domingo, 2 de abril de 2017

6.6. La muerte.


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      De todos los seres que poblamos el planeta Tierra, que sepamos, los únicos que somos conscientes de nuestra propia muerte somos los seres humanos. Esto determina nuestra vida. Tenemos que darle sentido a ese hecho tan absurdo como es la muerte y por eso realizamos ritos funerarios, creemos en la resurrección, la reencarnación o la vida eterna y, en definitiva, en un más allá.   

     Por las pinturas de los muertos y los objetos con que los adornaba, sabemos que ya los Homo Sapiens tenían conciencia de la muerte y que la ritualizaban. Sin embargo, no todos los seres humanos respondemos igual. Los mayas, por ejemplo, quemaban a los nobles y construían templos sobre las cenizas mientras que los pobres mayas enterraban a sus muertos bajo el suelo de sus casas. Por su parte, los aztecas, preparaban a sus muertos para luchar a lo largo de un camino de obstáculos que debían superar antes de enfrentarse al señor de los muertos, que era quien decidiría su destino; los familiares de los muertos de los charrúas se cortaban una falange, se cortaban los brazos y el pecho y se encerraban en sus chozas para ayunar durante dos semanas; y nosotros dejamos el cuerpo 24 horas en pompas fúnebres, metemos los cuerpos muertos en cajones en una suerte de espacio destinado a guardar estos cuerpos al que llamamos cementerio, y tomamos barbitúricos con la intención de mitigar y superar cuanto antes el dolor que nos provoca la muerte de un ser querido. La muerte, como casi todo, es cultural. 




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