Siempre ha habido pornografía. Sin ir más lejos, ya había grabados con personas practicando sexo explícito en las ediciones de Las mil y una noches o del Kamasutra. Nunca ha sido difícil comprar libros que contuviesen grabados con escenas pornográficas. En este sentido, la modernidad no ha inventado la pornografía. Pero no ha sido hasta la eclosión de los medios de comunicación que la pornografía se ha convertido en un fenómeno generalizado.
Dibujo del Kamasutra. |
Yo englobaría el consumo de pornografía dentro de las actividades vicarias, como los videojuegos o el cine. A propósito de estas actividades, decía Norbert Elías en Deporte y ocio en el proceso de civilización que, en las sociedades modernas, los individuos tenemos que autocontrolarnos continuamente. Debemos reprimir muchísimas emociones y acciones como la ira, la agresividad, etcétera. Las actividades vicarias como el deporte, el teatro, el cine o, en el caso que nos ocupa, la pornografía, da rienda suelta a estas emociones, permite sacarlas a la luz, pero de forma controlada, sin el riesgo que implicaría llevarlas a cabo en la vida real. Asimismo, la vida en las sociedades modernas es gris, sin apenas alicientes. Las actividades vicarias permiten vivir las emociones de la vida, pero sin el riesgo que éstas conllevan. En este sentido, la pornografía es una imitación de las relaciones sexuales. A gran parte de la población le gustaría llevar una vida sexual más activa, con diferentes parejas y prácticas distintas, más atrevidas. Sin embargo, no es fácil conseguir tantos compañeros sexuales dispuestos a hacer todas esas cosas. Asimismo, introducir nuevos compañeros dentro de la pareja podría amenazar la perdurabilidad de esta, por lo que vivimos una vida sexual paralela en forma de pornografía. Este consumo controlado no amenaza la estabilidad de nuestras vidas.
August Ames, una actriz porno que se suicidó. |
Significativo en este sentido me parece unos testimonios que recoge Giddens a propósito de los chats eróticos en La transformación de la identidad. Según él, la inmensa mayoría de las mujeres entrevistadas afirmaron que solo frecuentaban esos chats para flirtear, pero que nunca llegaban al sexo explícito.
Elias considera que la sociedad implica represión y que esta represión sobre nuestros instintos puede ser negativa para la psicología de la persona. Para liberar esta tensión tenemos las actividades vicarias -deporte, cine, teatro, etc...-. El sexo es en nuestra sociedad es muy complicado. Vivimos una sociedad un tanto esquizofrénica en lo que a él se refiere. No paramos de hablar de él, pero, al mismo tiempo, lo convertimos en algo complejo, con muchos convencionalismos sociales. Además, nuestra cultura liga sexo y amor, lo que lo complica aún más porque introduce una variable nueva que además es impredecible y nos puede hacer sufrir mucho. De acuerdo con las teorías de Elias, la pornografía sería una válvula de escape para que liberemos de forma segura y controlada toda la tensión acumulada por la represión sexual.
Bree Olson, una actriz pornográfica a la que la industria jodió la vida -o eso dice ella al menos-. |
Cierto tipo de cine y literatura nos permiten vivir de alguna manera con lo que soñamos. En el cine o leyendo vivimos aventuras increíbles y experiencias amorosas con hombres y mujeres excepcionalmente bellos. Llevamos vidas ideales. Son, en todo el sentido de la expresión, formas de evasión. Durante las dos horas que dura la película o durante el tiempo que pasemos leyendo, podemos vivir una vida mejor que la nuestra, nos evadimos, y recargamos pilas para volver a esa vida que no nos llena tanto. Esto es lo que se conoce como cine o literatura de evasión, series como The Bing Bang Theory, películas como las de Jennifer Aniston o novelas como Los pilares de la Tierra o cualquier best seller que encontramos en las estanterías de la FNAC sirven exactamente para eso. No plantean ninguna reflexión acerca de la sociedad o la naturaleza humana. Solo nos aseguran pasar un buen rato y olvidarnos durante un rato de nuestras vidas, soñando -o más bien viviendo vicariamente- que somos otras personas.
Película de mierda de Jennifer Aniston. |
La pornografía funciona exactamente igual. Consumiéndola, tenemos las relaciones sexuales que deseamos, con las mujeres que deseamos y nos olvidamos por un tiempo que nuestra vida sexual no es así en absoluto. En este sentido, la pornografía es muy útil a las personas que tienen problemas para encontrar compañeros sexuales.
Antes de continuar, me gustaría dejar claro que la pornografía es un fenómeno mayoritariamente masculino. Aunque hay pornografía femenina, la inmensa mayorías está destinada a los varones. De ahí que en las películas la cámara se centre en ellas, que ellas sean las que responden al estereotipo de belleza deseado y que su actitud en la cama esté dedicada integramente a satisfacer al varón. Pero esto no cambia el significado de la pornografía. Las pocas películas de pornografía femenina les ofrecen a ellas su sexualidad deseada. El bajo porcentaje de películas para mujeres no indica que la pornografía no sea igual para hombres que para mujeres, sino que vivimos en una sociedad en la que la sexualidad de las mujeres ha sido negada, por lo que hay pocos productos enfocados a ella. Pero, cuando los hay, funcionan igual.
Imagen sacada de una página porno para mujeres. |
Desde determinados colectivos feministas se sostiene que la pornografía degrada a la mujer. Desde luego el sexo que se practica en la mayoría de las películas es claramente falocéntrico, pero no tengo tan claro que la pornografía como fenómeno general degrade a la mujer. Otra cosa son determinadas películas en concreto -o la mayoría de las películas-, pero no todas. Como acabo de señalar, hay pornografía femenina, en la que los cuerpos de los hombres también son sexualizados y reflejan el gusto de la sociedad. ¿Y qué sucede con la pornografía homosexual masculina? ¿Degrada al hombre? Más que que la pornografía degrade a la mujer, yo creo que lo que degrada a la mujer es que haya tan poca pornografía femenina, porque refleja unas relaciones desiguales entre sexos.
Muy distinto es el caso de determinadas películas en las que se juega con la humillación de la mujer, como el género de anime Hentai, o una página web que se llama humiliated.com que ofrece vídeos cuyo contenido ya está claro en el título de la página. Si te excitan esas cosas y te masturbas viéndolas, estás dando rienda suelta a un instinto o una fantasía muy machista.
El problema que creo que tiene la pornografía en tanto que actividad vicaria es que algunos sujetos confunden la ficción con la realidad. Del mismo modo que las películas de acción no son reales y no vamos por ahí como si fuésemos Rambo, deberíamos tomar nota y hacer algo similar con el porno y el sexo. Desgraciadamente hay muchos chicos cuyas primeras experiencias sexuales consisten en consumir pornografía. Esto hace que interioricen unas prácticas sexuales muy masculinizadas, basadas exclusivamente en el pene, la penetración vaginal y anal, el sexo oral y sin apenas prolegómenos. Luego, cuando tienen relaciones sexuales reales, tienden a reproducir estas prácticas, que no siempre son las adecuadas para disfrutar del sexo en pareja.
Asimismo, habría que hablar de los cuerpos de la pornografía. Como todo ideal, tiende a exagerar los patrones de belleza de la sociedad -no cuerpos, que diría Le Breton (aquí)-.
Tanto en los cuerpos, como en los gustos y las prácticas, la relación de la pornografía y la sociedad es de doble dirección. Por un lado, la pornografía tiende a reproducir los gustos y las prácticas de la vida real, pero, al mismo tiempo, hace que estas prácticas se perpetúen. Es una camino de doble dirección, la pescadilla que se muerde la cola.
El problema que creo que tiene la pornografía en tanto que actividad vicaria es que algunos sujetos confunden la ficción con la realidad. Del mismo modo que las películas de acción no son reales y no vamos por ahí como si fuésemos Rambo, deberíamos tomar nota y hacer algo similar con el porno y el sexo. Desgraciadamente hay muchos chicos cuyas primeras experiencias sexuales consisten en consumir pornografía. Esto hace que interioricen unas prácticas sexuales muy masculinizadas, basadas exclusivamente en el pene, la penetración vaginal y anal, el sexo oral y sin apenas prolegómenos. Luego, cuando tienen relaciones sexuales reales, tienden a reproducir estas prácticas, que no siempre son las adecuadas para disfrutar del sexo en pareja.
Asimismo, habría que hablar de los cuerpos de la pornografía. Como todo ideal, tiende a exagerar los patrones de belleza de la sociedad -no cuerpos, que diría Le Breton (aquí)-.
Tanto en los cuerpos, como en los gustos y las prácticas, la relación de la pornografía y la sociedad es de doble dirección. Por un lado, la pornografía tiende a reproducir los gustos y las prácticas de la vida real, pero, al mismo tiempo, hace que estas prácticas se perpetúen. Es una camino de doble dirección, la pescadilla que se muerde la cola.
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