Giddens estudia en este libro el modo en que los cambios que acontecieron con la Modernidad afectaron a la vida íntima de las personas. Por vida íntima Giddens entiende el amor, el erotismo y la sexualidad.
Para tal fin, lógicamente tiene que tener en cuenta a Foucaut y su monumental Historia de la Sexualidad.
Lo que viene a decir Foucault es:
- La aparición de la sexualidad está ligada a los estados nación y la necesidad de control que estos tienen de controlar a las poblaciones.
- Las sociedades modernas, para existir, necesitan disciplinar a los ciudadanos. Esto es controlarlos. Las personas, para vivir en estas sociedades y disfrutar de sus instituciones, renuncian a sus instintos e inclinaciones. Son reprimidos.
- Los instituciones de represión son las escuelas, las cárceles, los hospitales, etc...
- Por medio de la represión las sociedades modernas consiguen que las personas renuncien a sus instintos, inclinaciones y deseos.
- Foucault se da cuenta de la ambigüedad del poder, porque, al tiempo que reprime, y precisamente por esa represión, también es una fuente de placer.
- Foucault se centra los siglos XIX y XX. Al tiempo que la sexualidad se reprimía -se trataba como algo oculto, perteneciente al dominio de la mayor intimidad-, se estudiaba sin descanso. De esta paradoja, Foucault concluye que no es que el poder tratase de eliminar/suprimir el sexo, sino que pretendía crear un nuevo desarrollo corporal y mental del individuo.
- El placer erótico se convierte en sexualidad cuando el poder distingue la sexualidad normal -formal- de lo que se considera enfermizo -patológico-.
- Surge la ciencia de la sexualidad gracias a la acumulación de saber sobre ella y la confesión.
- La confesión era el instrumento de la religión para acceder al sexo.
- La religión utilizó el sexo para controlar la vida de los fieles.
- Por medio de la confesión los fieles construyen un discurso sobre su sexualidad. Evidentemente este discurso está guiado de acuerdo con los intereses del poder. Hay que recordar que para Foucault el discurso crea la realidad. Por medio de la confesión las personas crean su propia sexualidad.
- En definitiva, para Focault la sexualidad no es un impulso biológico, sino un discurso de poder. Nos dice cómo tenemos que comportarnos, qué sentir, qué hacer.
Giddens cree que Foucault exagera la importancia del control. No podemos entender la sexualidad en las sociedades modernas solo desde el control. Hubo otros cambios fundamentales para poder entenderla.
Es muy importante, por ejemplo, el surgimiento de la idea de amor romántico.
Antes, en todas las culturas, amor pasión. Es una suerte de sexualidad libre. Muchas lo consideran como algo negativo, incluso una enfermedad, porque los amantes pierden el control de sus vidas.
En estas sociedades el matrimonio tenía lugar antes por cuestiones económicas que sentimentales.
El amor romántico surge entre los burgueses en el siglo XIX ligado a la organización familiar. El amor romántico encaja y justifica la familia burguesa. Monogamia, sobre todo para la mujer, maternidad, etc... El matrimonio es el sentido de la vida. El amor nos hará felices. Solo hay una persona predestinada para nosotros. El matrimonio tiene que ser por amor. Es una empresa emocional conjunta. Esa empresa emocional concluye en los hijos. El amor romántico separa la sexualidad femenina de tener hijos -la reproducción-.
En la sociedad actual la ideología del amor romántico se diluye por dos razones: la reflexividad de los proyectos de vida y la emancipación de la mujer. -para entender mejor el concepto de reflexividad de Giddens pinchad aquí-.
El amor romántico se convierte poco a poco en amor confluyente.
El amor confluyente no tiene por qué ser exclusivamente heterosexual.
La satisfacción sexual recíproca es fundamental para el éxito de la relación. Esta satisfacción se organiza reflexivamente -se toman decisiones sobre ella- consultando información y recibiendo consejos de expertos. Para que esto fuese posible, hubo de separarse la sexualidad de la reproducción femenina. Los métodos anticonceptivos permiten una sexualidad única y exclusivamente por placer. En este sentido, las relaciones homosexuales, como están completamente desligadas de la reproducción, son relaciones confluyentes totales.
El amor confluyente presupone un modelo de relación pura, por la razón de que un hecho básico del mismo es conocer los rasgos del otro.
Precisamente como consecuencia de la reflexividad como una de las características definitorias de la Modernidad, el amor confluyente no tiene por qué ser para siempre. Las personas nos entregamos al amor y tomamos de decisión de tener una relación siempre y cuando está nos sea beneficiosa -nos de estabilidad emocional, nos haga felices, o lo que sea-. Pero en caso de que esto no de cumpla, rompemos la relación y lo buscamos en otra.
En el capítulo V se centra en la adicción al sexo:
Una compulsión es una forma de conducta que un individuo encuentra muy difícil, o imposible, de detener sólo con el poder de su voluntad. Obrar a impulsos de la misma produce una liberación de tensiones. Las compulsiones habitualmente asumen la forma de rituales personales estereotipados, como en el caso en que un individuo se lava cuarenta o cincuenta veces al día para sentirse limpio. La conducta compulsiva se asocia al sentimiento de pérdida de control sobre el ego. Algunos pueden realizar las acciones rituales en una especie de estado de trance. El no hacerlo causa un exceso de ansiedad.
Las adicciones son todo eso de las compulsiones y algo más:
Una adicción incluye todos los aspectos de conducta ya mencionados y algunos más. Puede ser definido como un hábito estereotipado que se asume compulsivamente; el sustraerse al mismo proporciona una ansiedad incontrolable. Las adicciones proporcionan una fuente de bienestar para el individuo, al aplacar la ansiedad, pero esta experiencia es siempre más o menos transitoria.
Las adicciones están muy relacionadas con el surgimiento de la modernidad, en concreto con la reflexividad. En las sociedades tradicionales
Donde amplias áreas de la vida de una persona ya no están conformadas por modelos y hábitos preexistentes, el individuo se ve obligado continuamente a negociar opciones de estilo de vida (...) La idea de adicción tiene poco sentido en una cultura tradicional, donde es normal hacer hoy lo mismo que se hizo ayer. Cuando hay una continuidad de la tradición y un modelo social particular, establecido de antemano, que es obedecido, así como sancionado como correcto y justo, nada podría ser descrito fácilmente como una adicción ni servir tomo una afirmación sobre las características específicas del yo. Los individuos no podrían seleccionar y elegir, y tampoco tendrían obligación de descubrirse a sí mismos en sus hábitos y acciones.
Las adicciones, entonces, son un índice negativo del grado en que el proyecto reflexivo del ego se traslada a un puesto de plataforma central en la modernidad tardía. Son modos de conducta que se introducen —quizás en forma muy consecuente— en este proyecto, pero rechazan quedar incorporadas en el mismo. En este sentido todos son perjudiciales para el individuo y sería fácil ver por qué el problema de superarlos invade ahora la literatura terapéutica. Una adicción es una incapacidad de colonizar el futuro y, en cuanto tal, realiza una transgresión de las primeras preocupaciones con las que deben lidiar reflexivamente los individuos.
Cada adicción es una reacción defensiva, y una vía de escape, un reconocimiento de falsa autonomía que arroja una sombra sobre la competencia del yo.
El sexo es compulsivo, justamente como otros modelos de conducta, cuando una conducta sexual personal queda gobernada por una búsqueda constante de algo, que, sin embargo, conduce persistentemente a sentimientos de vergüenza o inadecuación. La adicción es una conducta opuesta a una libre opción, en lo que respecta al proyecto reflexivo del ego personal; esta observación es exactamente tan válida en el caso de la adicción sexual como de otras formas de conducta.
Relación entre sexualidad e identidad:
En la modernidad la identidad es problemática (ver Giddens: Modernidad e identidad del yo). Como estamos todo el tiempo reflexionando y negociando hacia el futuro, es complicado. Tenemos que estar todo el tiempo tomando decisiones de futuro. Es una identidad autoconstruida. No nos viene dada por la tradición. La sexualidad forma parte de la identidad. Por eso en la modernidad la sexualidad es tan problemática.
Giddens se centra en tres autores que hablan de la relación de la sexualidad y la sociedad/cultura. Son Freud, Reich y Marcusse. Según ellos la sociedad/cultura reprime la sexualidad. Giddens no está de acuerdo porque hay una fascinación pública por la sexualidad. Si estuviese reprimida, no sería pública. Además, Giddens tampoco cree que la sexualidad haya sido creada por el poder.
En el capítulo VII plantea cómo debe reanalizarse la sexualidad masculina a raíz de los cambios, especialmente la emancipación de la mujer. Ya no hay mujeres castas o puras frente a las impuras. A los hombres -algunos- les cuesta aceptar los cambios.
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