Noventa por ciento de todo es un ensayo sobre las navieras, la industria del transporte naval y la vida en este tipo de barcos. Así contado, la verdad es que no despierta mucho interés, si no es por cuestiones políticas. Esta -además del título, que me parece la mar de sugerente- fue la razón por la cual decidí invertir parte de mi tiempo con este ensayo. Y la verdad es que mis expectativas en este sentido se vieron totalmente defraudadas. Yo esperaba un ensayo de geografía y que se mojase políticamente, denunciando un sistema demencial que nos lleva, por ejemplo, a criar salmón en Escocia, embarcarlo para que lo manufacturen en Asia, y llevarlo de vuelta a Escocia para ser vendido en los supermercados. Un sistema delirante que se aprovecha de la globalización para explotar a trabajadores en el Tercer Mundo, que destruye tejido empresarial en Occidente y que hace un gasto irracional de energía en un Planeta que empieza a estar agotado. Eso era lo que yo esperaba, sobre todo si tenemos en cuenta el resumen con el que la editorial nos presenta el libro:
"En las economías postindustriales ya no producimos, pero compramos, por lo que debemos enviar. Sin envío no habría ropa, alimentos, papel, o combustible. Sin envío, el mundo que conocemos no funcionaría (...) El transporte de mercancías está ligado a un sistema bizantino de estructuras de propiedad ocultas, regulaciones complicadas, una mano de obra en gran parte procedente de países en desarrollo y unas condiciones de trabajo inhumanas. Lejos del escrutinio público, es un sistema sombreado de «banderas de conveniencia». George revela el funcionamiento y los peligros de un mundo invisible que es la clave para nuestra economía, nuestro medio ambiente y nuestra propia civilización."
Pero no. Noventa por ciento de todo se moja algo políticamente, pero no demasiado. Es, más bien, un ensayo bastante anárquico, que habla un poco de todo, pero tampoco profundiza demasiado. Es una suerte de miscelánea en la que la autora habla de sus experiencias, comenta algo de investigaciones que hizo por su cuenta y reflexiona un poco en voz alta sobre algunas cosas. Pero no es un ensayo concienzudo, serio y académico. Para nada.
Yo no sé si en esto reside su mayor defecto o su mayor virtud.
Razones por la cual es un defecto son evidentes. Creo que, a parte de vivir en barco de transporte una temporada y pasarse una semana en un barco militar, no hay una investigación seria. A lo mejor estoy demasiado acostumbrado a los sesudos ensayos de antropología que acostumbro leer, pero es que hay cosas en Noventa por ciento de todo que no son tolerables. Así, por ejemplo, cuando habla del Prestige y la tragedia que llenó de chapapote las costas gallegas, liquida la cuestión exculpando en un par de líneas al capitán del barco y diciendo que el gobierno español la única solución que tomó fue alejar el barco para que murieran en altar mar y no molestaran. A lo mejor es porque el tema me toca de cerca, pero el caso del Prestige fue bastante más complejo. Es cierto que el gobierno trató de mandar el barco a alta mar, pero antes quiso endosarles el problema a los franceses y los portugueses llevando el barco roto a sus aguas territoriales. Pero además de eso, habría que hablar de los barcos monocasco, de las rutas de los petroleros sin control, de las subcontratas de subcontratas de subcontratas -de esto habla un poco pero a propósito de otro caso-, etc... Lo mismo sucede cuando habla de la piratería. Comenta así por encima que alguna razón tienen los que sostienen que el problema de los piratas surge por la pobreza, especialmente en Somalia, pero a continuación se centra en el aspecto individual de la toma de decisiones para condenar moralmente sin paliativos a cualquiera que se dedique a esta actividad.
Además de esta falta de rigor, Noventa por ciento de todo carece de estructura. Habla de un montón de temas, pero parece que escogidos un poco al azar, como si recogiese todo lo que se le ocurre acerca de las navieras y la marina mercante, pero sin una idea en torno a la que se estructure el ensayo. Nos cuenta un poco la vida de la gente en los barcos, nos habla de la legislación, de las ballenas, de lo que se puede hacer un puerto, de cómo se cruza el Canal de Suez, de la Segunda Guerra Mundial y montón de cosas más que lo único que tienen en común es la palabra barco. Esto, como comprenderéis, tampoco me parece demasiado serio.
Y sin embargo uno se lo lee en un fin de semana.
Hay que decirlo: aunque como ensayo académico es un desastre, como entretenimiento es fenomenal. Rose George escribe bien, es muy ameno e incluso descripciones de más de veinte páginas, que en otro autor serían aburridísimas, se leen estupendamente bien. La autora tiene talento narrativo, facultad para dosificar los datos estrictamente etnográficos, y selecciona e introduce anécdotas con habilidad para que la lectura no decaiga. Cuenta, además, muchas curiosidades bastante interesantes. Más que como ensayo, yo me leería Noventa por ciento de todo como una obra literaria, otra más de ese género que está de moda ahora de la non-fiction, y entonces no defraudará.
En definitiva: una obra difícilmente valorable si nos atenemos a criterios tradicionales. Como ensayo tradicional no funciona. Como obra literaria de no ficción sí. Probablemente por esa falta de rigor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario