Hjalmar Söderberg es un escritor sueco de finales del siglo XIX y Doctor Glas es la que se considera su obra cumbre. La novela cuenta en forma de diario un verano en la vida de un doctor de la buena sociedad sueca, un tipo un poco gruñón, muy culto y bastante raro, que tiene algo extraño en su carácter, algo que le falta o que le sobra, y que no le permite encajar en la sociedad y ser feliz. Luego hay una pequeña trama de un asesinato que recuerda a Crimen y Castigo -de hecho el doctor cita a Raskólnikov-, pero lo cierto es que no importa mucho. La novela, más que una acción, es un punto de vista, una forma particular de entender la existencia. El eje sobre el que gira toda la obra no es la trama, sino la peculiar visión del mundo del doctor Glas. Esta particularidad, el extrañamiento de su personaje con respecto a lo que lo rodea, es utilizado por Söderberg para poner en evidencia a la moral y a la sociedad de la época.
Como dije, la pequeña trama final recuerda un poco a Crimen y Castigo, en el sentido de que hay un individuo con una moral diferente, autónoma, que decide matar a un clérigo porque cree sinceramente que la desaparición de este individuo hará bien a una persona que él estima. Desgraciadamente, en este aspecto la obra de Söderberg es muchísimo más plana que la de Dostoievski. No hay el más mínimo conflicto entre la moral abstracta y el hecho concreto, entre las convicciones y la herencia moral, como sucedía en Raskolnikov, y que hace de Crimen y Castigo una de las novelas más grandes de la historia. El Doctor Glas es mucho más plana. Sin embargo, sería injusto defenestrar esta novela sueca porque no resiste la comparación con el maestro ruso. Muy pocos lo conseguirían. Si hago esta comparación, es porque las similitudes en la trama son evidentes. Lo interesante de El Doctor Glas es esa óptica distinta del mundo que nos ofrece el personaje narrador y las reflexiones que suelta de vez en cuando y que son de esas que te hacen detenerte en la lectura y pensar un rato sobre lo que acabas de leer.
Algunos aspectos de la novela han envejecido bien, mientras que a otros el paso del tiempo les ha hecho daño. Empezando por los segundos, según parece, en su momento, El Doctor Glas fue un escandalazo porque justificaba o exculpaba un asesinato. Este componente provocador, que siempre está bien, no superó el paso del tiempo, máxime cuando la mayoría de los lectores que nos acercamos a Söderberg ya hemos leído, por ejemplo, a Patricia Highsmith, que va mucho más allá al ponernos de parte del asesino. Esto no es un desdoro para la novela. No dudo que en su momento el elemento provocador fuese un aliciente, pero lo cierto es que hoy en día ya no.
Por el contrario, el componente crítico social no sólo ha envejecido muy bien, sino que ha ganado con el tiempo. Lo que en un momento fue crítica social, ahora, además de crítica, se convierte en un testimonio de una época, de una sociedad y una cultura ya alejadas. Al componente satírico, se le añade el valor histórico y cultural.
Y `poco más que tengo que contar, salvo que os recomiendo que os leais esta novela breve, que tal vez no cambie vuestras vidas, pero que seguro os hará pasar un buen rato y, de paso, reflexionar un poco sobre vosotros mismos y lo que os rodea.
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