Los griegos concebían tres formas distintas de amor que permeaban su cultura y sociedad:
a) Eros: Se asociaba con la pasión y encerraba un profundo misterio. Representaba el amor apasionado, a menudo relacionado con el deseo físico y la atracción romántica.
b) Philia: Este término abarcaba la amistad y el sentido de pertenencia a la familia y al clan. No siempre era una relación de igualdad, sino que implicaba gratitud, proximidad y lealtad.
c) Agapé: Originalmente relacionado con el amor homosexual, con la influencia de los romanos y los cristianos, adquirió connotaciones de amor ideal y desinteresado.
Se consideraba que el eros debía ser dirigido por el alma y la razón, lo que implicaba controlar y canalizar adecuadamente la pasión hacia objetivos virtuosos y nobles.
Esta conexión entre eros y conocimiento ya existía en diversas tradiciones griegas:
a) En los mitos, se relataban historias como la de Pan y el pastor Dafnis, Zeus y Ganímedes, y Apolo y Jacinto, que sugerían una relación entre el amor y el saber.
b) En la literatura, se destacaba la relación entre Aquiles y Patroclo, que trascendía lo físico para manifestarse como una unión profunda y significativa.
c) Incluso en la filosofía, se encontraban referencias que asociaban el amor con la búsqueda del saber, como la descripción de Jenofonte sobre Sócrates persiguiendo a jóvenes en su diálogo.
En el Banquete, se explora la compleja relación entre el alma, el cuerpo y las ideas, destacando la importancia del amor y la virtud en este contexto.
Se plantea que ninguno de los personajes logra comprender verdaderamente el amor, ya que lo buscan en lo físico y las pasiones, cuando en realidad, su esencia reside en el mundo de las ideas.
Los griegos introducen el concepto de areté, la virtud, entendida por los griegos no tanto en el contenido de la acción, sino en la manera en que se lleva a cabo, lo que establece una conexión entre la estética, la belleza, la virtud y el bien.
Se enfatiza la necesidad de una adecuada educación para alcanzar la areté, que implica un desarrollo integral del individuo.
Diotima expresa que, si bien el cuerpo es insuficiente por sí solo, amarlo constituye el primer paso hacia el amor por la idea de belleza, siendo la razón la encargada de integrar el amor y la belleza del cuerpo en el amor por las almas y la idea de belleza.
Este amor se considera perfecto, ya que fusiona el amor por los cuerpos con el amor por las almas y la virtud, trascendiendo así las limitaciones físicas y terrenales.
Asimismo, se sostiene que el amor no es una relación exclusiva entre dos individuos, sino que involucra también a la idea de bien, estableciendo así una tríada en la dinámica amorosa.
El amor que une a dos cuerpos amantes es en realidad un amor por la idea de bien, trascendiendo así las limitaciones físicas del cuerpo. Por esta razón, incluso cuando el cuerpo declina, el amor perdura.
Eros y la virtud convergen en el mismo término, aunque cada uno sigue caminos diferentes para alcanzarlo.
Desde el Menón y especialmente en el Banquete, se introduce la noción de reminiscencia, que en el caso del amor se manifiesta como una nostalgia por lo absoluto.
Se reconoce la insuficiencia de la razón para alcanzar el saber y la virtud; por ello, también se valora el papel de los sentimientos, el ascetismo, el mito y la poesía en la búsqueda del conocimiento.
La contemplación de las ideas es imposible mientras el alma esté prisionera del cuerpo, lo que subraya la necesidad de liberarse de lo material.
La dialéctica tiene dos objetivos principales: despertar la reminiscencia, recordando lo que el alma ya ha conocido, y purificar el alma de lo material para prepararla para la contemplación de las verdades eternas.
En esta línea, la filosofía se convierte en una preparación para la muerte, entendida como un bien, ya que permitirá el encuentro con las ideas en su estado puro.
Este concepto de reminiscencia tiene sus raíces en los pitagóricos, sugiriendo que el conocimiento no es tanto una adquisición de nuevos saberes, sino más bien un proceso de recordar lo que ya se sabía.
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