Después de dedicarle un post a Richard Sennett, le toca uno a su esposa, que es, al menos, tan interesante como él. Si buscáis a Saskia Sassen en internet, veréis que es una neerlandesa, que actualmente es profesora en la universidad de Chicago y a la que dieron el premio Príncipe de Asturias a las Ciencias Sociales el año pasado.
Quizá los dos libros más importantes de Sassen sean La ciudad global y ¿Perdiendo el control?, aunque últimamente ha estado publicando bastante, aunque muchas de las cosas que dice hoy en día son continuaciones de lo ya esbozado en estos dos ensayos.
En La ciudad global Sassen sostiene que la globalización y el consiguiente crecimiento de los mercados financieros, el aumento exponencial del comercio internacional de servicios y de los flujos de capital internacionales provocó la aparición de un nuevo concepto de ciudad, la ciudad global. Antes de la globalización, la actividad comercial giraba en torno a las zonas industriales que, a su vez, se circunscribían a los estados nación. La globalización supuso dos cambios fundamentales en este sentido. En primer lugar, la producción se desterritorializó. Las fábricas se reparten por el mundo entero sin ningún tipo de trabas,
instalándose allí donde les es más barato producir. Sin embargo, esta desterritorialización de la producción no tuvo su proyección en en los centros de toma de decisiones económicas y de mando. Lejos de extenderse a lo largo y ancho del planeta, los centros de poder se han concentrado en grandes urbes conectadas entre sí a tiempo real gracias a la revolución de los medios de comunicación y a las nuevas tecnologías. Las decisiones económicas anteriormente se tomaban cerca de la fábrica, allí donde estuviese esta. Hoy en día, la economía mundial se mueve desde un puñado de ciudades, Londres, Nueva York, Frankfurt, Sidney, Tokio, etc....
Aunque Sassen no la usa, la metáfora de las capas de cebolla para explicar la estructura económica y social de las ciudades globales creo que es muy útil. En el centro, están las clases poderosas que toman las decisiones económicas que determinan la economía del mundo entero. Alrededor de estos grupos de poder, surge todo un sector servicios destinado a cubrir las necesidades y satisfacer los deseos de los individuos que rigen el
mundo desde estas megaurbes. Las necesidades de estas clases dirigentes son cubiertas por una amalgama de empresas jurídicas, financieras, contables, publicitarias, aseguradoras, etc.., mientras que los deseos de lujo y ocio lo son por un sector comercial de alto nivel, como vivienda, arte, gastronomía, moda, etc...En una tercera capa, aparece un sector manufacturero muy degradado que se desplaza por el mundo en función de las oportunidades de trabajo.
En ¿Perdiendo el control? Sassen analiza el papel que los viejos estados nación desempeñan en mundo actual. Según ella, el viejo estado nación, garante de los derechos del ciudadano, ha desaparecido. En su lugar, ha surgido un nuevo estado nación, que apenas si pinta nada en las decisiones económicas que se toman a nivel global, pero que se encarga de facilitar en todo lo posible que estas decisiones se tomen sin ningún tipo de trabas, aunque ello supongo degradar las condiciones de vida de sus ciudadanos. Así, el estado nación moderno se ha convertido en un garante de los derechos de la propiedad y los contratos y en un instrumento de eliminar cualquier traba que pueda encontrar el capital en su afán de hacer negocios. Cinco factores son fundamentales a la hora de llevar a cabo estos objetivos:
1) La importancia de la autonomía de los bancos centrales.
2) Las políticas antiinflaccionistas.
3) La paridad monetaria.
4) La condicionalidad del FMI
5) Y, sobre todo, los impulsos a la privatización de cualquier ente público y la desregulación laboral -el sobre todo es mío-.
Especialmente interesante es el análisis de las migraciones. Ella sostiene que, frente al discurso dominante de que la inmigración es un problema del país de origen, es decir, que los inmigrantes abandonan su país porque en este no pueden satisfacer sus necesidades vitales básicas -trabajo digno, seguridad, vivienda, etc...-, existe una realidad bien distinta.
Los países receptores de inmigrantes tienen unos parámetros bien establecidos para recoger e insertar a estos inmigrantes en la estructura económica. Los inmigrantes ocupan puestos de trabajo que no quieren ser desempeñados por trabajadores autóctonos -cuidando ancianos, camareros, construcción, prostitutas- y, como no tienen papeles, carecen de derechos laborales. Surge así, alrededor de ellos, una economía informal o, en el caso de la prostitución, ilegal. Esta economía sumergida e ilegal, lejos de ser una carga para el sistema como no paran de repetirnos nuestros gobernantes -Montoro queriendo sacar dinero de donde sea y de culpabilizar a cualquiera que no sea un político y un banquero de la crisis es un escándalo-, está perfectamente integrada. Es más, es hasta necesaria, porque reduce los costes de producción, favorece la flexibilidad y la desregulación de los trabajadores nativos y ayuda a mantener a los trabajadores con sueldos elevados. Si no fuese por los inmigrantes sin papeles, la agricultura andaluza, por ejemplo, sería insostenible. Y, también por ejemplo, gracias a esta economía informal de inmigrantes, muchos trabajadores de clase media pueden permitirse contratar a alguien para que cuide de sus familiares mayores. Además, cada vez que nos bajaron el sueldo, teníamos el miedo de que, si no tragábamos, podía hacerlo un ecuatoriano o un boliviano por la mitad que nos pagan a nosotros.
Como decía, esta economía informal es necesaria para el mantenimiento del sistema económico. De ahí que, según Sassen, desde los años 80 se hayan llevado a cabo políticas a nivel internacional que favorecen las migraciones. Por eso la deuda externa se utiliza como excusa para políticas neoliberales de privatización de servicios públicos, recortes de gastos sociales, pérdida de derechos laborales, bajadas de sueldos, derrumbe de las pequeñas y medianas empresas, aumento del paro y la pobreza, mayor concentración económica, etc... que aseguran el abastecimiento regular de trabajadores baratos informales.
De la mano de todos estos cambios, el concepto de ciudadanía se ve redefinido. Anteriormente, había una vinculación directa entre ciudadano, sus derechos y el estado que le garantizaba esos derechos. Actualmente, se está dando un proceso de desnacionalización de la ciudadanía, ya que los estados nación modernos están perdiendo su legitimación al no salvaguardar los derechos de sus ciudadanos que, por esta razón, dejan de identificarse con ellos. Sassen habla de "presencias" para explicar el nuevo concepto de ciudadanía aplicable a los migrantes sin derechos reconocidos. Según ella estos migrantes son ciudadanos de la ciudad global. Poseen una ciudadanía de facto, ya que, aunque carecen de poder político, sí actúan en el terreno público y así adquieren el reconocimiento del resto.
Y ya para terminar, que esto puede quedar demasiado largo, hay que dedicarle un párrafo a las opiniones de Sassen sobre la mujer en este sistema económico mundial. Sassen llama a todos estos trabajadores informales "clases de la servidumbre". Estas clases de la servidumbre están formadas, fundamentalmente, por inmigrantes y mujeres. La mayoría de las mujeres se dedican a trabajos domésticos, como hacer de enfermeras, mucamas o señoras de la limpieza, enfermeras, etc... El trabajo doméstico que antes recaía en la esposa, ahora sigue recayendo en mujeres, con la salvedad de que ahora lo hacen otras mujeres mal pagadas. El sistema patriarcal sigue vigente.
Saskia Sassen como si fuese a atacar |
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