domingo, 25 de octubre de 2015

¿Son los hipsters una tribu urbana de toda la vida?



     Hace un cuarto de hora, viniendo para casa, me crucé con un hipster que hace tiempo que tengo fichado. El tipo trabaja en una de las tiendas de Inditex, una de esas tiendas que ofrecen imitaciones en masa asequibles para la clase media, pero se comporta como si fuese el cerebro de Chanel nº5. Aunque no hace falta que describa su atuendo, no me resisto a comentar que ahora tiene dos perritos minúsculos con los que mantiene exactamente la misma relación que con el chándal vintage superajustado que vestía hoy.
     A mí este individuo no me interesa lo más mínimo, pero me trajo a la cabeza el ensayo de Víctor Lemore Indies, hispters y gafapastas, Crónica de una dominación cultural. En este ensayo Lemore pone a esta tribu urbana contemporánea de vuelta y media. Da bastantes datos y marea la perdiz, pero su interpretación el fenómeno gira básicamente en torno a las siguientes ideas:
    a) el hispter está definido por en individualismo radical. Frente al compromiso político de otras tribus urbanas, el hipster es un hedonista que sólo piensa en sí mismo. No se identifica con los demás. Solo quiere destacar, ser distinto, diferente y único. 
     b) La falta de compromiso político lleva a los hipsters a definir su identidad individual no por lo que son, sino por lo que consumen. Un hipster es un individuo con un gusto 
exquisito, que se viste muy bien, muy moderno, con un estilo personal, y que le gustan series de televisión y música muy exclusiva. No escuchan el canto de loco ni les gusta Star Wars. Eso los equipararía con la mayoría de la sociedad y ya he dicho que el hipster busca como loco una identidad individual diferente de la de los demás. Por eso escuchan cosas supuestamente raras y que se mueven en el circuito underground. Esto se concreta, por ejemplo, en que adoraban la primera temporada de True Detective cuando era algo más o menos desconocido. La segunda temporada no les gusta nada no porque no sea tan buena como la primera -lo cierto es que es bastante peor-, sino porque True Detective se ha convertido en fenómeno de masas. Decir que te gusta ya no te distingue de nadie.

     c) Las razones por las cuales algo les gusta o no, a parte de la exclusividad, son que aparezcan en tal o cual revista de tendencias. Por supuesto, en esas revistas no se dan argumentos de peso para sancionar las diferentes manifestaciones culturales como maravillosas o basura. Simplemente se dice que mola o que apesta y ya está. 
      d) Los hipsters, en realidad, son un mercado creado artificialmente por empresas que ganan mucho dinero. Detrás de los creadores de tendencias que deciden qué consume el mercado hipster, hay estrategias comerciales que explotan el mercado de lo underground. El festival de Sundance, por ejemplo, es una estrategia para vender cine a ese público que busca lo alternativo. Lo mismo sucede con su ropa, que renuevan y cambian convulsivamente para que la sociedad de consumo siga girando y moviendo miles de millones de euros en todo el mundo. 



      e) Por supuesto, esto le parece superreaccionario. Son unas personas que lucen un look desenfadado y progresista, pero en realidad construyen su identidad en función del consumo y de ahí a la vara moral de medir del neoliberalismo hay un paso. La máxima "tanto tienes, tanto vales" de nuestros padres neoliberales -el mío no-, ha sido sustituida por "vales lo que consumes", que es más o menos lo mismo.

     Aunque no estoy de acuerdo en absoluto con Lemore, su ensayo es bastante interesante porque nos hace pensar sobre este nuevo fenómeno social al que de otra forma no le hubiese prestado más atención que una sonrisilla cuando me cruzo por la calle con alguno de estos barbudos vestido como un espantallo.
     No estoy de acuerdo con Lemore porque los hipsters son exactamente igual que cualquier otra tribu urbana de toda la vida.
     a) Eso de que las tribus urbanas tienen un compromiso político es un tópico falso. Para empezar, hubo muchas tribus que no se mojaban políticamente. Los grunges, por ejemplo, sólo estaban tristes. No recuerdo chapas reivindicativas en sus chaquetas de lana. Además, la relación con la política de los miembros de una determinada tribu es exactamente la misma que con su cazadora de cuero. Cuando un chaval se hace rocker, mod, skin o lo que sea, no está movido por la política, sino por la estética. Le gusta como se visten unos determinados personajes y los fagocita. Hace lo que hacen ellos y repite lo que ellos dicen. El posicionamiento político es impostado y se luce igual que una chapa. 
     b) Querer ser exclusivo también es un fenómeno de toda la vida. El disco que mola de Guns n´ Roses es el Appetite for destruction, Bad Religion se vendieron cuando se forraron con Stranger than fiction y todo lo que ha hecho Red Hot Chilli Peppers después de Blood, Sugar, Sex, Magic es basura comercial. Lo bueno para los adolescentes siempre es lo que solo es conocido por ellos, porque así se tiene una relación más intima con ellos. 
      c) La identidad construida a partir del consumo es una constante de las tribus urbanas desde su origen. Los mods compran los discos de mods, la ropa de mods y van a beber a los bares de mods. Consumen vida mod. Y lo mismo con los punkies, los heavys, los rockers, skaters, etc... Por supuesto, son vidas impostadas, ajenas, reificadas, porque es imposible que dos mods sean exactamente iguales, aunque todos escuchen lo mismo, se vistan igual y tengan las mismas costumbres. No veo que se diferencien en esto de los hipsters.
     d) Como sucede con los hispters, lo que es cool o lo que apesta responde a razones absolutamente triviales. Es lo que Finkielkraut llamó la cultura de los feelings. No hay una sola razón objetiva por la cual Jane´s Addition sean mejor que El Canto del Loco, más allá de que un señor de una revista guay ha dicho que así es. A mi no me gusta nada El canto del loco y sí Jane´s Addiction, pero difícilmente encuentro razones por las que los segundos son mucho mejores. 
    e) Como el en el caso hipster, el gusto en el resto de las tribus urbanas se decide en revistas, agencias de publicidad, empresas inversoras en el mercado joven y adolescente, etc... No hace falta recurrir a casos tan extremos como los Sex Pistols. ¿Es que acaso el brit pop, por ejemplo, no era una factoría de vender discos, ropa, merchandising, etc...?
      f) El gusto vintage, que tanto triunfa entre los hispters, también se da en otras tribus. A los mods y los rockers les gustaba la música de sus padres. Si los hipsters son conservadores, los mods y los rockers más, porque su gusto es el que sus padres les han dicho que es el adecuado.



     En definitiva, los hipsters con una tribu urbana como las de toda la vida. Aunque les joda, no son nada nuevo. 
     Pero no puedo acabar este post sin darles algo de caña, porque hay que reconocer que los hipsters son bastante asquerosos. La idea es de mi amigo T:

     Si Lemore quería llevar la crítica a los hipsters por la lucha de clase, le bastaba decir que son unos pobretones. Son, como el caso del hipster que tengo fichado, gente de clase media que trata de llevar una vida súperexquisita, lo que es propio y está reservado solo a los ricos. Es lo que Thorstein Veblen llamaba mímesis de dominación -los pobres imitan a los ricos porque los envidian- y lo que Bourdieu llamó violencia simbólica -los pobres adoptan de forma inconsciente los valores simbólicos y morales de los ricos, aunque esto vaya en contra de su interés-. Los hipsters son, en consecuencia, unos pobres diablos. 

Finkielkraut: La derrota del pensamiento.



    Hay dos formas de entender la sociedad y la cultura. La primera es la que arranca con la Ilustración y cristaliza en al Revolución Francesa -Rosseau y su Contrato Social-. Los hombres nacen libres y, en virtud de esa libertad, se asocian para vivir mejor. De esa asociación de hombres libres surge lo que conocemos como sociedad y su consecuencia que es la cultura. Una ley o una costumbre es buena o mala en tanto que mejore o empeore la vida de los hombres. Por eso los jacobinos le cortaron la cabeza al rey. Porque la monarquía absoluta entorpecía la felicidad de la mayor parte de los hombres que formaban aquel contrato social. El hombre nace ignorante y la cultura es todo aquello que le ayuda a salir de la caverna o, lo que es lo mismo, nos acerca a la Verdad. La cultura es ese ideal universal que hace progresar a los hombres libres a una sociedad mejor. 
    Frente a esa concepción racionalista de la cultura, surge, en el siglo XIX, de la mano de Herder, la reacción nacionalista. La cultura ya no es la construcción artificial de los hombres libres, sino un producto natural de la tierra. Según Herder, cada pueblo tiene su propio espíritu. El Volksgeist determina la forma de entender el mundo de los miembros de cada cultura y los hace semejantes entre sí. Es en esa semejanza de cosmovisiones en lo que se fundamenta la existencia de las diferentes naciones y pueblos. Los alemanes se asocian con los alemanes, los franceses con los franceses y lo gallegos con los gallegos porque son semejantes entre ellos y diferentes de un ruso o un español. Para Herder y los nacionalistas, una ley o una costumbre no es buena porque mejore nuestra forma de vida, sino sólo por ser ancestral. Cuanto más cercana esté al origen, menos contaminada estará y más Volksgeist será. De ahí que en su origen los nacionalismos estuviesen ligados a partidos políticos conservadores. Herder niega la libertad del hombre al privarle de la elección cultural y, además, es mentira por dos razones muy sencillas:
    1º: Si las culturas fuesen naturales, no cambiarían con el tiempo; y es evidente que un francés del siglo XII y  Finkielkraut no se parecen mucho.
   2º: Porque para explicar el origen de las culturas naturales tenemos que apelar una fuerza sobrehumana, una presencia divina o como le queramos llamar. ¿De dónde viene ese Volksgeist? A Finkielkraut no se le ocurre otra posibilidad más que lo hubiese puesto Dios ahí. O lo que es lo mismo: es así porque es así y punto. Según Finkielkraut, el pensamiento nacionalista y el pensamiento religioso recurren a la fe como base de su argumentación.
   El proyecto nacionalista niega la posibilidad de una Cultura universal con mayúsculas porque sostienen que nada puede ser interpretado fuera de su contexto. Cada hecho cultural carece de sentido fuera de la cultura en la que tiene lugar. Este relativismo cultural con un hipervaloración de las culturas populares en peligro de extinción, a parte de que puede derivar fácilmente en relativismo moral, ha hecho que unas coplillas de ciego sean equiparables al Rey Lear y unos zuecos de madera a un Tiziano, porque todos son hechos culturales al fin y al cabo. Shakespeare no es el dramaturgo más grande de la historia por haber demostrado un profundo conocimiento del ser humano, sino porque reproducía el discurso de la clase dominante que lo ha elevado a modelos por intereses de clase.

    Lo que se ha dado es un desplazamiento de la palabra cultura. Anteriormente, la calificación de algo como cultural implicaba una valoración especial. Para los ilustrados, la cultura es el conjunto de esas cosas que ayudan a mejorar al ser humano, en el sentido de que colaboran a hacerlo autónomo –libre- respecto a los apetitos momentáneos, a la dictadura del interés propio y a los prejuicios. Es decir, la racionalidad es la cultura. Como veis, hay un desplazamiento social de la palabra. El nacionalismo se apoya el el prestigio de la palabra para promover el respeto justamente por una de las tres cosas de las que la verdadera cultura intenta alejarnos: los prejuicios, las costumbres, la tradición, aquello que el espíritu gregario sanciona como bueno y que se puede oponer a los descubrimientos racionales de un individuo. Para el ideal racional, la función de la Cultura es hacernos conscientes de las particularidades del individuo y de la máxima autoridad del mismo en su lucha contra su sociedad y su cultura. 

lunes, 19 de octubre de 2015

Rose George: Noventa por ciento de todo.



    Noventa por ciento de todo es un ensayo sobre las navieras, la industria del transporte naval y la vida en este tipo de barcos. Así contado, la verdad es que no despierta mucho interés, si no es por cuestiones políticas. Esta -además del título, que me parece la mar de sugerente- fue la razón por la cual decidí invertir parte de mi tiempo con este ensayo. Y la verdad es que mis expectativas en este sentido se vieron totalmente defraudadas. Yo esperaba un ensayo de geografía y que se mojase políticamente, denunciando un sistema demencial que nos lleva, por ejemplo, a criar salmón en Escocia, embarcarlo para que lo manufacturen en Asia, y llevarlo de vuelta a Escocia para ser vendido en los supermercados. Un sistema delirante que se aprovecha de la globalización para explotar a trabajadores en el Tercer Mundo, que destruye tejido empresarial en Occidente y que hace un gasto irracional de energía en un Planeta que empieza a estar agotado. Eso era lo que yo esperaba, sobre todo si tenemos en cuenta el resumen con el que la editorial nos presenta el libro:

     "En las economías postindustriales ya no producimos, pero compramos, por lo que debemos enviar. Sin envío no habría ropa, alimentos, papel, o combustible. Sin envío, el mundo que conocemos no funcionaría (...)  El transporte de mercancías está ligado a un sistema bizantino de estructuras de propiedad ocultas, regulaciones complicadas, una mano de obra en gran parte procedente de países en desarrollo y unas condiciones de trabajo inhumanas. Lejos del escrutinio público, es un sistema sombreado de «banderas de conveniencia». George revela el funcionamiento y los peligros de un mundo invisible que es la clave para nuestra economía, nuestro medio ambiente y nuestra propia civilización."

     Pero no. Noventa por ciento de todo se moja algo políticamente, pero no demasiado. Es, más bien, un ensayo bastante anárquico, que habla un poco de todo, pero tampoco profundiza demasiado. Es una suerte de miscelánea en la que la autora habla de sus experiencias, comenta algo de investigaciones que hizo por su cuenta y reflexiona un poco en voz alta sobre algunas cosas. Pero no es un ensayo concienzudo, serio y académico. Para nada. 
     Yo no sé si en esto reside su mayor defecto o su mayor virtud. 
     Razones por la cual es un defecto son evidentes. Creo que, a parte de vivir en barco de transporte una temporada y pasarse una semana en un barco militar, no hay una investigación seria. A lo mejor estoy demasiado acostumbrado a los sesudos ensayos de antropología que acostumbro leer, pero es que hay cosas en Noventa por ciento de todo que no son tolerables. Así, por ejemplo, cuando habla del Prestige y la tragedia que llenó de chapapote las costas gallegas, liquida la cuestión exculpando en un par de líneas al capitán del barco y diciendo que el gobierno español la única solución que tomó fue alejar el barco para que murieran en altar mar y no molestaran. A lo mejor es porque el tema me toca de cerca, pero el caso del Prestige fue bastante más complejo. Es cierto que el gobierno trató de mandar el barco a alta mar, pero antes quiso endosarles el problema a los franceses y los portugueses llevando el barco roto a sus aguas territoriales. Pero además de eso, habría que hablar de los barcos monocasco, de las rutas de los petroleros sin control, de las subcontratas de subcontratas de subcontratas -de esto habla un poco pero a propósito de otro caso-, etc... Lo mismo sucede cuando habla de la piratería. Comenta así por encima que alguna razón tienen los que sostienen que el problema de los piratas surge por la pobreza, especialmente en Somalia, pero a continuación se centra en el aspecto individual de la toma de decisiones para condenar moralmente sin paliativos a cualquiera que se dedique a esta actividad. 
      Además de esta falta de rigor, Noventa por ciento de todo carece de estructura. Habla de un montón de temas, pero parece que escogidos un poco al azar, como si recogiese todo lo que se le ocurre acerca de las navieras y la marina mercante, pero sin una idea en torno a la que se estructure el ensayo. Nos cuenta un poco la vida de la gente en los barcos, nos habla de la legislación, de las ballenas, de lo que se puede hacer un puerto, de cómo se cruza el Canal de Suez, de la Segunda Guerra Mundial y montón de cosas más que lo único que tienen en común es la palabra barco. Esto, como comprenderéis, tampoco me parece demasiado serio.

     Y sin embargo uno se lo lee en un fin de semana. 

     Hay que decirlo: aunque como ensayo académico es un desastre, como entretenimiento es fenomenal. Rose George escribe bien, es muy ameno e incluso descripciones de más de veinte páginas, que en otro autor serían aburridísimas, se leen estupendamente bien. La autora tiene talento narrativo, facultad para dosificar los datos estrictamente etnográficos, y selecciona e introduce anécdotas con habilidad para que la lectura no decaiga. Cuenta, además, muchas curiosidades bastante interesantes. Más que como ensayo, yo me leería Noventa por ciento de todo como una obra literaria, otra más de ese género que está de moda ahora de la non-fiction, y entonces no defraudará. 

      En definitiva: una obra difícilmente valorable si nos atenemos a criterios tradicionales. Como ensayo tradicional no funciona. Como obra literaria de no ficción sí. Probablemente por esa falta de rigor.


sábado, 17 de octubre de 2015

Svetlana Alexievich: Voces desde Chérnobil.





      Voces desde Chérnobil es una obra maravillosa, pero aviso a futuros lectores que no es fácil de leer. 
      En primer lugar, la cuestión del género puede despistar al lector. Voces desde Chérnobil no es ni una novela, ni un ensayo al uso. No ficcionaliza y nos cuenta la vida de unos personajes que vivieron la catástrofe de Chérnobil. Tampoco es un texto expositivo en el que nos diseccionan los hechos, sus causas y sus consecuencias. La obra se limita a recoger los testimonios de la gente que vivió la tragedia para que nos cuenten cómo lo vivieron, qué les sucedió después y qué opinan de ello.  La idea motor de esta obra inclasificable es centrarse en la parte humana de la historia, en los sentimientos y los sufrimientos de los personajes anónimos que padecieron y vivieron la catástrofe. No sé si la autora se inspiró en Tolstoi, pero me recordó el ensayo final con la que el conde ruso cierra Guerra y Paz, donde defiende que la Historia se mueve antes por los millares de individuos anónimos que por los grandes hombres. La Historia oficial se centra exclusivamente en los actos de los considerados grandes hombres, mientras que obvia los sufrimientos y sentimientos de la gente que padeció aquellos acontecimientos. Aunque a priori este nuevo género literario pueda suponer una dificultar para el lector, creo que es un gran tanto a su favor, no solo por el posicionamiento ideológico, sino porque es tremendamente original.
     En segundo lugar, el hecho de recoger tantos testimonios hace que la obra carezca de estructura narrativa. El lector medio que se acerque a Voces desde Chérnobil esperando la narración tradicional con planteamiento, nudo y desenlace, algo de intriga, y personajes que evolucionan se va a ver defraudado. A pesar de que la autora agrupe los testimonios en partes a partir de núcleos temáticos, la narración resulta un tanto dispersa. Otra vez más, aunque esto dificulte la lectura, creo que vuelve a ser una virtud, ya que le da un aire de laberinto, de acumulación caótica, que genera en el lector la sensación de colectividad, porque no debemos olvidarnos que Chérnobil fue una desgracia que padecieron millones de personas. 

Svetlana Alexievich


      Todos y cada uno de los testimonios de Voces desde Chérnobil están cargados de lirismo, de una sensación de pérdida, de injusticia. Recoger uno detrás de otro las iniquidades derivadas de aquella catástrofe hubiese sido fácil y hubiese sido propio de un ensayista mediocre. Lo difícil -y en esto Alexievich es una auténtica maestra- es dotar de lirismo a esos testimonios, encontrar la belleza en el dolor. Pero no nos confundamos, no es una obra conformista. Encontrar la belleza en el dolor no tiene por qué ser sinónimo de conformismo. Al tiempo que es una obra inconmensurablemente bella, Voces desde Chérnobil es un libro de denuncia. El lirismo no sólo no le resta carácter combativo, sino que lo potencia. En este sentido, es significativo el testimonio con el que se abre la obra, el de la mujer del bombero y cómo permanece catorce días junto a su marido moribundo mientras las autoridades soviéticas le dicen que lo olvide, que el hombre que está en aquella cámara de aislamiento ya no es su marido, sino un trozo de carne contaminante. Durante la lectura uno tiene todo el tiempo la sensación de estar ante una distopía futurista, ante una de esas novelas de ciencia ficción que recrea un futuro de pesadiila. Lo alucinante es que no se trata de eso, sino de una obra que recoge fielmente la realidad, y eso es fundamental para mantener vida la memoria de lo que pasó allí.
     Solo por esta obra merece que le den el Nobel.



miércoles, 14 de octubre de 2015

James Frazer: La rama dorada.



    La rama dorada es una obra monumental en el doble sentido de la palabra. Es monumental por lo sorprendente de sus descubrimientos -no olvidemos que fue escrita en el S. XIX-, y es monumental por su extensión -la versión extendida pasa con largo de las mil páginas-. En este post trataré de hacer un resumen a partir de mis notas.
      
      Sir James Frazer se propone explicar el crimen ritual del rey-sacerdote de Nemi. El sucesor de este sacerdote-rey, para serlo, debía arrancar una rama y luego matar al rey en combate. Para llevar a cabo esta tarea, Frazer hace un auténtico despliege de recolección de datos y de antropología comparada.
     Frazer empieza haciendo su archiconocida distinción entre magia homeopática y magia contaminante. La magia homeopática se basa en la premisa de que lo semejante produce lo semejante. La magia contaminante en que, si actúo sobre algo que estuvo en contacto con una cosa o un ser, mis acciones tendrán repercusiones sobre esa cosa o ser. En la magia homeopática se da una asociación de ideas por semejanza -metáfora-, mientras que en la contaminante se asocia por contigüidad -metonimia-. 


Muñeco vudú. Claro ejemplo de magia simpática.

     Cuando el primitivo hace magia implícitamente cree que las leyes de semejanza y de contigüidad dominan la naturaleza inanimada. Da por seguro que estas leyes son universales. Entonces, concluye, Frazer, la magia es un sistema espúreo de leyes naturales así como una errónea guía de conducta. Es una ciencia falsa y un arte abortado. La magia primitiva es práctica, no racionada, no pensada, autorreflexiva. 
      Llama a los dos tipos de magia "magia simpatética", porque "ambas establecen que las cosas se actúan recíprocamente a distancia mediante una atracción secreta, una simpatía oculta cuyo impulso es transmitido de la una a la otra por intermedio de lo que podemos concebir como una clase de éter invisible, no desemejante al postulado por la ciencia moderna con objeto parecido para explicar cómo las cosas pueden afectarse entre sí a través de un espacio que parece estar vacío".

Hechizo de amor con pelo, Ejemplo de magia contaminante.

      Frazer cree que el tabú es una aplicación negativa de la magia práctica, ya que el individuo o la colectividad dejan de hacer algo por creer que ese acto puede tener consecuencias por esas leyes homeopáticas o contaminantes. 
      Hasta aquí Frazer describe la magia limitada al interés privado o particular de un
Hechicero
individuo concreto. Pero sucede que la magia también puede usarse para el bien común, y así surgen los hechiceros. Dado que suele ser un puesto de mucha relevancia para la comunidad, este puesto suele estar reservado para un individuo que destaque por su inteligencia. 
     Frazer es un hijo de su tiempo y, como tal, tiene una visión evolucionista del hombre y la cultura. Según el, la monarquía jugó un papel fundamental en el paso de la barbarie y el salvajismo a la civilización. Frazer sostiene que el hombre primitivo vivía esclavo de la tradición que no le permitía avanzar. Los grandes hombres, los superiores, quedaban anulados por esta tradición. Pero, si uno de estos hombres coge el mando -no olvidemos que los hechiceros eran los individuos de mayor talento de la comunidad- entonces pueden hacerse grandes cosas y la comunidad puede avanzar y mejorar. 
     Tanto la magia como la ciencia se mueven por el mismo principio: en la religión se pide ayuda a un ser sobrenatural para que altere las leyes de la naturaleza, mientras que la magia y la ciencia no apelan a ese ser sobrenatural. Ambas parten de la premisa de que hay unas leyes que rigen la Naturaleza y las tratan de usar en beneficio propio. Aunque la magia sea una pseudociencia errónea, ambas comparten el presupuesto de que hay un orden en la Naturaleza. El mago no duda ni por un momento que siempre las mismas causas provocarán los mismos efectos. 
     Como dije antes, el encargado de la magia pública, como por ejemplo hacer que llueva, es un personaje muy importante en la tribu, por lo que lo que los más avispados son los que se quedan con este rol y por lo que, con frecuencia, el rol de mago y rey se fusionan en la misma persona.
     A medida que las sociedades fueron evolucionando, ampliaron su conocimiento, lo que llevó al decaimiento de la magia en favor de la religión. Los primitivos percibieron como evidente que no había relación causal entre los conjuros y los resultado de estos. El papel de la magia fue ocupado por la religión, que se preocupa menos por provocar efectos que por una relación espiritual con seres sobrenaturales. 
     Paralelamente el mago fue sustituido por el sacerdote. Este último era la figura de la comunidad a la que estaba reservado el contacto con la divinidad. Y de ahí se derivan fácilmente dos procesos de divinización: 
    a) la divinización temporal, el la que el Dios entra temporalmente en el cuerpo del sacerdote. Aquí se hacen menos milagros. Se asocia más a sabiduría. Normalmente esta suerte de divinización se limita a que el Dios hable por boca del sacerdote.
     b) definitiva.


     Frazer considera los cultos de los árboles cultos de la fertilidad. En los primeros estadios de la humanidad se adoraban los árboles de forma particular -un árbol en concreto-. Se creía que tenían alma -animismo-. Luego se pasó a adorar en general al espíritu del bosque o lo que sea que lo habitaba e iba cambiando de árbol en árbol. No se centraban en un árbol concreto, lo que, a ojos de Frazer, supuso un gran salto para abandonar el animismo. En relación con estos cultos de los árboles, Frazer recoge infinitud de cultos por todo el mundo que consisten en casar a un mortal con un Dios.

     A partir de aquí Frazer deja la teoría y pasa a explicar la costumbre de arrancar una rama, y asesinar ritualmente al sacerdote de Nemi. Para ello reocge una apullante cantidad de ejemplos de otras culturas en las que hay cultos similares. Me los salto porque reseñar, aunque solo fuese una mínima parte, haría que este post necesitase dos horas para ser leído. Voy directamente a sus conclusiones:
       a) El culto en Nemi era un culto a la fertilidad, de ahí la importancia del árbol y la rama sagrada. 
     b) Entre el rey-sacerdote de Nemi y la Naturaleza había una relación mágica simpatética. El rey-sacerdote participaba de la Naturaleza e influía en la fertilidad. El espíritu del bosque vivía en el rey.
   c) La Roma antigua era, como otras muchas culturas, un matriarcado. En los matriarcados era frecuente la costumbre de que el rey fuese un extranjero que se casaba con una princesa. 
        d) El rey-sacerdote de Nemi era considerado el consorte de Diana, diosa romana de la fertilidad. Era un extranjero que había llegado al lugar y se había casado con Diana, la lideresa del matriarcado.

Ruinas del templo de Diana en Nemi.


     e) En Roma y en otros muchos lugares el paso de un rey a otro no se daba por herencia, sino por medio de una carrera o incluso una pelea entre el antiguo rey y el aspirante. De ahí que el aspirante a rey tuviese que matar en combate al rey-sacerdote de Nemi.
        f) Dado que entre el rey y la naturaleza había una relación mágica con la Naturaleza, el aspirante tenía que romper esa relación expresada simbólicamente en la rama. Si el sacerdote-rey estaba imbuido del espíritu del árbol, es lógico que hubiese que cortar la rama.
      g) Al morir, el espíritu del bosque que moraba en el rey, pasaba a su sucesor. El espíritu no muere, sino que cambia de morada.
        h) En muchos lugares se mataba al rey al observar el mínimo signo de decadencia o, incluso, de forma preventiva antes de observar cualquier signo. Ello es debido a que, si hay una relación mágica entre el rey la Naturaleza, la decadencia del primero puede influir en las cosechas, problemas de fertilidad y las consiguientes hambrunas, etc... Para evitar esta suerte de magia simpatética, se cambiaba de rey antes de esta magia pudiese tener lugar. Así, el extranjero aspirante a sacerdote-rey de Nemi tenía que matar a su predecesor.
       




  
     

martes, 13 de octubre de 2015

Henning Mankell: El retorno del profesor de baile.



     Hay hace una semana que murió Mankell y es un momento como cualquier otro para acordarnos de sus virtudes. 
     Aunque escribió mucho y bastante variado, Mankell conquistó la fama gracias a sus novelas policíacas, especialmente las de la saga protagonizada por Wallander. Es un representante de eso que se ha dado en llamar la novela negra nórdica o escandinava y que tanto éxito cosechó con el superventas Stieg Larsson. 
      No soy un gran fan de la novela negra y ya he comentado lo que creo que se debe hacer con este género en otros posts (Benjamin BlackJöel DickerJosephine Tey y Petros Markaris). Y creo que Mankell hace exactamente eso:
     En El retorno del profesor de baile Mankell no se preocupa tanto por una trama que sorprenda a la lector dándole vueltas y más vueltas a los acontecimientos, sino que se centra en los personajes. Casi desde el principio sabemos quién es el asesino. La verdadera investigación se centra en los motivos por los que fue asesinado y ello hace que el detective vaya construyendo la personalidad del asesino. Es, en este sentido, más una novela de personaje que de acción. Y no lo hace mal, porque acaba construyendo un personaje redondo lleno de aristas y bastante interesante. 
     Paralelamente a la personalidad del asesino, el lector va conociendo al protagonista, al que acaban de diagnosticar un cáncer de lengua y que vive angustiado con la idea de la enfermedad y la muerte. Aunque en varias ocasiones dice no saber por qué investiga, el verdadero móvil de la investigación no está tanto en que el muerto sea un antiguo compañero -realmente nunca fueron amigos-, ni la curiosidad, sino darle un sentido a esa vida que se está desmoronando, darle a esa mente que está resbalando hacia la depresión un asidero al que agarrarse -en esto me recuerda mucho a El corazón de las tinieblas, cuando el protagonista se pone a arreglar el barco para tener la mente ocupada y no dejarse arrastrar a la locura de Kurtz-.
     Alrededor de estos personajes Mankell construye una trama con todos los atractivos del género: una conspiración nazi a nivel mundial, un pueblecito apartado que acaba convirtiéndose en el eje del mundo, una mujer fatal y todo eso, que no es nada nuevo, pero que funciona. 
    En definitiva, una buena novela de género negro, que no cambiará la historia de la literatura, pero que hará disfrutar a los amantes del género sin la necesidad de excesos ni trucos baratos.  

lunes, 12 de octubre de 2015

Clerks (Kevin Smith)



    Clerks, como Pulp Fiction, fue la película de una generación. Recuerdo ir a verla y sentirme totalmente identificado con los personajes y el director, y tener todo el tiempo la sensación de que aquella película hablaba de mí mismo. Tenía dieciséis o diecisiete años. Ahora tengo treinta y ocho y me propuse volver a verla.  
    Así, a bote pronto, se me ocurren un montón de virtudes de esta película:
    En primer lugar, fue rodada con un presupuesto bajísimo y supo hacer de la necesidad virtud. Utiliza casi exclusivamente un único escenario, filma en blanco y negro -supongo que para disimular defectos- y basa toda su acción en el diálogo. No necesita trucos de cámara ni efectos especiales para ganarse al espectador.
    En segundo lugar, plantea un conflicto muy adecuado a la edad del protagonista: no es capaz de tomar decisiones, algo muy normal a los veintipocos años. A esa edad es el momento en que las personas tomamos las decisiones que van a determinar el rumbo de nuestras vidas. Pero no estamos preparados para ello, tenemos inseguridades y no acabamos de ver el futuro claro. Esto se da en muchos aspectos de la vida -porque, pese a lo que nos traten de transmitir ahora los creadores de opinión del neoliberalismo, la vida no se reduce a lo estrictamente económico-. Así, el protagonista de Clerks está confinado en un trabajo basura, no acaba de ponerse a estudiar, nunca acaba de tomar una decisión en nada y en el plano sentimental duda una y otra vez entre su novia del instituto y su actual pareja.
    Además, Clerks tiene algunos diálogos bastante interesantes. Me gusta mucho el que tiene lugar al principio, cuando el protagonista y su novia hablan de con cuántas personas se han acostado. Él dice doce y ella tres. Ella tiene un pequeño arrebato de celos y él, muy machito, le resta importancia. Pero luego pasan a hablar de a cuántas personas ella le ha hecho una felación. Ella contesta que treinta y seis y entonces él se enfada muchísimo. Es un poco chorra, pero refleja perfectamente la mentalidad masculina que, pese a lo que digamos, seguimos siendo machistas. 
     Pero, pese a todas estas virtudes y otras muchas que me habré dejado en el tintero, me aburrí como una ostra viendo Clerks. Ha envejecido fatal. Lo que antaño me parecían unos golpes de ingenio fantásticos, como introducir a un personaje que no habla -Bob el Silencioso- o los diálogos sobre el tabaco y los chicles, hoy en día me parecen gestos vacíos que no aportan nada. No veo qué hay de interesante en ese personaje que no habla y sólo fuma, más allá de que mola porque sí. Es cool solo porque es cool y nada más. Es a lo que Finkielkraut se refiere como la cultura de los feelings y pone como símbolo de todo ello a la MTV. Gestos de cara a la galería, vacíos de significado, sobre los que los adolescentes construyen sus gustos y sus modos de vida. ¿Por qué mola que haya un personaje que no habla? Hace casi veinte años, cuando salí del cine, le dije a mi novia de por aquel entonces:
    -Tía, ¿te quedaste con Bob el Silencioso? Qué puntazo. 
    Ahora ha pasado el tiempo, he cambiado y creo que Clerks se queda como el reflejo de lo que fue una generación y como un producto que solo interesa a la franja de edad que puede sentirse identificada con los conflictos que viven sus personajes porque ellos mismos también los están experimentando. 
     Richard Linklater, en su maravillosa Trilogía Before hace algo parecido. Pone a personajes que representan lo que uno es y dice a los veinte, a los treinta y a los cuarenta años. Sin embargo, Linklater ofrece profundidad psicológica, mientras que Kevin Smith se limita a darles a los veinteañeros con ciertas aspiraciones lo que les gusta. Así, Linklater trasciende las edades y Kevin Smith ofrece un producto de consumo. 

Intocable (Oliver Nakache y Eric Toledano)



     Un parapléjico millonario aristócrata contrata a un expresidiario del extrarradio de París para que le cuide. Poco a poco surge la amistad entre estos dos individuos tan diferentes. 
     Intocable no plantea nada nuevo. El conflicto sobre el que construye la acción ha sido repetido una y mil veces. Dos personajes, representantes cada uno de un modo de vida opuesto, coinciden. Por debajo de las posiciones y las clases sociales está la naturaleza humana, las personas de carne y hueso, de ahí que estas dos personas a priori irreconciliables se acaben acercando. El mensaje es claro: más allá de las clases sociales están las personas. 
    Pese a que la película está basada en una historia real, es más que discutible que esta premisa sea cierta. Puede que haya sucedido en un caso, pero cada día las personas percibimos la frontera de las clases sociales y sufrimos el no poder acceder a espacios y posiciones reservadas para las clases dominantes. La historia de Intocables es la excepción que confirma la norma: las fronteras sociales aíslan a los individuos, más allá de las psicologías y las inclinaciones individuales. En este sentido, el mensaje de Intocables no sólo es falso, sino que es tremendamente conservador, ya que da la sensación de que vivimos en un mundo maravilloso en el que, al final, se imponen el amor y la armonía. Con esto no quiero decir que haya que juzgar a una película por cuestiones políticas. Nada más lejos de mi intención. Pero sí que, cuando planteas un mensaje como el de Intocables, hay que tener un poquito de cuidado y no ser tan naif. 
    Para que esta estructura narrativa funcione es necesario estereotipar a los personajes. El espectador debe reconocerlos enseguida como símbolos o representantes de una clase social. Esto, evidentemente, le resta profundidad psicológica, de modo que los dos protagonistas de este filme son bastante planos. 
     Y sin embargo Intocables es muy agradable de ver. Es un ejemplo claro de que en el arte la forma es tanto o más importante que el contenido. Tiene ritmo narrativo y, aunque sabemos de sobra cómo va a acabar, disfrutamos con todos y cada uno de los gags cómicos y hasta le acabamos cogiendo cariño a los personajes. Es una película perfecta para esas noches en las que, cansado después de un día de trabajo, no te apetece romperte la cabeza con El séptimo sello. Permite desconectar, disfrutar y pasar un buen rato. Eso sí, siendo conscientes qué visión del mundo nos está transmitiendo.

domingo, 11 de octubre de 2015

Michel Houellebecq: Sumisión



     Tengo una amiga que es fan de Houellebecq. Le encantaron Las partículas elementales, Plataforma y Ampliación del campo de batalla. Sin embargo, La posibilidad de una isla, El mapa y el territorio y Sumisión no acaban de convencerla. 
     - Ya no es el que era. -dice.
     Hasta hace poco yo pensaba lo mismo. Pero ya no.
     Sumisión es Houellebecq en estado puro. Tiene absolutamente todos los componentes de su literatura:
     a) un rollo provocador. Aquí plantea una supuesta Francia en la que gana las elecciones un partido musulmán.
      b) el protagonista encarna el malestar de la cultura. No le encuentra sentido a la vida en la sociedad del bienestar.
     c) la concepción de una sociedad en decadencia, lo que le lleva a cargar contra todas las instituciones y grupos de pensamiento franceses, desde el partido socialista a Marine Le Pen, pasando por los herederos de Mayo del 68. En Sumisión, esta decadencia se concibe como algo similar a la caída del Imperio Romano, que se pudrió por dentro y fue sustituido por una nueva cultura más fuerte. En el futuro hipotético de Houellebecq los musulmanes son los bárbaros del S. XXI.
      d) Un puntito provocador. Tal y como están las cosas, hablar del Islam ya te pone en boca de todos. Lo cierto es que tampoco se pasa tanto con ellos y hasta me atrevería a decir que es más duro con la Francia laica. 
     e) mucho sexo. Houellebecq tiende a llenar todas sus novelas con sus fantasías sexuales.
     f) Reflexiones sociológicas dejadas caer aquí y allá, sin profundizar mucho, apuntando más que deteniéndose a explicar aspectos.
     g) Una voz propia. Esta creo que es su mayor virtud. Houellebecq tiene un universo propio que el lector identifica enseguida como suyo y no de cualquier otro,

     Y pese a que esta nueva novela tiene todo lo que uno espera de Houellebecq, a mí no me volvió loco. Y es porque me he estoy haciendo mayor. Las tres primeras novelas de Houellebecq las leí con veintitantos años. A esa edad uno se deja impresionar fácilmente con las provocaciones, esas reflexiones sociológicas que parecen diseccionar nuestra cultura del bienestar y siente el placer de los prohibido y lo desviado en las cochinadas sexuales que cuenta Houellebecq. Pero, como digo, uno se hace mayor y estas cosas dejan de interesarle. En primer lugar, Houellebecq provoca, pero no tanto. En Francia se montó un lío de carallo con la publicación de esta novela porque coincidió con el atentado a Charlie Hebdo. Pero si leéis la novela, realmente no es para tanto. Casi hasta diría que es una provocación cómoda. En segundo lugar, esas reflexiones sociológicas que parecen desentrañar el estado del bienestar acaban siendo un tanto superficiales. Uno ya tiene unos años y ahora lee más ensayo que novela y cualquier ensayo de sociología le da veinte mil vueltas en este aspecto. Y en tercer lugar, el sexo en la novela tiende a aburrirme. Como el protagonista de Sumisión, con veinte años me empalmaba con cualquier cosa. Ahora ya no.
     En cualquier caso, la novela se lee bastante bien y es entretenida, No te cambiará la vida, pero está bien. Merece la pena leerla, sobre todo porque, como dije arriba, Houellebecq tiene un universo propio, y eso es lo que lo convierte en un escritor de verdad.
      

sábado, 10 de octubre de 2015

Louie (Louie C. K.)




     La idea de esta serie no es nada original: nos cuenta la vida de Louie, un cómico que hace comedia en vivo. Las deudas con Seinfeld y Curb your enthusiasm son evidentes:
     a) cuenta la vida de un cómico.
     b) hay incisos en la narración, en las que se introducen pequeños fragmentos de monólogos que se suponen que son una actuación en vivo, como hacía Seinfeld.
     c) Es una serie sobre nada, como cuentan George y Seinfeld en aquel maravilloso capítulo de humor meta en el que nos explican cómo se les ocurrió la idea de Seinfeld. En los capítulos no suele haber un conflicto que mueva la acción. Solo nos cuentan el día a día de unos personajes. De hecho, hay muchos capítulos en los que se nota mucho que son una sucesión de scketches independientes unos de otros.
     d) Esta serie sobre nada hace una exposición pública de la vida de un personaje. Esta exposición no está pensada para su lucimiento personal, sino más bien para representar a un individuo mezquino, lleno de inseguridades.
     e) La risa de la mayoría de las situaciones surge por la vergüenza ajena. -en este punto no llega al extremo de Curb your enthusiasm, que por momentos se hace insoportable, no por mala, sino por lo extrema que es-.
     f) Como Larry David, está filmada casi estilo gonzo, muy cutre, cámara en mano.
    
    Y sin embargo, aunque no sea nada original, Louie se ve bastante bien.  No hay mucho más que decir de ella que todas esas influencias -cuando no plagios directos-. Pero el personaje te acaba cayendo bien y algunos de los scketches tienen cierta profundidad psicológica y te hacen reflexionar un poco sobre la naturaleza humana y nuestra sociedad occidental. 

El banquete de boda (Ang Lee)



     Simon y Wai-Tung son dos gays que viven juntos en Manhattan. Para disipar las sospechas de los padres de Wai-Tung, Simon sugiere que organice una boda de conveniencia con Wei-Wei, una joven inmigrante que necesita la carta verde de inmigración para poder permanecer en los Estados Unidos. Pero cuando los padres de Wai-Tung llegan a Nueva York insisten en organizar el banquete, lo que traerá muchas complicaciones. (Filmaffinity)

      Hay películas que envejecen fatal. Y tal es el caso de El banquete de boda. Seguro que en su momento tocaba temas muy controvertidos. El choque cultural, el choque generacional y, sobre todo, la homosexualidad, no eran cuestiones fáciles de tratar en el cine, como sucede ahora. La película tiene mérito por eso. Pero este mérito no impide que el tiempo le caiga encima como una losa. Como le sucede a toda obra artística con marcado tinte social o político, cuando las circunstancias políticas y sociales cambian, pierde interés. Ya no hay nada rompedor en ella. Ni plantea debate. Solo se ha quedado como un documento de lo que fue una época. Esto puede superarse si la historia es bella. Pero no es el caso de El banquete de boda. Se queda a camino entre dos aguas. Ni es dramática, ni es cómica. Sólo es aburrida. No hay nada que emocione, ni nada que haga reír. 
    En definitiva: una pena que no ha superado el paso del tiempo.

Monstruoso (Matt Reeves)



    Unos amigos están celebrando la fiesta de despedida de uno de ellos, que se va a trabajar a Japón. De repente, un monstruo espantoso ataca Nueva York y cuatro amigos empiezan toda una aventura para rescatar a una quinta amiga, casualmente la mujer de la que está enamorado el que se iba a Japón.
     Evidentemente, nadie que se siente ante el televisor a ver esta película espera ver un filme de arte y ensayo. Me apetecía una película de intriga y algo de acción. No se puede vivir el 100 % de nuestro tiempo en el mundo del espíritu. A veces el cerebro necesita descansar y desconectar un poco. A priori, Monstruoso cumplía con lo que le pido a esos momentos en los que tengo el cerebro agotado: Matt Reeves aseguraba una dirección correcta y la producción de JJ Abrahams una dosis de intriga lo suficientemente alta y bien gestionada como para mantenerme hora y media mirando la televisión. Perdidos y Fringe no son las mejores series del mundo, pero nadie domina tan bien la técnica de cliffhunger como Abrahams. 
     Pues fue un fiasco colosal. Esta película es una puta mierda con todas las letras. Podría escribir líneas y líneas denostándola, pero es que ni siquiera se merece eso. Solo cuatro apuntes:
    - Lo del monstruo que aparece en Manhattan es un argumento muy de serie B, rollo la Gozdilla japonesa, que no pega ni con cola con una producción de mucha pasta como esta. Hay cosas que no mezclan bien, como el agua y el aceite.
    - Está rodada cámara en mano, como una falsa película real hecha con una cámara de aficionado por uno de los personajes. Supongo que decidieron este formato para ganar en credibilidad, pero lo cierto es que es un handicap insalvable. En primer lugar, porque se mueve tanto la imagen que acabé con un dolor de ojos insoportable. Y en segundo lugar, porque, si se gastan un pastón en efectos para crear los monstruos, por lo menos que se vean bien.
    - La trama es una tontería horrible. No hay nada de intriga ni nada que se le asemeje. Tan solo se trata de las dificultades que se encuentran los protagonistas en la búsqueda de la amiga. No explican nada de por qué está el monstruo ahí, ni qué se hace con él, ni que pasa después, cuando todo ha terminado. 
     - Los actores son más planos que Castilla. Pero tampoco podían lucir mucho con semejante trama.
     En consecuencia, un bodrio espantoso. Menos mal que solo dura setenta minutos.