viernes, 14 de agosto de 2015

Relatos salvajes (Damián Szifrón)



   Esto de hacer una película con seis historias independientes es un poco tramposo, porque más que una película es una colección de cortos. Es cierto que los seis cortos que integran Relatos salvajes tienen una temática común, pero es una temática tan ambigua que difícilmente pueden cohesionarlos en torno a una película. Por eso creo que la categorización de Relatos salvajes como película y no como colección de cortos responde más a intenciones comerciales -de hecho creo que fue la película argentina más taquillera de la historia- que a que realmente pertenezca a este género. Esto no quiere decir que Relatos salvajes no esté bien, que lo está, sino que prevengo al espectador acerca de lo que va a ver.

    Como dije, los seis cortos de Relatos salvajes tienen una temática común. Todos tratan sobre la venganza y como poco a poco las personas van perdiendo el control en una sociedad demenciada, en grandes urbes donde nadie tiene tiempo para nada, hay resentimientos entre clases sociales y las personas hemos perdido parte de nuestra humanidad en esas enormes burocracias absurdas que son los estados.

   La calidad de los diferentes cortos es irregular: el primero, el del avión, es lo que se entiende por un corto de toda la vida: una situación que se complica rápidamente y se resuelve en un giro final que sorprende el espectador. Pero no va más allá. No tiene significado profundo más allá de la ya citada sorpresa del espectador.

   El segundo, el del bar de carretera, tiene un poco más de vuelo, pero tampoco es que vaya a hacer historia. Es una breve reflexión sobre la diferencia entre fantasear con la venganza y llegar a hacerlo realmente.

   El tercero es bastante bueno. Todo empieza con una discusión en la carretera y la cosa se desmadra. Nos hace pensar sobre el modo en que las personas nos transformamos cuando estamos dentro del coche. Dentro de él nos sentimos protegidos, no sólo por el anonimato y por el chasis, que funciona como una barrera protectora entre nosotros y el mundo, sino porque debido a esa barrera simbólica se despersonalizan las relaciones humanas. Si tropezamos con alguien por la calle, inmediatamente pedimos perdón, mucho antes de saber de quién ha sido la culpa. Sin embargo, basta con que alguien tarde en arrancar en un semáforo para que lo agredamos simbólicamente con el claxon,  y muchas ocasiones no tan simbólicamente por medio de insultos -afortunadamente pocas veces se llega a la agresión física, aunque tampoco es tan raro-.

   El corto de Ricardo Darín es el mejor de todos. Es una especie de Kafka moderno, con un hombre indefenso ante las arbitrariedades de una burocracia gigantesca -una multa de tráfico que poco a poco va tomando dimensiones colosales-. Pero a diferencia de Kafka, el director de Relatos salvajes no deja desvalido a su protagonista, que al final es capaz de tomar el mando de los acontecimientos, y además aprovecha para hacer una crítica a la corrupción en las despersonaliza las burocracias administrativas de los estados.

   A continuación viene el del niño rico que atropella a una embarazada y se da a la fuga. Un corte con tintes sociales en el que los ricos pueden comprarlo todo, incluso la culpa. Y además una demostración de cómo los seres humanos nos aprovechamos de cualquier situación por muy penosa que sea para obtener beneficios personales, lo que es el germen de la corrupción. Un buen corto que incide en la más abyecta miseria moral.

   La idea del último corto está bien, pero creo que lo exagera todo demasiado, de modo que no resulta creíble. Todo gira en torno a la sensación de amor y odio que tiene el amor despechado/traicionado, esa sensación confusa en la que detestas a la persona amada por el daño que te está haciendo pero, al mismo tiempo, la sigues queriendo porque los sentimientos humanos no son programas informáticos que pueden manipularse inmediatamente con un interruptor, sino que necesitan su tiempo. De ahí la desorientación y el comportamiento errático de los protagonistas de este corto, especialmente de Romina, la novia traicionada. Pero, como digo, está tan exagerado que por momentos te echa del corto.

    Y nada más, salvo dejar claro que técnicamente está muy bien filmada, un poco al estilo Hollywood, pero muy bien hecha. Creo que merece la pena verla.

2 comentarios:

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  2. Humo. Tópicos a punta pala de trazo grueso y con una tesis evidente. Quiero q el especies tador debata sobre esto. Válido para una clase de instituto como mucho

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