Roy Dillon (John Cusack), hijo de una prostituta, se encuentra dividido entre el amor que siente por su madre Lilly (Anjelica Huston), una atractiva mujer que trabaja para un violento estafador, y su amante Myra (Annette Bening), que está dispuesta a todo con tal de alejar al joven de la influencia materna. (FILMAFFINITY)
El tema de la película es un tópico, no sólo del cine o la literatura, sino de la vida misma: la rivalidad entre una suegra y su nuera por el corazón del hijo/esposo. Este tema lo llevamos viendo desde que el hombre es hombre y lo puede experimentar uno en su vida corriente. La diferencia entre nuestras vidas grises y el arte estriba en el modo de tratarlo y en los personajes que encarnan ese conflicto.
El triángulo de Los Timadores es de altos vuelos. Cada cual es un personaje más interesante y mejor interpretado. Angelica Huston encarna a una madre con una vida al margen de la ley que mantiene con su hijo una relación en el límite de lo que se consideraría el amor materno. Sin embargo, no se puede decir que sea una madre egoísta desnaturalizada, porque a su manera lo quiere. Es una mujer con una personalidad muy particular y una vida difícil y eso se concreta en una forma muy concreta de amar.
En el polo opuesto está Myra (Annette Bening), una prostituta/timadora a la que los días de vino y rosas se le han escapado. Ve en Roy (John Cusack) su última oportunidad de recuperar la vieja vida y se aferra a ello como una gata. En su camino se interpone Lilly, la madre de Roy, y esto las llevará a un duelo por el amor de Roy. Expresado de esta manera, puede parecer que Mary es una egoísta manipuladora, pero, aunque lo es, tampoco se puede decir que no quiera a Roy. Como Lilly, lo hace a su manera. Mención aparte merece su sensualidad. Con demasiada frecuencia el cine pacato obvia esta característica inherente a la prostitución. Aunque aparezcan prostitutas de alto standing, un velo cubre ese atributo que es imprescindible en esa profesión. Difícilmente se puede comerciar con el sexo si no resulta deseable.
Y en el centro del triángulo, el objeto de la batalla, está Roy, un timador de poca monta que se cree más listo de lo que realmente es. Una víctima de su propia inocencia y del amor de dos mujeres desviadas.
Por ahí he leído que Frears recurre a la multipantalla para exresar simbólicamente este triágulo. Divide la pantalla en tres y sitúa en el centro a Roy. No sé si lo hizo deliveradamente o si es casualidad, cosa de críticos que ven en la obra de arte más de lo que se propuso poner el autor ahí. Sea como sea, lo cierto es que es un acierto y Frears utiliza este recurso casi al nivel del maestro en él De Palma.
Como dije al principio de este post, la diferencia entre los episodios de nuestra vida gris y el arte está en los personajes y el tratamiento. En lo que respecta a esto último, creo que es uno de los mayores aciertos de la película. Si uno lee la sinopsis, puede pensar que se trata de una tragedia, como de hecho sucede con la mayoría de las historias que tratan un tema como este. Y es cierto que hay mucho de tragedia en la película, pero, si hay que adscribirla a un género, este sería el de la comedia negra. La película tiene un tono liviano, un toque humorístico, que no oculta la fuerza de las pasiones en conflicto, pero hace que la película transcurra de forma amable.
El triángulo de Los Timadores es de altos vuelos. Cada cual es un personaje más interesante y mejor interpretado. Angelica Huston encarna a una madre con una vida al margen de la ley que mantiene con su hijo una relación en el límite de lo que se consideraría el amor materno. Sin embargo, no se puede decir que sea una madre egoísta desnaturalizada, porque a su manera lo quiere. Es una mujer con una personalidad muy particular y una vida difícil y eso se concreta en una forma muy concreta de amar.
En el polo opuesto está Myra (Annette Bening), una prostituta/timadora a la que los días de vino y rosas se le han escapado. Ve en Roy (John Cusack) su última oportunidad de recuperar la vieja vida y se aferra a ello como una gata. En su camino se interpone Lilly, la madre de Roy, y esto las llevará a un duelo por el amor de Roy. Expresado de esta manera, puede parecer que Mary es una egoísta manipuladora, pero, aunque lo es, tampoco se puede decir que no quiera a Roy. Como Lilly, lo hace a su manera. Mención aparte merece su sensualidad. Con demasiada frecuencia el cine pacato obvia esta característica inherente a la prostitución. Aunque aparezcan prostitutas de alto standing, un velo cubre ese atributo que es imprescindible en esa profesión. Difícilmente se puede comerciar con el sexo si no resulta deseable.
Y en el centro del triángulo, el objeto de la batalla, está Roy, un timador de poca monta que se cree más listo de lo que realmente es. Una víctima de su propia inocencia y del amor de dos mujeres desviadas.
Por ahí he leído que Frears recurre a la multipantalla para exresar simbólicamente este triágulo. Divide la pantalla en tres y sitúa en el centro a Roy. No sé si lo hizo deliveradamente o si es casualidad, cosa de críticos que ven en la obra de arte más de lo que se propuso poner el autor ahí. Sea como sea, lo cierto es que es un acierto y Frears utiliza este recurso casi al nivel del maestro en él De Palma.
Como dije al principio de este post, la diferencia entre los episodios de nuestra vida gris y el arte está en los personajes y el tratamiento. En lo que respecta a esto último, creo que es uno de los mayores aciertos de la película. Si uno lee la sinopsis, puede pensar que se trata de una tragedia, como de hecho sucede con la mayoría de las historias que tratan un tema como este. Y es cierto que hay mucho de tragedia en la película, pero, si hay que adscribirla a un género, este sería el de la comedia negra. La película tiene un tono liviano, un toque humorístico, que no oculta la fuerza de las pasiones en conflicto, pero hace que la película transcurra de forma amable.
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