Cuando la sociedad se reduce a sus elementos básicos, encontramos que
está compuesta por individuos cuyo principal objetivo es la preservación
de sí mismos. Los impulsos fundamentales de los seres humanos son el
deseo de dominio y el deseo de evitar la muerte. En un estado de
naturaleza, sin un poder común, prevalece la lucha por la dominación,
una guerra de todos contra todos. Sin embargo, la razón sugiere que esta
guerra conlleva más temores que esperanzas, y que la muerte es un
resultado más probable que la dominación. Para evitar la muerte y
alcanzar la paz, los individuos deben reemplazar la guerra por el
acuerdo. Esto da origen a las leyes de la naturaleza, que incluyen el
esfuerzo por la paz, la disposición a renunciar a derechos en aras de la
seguridad común, y el cumplimiento de los contratos. Sin embargo, para
garantizar que estos acuerdos sean respetados, es necesario establecer
un contrato social mediante el cual los individuos transfieren su poder a
un poder común, creando así un soberano que garantice la paz y la
defensa colectiva. Este contrato social da origen a lo que se conoce
como el "LEVIATÁN", una autoridad que asegura el cumplimiento de los
pactos y la estabilidad dentro de la sociedad.
Hobbes argumenta que los mandatos del poder soberano, independientemente
de su naturaleza política, generan un conjunto de reglas que deben
obedecerse por razones pre y poscontractuales. Estas reglas se
relacionan con la preservación de la vida y la búsqueda del poder,
fundamentales para la supervivencia individual. Las reglas sociales y
naturales se derivan de deseos comunes de los individuos y son
enunciados fácticos que pueden ser verdaderos o falsos.
Hobbes argumenta que cualquier preocupación por el bienestar de los
demás es secundaria al propio bienestar, ya que todos los individuos
actúan egoístamente en última instancia. Esta idea se basa en su
concepto de contrato social, que sirve como mediador entre el estado de
naturaleza y la vida social.
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