Hay
dos formas de entender la sociedad y la cultura. La primera es la que
arranca con la Ilustración y cristaliza en al Revolución Francesa -Rosseau y su Contrato
Social-. Los hombres
nacen libres y, en virtud de esa libertad, se asocian para vivir
mejor. De esa asociación de hombres libres surge lo que conocemos
como sociedad y su consecuencia que es la cultura. Una ley o una
costumbre es buena o mala en tanto que mejore o empeore la vida de
los hombres. Por
eso los jacobinos le cortaron la cabeza al rey. Porque la monarquía
absoluta entorpecía la felicidad de la mayor parte de los hombres
que formaban aquel contrato social. El
hombre nace ignorante y la cultura es todo aquello que le ayuda a
salir de la caverna o, lo que es lo mismo, nos acerca a la Verdad. La
cultura es ese ideal universal que hace progresar a los hombres
libres a una sociedad mejor.
Frente a esa concepción racionalista de la cultura,
surge, en el siglo XIX, de la mano de Herder, la reacción
nacionalista. La cultura ya no es
la construcción artificial de los hombres libres, sino un producto
natural de la tierra. Según Herder, cada pueblo tiene su propio
espíritu. El Volksgeist determina la forma de entender el mundo de
los miembros de cada cultura y los hace semejantes entre sí. Es en
esa semejanza de cosmovisiones en lo que se fundamenta la existencia
de las diferentes naciones y pueblos. Los alemanes se asocian con los
alemanes, los franceses con los franceses y lo gallegos con los
gallegos porque son semejantes entre ellos y diferentes de un ruso o
un español. Para
Herder y los nacionalistas, una ley o una costumbre no es buena
porque mejore nuestra forma de vida, sino sólo por ser ancestral.
Cuanto más cercana esté al origen, menos contaminada estará y más
Volksgeist será. De ahí que en su origen los nacionalismos
estuviesen ligados a partidos políticos conservadores. Herder niega la
libertad del hombre al privarle de la elección cultural y, además, es
mentira por dos razones muy sencillas:
1º:
Si las culturas fuesen naturales, no cambiarían con el tiempo; y es evidente que un francés del siglo XII y Finkielkraut no se parecen mucho.
2º:
Porque para explicar el origen de las culturas naturales tenemos que
apelar una fuerza sobrehumana, una presencia divina o como le
queramos llamar. ¿De dónde viene ese Volksgeist? A Finkielkraut no se le ocurre otra posibilidad más que
lo hubiese puesto Dios ahí. O lo que es lo mismo: es así porque es
así y punto. Según Finkielkraut, el pensamiento nacionalista y el
pensamiento religioso recurren a la fe como base de su argumentación.
El
proyecto nacionalista niega la posibilidad de una Cultura universal
con mayúsculas porque sostienen que nada puede ser interpretado
fuera de su contexto. Cada hecho cultural carece de sentido fuera de
la cultura en la que tiene lugar. Este relativismo cultural con un
hipervaloración de las culturas populares en peligro de extinción,
a parte de que puede derivar fácilmente en relativismo moral, ha
hecho que unas coplillas de ciego sean equiparables al Rey
Lear
y unos zuecos de madera a un Tiziano, porque todos son hechos
culturales al fin y al cabo. Shakespeare no es el dramaturgo más
grande de la historia por haber demostrado un profundo conocimiento
del ser humano, sino porque reproducía el discurso de la clase
dominante que lo ha elevado a modelos por intereses de clase.
Lo
que se ha dado es un desplazamiento de la palabra cultura.
Anteriormente, la calificación de algo como cultural implicaba una
valoración especial. Para los ilustrados, la cultura es el conjunto
de esas cosas que ayudan a mejorar al ser humano, en el sentido de
que colaboran a hacerlo autónomo –libre- respecto a los apetitos
momentáneos, a la dictadura del interés propio y a los prejuicios.
Es decir, la racionalidad es la cultura. Como veis, hay un
desplazamiento social de la palabra. El nacionalismo se apoya el el
prestigio de la palabra para promover el respeto justamente por una
de las tres cosas de las que la verdadera cultura intenta alejarnos:
los prejuicios, las costumbres, la tradición, aquello que el
espíritu gregario sanciona como bueno y que se puede oponer a los
descubrimientos racionales de un individuo. Para el ideal racional, la función de la Cultura es
hacernos conscientes de las particularidades del individuo y de la
máxima autoridad del mismo en su lucha contra su sociedad y su
cultura.
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