bueno aliviar la tensión de vez en cuando. Pero no es fácil. 

    Tampoco me gustó la chiquilla de 16 años. No me la creí en ningún momento y en ocasiones llegó a caerme realmente mal. Si uno de los protagonistas te cae mal, difícilmente te sumerges en la película.

    Aunque la etiqueta de western crepuscular no me gusta mucho, sí me gustan las convenciones que suelen plantearse en este género. Un protagonista antiheroico, símbolo del antiguo Far West, se enfrenta a la desaparición de ese modo de vida por la llegada de la civilización. Este planteamiento da juego para grandes historias. Una niña que contrata a un matón para que vengue su padre podría haber sido una de ellas, pero creo que se queda un poco plana en el desarrollo. El tema de la película no es el heroísmo, ni la redención, ni ninguno de los temas clásicos del western. Aquí se trata de una venganza pura y dura sin el más mínimo matiz. El padre de la adolescente ha sido asesinado y ella paga a un matón para que lo mate. No hay consideración moral alguna. Se le plantea al espectador como una acción justa que es reparada al final de la película cuando los asesinos son muertos a su vez.

    Por lo demás, la película está bien hecha. El personaje de John Wayne, ese viejo matón alcohólico que vive con un chino y un gato, es bastante bueno. Aunque darle el Oscar por él me parece un poco exagerado. Habrá que ver con quién competía aquel año.

    En definitiva: una buena película de entretenimiento, pero de ahí a considerarla un clásico creo que va a un mundo.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Los atentados de París, los medios de comunicación y el control de las emociones.



    Por supuesto que los atentados de París fueron unos hechos horrorosos. Eso no se discute.

    Ayer, a propósito de esto de los atentados, una amiga me comentó que alucinaba con la gente que decía obviedades en las redes sociales. Ella entendía que personajes públicos como Pedro Sánchez soltasen cosas como: "Ha sido un crimen deleznable. Estoy consternado. Ha sido un atentado contra libertad de expresión.".

    -Es un político. Le ponen un micrófono delante y ¿qué va a decir?.

    Lo que le llamaba la atención era esa multitud de gente anónima que colgaba en sus Twitter y Facebook cosas por el estilo.

    -Ya. Tus 20 amigos hemos visto que no te has puesto a comer palomitas y beber champán. Podemos estar tranquilos. -Comentó, irónico, su novio.

    -Es que no son personajes públicos. ¿Qué necesidad tiene de soltar la frase de un político? -Dijo ella.

    Esta conversación, aparte de sonreír, me hizo reflexionar sobre la homogeneidad de las reacciones que he observado en la gente a los atentados de París. Todo el mundo está consternado, apelan a la unidad de los demócratas, se consideró un ataque a la libertad, etcétera. ¿Cómo es posible que con tantos millones de personas que hay en Europa prácticamente todo el mundo haga exactamente los mismos comentarios y piense exactamente lo mismo?

    Como soy antropólogo y en estos momentos estoy leyendo La  antropología de las emociones de David Le Breton, se me ha dado por pensar que las emociones son culturales y, por tanto, se pueden manipular. Pensé en el papel que juegan los medios de comunicación en nuestras sociales occidentales y me vino a la cabeza el caso de Jimmy, el aficionado del deportivo que fue asesinado hará cosa de un año. Los españoles primero nos horrorizamos ante aquel crimen, luego, guiados por los medios de comunicación, pasamos a despreciar a la víctima y, finalmente, caímos en la indiferencia cuando este crimen dejó de tener eco en los medios. 

    Iñaki Gabilondo dijo una vez que el poder de los medios de comunicación no se limitaba solo al control de la opinión pública por medio de los opinadores y los tertulianos, sino que la mayor parte de su poder residía en la capacidad de escoger de qué se habla, qué es noticia y, por tanto, qué es importante para los ciudadanos.

    Hace nada hubo unos atentados reivindicado por el ISIS tan horribles como los de París en Túnez, Turquía, Irak, Siria y una larguísima lista. A diferencia de lo de Francia, la reacción emocional de los ciudadanos occidentales ante estos atentados es la indiferencia. Y no es porque seamos unos desalmados insensibles, sino porque nos llegan diluidos entre un montón de noticias, lo que dice tal o cual político, los resultados deportivos, el tiempo que hará mañana, etcétera. Destacando los atentados de París sobre otros semejantes acaecidos en otras partes del mundo se crea un nosotros que vivimos aquí y, por tanto, somos así; frente a un ellos que viven allí y son de distintos. 

   Además de destacando unos atentados y obviando otros, la dualidad nosotros versus ellos pasa, entre otras cosas, por el diferente tratamiento de las imágenes. Los medios de comunicación nos acercan los atentados para que los sintamos como propios. Así, repiten una y otra vez las imágenes de los crímenes sin escatimar los aspectos más morbosos y truculentos. El ellos se asocia con las imágenes de aquellos criminales perversos que asesinaron a tanta gente inocente, mientras que se ofrece una imagen positiva del nosotros incidiendo una y otra vez en las reacciones de solidaridad, sin descartar incluso llegar a reacciones lacrimógenas.

    Esta dualidad nosotros versus ellos le viene fenomenal a esa sociedad occidental que se está viendo resquebrajada por la crisis económica. Los conflictos económicos y sociales acechan por todos lados, y pocas cosas cohesionan más que el sentimiento de pertenencia provocado por una amenaza externa común.

    De todo lo dicho hasta ahora no se puede concluir que no me importe lo de París. Lo siento muchísimo por ellos y creo que los del Estado Islámico son unos locos. Lo que quiero decir es que son tan míos los crímenes de Turquía, Siria, Irak etc. porque son crímenes contra la humanidad.

    Tampoco se puede concluir que los atentados hayan sido inducidos o permitidos por los gobiernos occidentales para superar las tensiones que amenazan a una Europa que se desintegra. En absoluto. No creo en la conspiranoia. Es más, incluso creo que es algo que los periodistas hacen de forma inconsciente. Simplemente digo que una vez pasado, se dirige la reacción de la gente hacia lo esperado. Las emociones y las reacciones se podían haber dirigido contra la política exterior de los gobiernos como sucedió, por ejemplo, en España después de los atentados de los trenes. También se podía haber dirigido contra la compra de armas y petróleo a países como Arabia Saudita que financian al Estado Islámico. Pero no. Todo esto se obvia y se manda un mensaje sencillo la población que, además, allana el camino a los gobiernos para que hagan lo que les venga en gana en política exterior.

    Finalmente, no me gustaría concluir sin dejar claro que no todas las manipulaciones de la opinión pública son torticeras. Algunas sí, otras no. Estoy observando con cierta satisfacción que se incide bastante en que no todos los musulmanes son terroristas. He escuchado en varias cadenas de radio y televisión que los que realmente padecen las atrocidades del Estado Islámico son los musulmanes. Es cierto y me parece bien que se oriente a la opinión pública para evitar la polarización de las sociedades en torno a dos bandos enfrentados, lo que beneficiaría tanto a los partidos de extrema derecha del estilo del Frente Nacional como al Estado Islámico, instigador y artífice de los atentados.


    Y ya está. Uxía, aquí tienes tu post.

sábado, 14 de noviembre de 2015

True Detective 2



    Ni la primera era tan buena, ni la segunda es tan mala. En otro post ya dicho todo lo que tenía que decir sobre la primera parte de True Detective y donde ya entonces trataba de desmitificar una fiebre que en mi opinión era más moda hipster que calidad objetiva. A True detective 2 le han caído infinidad de palos no porque sea espantosamente mala como dicen, sino porque todos aquellos hipsters que glorificaban la primera ya no pueden dársela de exclusivos con una serie que ha alcanzado el gran público.

    True detective 2 tiene algunas cosas malas.

    En primer lugar, no es de recibo que en una serie policíaca te planteen el crimen en el último minuto del primer capítulo, cuando ya te has tragado 50 antes. El género policiaco se caracteriza, entre otras cosas, por la rapidez. Hay que plantear rápidamente el crimen para poner inmediatamente a los policías en movimiento. Tirarse 50 minutos dándole vueltas a ver si el asesinado está muerto o no es marear la perdiz y aburre al espectador -entre otras cosas porque sabe de sobra que está muerto-. En otros géneros como el drama se empieza presentando los personajes y luego el conflicto. Pero, como dije, el género policíaco ha de ser rápido, de ahí que el conflicto sea lo primero que tiene que ver espectador y, poco a poco, ir conociendo los personajes. A priori no tengo nada en contra de experimentar y romper las convenciones de género, pero solo si funciona. Y siento decir que aquí no lo hace, porque uno desconecta varias veces en los primeros 40 minutos.

    En segundo lugar, y bastante relacionado con lo que acabo de decir, la serie tarda bastante en arrancar. Hasta el capítulo tercero o cuarto no empieza a molar y eso es demasiado para una serie que tan sólo tiene ocho capítulos. Que el primer capítulo de The Wire sea un auténtico coñazo no es problema porque tienes por delante cinco temporadas de veintitantos capítulos de una hora absolutamente maravillosos. Pero tres coñazos y tan solo cinco guays es un porcentaje bastante desfavorable.

    Y en tercer lugar, la resolución del caso es un poco aturullada. No sé si es que desconecté, o es que no lo explican demasiado bien.

    Sea como sea,True detective 2 es mucho mejor que la mayoría de las series que se ven por ahí y no es mucho peor que la primera.

    El problema con la resolución del caso ya había pasado en la primera. Y, además, he comentado en muchas ocasiones en este blog que lo que interesa en el género negro (por lo menos a mí) no es un caso en el que todo encaja como un reloj suizo, sino utilizar el crimen para contarnos una historia y construir unos personajes interesantes. Así sucede en True detective 2. Puede que la historia no sea nada del otro mundo; un crimen por corrupción urbanística está bastante visto, pero desde luego la resolución no. No voy a hacer un spoiler, pero el final se asemeja más a lo que hubiese sucedido la realidad que el lamentable y lacrimógeno final de la primera parte.

   Además, creo que esta segunda entrega tiene tres personajes muy interesantes.

    A) el motorista homosexual que ha hecho todo lo que le ha mandado desde que era joven y no consigue alcanzar la felicidad es un símbolo perfecto del fracaso del sueño americano. Fue marine, es policía y es un buen chico. Ha hecho, en definitiva, todo lo que la sociedad americana dice que hay que hacer para ser feliz. Y no lo es. Casi parece sacado de una novela de Philip Roth.

    B) el mafioso al que su imperio se le está desmoronando. Es fantástico cómo tiene que reconstruirlo volviendo a los orígenes, a las palizas, a la extorsión y, en definitiva, a ensuciarse las manos, algo que creía olvidado.

    C) el padre de la detective. Los años 60 fueron un periodo de efervescencia y cambio en los Estados Unidos. Fue un tiempo de oportunidades en que los más listos y con menos escrúpulos pudieron beneficiarse. Unos lo hicieron por medio de la corrupción política y urbanística, y otros, como el caso del padre de la protagonista, utilizando el discurso hippie para crear una pseudo secta. Políticos corruptos, psiquiatras sin escrúpulos y hippies avispados convivieron y se conocieron en una época en la que había oportunidades para todos. Cada uno escogió su camino hacia el éxito y todos lo consiguieron a su manera. Unos viviendo en mansiones con piscina, otros viviendo en mansiones con una legión de adeptos.

    D) la detective protagonista. No puedo comentar mucho de ella sin estropearle el final a un futuro espectador, así que me limitaré a decir que su ejemplo perfecto de cómo las relaciones con los padres en la infancia pueden determinar el modo en que mostramos nuestros afectos y como acabamos montando sentimentalmente nuestra vida.

    E) Colin Farrell. Es el clásico detective acabado del género negro norteamericano. Lo tiene todo. Una familia rota, un pasado turbulento, cinismo y desencanto vital, drogas y alcohol, etcétera. No es nada nuevo, pero hay que reconocer que lo hace muy bien. Además tiene un plus que es esa necesidad de redención que mueve sus actos hacia el final de la serie. Es casi un tema de western. Y, por si esto no fuese suficiente, es fantástico cómo ejemplifica el modo en que decisiones erróneas pueden destrozarnos la vida. -Si no quieres un spoiler no leas más-. Después de que violaran a su mujer, pensó que la venganza podía solucionar algo y, sin embargo, ese acto violento y cruel no sólo no solucionó nada, sino que acabó con su matrimonio y con su vida. Toda la historia que nos cuentan en True detective 2 es el resultado de la necesidad de redención de aquel error.
Y su historia de amor. El sexo entre aquellos dos personajes acabados, dos juguetes rotos sin futuro es de un lirismo que emociona. Ya no les queda nada. No hay esperanza para ellos, aunque, realmente, nunca tuvieron nada. Estos dos individuos con vidas desperdiciadas se encuentran y se enamoran, creo que más que por afinidad, porque poco más pueden hacer con sus vidas.

    F) La camarera de la cicatriz en la cara. Un clásico, pero bien hecho. Casi no sale, pero apunta tanto...


Colorado Jim / The naked spur (Anthony Mann)



    Un amigo siempre me dice que a una serie de permito cosas que a una película jamás permitiría. Nunca me tomé demasiado en serio esta afirmación hasta que volví a ver Colorado Jim. Y no porque haya encontrado en esta película tachas que toleraría en las series, sino justamente por todo lo contrario. Es redonda, perfecta, sin una sola estridencia ni un solo elemento que no te tenga en tensión atrapado mirando la pantalla.

   Se han escrito miles de líneas sobre Anthony Mann y su cine y no voy a ser yo ahora el que haga un análisis definitivo de Colorado Jim. Si escribo este post es solo por rescatar algunas cuestiones por las que creo que es muy recomendable verla:

   a) el ritmo. La acción avanza a toda velocidad. No hay elementos superfluos que retarden la acción o que distraigan del conflicto principal. Hay quien dice que la pelea con los indios no venía a cuento, aunque yo eso no lo tengo tan claro. En primer lugar, la presencia continua de los indios supone una amenaza constante que provoca tensión en el espectador y le mantiene pegado a la pantalla. Y, en segundo lugar, la pelea refleja cómo la actitud de uno de los personajes ocultando parte de su pasado pone en riesgo mortal a todos los demás.

    B) los personajes. A diferencia de las novelas y las series de televisión que tienen mucho tiempo para dibujar personajes complejos y desarrollarlos, las películas tienen que contentarse con apuntar y sugerir sus conflictos. En esto, Sam Rolfe y Harold Jack Bloom son unos auténticos maestros. Con apenas unas pinceladas dadas aquí y allá entre tanta acción, construyen cinco personajes redondos, marcados por sus historias pasadas.

    C) la fotografía. Fantástica. La presencia de la naturaleza en todo su esplendor es casi un personaje más.

    D) los diálogos. El modo en el que Millard Mitchell siembra la desconfianza entre sus captores es maravillosamente sutil.

    Y supongo que habrá muchísimas más razones para ver esta película, pero ya digo que este post es solo para apuntar algunas por las que a mí me lo parece.


    No me gustaría terminar sin advertir al posible espectador de que debe ver esta película sí o sí en versión original subtitulada. No soy un fanático de las versiones originales. No tengo nada en contra de ver una película doblada, siempre y cuando esté bien hecha. Pero el doblaje de esta película es infernal. No entiendo por qué han tenido que poner a todos los personajes hablando a gritos continuamente, sobre todo cuando se supone que uno está sembrando la desconfianza entre ellos. Tiene que hablar sin que le oigan los demás y difícilmente eso va ser posible si grita como un becerro.

The Game (David Fincher)



    Hay directores que siempre interesa lo que tienen que contar. Y ese es el caso de David Fincher conmigo. Incluso a sus peores películas les encuentro algo.
En cualquier caso, The Game es una de sus mejores thrillers.
Pese que hayan pasado ya dos décadas desde que se filmó, el buen hacer del director ha permitido que haya envejecido bien. No se ve viejuna ni casposa. Todo lo contrario. Con un par de retoques de ordenador casi podría pasar por una película contemporánea.

    Además de la dirección, los actores también están bastante bien. Aunque no creo que ni una cosa ni la otra sea la razón del éxito de esta película. El verdadero fuerte de The Game (y en general de todos los thrillers) está en el guión. Desde el primer minuto genera tensión y curiosidad en el espectador, hay pruebas falsas, giros sorprendentes del guión y, en definitiva, todos los atributos que tiene que tener una película para tenerte dos horas pegado a la pantalla ansioso por saber cómo termina.


Bored to death



     No entiendo por qué esta serie tiene críticas tan buenas. Es cierto que el punto de partida es bastante interesante: un escritor en crisis es abandonado por su novia. Sin saber muy bien por qué, se anuncia como detective en Internet y se ve involucrado en una serie de aventuras resultado de ello. Pero siento decir que con tan buenos cimientos no construyeron un buen edificio. Los personajes no tienen el más mínimo gancho y los episodios son prácticamente iguales unos a otros. Visto uno, los has visto todos. Me aburre y dudo mucho que pierda un solo minuto en la tercera temporada.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Acerca del relativismo lingüístico




    Ahora que cada día nos levantamos con noticias de Cataluña  y parece estar en boca de todos ese mantra de la identidad cultural, hay algunas cosas que deberíamos dejar claras. Con frecuencia escucho a mis alumnos que debemos dar asignaturas en gallego porque es la lengua propia de Galicia y que eso determina nuestra forma de entender el mundo y nos convierte en un pueblo distinto y especial. Evidentemente, esto no es algo que se les haya ocurrido a ellos solitos, sino que lo han oído por ahí, a políticos, a otros profesores o en casa. Vaya por delante que creo que debe darse clase en gallego, catalán o vasco porque hay gente que lo habla y, por tanto, tiene derecho a ser educado en la lengua que le dé la gana. También creo que, aunque un alumno no hable esa lengua, el sistema educativo debe asegurarle el derecho a conocerla en un futuro y decidir si quiere hacerla su lengua vehicular o no. Pero por lo que no paso es por ese tópico que se ha extendido tanto y que la mayoría de la gente acepta sin la más mínima reflexión de que la lengua configura la forma de pensar y, por tanto, la identidad personal. Por eso escribo este post, para dejar claras algunas cosas acerca del relativismo lingüístico.

    La hipótesis del relativismo lingüístico planteada por Sapir y desarrollada por Whorf viene a decir, resumiendo y simplificando un poco, que la gramática no es un instrumento para expresar ideas, sino que diseccionamos la Naturaleza siguiendo líneas que nos vienen indicadas por nuestras lenguas nativas. La realidad es un flujo caleidoscópico de impresiones que tiene que ser organizado por nuestras mentes y esto lo hacemos a través de las lenguas. Para Sapir y Whorf, las lenguas son, en suma, instrumentos de categorización de la realidad. De todos los fenómenos que percibimos, extraemos una serie de características comunes para agruparlos en la abstracción de la palabra que, a partir de ese momento, designará a ese conjunto de fenómenos. Así, de todos los fenómenos posibles, hemos extraído las características “cuatro patas” y “sentarse” y le hemos otorgado la palabra “silla”; dos líneas rectas que se cortan son la palabra “cruz”; y un ser humano con apenas unos días de vida es un “bebé”, que se opone a uno con pocos años –“niño”-, al que está en la etapa de transición entre la vida infantil y la adulta –“adolescente”- y al que ha superado esa etapa y que clasificamos bajo la categoría “adulto”. Una lengua que no posea la categoría “adolescente” no puede oponerla a “adulto” y, entonces, no podría hablar de una etapa conflictiva en la vida del hombre. En consecuencia, una determinada lengua implica una determinada visión del mundo. 





    Pero todo esto es falso. Primero, porque esta teoría, al distinguir el funcionamiento de la mente humana en función de la lengua del hablante, sostiene que los individuos tienen capacidades intelectuales diferentes según su idioma -y seguro que ninguno de vosotros está de acuerdo con una idea tan reaccionaria y racista. 
    También es falso porque, como nos enseñó el profesor Boas -que, por cierto, Sapir era su discípulo-, no existe correlación entre raza, lengua y cultura, ya que puede darse cambio de de lengua y de cultura y no de físico, como en los negros llevados como esclavos a Norteamérica; cambios físicos y de cultura, pero no de lengua, como la población magiar; cambios de lengua y no físicos, como los árabes del norte de África; y cambios de cultura y no de lengua ni físicos, como nos enseña la historia porque la forma de vida de un gallego del siglo XII y la mía no se parecen mucho.
    Y todo esto por no hablar de las teorías de Chomsky o Anna Wierzbicka, al menos tan defendibles desde el punto de vista intelectual como Whorf, que sostienen y demuestran empíricamente la existencia de una lengua universal.
    Sin querer extenderme más, recojo un argumento de Marvin Harris acerca del relativismo lingüístico: los hopi de Sapir y Whorf tenían una flexión verbal distinta a la inglesa y, por tanto, concebían el tiempo de una forma diferente. Pero no era la lengua la que determinaba la percepción de la realidad, sino al contrario. Si a alguien se le ocurriese poner a trabajar a un hopi en una fábrica con un reloj en el que se indicase la hora de salida, rápidamente el hopi desarrollaría en su lengua estrategias para expresar el tiempo. Así que, en conclusión, no es la lengua la determina unilateralmente la percepción de la realidad, sino que, al menos, ambas se retroalimentan.



      

martes, 3 de noviembre de 2015

Caperucita Roja ¿a quién temes? (Catherine Hardwicke)


    Esta película -por llamarle de alguna manera- es un remake del cuento tradicional, pero adaptando los personajes y la trama para convertir una historia para niños en lo que se supone que es cine.
    La primera pregunta que me vino a la cabeza cuando terminé de verla fue ¿cuál es el target, el público objetivo al que se dirige esta película? Porque es evidente que a los niños no. Hay un par de escenas que apuntan sexo y no creo que eso es lo que quieren los padres que vean sus hijos. A adultos tampoco, porque a un adulto cualquiera, independientemente de cuál sea su nivel cultural, se le supone la madurez suficiente como para darse cuenta de que esto es una bobada colosal. Solo me quedan los adolescentes, y algo del gusto adolescente hay aquí: tiene un puntito canalla, sobre todo al final, y la historia gira en torno a un amor imposible, eso que tan bien funciona con esta franja de edad porque encaja perfectamente en su imaginario colectivo. Pero creo que con eso tampoco basta. La enfoquemos como la enfoquemos, la historia es flojísima, los personajes estereotipados y apenas si logra despertar la curiosidad del espectador por saber quién es ese lobo tan feroz que amenaza el pueblo. 
    Por lo demás, el vestuario, la escenografía, la música, etc... son correctas, pero impersonales. Estéticamente uno no sabe si está viendo un episodio de Once Upon a Time o una película con entidad independiente.
      En definitiva: una mierda.
      P.D. Me gustaría saber por qué el padre vengador que viene a luchar contra el hombre lobo se pasa la película hablando a gritos.