La epistemología platónica se centra en resolver el problema del conocimiento, heredado de las reflexiones de Heráclito y Parménides. Platón aborda esta cuestión crucial en obras como "Crátilo" y "Timeo", donde sostiene que la percepción sensorial no es suficiente para alcanzar el verdadero conocimiento.
Platón también enfrenta el problema de la arché, la causa primordial, planteada por los presocráticos. Reconoce que no todo puede estar compuesto de un único elemento y, en este sentido, busca una explicación más compleja y estructurada.
Además, Platón incorpora la perspectiva pitagórica de que las matemáticas representan una ciencia genuina y no simplemente una forma de religión. Considera que las matemáticas son la puerta de entrada a las Ideas, tal como se expone en "La República".
Para Platón, las matemáticas revelan relaciones que no son evidentes en el mundo sensible. Por lo tanto, las considera como un tipo de conocimiento puro del intelecto, distinto de la mera percepción sensorial.
Platón llega a la convicción de que las ideas preexisten a nosotros a través del siguiente razonamiento: si yo veo un león bello por primera vez y reconozco que es bello, es porque tengo que conocer la belleza de antemano. Luego las ideas son anteriores a la percepción.
En la epistemología platónica, las ideas son el arquetipo fundamental de la palabra, pero su significado va más allá de lo meramente lingüístico. Representan la esencia pura de las cosas, desechando todo lo contingente y transitorio.
Las ideas desempeñan un papel crucial al poner orden en nuestra comprensión del mundo. Residen en el mundo de las ideas, perceptible únicamente por la inteligencia, donde actúan como entidades reales que trascienden los conceptos socráticos. Sirven como los modelos y fundamentos de todas las cosas, y Platón utiliza el concepto de paradigma para describirlas, ya que representan la perfección hacia la cual las cosas deberían aspirar para alcanzar su máximo potencial.
Por otro lado, el mundo sensible abarca la región celeste, los planetas y todo lo perceptible por los sentidos.
Platón no desarrolló explícitamente la teoría de las Ideas, por lo que debemos reconstruirla a partir de sus obras de madurez, como "Fedón", "Fedro" y, sobre todo, "La República".
Platón establece una distinción entre dos niveles de realidad y conocimiento:
a) En el mundo sensible, la naturaleza está sujeta a la doxa o opinión, ya que es un ámbito de constante cambio y transitoriedad. Aquí, el conocimiento es incierto: las cosas se encuentran en el nivel de la creencia, mientras que las imágenes de las cosas son objeto de conjetura.
b) Por otro lado, en el mundo inteligible, se alcanza la episteme o conocimiento verdadero. Aquí residen las ideas, que representan la razón intuitiva y la inteligencia pura. Además de las ideas, en este plano existen las realidades matemáticas, que actúan como intermediarias entre las ideas y las cosas. Platón destaca la astronomía como la disciplina privilegiada donde se encuentran las ideas en su máxima expresión. Los números, al carecer de materia y representar solo cantidad, se acercan a las ideas porque lo que cambia es la materia y se puede realizar ciencia con ellos.
En la filosofía platónica, el camino hacia la episteme, o conocimiento verdadero, se realiza a través de la dialéctica, que es una forma de conversación dirigida con el objetivo de llegar a la esencia de las cosas.
Este proceso dialéctico consta de dos momentos fundamentales:
a) La refutación, donde el interlocutor es llevado a reconocer su propia ignorancia. Esto se logra mediante la exposición de paradojas que revelan la discrepancia entre lo que se dice y lo que se hace, similar al método de refutación empleado por los sofistas.
b) La mayéutica, que consiste en guiar al interlocutor hacia la comprensión del concepto universal como si este surgiera de su propia conciencia. Es un proceso similar al parto, donde se ayuda al interlocutor a dar a luz sus propias ideas.
Estos dos aspectos son inseparables en la dialéctica platónica:
a) Desde el punto de vista lógico, implica un enfoque inductivo que busca la síntesis, llegando a la esencia de las cosas y a definiciones claras.
b) Desde el análisis, consiste en descomponer un concepto general en sus distintas especies, hasta llegar a la especie indivisible del objeto que se desea conocer. En contraste, los sofistas realizan divisiones arbitrarias que no conducen a la verdadera comprensión del objeto.
Antes de Platón, se creía que las ideas se originaban a partir de las imágenes captadas por los ojos. Sin embargo, Platón revoluciona esta concepción al postular que las ideas surgen en el interior del alma, es decir, en el intelecto de las personas.
Para Platón, las ideas poseen una realidad ontológica. Cada idea debe ser única, ya que la perfección implica singularidad; de existir pluralidad, sería considerada imperfecta. Por lo tanto, es necesario reducir las ideas a sus relaciones y, en última instancia, al último principio: el bien.
En sus primeros diálogos, Platón propuso la existencia de las ideas. Posteriormente, entre "Fedro" y "Filebo", se dedicó a descubrir las relaciones y jerarquías entre ellas. Las ideas de las virtudes, por ejemplo, deben su ser y su inteligibilidad a la idea del bien, la cual proporciona la verdad a los objetos de conocimiento y la facultad de conocer al que conoce, como se plantea en "Gorgias".
Aunque Platón nunca especifica cómo se relacionan las ideas, del pitagorismo adopta la idea de que el alma no puede conocer las ideas mientras esté atrapada en el cuerpo, sino únicamente después de la muerte. Así, durante sus primeros diálogos, enfoca las ideas desde la inmanencia, es decir, la relación de las ideas con nuestra mente, influenciado aún por Sócrates. Sin embargo, con el tiempo, evoluciona hacia la trascendencia, considerando la relación entre las ideas y el mundo sensible. Esta evolución se evidencia en lo que conocemos como la crisis del Parménides, explorada en "Parménides" y "Filebo".
La participación (méthexis) se emplea para explicar la realidad de las cosas del mundo sensible; no obstante, presenta el grave inconveniente de comprometer la unidad, homogeneidad, indivisibilidad y trascendencia de las Ideas. Esto se debe a que, al ser las Ideas tanto una como múltiples, su permanencia constante daría lugar a un número indefinido de participaciones.
Por otro lado, la imitación (mímesis) conserva la naturaleza de las Ideas, pero cuestiona la realidad de los individuos en el mundo sensible. Esto se debe a que, bajo este concepto, los individuos no tendrían más realidad que la del no-ser, al ser modelados a imagen de las Ideas del mundo superior. Sus esencias no serían más que imágenes, copias, imitaciones o semejanzas de las verdaderas realidades.
En "Timeo", toda la obra del Demiurgo se explica según el concepto de imitación, tomando como modelo los arquetipos del mundo ideal.
En "Sofista", Platón intenta reconciliar ambas teorías. La participación ocurre en el mundo de las Ideas en relación con la Idea suprema del Ser. Entre las mismas Ideas se establecen relaciones de comunicación, similar a la dialéctica entre los conceptos. Las relaciones de las Ideas con el mundo sensible se expresan en términos de imitación, lo que prevalece en sus diálogos de vejez.
A partir de "Parménides", Platón se enfoca más en la imitación que en la participación, aunque utiliza ambos conceptos. La participación resalta la conexión estrecha entre lo universal y sus particulares, mientras que la imitación destaca el fracaso de todo particular para ser un perfecto ejemplar de lo universal.
Se considera que el uso de dos metáforas es preferible a una sola, ya que cada una resalta diferentes aspectos y enriquece la comprensión del mundo de las Ideas y su relación con el mundo sensible.
Así como el cambio implica el tiempo, también el tiempo implica el cambio. Sin embargo, las ideas, al ser entidades inmutables y perfectas, están fuera del dominio del tiempo, pues no pueden cambiar.
Esta inmutabilidad de las ideas las convierte en el objeto de una ciencia perfecta, ya que al no estar sujetas al cambio, son accesibles al conocimiento absoluto.
Platón emplea dos alegorías para ilustrar la naturaleza de las ideas y su relación con el mundo sensible: la línea dividida en segmentos y el mito de la caverna. Estas alegorías permiten comprender la jerarquía de la realidad y la forma en que las ideas trascienden el mundo de los sentidos para revelar la verdadera esencia de las cosas.
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