sábado, 19 de marzo de 2016

Pozos de ambición (Paul Thomas Anderson)



    Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta apoderarse de un nuevo yacimiento, tiene que enfrentarse al predicador Eli Sunday (Paul Dano). Adaptación de la novela de Upton Sinclair "Petróleo", escrita en 1927. (FILMAFFINITY)

   Hay películas cuyo guión parece diseñado para el lucimiento del protagonista. Tal es el caso de Pozos de ambición. La historia se centra hasta tal punto en el protagonista que todo lo demás queda fuera de ella. El resto de personajes, y hasta me atrevería a decir que el argumento, no están allí más que al servicio de dibujar un personaje. Y esto lo aprovecha Daniel Day-Lewis, que lleva toda la vida muy preocupado por su reputación como actor y nunca acepta papeles que puedan resultar una tacha en su impoluta carrera. No tengo nada en contra de ello y además reconozco abiertamente que aquí hace un papelón. Si no fuese porque se come la pantalla, Pozos de ambición probablemente sería una película del montón. 
   Hay una escena que me parece maravillosa y que encierra el sentido de la película. El protagonista y el falso hermano están hablando. El falso hermano le dice que ya tiene mucho dinero, que por qué no vende todo y se va a vivir a una gran casa. Y el protagonista le responde que entoncés qué haría. Es como aquel poema de Kavafis de Ítaca, pero convirtiéndolo en una pesadilla. En ambos casos lo que importa de la vida no son los objetivos, sino el camino para alcanzarlos, aunque lo que es optimismo en el poema de Kavafis, es ambición demente aquí. Un personaje y una forma de entender la vida que representan perfectamente la ideología de Upton Sinclair. El capitalismo y los capitalistas necesitan crecer continuamente, aunque no sepan para qué. Daniel Plainview es el Amacio Ortega de principios del siglo XX. Odia a los hombres y solo quiere seguir hacia delante. ¿Cuántas veces no hemos pensado en lo que haríamos si tuviésemos el dinero que tiene Amancio Ortega? Pues seguir ganando más, obsesionarnos con seguir ganando, porque lo que mueve a esta gente y lo que les ha convertido en ricos a ellos y a nosotros no es la competitividad extrema, la ambición desmedida.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario