¿Por qué y para qué hacemos ritos funerarios?
Como hemos dicho en posts anteriores, los ritos funerarios son muchos y muy variados. Lógicamente, cada uno tiene su propia idiosincrasia y lo que decimos para uno tal vez no sirva para otro. Pero de forma general, podemos afirmar que los ritos funerarios tienen las siguientes funciones:
a) En primer lugar nos aseguramos de que el muerto pase al otro mundo. Esto, que puede parecer una perogruyada, no lo es en absoluto. Cuando uno pierde a un ser querido, el dolor hace que esté desorientado. Cuesta situarse y aceptar que la otra persona se haya ido. Un rito funerario es un rito de paso, es decir, una representación social en la que por medio de acciones simbólicas representamos un cambio de estatus. En este caso, el que cambia de estatus es el muerto. El rito ayuda a las personas que están padeciendo el dolor a aceptarlo y a situarse en la nueva posición que nos deja la pérdida. Mientras no ha tenido lugar el rito funerario, no somos conscientes del todo de la desaparición. Por eso, es frecuente que el último arrebato de dolor se dé cuando se baja el ataúd.
b) Ayuda a mitigar el dolor de varias formas:
b.1) Si el difunto ha pasado a otro mundo, las personas queridas sienten que está en otro sitio y que podrán reencontrarse en el futuro -o que al menos la persona muerta está en un lugar mejor-.
b.2) Te sientes arropado por otros miembros de la sociedad. Normalmente, el rito no tiene lugar de forma individual. Acuden otras personas allegadas a compartir, o por lo menos acompañar, en el dolor. No sentirse solo, tener ayuda, reconforta y ayuda a sobrellevar mejor la pérdida.
b.3) La sociedad te ofrece la seguridad del ritual. Como dije antes, cuando pierdes a alguien que quieres, estás desorientado, no sabes muy bien qué hacer. El rito te dice exactamente qué pasos tienes que dar y cómo comportarte. En este sentido, sirve de guía en los primeros momentos.
c) La sociedad se asegura su continuidad. La muerte es absurda. Ante el terrible sufrimiento, es fácil caer en la tentación de abandonarse. Tal actitud amenazaría la continuidad de la sociedad. En lugar de mandarlo todo al cuerno, el ritual nos impone una serie de obligaciones que tenemos que cumplir. Estas obligaciones se aparecen a los ojos de las personas como inexcusables porque, de no hacerlo, podemos influir negativamente en la vida del muerto en el más allá. Además de que no nos dejan tiempo a reflexionar, estas obligaciones expresan los valores de la sociedad.
d) Los ritos funerarios pueden tener un significado político. Esto, evidentemente, no afecta a todas las personas, sino solo a aquellas cuya vida ha tenido relevancia política. Así por ejemplo, los fastuosos ritos funerarios de los reyes medievales o los faraones servían para mostrar su poder y su vinculación con la divinidad. La situación inversa también puede darse. Es relativamente frecuente que una persona de cierta relevancia política se vea privada de un rito funerario respetuoso por los rivales políticos que se han hecho con el poder tras su muerte. Es el modo que se tiene de simbolizar que el poder ha cambiado de manos. Así le sucedió, por ejemplo, a Luis XVI después de ser guillotinado durante la Revolución Francesa. Sus exequias se limitaron a que, mientras el ayudante del verdugo subastaba sus prendas, los guardas cogieran la cabeza cortada, la colocaran junto al cuerpo en un cesto de mimbre y se transportaran los restos en un carro al Cementerio de la Magdalena, donde fue enterrado.