domingo, 16 de agosto de 2015

Battlestar Galactica (Reimaginada) (Glen A. Larson)



    Desde hace unos años estamos asistiendo a la dignificación de la ciencia ficción como género. No en vano Houellebecq dijo que el único género interesante que podía ofrecer algo nuevo a la novela era la ciencia ficción. No sé si estoy de acuerdo con una afirmación tan radical, pero de lo que sí que estoy convencido es de que la ciencia ficción no es un subgénero pulp para tipos extraños, sino un género con unas convenciones que ofrece infinitas posibilidades. Estas posibilidades no se limitan a poder contar extraordinarias aventuras en un mundo creado ad hoc que permite muchísima mayor libertad creativa, sino que nos permite proyectar nuestro mundo sobre un hipotético futuro y reflexionar así sobre nosotros. Cuando escribí sobre La chica mecánica dije que "La ciencia ficción tiene que partir del mundo en el que vivimos ahora, fijarse en algunos detalles, imaginar qué pasaría si... y contar una historia. Pero esa historia no tiene que ser sólo batallitas. Si el autor hace eso, no pasa de ser un género de entretenimiento vacío. Pero los autores pueden ir más allá y utilizar la ciencia ficción para reflexionar sobre nuestro mundo y plantearnos dilemas éticos.". 

   Y es exactamente lo que hace Galactica. Este post no es un análisis exhaustivo de la serie, sino algunas de las preguntas que me planteó.

    En primer lugar, esta serie es una revisión del mito americano de la conquista del Oeste. Los personajes de esta flota interestelar viajan huyendo de la guerra para conquistar un territorio, del mismo modo que lo hicieron los colonos norteamericanos. Este viaje iniciático se nos cuenta como una lucha contra el entorno natural (en este caso el espacio estelar y la guerra contra los Cylon) que parece una novela de Jack London en el futuro.

   En segundo lugar, esta serie reflexiona sobre la naturaleza humana. Al situar a los personajes en unas condiciones de vida extremas, los guionistas pueden llevarlos a situaciones en las que los personajes se vean desprovistos de cualquier aditamento cultural y vemos así que hay de humano y qué de animal.

     En tercer lugar, la guerra entre los humanos y los Cylon es religiosa. Los Cylon son monoteístas y quieren exterminar a los politeístas humanos a los que consideran unos idólatras. Como en todas las guerras religiosas, no se trata de vencer al adversario, sino de exterminarlo, de acabar completamente con él. Las guerras religiosas van más allá de la economía. Es una cuestión de fe y precisamente por eso es muy fácil deshumanizar al adversario. 

Un Cylon.
    En cuarto lugar, la serie reflexiona sobre los límites éticos de la ciencia. Los seres humanos crearon a los Cylon, que, aunque sean una creación humana, tienen sentimientos. ¿Son entonces humanos como nosotros?

    En quinto lugar, también plantea la cuestión filosófica de la inmortalidad de los Cylon. Al comienzo de la serie estos seres no tienen sentimientos, precisamente por su inmortalidad (como sucede, por ejemplo, en el relato El inmortal de Borges). Hay un momento determinado en que uno de ellos reflexiona en voz alta acerca de la naturaleza humana y sostiene que lo que hace perfectos en los seres humanos es precisamente su mortalidad, ya que esta es la que nos permite tener sentimientos y dota de sentido todos y cada uno de los instantes de nuestra vida. Cuando, a finales de la serie, los Cylon se convierten en mortales, emerge en ellos la naturaleza humana y, consecuentemente, la guerra decae.

    En sexto lugar, hay mucha reflexión política. Los pocos humanos que quedan tienen que organizarse políticamente, y lo hacen sobre el modelo de la democracia representativa estadounidense. Pero esta convivencia no es fácil y surgen muchos conflictos que te hacen pensar sobre qué es y qué no es la democracia y que es lícito en ella. Así por ejemplo, hay un momento en el que hay una rebelión en las colonias y la presidenta le pide al comandante Adama que intervenga el ejército y este le contesta que el ejército está para luchar contra los enemigos exteriores del Estado. Luchar contra los enemigos internos del Estado es labor de la policía. Cuando el ejército hace la labor de la policía, la democracia es sustituida por la tiranía.

Adama, interpretado por el gran Edward James Olmos.


   En séptimo lugar, hay un pasaje en el que nos invita a pensar acerca de los límites de la guerra. La estrella de combate Pegasus está mandada por una comandante cuyo objetivo es ganarle la guerra a los Cylon cueste lo que cueste, incluso si eso supone acabar con la vida de algunos humanos. En esto se opone al comandante Adama y la nave Galactica, cuyo objetivo es salvar a los seres humanos mucho antes que destruir a los Cylon. Todas las guerras empiezan como Adama, pero normalmente, poco a poco van derivando hacia la Pegasus. La nave Pegasus antepone ganar la guerra a la supervivencia de la raza humana. Se trata de odio en estado puro y por eso la comandante de esta nave ha perdido su humanidad.

La comandante de la Pegasus y parte de su tripulación.

    Podría seguir así durante muchísimo tiempo, enumerando todo aquello sobre lo que nos hace pensar esta serie, pero no acabaría nunca.

    Y, por si no fuese suficiente, además es muy divertida. La acción avanza con mucha rapidez, es dinámica y amena. Está bien filmada, tiene una estética muy personal y visualmente es muy bonita.

Apolo y Starbuck. En esta revisión de la serie, Starbuck es una mujer.
Lo mismo sucede con la presidenta, que ya no es un hombre.
La serie hasta tiene reivindicaciones de género. Starbuck huye de los roles femeninos.
Una mujer puede hacer perfectamente el papel de soldado tradicionalmente reservado a los hombres.

    Postdata: no hay que olvidarse de la complejidad psicológica de los personajes. No se trata de estereotipos, sino de personajes llenos de matices que los hacen tremendamente reales y cercanos. El personaje de Gaius Baltar es absolutamente fascinante. Su relación con el poder, con el sexo, su facilidad para sobrevivir incluso cuando todo está en su contra, sus dilemas éticos y, en definitiva, esa densa malla que conforma su personalidad hace de él uno de los mejores personajes de la historia de la ficción televisiva.


Las diferentes caras del gran Gaius Baltar.








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