lunes, 28 de marzo de 2016

Erving Gofmann: Estigma. La identidad deteriorada.



    Goffman es el máximo representante del interaccionismo simbólico. De ahí que en sus obras se centre en el modo en que se relacionan las personas en sociedad. En estigma, analiza las relaciones de las personas estigmatizadas, entre ellas y con los miembros normales de la sociedad.

    Lo primero que hace es definir estigma: es una persona que tiene algo, una característica, no tiene por qué ser física, pero normalmente es así, que hace que los demás se hagan un estereotipo negativo de él. Gente con deformidades físicas, expresidiarios, gordos, disminuidos físicos y psíquicos, etc... Según Goffman, el estigma es un proceso por el cual la reacción de los miembros normales de la sociedad ante el individuo estigmatizado deteriora su identidad, los hace percibirlos como personas de segunda. 

    Los estigmatizados se definen por oposición: ellos vs los normales.

    Gofmann no explica el por qué existe la estigmatización. Es un interaccionista simbólico,  así que se limita a cómo se relacionan.

   Los normales pueden rechazarlos, perseguirlos, o evitarlos. Pero también hay otros que tratan con tacto el estigma. Suelen ser situaciones violentas, con circunloquios, hacer como que no tiene consciencia del estigma aunque es evidente, etc... Otros pueden tratar el estigma como si fuese total, cuando es parcial. Por ejemplo, hablarle a gritos a un ciego.

   Por parte de los estigmatizados, es fundamental la aceptación. Ellos aceptan que tienen una tara y que es lógico que se los aparte y se los trate de forma especial. Muchos estigmatizados tratan de paliar esa tara, de hacer algo para reinsertarse en la normalidad. Por ejemplo, operaciones quirúrquicas, tratamientos psicológicos para los que han tenido enfermedades mentales, etc... Con frecuencia estos estigmatizados que han superado la tara, se dan cuenta de que la vida no era tan sencilla. Que ser normal no es la llave de lal felicidad. Entonces vienen las hipocondrías, las adicciones, etc... Hasta el momento habían focalizado su infelicidad en el estigma, este era la causa. Ahora que desaparece lo que pensaban que era la causa del estigma, deberían ser felices, pero no lo son.

    Los estigmatizados suelen asociarse y relacionarse entre ellos. Crear asociaciones y cosas por el estilo. 
   
      Esta cita resumme la relación entre personas normales y estigmatizados:
   La fórmula general es evidente. Pretendemos que el modo de actuar del individuo estigmatizado nos diga que su carga no es opresiva ni que el hecho de llevarla lo diferencia de nosotros; al mismo tiempo, debe mantenerse a una distancia tal que nos asegure que no tenemos dificultades en confirmar esta creencia. En otras palabras, se le recomienda que corresponda naturalmente aceptándose a sí mismo y a no­sotros, actitud que no fuimos los primeros en brindarle. De este modo se consiente en una aceptación fantasma, que proporciona el fundamento de una normalidad fantasma. Debe estar tan profundamente comprometido en esa actitud hacia el yo, definida como normal en nuestra sociedad, y hasta tal punto debe formar parte de esa definición, que ello le permita representar ese yo de manera impecable ante una audiencia ansiosa, que lo observa de reojo a la espera de una nueva demostración. Puede incluso ser llevado a unirse con los normales al sugerir a sus iguales que el des­ contento que muchos de ellos sienten es motivado por de­ saires imaginarios, lo cual, por supuesto, puede ser a veces cierto ya que las marcas de muchos límites sociales son tan tenues que permiten que todo el mundo actúe como si se los aceptara plenamente; esto significa que puede ser realista orientarse hacia signos mínimos quizá no intencionales. La ironía de estas recomendaciones no reside en el hecho de que se le pida al estigmatizado que sea paciente con los de­ más —nada menos que lo que se le impide ser—, sino que esta expropiación de su respuesta sea lo mejor que pueda ob­ tener. Si, de hecho, desea vivir en la medida de lo posible «como cualquier otra persona», y ser aceptado «por lo que realmente es», entonces, esta es la posición más sagaz, aun­ que se sustenta en una base falsa; porque en muchos casos el grado de aceptación de los normales puede acrecentarse si el estigmatizado actúa con espontaneidad y naturalidad totales, como si la aceptación condicional, cuyos límites se cuida de no sobrepasar, fuera una aceptación plena. Pero, por supuesto, lo que para el individuo es un buen ajuste puede ser aún mejor para la sociedad. Debemos agregar que la confusión de los límites es un rasgo general de la or­ ganización social; el mantenimiento de una aceptación fan­ tasma es lo que, hasta cierto punto, se pretende que mu­ chos acepten. Todo ajuste o consentimiento mutuo entre dos individuos puede verse fundamentalmente perturbado si una de las partes acepta en forma total la oferta de la otra; toda relación «positiva» se lleva a cabo bajo promesas de retribución y ayuda tales que la relación se dañaría si estos créditos se cobraran.

    Finalmente, Goffman señala que el estigma no es un proceso exclusivo de un individuo. Todas las personas tienden a ser estigmatizados y estigmatizadores en función de las diferentes situaciones sociales en las que se encuentre. 

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