Hace tiempo que empecé con esta tetralogía de los parias contemporáneos. Mi plan era liquidarlo en un mes, a razón de un post a la semana. Pero surgieron otras cosas, otros temas y lo fui dejando. No es conveniente que pase tanto tiempo, y por eso retomo hoy esta tetralogía para cerrarla de una vez por todas.
Oscar Lewis es un autor muy, muy polémico. Se le ha acusado de todo. A la vista del resumen de sus ideas que hago aquí, vosotros juzgaréis.
La premisa fundamental de Lewis es que la pobreza es algo más que una situación de privación de bienes materiales. Según él, ser pobre no es sólo no tener las necesidades básicas cubiertas, sino que es una forma de vida, un modo de comportarse, de ahí que hable de "cultura de la pobreza". Oscar Lewis se dedicó a estudiar durante años las chabolas y los barrios marginales de grandes ciudades como México D.F., Nueva York o Lima, y llegó a la conclusión de que los pobres aprenden desde niños un modo particular de entender el mundo y, en consecuencia, de actuar. Por eso habla de "cultura de la pobreza", ya que la pobreza, además de un estado de privación, se aprende. Los seres humanos estamos sometidos desde el momento de nuestro nacimiento a modelos y estructuras mentales que determinan nuestro comportamiento. Estos modelos y estructuras es lo que comúnmente se conoce como cultura. La cultura tiende a perpetuarse, porque las personas tendemos a reproducir lo que hemos aprendido. La antropología tradicional vinculaba la cultura con el territorio, y por eso hablábamos de una cultura francesa, española, vasca, catalana, gallega o lo que se quiera. Sin embargo, ya los primeros estudios del siglo XX, sobre todo desde que la globalización económica emprendió su vertiginoso camino, demostraron que la cultura no podía limitarse a un territorio. Oscar Lewis se inserta en esta nueva corriente y vincula la cultura no ya a un territorio, sino a una clase social. En su opinión, más allá de las diferencias territoriales, existe una cultura que afecta a toda una clase social: los pobres. Desde niños, los pobres se ven sometidos a los modelos y estructuras mentales propios de su condición de masa privada de recursos económicos. En consecuencia, su modo de entender el mundo y su forma de comportarse es heredada y se perpetúa de generación en generación. Los comportamientos que aprenden y reproducen los pobres son:
"(...) la lucha
constante por la vida, periodos de desocupación y de subocupación,
bajos salarios, una diversidad de ocupaciones no calificadas, trabajo
infantil, ausencia de ahorros, una escasez crónica de dinero en
efectivo, ausencia de reservas alimenticias en casa, el sistema de
hacer compras frecuentes de pequeñas cantidades de productos
alimenticios muchas veces al día a medida que se necesitan, el
empeñar prendas personales, el pedir prestado a prestamistas locales
a tasas usurarias de interés, servicios crediticios espontáneos e
informales (tandas) organizados por vecinos, y el uso de ropas y
muebles de segunda mano.
Algunas de las
características sociales y psicológicas incluyen el vivir incómodos
y apretados, falta de vida privada, sentido gregario, una alta
incidencia de alcoholismo, el recurso frecuente a la violencia al
zanjar dificultades, uso frecuente de la violencia física en la
formación de los niños, el golpear a la esposa, temprana iniciación
en la vida sexual, uniones libres o matrimonios no legalizados, una
incidencia relativamente alta de abandono de madres e hijos, una
tendencia hacia las familias centradas en la madre y un conocimiento
mucho más amplio de los parientes maternales, predominio de la
familia nuclear, una fuerte predisposición al autoritarismo y una
gran insistencia en la solidaridad familiar, ideal que raras veces se
alcanza. Otros rasgos incluyen una fuerte orientación hacia el
tiempo presente con relativamente poca capacidad de posponer sus
deseos y de planear para el futuro, un sentimiento de resignación y
de fatalismo basado en las realidades de la difícil situación de su
vida, una creencia en la superioridad masculina que alcanza su
cristalización en el machismo, o sea el culto de la masculinidad, un
correspondiente complejo de mártires entre las mujeres y,
finalmente, una gran tolerancia hacia la patología psicológica de
todas clases." (Oscar Lewis, Los hijos de Sánchez. "Introducción")
Y a estas características habría que añadirle el odio y la desconfianza hacia la policía y el gobierno y el cinismo frente a la iglesia.
Para Lewis la cultura de la pobreza no es algo peyorativo. Gracias a estos modelos de comportamiento los pobres pueden sobrevivir en un mundo hostil.
Muchos rasgos de la
subcultura de la pobreza pueden considerarse como tentativas de
soluciones locales a problemas que no resuelven las actuales agencias
e instituciones, porque la gente no tiene derecho a sus beneficios,
no puede pagarlos o sospecha de ellos. Por ejemplo, al no poder
obtener crédito en los bancos, tiene que aprovechar sus propios
recursos y organiza expedientes informales de crédito sin interés,
o sea, las tandas. Incapaz de pagar un doctor, a quien se recurre
sólo en emergencias lamentables, y recelosa de los hospitales
«adonde sólo se va para morir», confía en hierbas y en otros
remedios caseros y en curanderos y comadronas locales. Como critica a
los sacerdotes, «que son humanos y por lo tanto pecadores como todos
nosotros», raramente acude a la confesión o la misa y, en cambio,
reza a las imágenes de santos que tiene en su propia casa y hace
peregrinaciones a los santuarios populares. (Oscar Lewis. Los hijos de Sánchez. "Introducción".)
Las implicaciones de estas tesis son múltiples y por ellas le llovieron las críticas a Lewis:
En primer lugar, la pobreza así entendida no incluye a los pueblos
primitivos cuyo retraso es el resultado de su aislamiento y de una
tecnología no desarrollada, y cuya sociedad en su mayor parte no
está estratificada en clases, porque tales pueblos tienen una cultura
relativamente integrada, satisfactoria y autosuficiente.
En segundo lugar, pobreza no es sinónimo de clase trabajadora, asaliariado o explotado. La mayoría de los obreros occidentales estarían al margen de la pobreza. Son lo que Saskia Sassen llamaría aristocracia obrera.
En tercer lugar, para combatir la pobreza, no basta con darle dinero a la gente. Hay que reeducarla. Aquí es donde más caña le han dado y yo creo que un poco injustamente. Es verdad que ciertos políticos republicanos americanos con muy pocos escrúpulos utilizaron las teorías de Lewis para justificar sus políticas. No había que repartir el dinero, La culpa que que los pobres fuesen pobres era exclusivamente suya. Lo único que había que hacer para solucionar su situación era reeducarlos. Pero que políticos con muy poca moral se aprovechasen de Lewis no quiere decir que no haya algo de cierto en lo que dijo. Basta con ver a Maradona para darse cuenta. No le bastó con ganar mucho dinero. Había un problema de fondo mayor. La necesidad de educación no implica que no sea necesario también un reparto justo de bienes. Que yo sepa, Lewis no dijo nada de esto. O por lo menos yo no lo he leído.
Y hasta aquí lo más interesante de Oscar Lewis. Vosotros lo juzgaréis.
Es verdad y hay que vivirlo en carne propia para poder entenderlo.
ResponderEliminarSaludos desde México.