El historiador Lyman Ward, ya retirado de sus tareas docentes, se propone investigar la memorable historia de sus abuelos: una pareja de la alta sociedad de la costa Este que en la segunda mitad del siglo XIX abandona el lugar en el que ambos habían crecido para instalarse en California, cuando este era un territorio aún por civilizar. Conforme va profundizando en los recuerdos de su familia, Lyman Ward se da cuenta de la intensidad con la que el pasado ayuda a iluminar y comprender el presente.
Basada en la correspondencia de una autora e ilustradora norteamericana, Mary Hallock Foote, una de las primeras artistas en ocuparse de la vida en el Oeste americano, Ángulo de reposo retrata el esfuerzo que tuvieron que hacer las gentes del Viejo Mundo para enfrentarse a una nueva realidad geográfica, histórica y humana. Esta emocionante narración sobre cuatro generaciones de una familia norteamericana fue galardonada con el premio Pulitzer en 1972, y está considerada como la novela más importante de Wallace Stegner y una de las mejores novelas estadounidenses de todo el siglo XX.
Hasta aquí, lo que podemos leer de esta obra en la contraportada. En cierta manera resume el argumento de la obra, pero no nos cuenta lo que podemos esperar de ella y, sobre todo, por qué leerla. Yo la terminé ayer. Me gustó mucho. No es, desde luego, mi novela favorita, pero se me ocurren un par de razones por las cuales os la recomiendo.
En primer lugar, por el juego de perspectivas temporales al servicio de poner relieve los
conflictos generacionales. Lyman Ward es casi un sexagenario que escribe en los años sesenta sobre su abuela, una señorita de la buena sociedad victoriana. Lo que leemos son las grabaciones de audio que Lyman toma a modo de notas para escribir la biografía de su abuela. Pero estas notas, no se limitan a rescatar, reconstruir y hasta por momentos imaginar la vida de aquella escritora e ilustradora decimonónica, sino que Lyman intercala breves crónicas de su vida cotidiana, de su soledad tras ser abandonado por su mujer, de su relación con su hijo y, sobre todo, con una joven hippie que le ayuda como secretaria. La historia de la abuela, los comentarios de Lyman y las opiniones de la joven hippie medio confundida con el amor libre y las del hijo sociólogo tejen una red que refleja perfectamente el modo en que las formas de entender el mundo cambian y cómo estas diferentes concepciones entran en conflicto.
Mary Hallock Foote |
En segundo lugar, Ángulo de reposo es una novela que se construye a medida que uno la va leyendo. La primera intención de Lyman -y probablemente también la del autor- es la de un historiador: escribe la biografía de una mujer para entender aquellos tiempos en los que había un continente por conquistar, el impulso por crear un nuevo mundo que llevó a miles de personas a abandonarlo todo y arriesgar sus vidas en pos de un objetivo un tanto difuso. Es, como si dijéramos, una tentativa por comprender el espíritu de la aventura. Con tal objetivo, Lyman se centra en la figura de su abuela, la estirada dama victoriana que lo crió. Sin embargo, a medida que la novela avanza, Lyman se va dando cuenta de que ya no le interesa tanto aquel espíritu aventurero, como la personalidad de aquella mujer con aspiraciones culturales, muy snob y bastante emprendedora -tengo que reconocer que a mí la señora me acabó cayendo fatal-. Paralelamente, el interés por su abuela, le lleva a hablar de su abuelo, un ingeniero de minas que se pasó la vida tratando de dejar su huella en el nuevo mundo, mucho más que esa señora tan estirada que, en el fondo, se limitó a seguirlo toda la vida. Y de ahí pasa a tratar de comprender el matrimonio que mantuvo unido a aquellos dos individuos tan dispares durante sesenta años y, por comparación, Lyman se plantea por qué fracasó el suyo, observa con perplejidad crítica las relaciones amorosas entre su secretaria hippie y su marido y habla con sinceridad dolorosa de cuestiones generales de la existencia humana como la confianza, el compromiso, el amor o la soledad. Lo que empezó siendo un libro de historia, una biografía, acaba convirtiéndose en novela. Y así, tranquilamente, te suelta un párrafo como este:
Debe de haber alguna otra
posibilidad aparte de la muerte y la penitencia de por vida, dijo la
Ellen Ward de mi sueño, esa mujer a la que odio y temo. Estoy seguro
de que se refería a algún encuentro, a alguna intersección de
líneas; y hay en mi cerebro un geómetra esperanzado que me dice,
cobardemente, que ése es el ángulo en el que dos líneas se apoyan
la una en la otra, en que la inclinación en ángulo de las dos desde
su cruce vertical produce ese falso arco. A falta de piedra angular,
ese falso arco puede ser todo lo que uno puede esperar de esta vida.
Sólo los muy afortunados dan con la piedra angular.
Y creo que ya es suficiente. Sólo advertir al lector que si lo que busca son las aventuras y peripecias de unos colonos, que no lea esta novela. Esto no es un western. Ángulo de reposo va sobre la vida misma y, como la vida misma, es lenta y apenas si pasan cosas. Esto, por supuesto, no es un crítica. Me interesan infinitamente más las novelas de personaje que esas de acción trepidante, cuya lectura no va más allá de pasar un rato entretenido.
Lo que hacía esta gente para pasar el tiempo |
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