Kant, siendo un ilustrado, aboga por el lema "sapere aude", que significa "atrévete a saber". Según Muguerza, más que sus soluciones, lo relevante son los problemas que plantea. Estos problemas se resumen en cuatro interrogantes fundamentales: ¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué me es dado esperar? y ¿Qué es el hombre?
¿Qué puedo saber?
Kant aborda esta cuestión considerando el conocimiento humano, fusionando las perspectivas racionalistas (que enfatizan la razón como fuente de conocimiento) y empiristas (que enfatizan la experiencia).
Distingue dos tipos de conocimiento:
a) Conocimiento a posteriori: Surge de la experiencia sensible, proporcionando datos concretos pero sin universalidad ni necesidad.
b) Conocimiento a priori: Independiente de la experiencia, donde la mente humana provee la materia para comprender ciertos principios universales y necesarios, como las matemáticas o la física. Estos conocimientos son puros y previos a toda experiencia.
Hay distintos tipos de juicios según Kant:
a) Juicios analíticos: Aquellos en los que el predicado está contenido en el sujeto y no aportan nuevo conocimiento. Son a priori, es decir, no dependen de la experiencia, ya que simplemente requieren analizar el sujeto.
b) Juicios sintéticos: Son aquellos en los que el predicado no está contenido en el sujeto. No todos son a posteriori, es decir, no todos dependen de la experiencia. Se dividen en:
b.1) Juicios sintéticos a posteriori: Requieren experiencia para ser validados.
b.2) Juicios sintéticos a priori: No dependen de la experiencia, como la afirmación de que todo evento tiene una causa o el resultado de una suma matemática como 7+5=12.
Kant sostiene que a través de la sensibilidad percibimos los objetos, mientras que el entendimiento los organiza y de ahí surgen los conceptos.
En tanto la sensibilidad y el entendimiento, existen formas trascendentales a priori que sirven como moldes a los cuales se ajustan los datos sensoriales y los conceptos formados por el entendimiento.
Kant y "revolución copernicana" sugieren que si el conocimiento universal no proviene de la experiencia, entonces no es el sujeto el que se adapta al objeto (la realidad) en el conocimiento, sino precisamente al contrario.
En la filosofía kantiana, la forma pura a priori de la sensibilidad consiste en el espacio y el tiempo, elementos que preceden y hacen posible la experiencia misma.
Inicialmente, nuestras percepciones se presentan como impresiones sensoriales que luego organizamos y ordenamos conforme a las formas del espacio y el tiempo. Este proceso nos permite conocer y experimentar los diversos sentidos: oír, tocar, ver y sentir.
Posteriormente, se desarrolla la intuición, seguida por la creación de conceptos y su conexión entre sí, tarea realizada por el entendimiento.
Finalmente, la razón entra en juego al relacionar juicios en forma de silogismos.
Kant sostiene que si las impresiones sensoriales no pueden ser subsumidas dentro de un concepto, serían simplemente un flujo desconectado de sensaciones. Los conceptos, si no se remiten a una intuición sensible, ofrecen un conocimiento vacío de contenidos. Por eso Dios, alma y mundo como no tenemos intuición alguna de las realidades a las que se refieren (no podemos comprobarlos en la experiencia) son conceptos puros sin ningún contenido. Solo sirven para aunar todos los fenómenos de la psique, la experiencia externa y estas dos en Dios.
Existen conceptos empíricos que derivan directamente de la experiencia, surgen como generalizaciones a partir de las sensaciones percibidas. Sin embargo, también hay otros conceptos que son a priori, es decir, independientes de la experiencia. Estos últimos representan las formas puras del entendimiento, sirviendo como estructuras sobre las cuales se construyen los conceptos empíricos. Estas estructuras son conocidas como las categorías, que a su vez constituyen los juicios a priori del entendimiento.
Dado que todo conocimiento a posteriori está mediado por el sujeto que conoce, el conocimiento derivado de la experiencia no puede ser universal ni necesario.
Ahora abordamos la cuestión de qué debemos hacer.
La moralidad se considera un orden exclusivamente humano, ya que los seres inferiores carecen de razón y, por lo tanto, no pueden acceder a él. Se supone que Dios posee una voluntad santa que naturalmente tiende hacia el bien, por lo que no se plantea esa pregunta en su caso. Sin embargo, los seres humanos a veces inclinan hacia la injusticia. Por ello, todo lo que podemos aspirar es a una voluntad justa, lo que implica la necesidad de una ley moral.
Los juicios sintéticos a priori, que son universales y necesarios y no dependen de la experiencia, sirven como fundamento para todas las ciencias. Estos juicios preceden a la experiencia y la hacen posible, incluyendo también el ámbito de la ética.
No es una ética no es un conocimiento del del ser, sino del deber ser. Si digo que un hombre debe hacer tal o cual cosa, es un universal, y esa es una característica del a priori. La ética cae dentro de los juicios sintéticos a priori.
En las morales anteriores se partía de una determinada concepción del bien que determinaba la moralidad. El bien era el objeto del conocimiento. Pero en Kant el objeto está determinado por el sujeto. Entonces el conocimiento moral no puede estar determinado por el objeto, sino al revés, el objeto determinado por ciertas condiciones a priori de la moralidad.
Estas condiciones no pueden tener nada empírico. Tienen que ser la forma pura de la moralidad. Si tienen contenidos empíricos son éticas materiales y a Kant no le valen porque son a posteriori.
Las leyes de la moralidad han de tener un carácter universal y necesario (cumplirse por sí misma).
No puede darnos un fin como alcanzar la felicidad porque entonces no se cumple por sí misma.
La buena voluntad es obrar por deber, es decir, por respeto a la ley que la moral se da a sí misma. No por interés.
Dentro de las categorías, están los imperativos, que pueden ser categóricos o hipotéticos.
Como tiene que ser universal, no puede ser hipotético. Tiene que ser categórico.
Y así llega al imperativo categórico.
Pero como no puede tener nada empírico, solo puede contener la forma pura de la moral. Por eso es una moral formal.
El imperativo categórico es: obra de acuerdo que la máxima de tu voluntad quieras que se convierta en ley universal o lo del fin en sí mismo.
Es formal porque no da nada empírico, no nos dice cómo tenemos que comportarnos en concreto.
Así la voluntad es libre.
La libertad es fundamental en la ética, porque sin ella no habría ética.
Para que sea libre, tiene que ser autónoma. No heterónoma. No puede venir de fuera. Como en el cristianismo, por ejemplo, donde se actúa por imperativo divino.
Y la voluntad también es autónoma porque el imperativo no da ninguna norma concreta de conducta y tiene que dársela ella misma.
Así llegamos a uno de los problemas fundamentales a los que se enfrenta Kant: la libertad.
En tanto que fenómeno, los seres humanos estamos determinados por las leyes de la causalidad, así que no somos libres. Somos fruto de nuestras circunstancias, nuestro pasado, etc...
En cuanto que noumeno no podemos conocer las cosas en sí mismas, así que conocer algo de la libertad del alma está eliminado.
Pero sin la libertad la moral queda invalidada.
Todo esto nos lleva a qué me es dado esperar.
En la vida vemos que el hombre virtuoso no siempre es feliz. Entonces la vida sería un absurdo. Tiene que tener una segunda oportunidad, lo que lleva a Kant a defender la inmortalidad del alma.
Dios tiene que ser la garantía de todo esto, porque, sin él, nada de lo ha dicho hasta ahora tiene sentido.
Entonces Dios, el alma, el mundo y la libertad no pueden ser demostrados por la razón pura, pero son exigidos por la razón práctica. En lugar de razonar como los filósofos cristianos, que partían de la existencia de Dios para crear su moral, Kant llega a la existencia de Dios desde la moral.
Si nos comportamos de acuerdo a las leyes de la causalidad, nos estamos cosificando o animalizando. Estamos perdiendo la dignidad humana. Solo podemos justificar de acuerdo a la causalidad nuestros actos pasados o los de otros. Si justificamos los que están por venir, estamos usando “el beneficio de la causalidad”.
En el ámbito político, Kant plantea:
En cuanto a qué podemos esperar, no se limita únicamente a la inmortalidad del alma, sino que incluye la posibilidad de una comunidad moral en este mundo, lo que él llama el "Reino de los fines".
Destaca que nuestra sociedad se caracteriza por la crítica y la razón, lo que implica una búsqueda constante de comprensión y mejora.
Al igual que la ética, la política debe gozar de autonomía y libertad. Kant aboga por una constitución civil republicana dentro de un estado liberal de derecho como el único medio para asegurar la libertad humana.
Kant argumenta que una separación radical entre los dos mundos, el sensible y el inteligible, haría inviable la vida moral. La existencia de instintos, pasiones y deseos en nuestro mundo hace necesaria la ética como un medio para superar el egoísmo. Dividir los dos mundos haría que la ética resultara inútil.
Kant identifica dos formas de comunidad humana: la comunidad ética, en la que Dios sería el legislador ideal, y la comunidad jurídica, en la que la legislación es determinada por la mayoría, limitando la libertad individual para coexistir con los demás.
Kant sostiene que la coacción en la comunidad jurídica debe ser externa, y el legislador debe establecer las leyes como si fueran universales, aunque esto pueda implicar la pérdida de reciprocidad y la presencia de desigualdades en la sociedad.
La última pregunta: ¿Qué es el hombre?
Y encontró dos cosas absolutamente innegables para él:
1. El cielo estrellado sobre mí.
2. La ley moral dentro de mi
Lo primero aniquila mi propia importancia como criatura animal que se integra dentro de un planeta y que es un simple punto en un cosmos.
En cambio, la segunda idea eleva infinitamente mi valor en cuanto inteligencia gracias a mi condición de persona, en la que la ley moral me ofrece una vida independiente de la animalidad e incluso del resto del mundo en su conjunto, una vida moral no circunscrita a las restricciones y límites de esta vida, sino abierta a lo infinito.