La ética escéptica se caracteriza por la suspensión del juicio en relación con las creencias dogmáticas o afirmaciones absolutas. En el contexto de la virtud absoluta, los escépticos dudan de la posibilidad de alcanzarla debido a su postura de suspensión del juicio. Al suspender el juicio, los escépticos se abstienen de afirmar la certeza de cualquier creencia o afirmación, incluyendo aquellas relacionadas con la virtud absoluta. Esto se debe a que, desde la perspectiva escéptica, no se puede llegar a una certeza absoluta sobre la virtud o cualquier otro concepto moral, ya que todas las afirmaciones están sujetas a duda y cuestionamiento. Por lo tanto, los escépticos cuestionan la posibilidad de alcanzar la virtud absoluta porque consideran que la suspensión del juicio impide llegar a conclusiones definitivas sobre la moralidad o la ética. El bien y el mal son convenciones sociales adoptadas por la costumbre1.
En lugar de afirmar la existencia de una virtud absoluta, los escépticos prefieren mantener una actitud de duda y apertura a la posibilidad de que las creencias morales puedan ser cuestionadas y revisadas en todo momento. Como sucedía con su teoría del conocimiento, en su ética no hay lugar para lo bueno y lo malo por naturaleza. Porque tendría que ser bueno o malo para todos. Y esto no es así, ya que lo que uno considera bueno, otro puede considerarlo malo y, como hemos visto, todas las tesis pueden ser defendidas con idéntica validez. El escéptico se ve obligado a suspender el juicio también en esta cuestión moral2.
En medio de la incertidumbre sobre la bondad o maldad de las acciones, surge la pregunta: ¿qué camino seguir? Tanto los estoicos como los escépticos coinciden en la importancia de contar con conocimientos absolutamente seguros para orientar la acción y la conducta. Sin embargo, divergen en un punto crucial: mientras los estoicos sostienen la posibilidad de alcanzar un saber absoluto, los escépticos argumentan que la falta de un criterio de verdad definitivo impide tal certeza. Por consiguiente, para los escépticos, resulta inviable fundamentar normas de conducta de manera definitiva. Esta postura implica no solo la contención en emitir juicios sobre la realidad, sino también, en la medida de lo posible, en llevar a cabo acciones prácticas, como parece que hizo Pirrón durante su vida3.
Sin embargo, no todos los escépticos fueron tan radicales como Pirrón. a pesar de su actitud de duda y suspensión del juicio, seguían las costumbres, las leyes, las enseñanzas y los sentimientos en sus acciones. Esto se debe a que, a pesar de cuestionar la posibilidad de conocer la verdad absoluta, reconocían la importancia de la convivencia social y el funcionamiento de la sociedad. Por lo tanto, en la práctica diaria, los escépticos se guiaban por las normas y valores aceptados en su entorno, ya que esto les permitía interactuar de manera efectiva con los demás y cumplir con las responsabilidades y roles que les correspondían en la sociedad4.
Y es que basta –creo yo- con que uno viva de acuerdo con su experiencia y sin dogmatizar, conforme a las observaciones e intuiciones corrientes, manteniéndose en suspenso sobre lo que se argumenta desde la sutileza dogmática y muy lejos de toda utilidad práctica5.
Por su parte, Arcesilao, al enfrentar la acusación de imposibilitar la vida si el sabio escéptico se abstiene de llevar a cabo acciones prácticas, sostiene que aquel que no emite juicios puede regular sus decisiones y acciones según la razón, alcanzando así el éxito y la felicidad6. Esta postura desafía la ética estoica al demostrar que la felicidad no requiere la sabiduría infalible del sabio académico para llevar a cabo acciones con buenos propósitos. Arcesilao enfatiza que la acción basada en la razón se sustenta en la representación de lo que es acorde a la naturaleza y en el impulso natural, prescindiendo del consentimiento. Frente a lo que creían los estoicos y los epicúreos, Arcesilao sostiene que la acción exitosa no requiere una aprobación previa, sino que se basa en la representación y el instinto. Esta visión busca demostrar que la acción puede surgir de manera espontánea y natural, sin depender de una aprobación previa7.
1 Pues aseguraba que nada es bueno ni malo ni justo ni injusto. Y de igual modo que en todas las cosas nada es de verdad, sino que los hombres actúan en todo por convención y costumbre, pues no es cada cosa más lo uno que lo otro.
Diógenes Laercio, en Mas Torres, S., Op. Cit., p. 41.
2 En efecto, lo mismo que si, de ser el caso, no conociéramos la costumbre de los egipcios de desposar a las hermanas no sería correcto que aseguráramos que es algo acordado por todos eso de que no hay que casarse con las hermanas, así, en aquellas cosas en que no se nos ofrecen discrepancias, tampoco en ellas conviene asegurar que no existe desacuerdo, siendo posible –como decía- que en algunos pueblos no conocidos por nosotros se dé desacuerdo sobre ellas. Pues bien, el escéptico, al ver tal disparidad de comportamientos, suspende el juicio sobre lo de si algo es por naturaleza bueno o malo o, en general, obligatorio, apartándose también en esto de la petulancia dogmática. Y sigue sin dogmatismos las enseñanzas de la vida corriente. Y por ello permanece impasible ante las cosas opinables. Y ante lo inevitable sufre con mesura; pues en cuanto persona capaz de sentir, sufre; pero al no dar por sentado que sea malo por naturaleza aquello que él sufre, lo sufre con mesura.
Sexto Empírico, en Mas Torres, S., Op. Cit., p. 18.
3 Cfr. Chiesara, M. L., Op. Cit., pp. 20-21; Mas Torres, S., Op. Cit., pp. 237-238.
4 Pero si uno afirma que un sistema es una orientación que obedece a cierto tipo de razonamiento acorde con lo manifiesto, y en el supuesto de que ese razonamiento nos enseñe cómo es posible imaginar correctamente la vida –tomándose el ‘correctamente’ no sólo en cuanto a la virtud, sino en un sentido más amplio, y que se oriente a lo de ser capaces de suspender el juicio: entonces sí decimos que tiene un sistema. Seguimos en efecto un tipo de razonamiento acorde con lo manifiesto, que nos enseña a vivir según las costumbres patrias, las leyes, las enseñanzas recibidas y los sentimientos naturales.
Sexto Empírico, en Mas Torres, S., Op. Cit., p. 126.
5 Sexto Empírico, en Mas Torres, S., Op. Cit., p. 126.
6 Pero como a continuación también tenía que investigar la manera de conducirse en la vida, que, naturalmente, tampoco puede determinarse sin un criterio del que dependa para su seguridad la felicidad, es decir, el fin de la vida, Arcesilao dice que aquel que suspenda el juicio sobre todas las cosas guiará sus elecciones y sus abstenciones, y en general sus acciones, siguiendo lo razonable, y que se actúa correctamente cuando se procede según este criterio. Pues la felicidad se obtiene mediante la prudente inteligencia, y la prudente inteligencia consiste en acciones correctas, y la acción correcta es aquélla que, al llevarla cabo, posee una justificación razonable. Así pues, quien se atiene a lo razonable, actúa correctamente y es feliz. Así pensaba Arcesilao.
Sexto Empírico, en Mas Torres, S., Op. Cit., p. 123.
7 Cfr. Chiesara M. L. Op. Cit. pp. 54-57.
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