Poco puedo decir de este western crepuscular que no se haya dicho ya, y, si hago este post, es porque en el blog llevo una lista de lo que leo y veo -no todo, a veces me doy abasto- para obligarme a reflexionar sobre cuestiones que, de otra manera, no irían más allá de los días inmeditamente posteriores al visionado o lectura de tal o cual libro o película. Pensaría un poco sobre ella, luego no lo haría más y, finalmente, me olvidaría. Obligándome a escribir, me obligo a tener opiniones acerca de algunas cosas que de otra manera no tendría, y también tengo la esperanza de que me ayude a fijar cosas en la memoria. En cualquier caso, siempre puedo volver a leer lo que escribí tiempo atrás y recordar. Ya sé que esto podría hacerlo perfectamente en un diario privado, pero esto no excita mi vanidad. En un blog la gente te lee y siempre acaricia el ego pensar que a alguien le interesa lo que escribes -aunque muchas de las críticas sean rápidas y un poco superficiales porque no tengo tiempo para más-.
De niño vi muchísimo western. Y recuerdo que había dos películas que no me gustaban nada: Valor de ley y El rifle y la biblia, casualmente una continuación de la otra -no cuento entre los western que no me gustaban las bobadas de Bud Spencer y Terence Hill. Me refiero a los canónicos-. Durante mucho tiempo supuse que era porque de niño uno no tiene filtro. Todo está al mismo nivel y a mí lo que me gustaba eran los indios y muchos tiros. Imaginaba que si volvía a ver cualquiera de estas dos películas de adulto me fascinarían porque, en el caso de Valor de ley, Hathaway es un gran director, y, en el de El rifle y la biblia, bastaba con que mantuviesen al protagonista y lo embarcaran en un duelo interpretativo con Katherine Hepburn. No sé en el caso de El rifle y la biblia porque no la he vuelto a ver, pero me duele decir que con Valor de ley no fue exactamente así.
La película es entretenida y se ve bien. Hace dos horas muy agradables delante de la televisión. Pero eso no es suficiente. También me lo pasé muy bien viendo la primera temporada de La teoría del Big Bang y no por eso voy a elevarla al altar de obra de arte. Hay que distinguir entre el entretenimiento puro y lo que va más allá.
Desde que acabé de ver Valor de ley tengo la sensación de que le falta algo. No sé exactamente qué, pero no la veo redonda. Tal vez sea ese toque ligero y algo humorístico que tiene. Los western suelen ser relatos bíblicos, llenos de ética y a veces de lirismo y tragedia. Las situaciones cómicas o ligeras destruyen la solemnidad necesaria para la épica y la tragedia. Ya Freud decía que la risa surge como liberación de la energía psíquica movilizada para la solemnidad y que se resuelve en nada. Ese es el riesgo de los grandes relatos que introducen elementos cómicos, que a veces el relato se queda en nada. No digo que no pueda hacerse. Hay grandes contrapuntos cómicos en western antológicos. Shakespeare también lo hacía. Y es cierto que es bueno aliviar la tensión de vez en cuando. Pero no es fácil.
Tampoco me gustó la chiquilla de 16 años. No me la creí en ningún momento y en ocasiones llegó a caerme realmente mal. Si uno de los protagonistas te cae mal, difícilmente te sumerges en la película.
Aunque la etiqueta de western crepuscular no me gusta mucho, sí me gustan las convenciones que suelen plantearse en este género. Un protagonista antiheroico, símbolo del antiguo Far West, se enfrenta a la desaparición de ese modo de vida por la llegada de la civilización. Este planteamiento da juego para grandes historias. Una niña que contrata a un matón para que vengue su padre podría haber sido una de ellas, pero creo que se queda un poco plana en el desarrollo. El tema de la película no es el heroísmo, ni la redención, ni ninguno de los temas clásicos del western. Aquí se trata de una venganza pura y dura sin el más mínimo matiz. El padre de la adolescente ha sido asesinado y ella paga a un matón para que lo mate. No hay consideración moral alguna. Se le plantea al espectador como una acción justa que es reparada al final de la película cuando los asesinos son muertos a su vez.
Por lo demás, la película está bien hecha. El personaje de John Wayne, ese viejo matón alcohólico que vive con un chino y un gato, es bastante bueno. Aunque darle el Oscar por él me parece un poco exagerado. Habrá que ver con quién competía aquel año.
En definitiva: una buena película de entretenimiento, pero de ahí a considerarla un clásico creo que va a un mundo.
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