sábado, 19 de marzo de 2016

Gattaca (Andrew Niccol)



   Ambientada en una sociedad futura, en la que la mayor parte de los niños son concebidos in vitro y con técnicas de selección genética. Vincent (Ethan Hawke), uno de los últimos niños concebidos de modo natural, nace con una deficiencia cardíaca y no le auguran más de treinta años de vida. Se le considera un inválido y, como tal, está condenado a realizar los trabajos más desagradables. Su hermano Anton, en cambio, ha recibido una espléndida herencia genética que le garantiza múltiples oportunidades. Desde niño, Vincent sueña con viajar al espacio, pero sabe muy bien que nunca será seleccionado. Durante años ejerce toda clase de trabajos hasta que un día conoce a un hombre que le proporciona la clave para formar parte de la élite: suplantar a Jerome (Jude Law), un deportista que se quedó paralítico por culpa de un accidente. De este modo, Vincent ingresa en la Corporación Gattaca, una industria aeroespacial, que lo selecciona para realizar una misión en Titán. Todo irá bien, gracias a la ayuda de Jerome, hasta que el director del proyecto es asesinado y la consiguiente investigación pone en peligro los planes de Vincent. (FILMAFFINITY)

    Uno de los problemas fundamentales a los que se enfrenta el cine de ciencia ficción es el paso del tiempo. Muchas veces la realidad avanza más rápido que lo que la mente pudo soñar. Además, los efectos especiales y visuales han mejorado muchísimo y muchas películas envejecen mal. No es el caso de Gattaca

   En lo que se refiere a la estética -los efectos especiales, etc- Gattaca fue muy sobria. No llenaron la pantalla de sorprendentes artilugios ni realidades virtuales. Sugiere el mundo del futuro a partir pequeños detalles, como máquinas que recogen las huellas, o paisajes hechos con maquetas. Los coches son como los de hoy en día, la ropa también y las casas lo mismo. En este sentido, me recuerda Black Mirror -o Black Mirror a Gattaca-: el futuro está en los pequeños detalles y la actitud en el mundo. Por eso envejecen bien. 

   En lo que atañe al contenido, la película tampoco ha sufrido el desgaste del tiempo. La ingeniería genética ha evolucionado, pero gracias a Dios el mundo no se ha convertido en un campo de experimentación con genes. Gattaca plantea -y denuncia- qué podría pasar si intervenimos genéticamente en la concepción humana. Es cierto que evitaríamos enfermedades, pero también estaríamos creando personas de primera y segunda categoría, los mejor diseñados y los peor -o simplemente los que no lo están-.

    Antes de terminar con esta reseña no me resisto a comentar el aire de nostalgia que me provoca esta película. No sé si es porque la vi siendo un veinteañero, si por la voz en off que nos cuenta la vida de un perdedor de la competición genética, si por en el personaje de Uma Thurman, esa imperfecta cuyo trabajo consiste en encontrar defectos en los demás, si porque el fracaso vital de Jude Law -el hombre perfecto que odia su vida- encierra en sí misma una tragedia, si porque la película tiene una atmósfera crepuscular, o por todo a la vez, pero aquí encuentro la belleza de la tristeza. 






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