La ética de Maquiavelo marca un cambio significativo al evaluar las
acciones no por su naturaleza intrínseca, sino por sus consecuencias.
Argumenta que estas consecuencias son calculables, y sus obras
principales, como "El príncipe" y "Discursos sobre Tito Livio", se
centran en este aspecto. Utiliza el estudio de la historia para obtener
generalizaciones empíricas que luego utiliza para influir en otros. Esta
perspectiva lo coloca como heredero de los sofistas y precursor de
escritores modernos. Para Maquiavelo, la conducta humana está regida por
leyes, a menudo desconocidas para los propios actores. Considera que la
naturaleza humana y sus motivaciones son atemporales e inmutables, lo
que le permite aplicar generalizaciones de épocas pasadas a su propio
contexto. Sin embargo, destaca el papel del individuo como una entidad
independiente, capaz de moldear la sociedad según sus propios fines, más
allá de las normas sociales establecidas. Esta combinación de defensa
de la soberanía individual con la idea de leyes inmutables en la
conducta humana marca un dilema central en su pensamiento.
Mientras que en períodos de estabilidad social las cuestiones morales se
plantean dentro del marco de normas compartidas por la comunidad, en
tiempos de inestabilidad, las propias normas son cuestionadas y
sometidas a prueba según las necesidades humanas. A diferencia de Platón
y Aristóteles, quienes asumieron más las formas e instituciones
establecidas de la πόλις, Maquiavelo fue más consciente de las amenazas
exteriores a su ciudad-estado italiana, reconociendo el carácter
transitorio de los órdenes políticos. A pesar de vivir en una época de
cambio, Maquiavelo sostuvo una creencia en una naturaleza humana
intemporal, lo que resulta sorprendente ya que podría haberse esperado
que una era de transformación llevara a una negación de una naturaleza
humana permanente y de necesidades constantes en función de las cuales
se juzgarían los órdenes políticos.
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