martes, 12 de agosto de 2014

El atlas de las nubes (Tom Tykwer, Andy Wachowsli y Lana Wachowski)



    Hay veces que realmente alucino. No es que esta sea la mejor película del mundo -ni muchísimo menos-, pero leer las críticas de ciertos periodistas españoles me deja turulato, sobre todo cuando han calificado la puta mierda de Snowpiercer (Rompenieves) como metáfora visual y cine de autor y ponen podre a El atlas de las nubes (si quieres leerlas pincha aquí). La única explicación que se me ocurre es que la carallada de Snowpiercer es un producto coreano, lo que predispone a su favor porque siempre mola decir que te gusta el cine de países alejados como Irán o Corea, y esta megaproducción tiene mucho de Hollywood, especialmente varios actores que se han hecho famosos allí -Tom Hanks, Susan Sarandon, Halle Berry, y hasta Hugh Grant, que no es americano, pero hace peliculillas románticas muy comerciales-.  
    Resumir el argumento de El atlas de las nubes es bastante complicado. Son un montón de tramas en diferentes momentos de la historia, incluyendo el futuro, unidas por personajes que se reencarnan una y otra y vez y por ser todas tramas que son un canto a la libertad. Desarrollar toda el argumento les lleva casi tres horas y es cierto que, por momentos, el espectador se pierde un poco. Las actuaciones no son las mejores del mundo, pero eso es algo bastante complicado cuando tu personaje aparece tan sólo unos minutos -El atlas de las nubes es un película coral-. Quizá también sea cierto que es bastante pretenciosa y que el mensaje final, esa exaltación de la libertad, está más vista que el tebeo. Y tal vez haya algo de verdad en que la filosofía New Age de la película está un poco fuera de tiempo. Pero así y todo, la película se deja ver. No va a cambiar vuestras vidas, pero Ana y yo nos tragamos las tres horas y no se nos hizo larga. Mantiene la atención, probablemente porque se le oculta continuamente información al espectador. Nos van contando historias que intuimos que al final habrán de estar conectadas y eso hace que estemos atentos a todos los detalles. Y así pasas el tiempo entretenido y, cuando acaba la película, no tienes la sensación de pesadez y estafa que uno tiene cuando acaba el bodrio de Snowpiercer. Hay quien podría aducir que el truquillo de desmontar las historias, presentarlas sin orden cronológico, alternando de forma más o menos aleatoria el personaje foco, es un truco bajo para mantener la atención del espectador. Puede que lo sea, pero es exactamente lo mismo que hizo Cortázar con Rayuela y esa teoría suya del lector activo. A muchos les parecerá bien en Rayuela y no en El atlas de las nubes, pero la única explicación que le encuentro a este doble rasero es que Cortázar es un escritor sudaméricano bohemio consagrado por la crítica y la tradición y esta es una superproducción internacional con actores de Hollywood. Con esto no quiero decir que El atlas de las nubes esté al nivel de Rayuela. No. Aunque a mí Rayuela no me gusta, reconozco que son dos cosas completamente distintas. Sólamente trato de justificar que el truquillo con el que el director/guionista me tuvo casi tres horas atento a la pantalla es perfectamente válido y no una engañifa. 
    En conclusión: del uno al diez le pongo un cinco, porque es una peli entretenida, pero que es demasiado ambiciosa y no llega a lo que promete.
    

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