En Solo los amantes sobreviven Jim Jarmusch no parece preocupado por
contar una historia, sino más bien por crear unos personajes y
recrear un ambiente. Apenas si tiene argumento. Es cierto que pasan
cosas, pero no se puede decir que se desarrollen dentro de la
estructura tradicional de planteamiento, nudo y desenlace. Hay dos
vampiros que se quieren mucho, uno de ellos es un romántico en el
sentido artístico del término, y la otra es una mujer a la que le
gusta disfrutar de la belleza en el mundo; también hay un vampiro
viejo que se supone que es Christopher Marlowe y que es el verdadero
autor de las obras de Shakespeare; parece una hermana alocada que
mete a los vampiros enamorados en un lío; y alguna que otra cosa más.
Pero todo esto no está hilvanado. Son más sucesión de anécdotas
que otra cosa. La finalidad de las diversas acciones no está en
desvelar una historia, sino en dibujarnos unos personajes y un
ambiente muy particular. Así, Jarmuch nos ofrece su revisión
personal del mito de los vampiros.
Siento
decirlo, porque Flores rotas me gustó mucho, pero Solo los amantes
sobreviven no aporta nada aparte de la magnífica actuación de
Tilda
Swinton. Si
no fuese por ella, la película sería un auténtico bodrio. Esta
revisión posmoderna y pseudoromántica no trae nada nuevo a la historia
de los vampiros en el arte. El marido de Tilda Swinton, el vampiro
deprimido, hipersensible al arte y excepcional compositor musical, es
un tópico de los pies a la cabeza. Parece sacado de obras de teatro
románticas del siglo XIX, pero de las más exageradas, del estilo de Don Álvaro o la fuerza del sino o cosas así. No solo es que esté
más visto que el tebeo, es que es absolutamente inverosímil. Además
resulta antipático. Tal vez pueda gustar a adolescentes que todavía
piquen con este tipo de personajes, porque tiene un airecillo a subproducto rockero de la MTV que tira para atrás. Pero a mí, que ya voy para
los 40, ya no me engaña. Es un refrito y mal hecho.
De
todos modos los cinéfilos tenemos que ver esta película. Tilda
Swinton se come la pantalla. Cada minuto de metraje rezaba para que
apareciese ella y no otro personaje. Me enamoré como un adolescente y, si Jarmusch no me engaño con su maridito, con ella sí.
Esta fantástica. Y nada de vestirla como un adolescente y
maquillarla para que parezca una veinteañera. Es una señora de 50 y
tantos años excepcionalmente atractiva. Nunca fue más cierto
aquella tontería de que la arruga es bella. Lo hace tan bien y está
tan guapa que es capaz de sacar partido a cualquier defecto físico,
desde su delgadez extrema, pasando por los juanetes o las arrugas. Es
un papelón que da sentido a una carrera.
El resto de la película es
tópico y prescindible. Personajes repetidos y escenarios decadentes
ya vistos una y 1000 veces.
La maravillosa Tilda Swinton y su lamentable marido. A la peluquera deberían darle un Oscar. |
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