domingo, 2 de abril de 2017

Randall Collins: La sociedad credencialista.

     Parte de teoría weberina de que el poder es más que económico para criticar las teorías funcionalistas que sostenían que los cambios en la educación eran resultado de los cambios en la estructura productiva y de las nuevas necesidades de empleo. Estas teorías trazaban una relación directa entre la producción, el mercado de trabajo y la escuela. Según ellos, la escuela servía para formar a los trabajadores que el sistema de producción necesitaba. Como la economía se expandía y necesitaba cada vez mayor número de trabajadores formados, la escuela se había extendido en consonancia a esta demanda. 

     Collins demuestra que las personas con mayores estudios, y por lo tanto más cualificados, no accedían a empleos que requerían un elevado conocimiento de la tecnología, sino puestos burocráticos y administrativos en el sector público o en grandes corporaciones privadas. Estos empleos son los que otorgan más poder. De aquí, Collins concluye que la expansión de la educación se debe a:

      a) el crecimiento de la burocracia y no las necesidades de la producción. 

       b) la lucha por acceder a los puestos burocráticos mejor remunerados y que otorgan mayor poder. 

     A partir de una análisis histórico, Collins demuestra que el prestigio de las profesiones liberales no se debe a que las personas que las desempeñan tengan un alto grado de competencia técnica, sino a la capacidad que tienen como grupo de presión sobre el Estado y a la capacidad para agudizar la dependencia de sus clientes. 

     Así las cosas, la lucha por el acceso y el monopolio de la educación es fundamental. 

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    El acceso a las posiciones de poder no se deben sólo a la formación en la escuela, sino también, y sobre todo, a los estilos de vida. La ropa, el modo de hablar, cómo se presenta la imagen pública el individuo, etc... indican a qué grupo pertenece cada individuo. Los grupos de estatus se reconocen entre ellos gracias a estas actitudes y las usan para acceder a los puestos de poder. En consecuencia, no es la productividad de los individuos la que asegura la obtención de un buen empleo, sino las formas de presentación y los estilos culturales.

    Collins cree que la educación es el mecanismo fundamental para la diferenciación entre grupos y que la institución que otorga credenciales para acceder a mejores empleos. Estas credenciales no tienen tanto que ver con los conocimientos adquiridos como con la cultura de la élite. 

     Los grupos dominantes luchan para que la educación constituya una señal de diferenciación respecto a los otros e intentan introducir cambios para revalorizar determinados títulos y devaluar otros. 

     La demanda popular de educación había aumentado porque para determinados grupos la educación podía servir para la movilidad social ascendente. Es decir, que lo que mueve a las clases populares a pedir más educación y escuela, no es adquirir una mayor capacitación, sino la voluntad de ascender socialmente. Para este ascenso, es necesario adquirir la cultura de la élite.

     La competencia por los puestos de trabajo de mayor poder hace que los distintos grupos luchen entre sí por colocar a sus miembros en la cúspide del sistema educativo. 

      La consecuencia de todo esto, es que lo que de verdad importa en la educación no son los contenidos ni las capacidades cognitivas, sino que lo que se aprende en las escuelas son las normas convencionales sobre sociabilidad y acceso a la propiedad.  

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