martes, 28 de abril de 2015

Análisis político: entre la prensa deportiva y el corazón.




    Supongo que todo el mundo estará de acuerdo conmigo en que una tertulia de análisis político debería constar de un grupo de expertos que opinen acerca de las medidas que toma tal o cual gobierno, valorando las causas y los efectos, si van a tener repercusiones sobre la ciudadanía y si, en caso de tenerlas, serán positivas o no. Sin embargo, de un tiempo a esta parte las tertulias políticas se han convertido en un gallinero en el que hay de todo menos el rigor que se le supone a los intelectuales que se sientan a ellas.
    Cada vez hay más tertulias políticas en la parrilla televisiva y radiofónica. Uno puede estar escuchando o viendo programas de este tipo desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche de forma ininterrumpida. Sin embargo, este aumento de los contenidos políticos no se debe tanto a la preocupación de las cadenas por la coyuntura de este país, sino, mucho me temo, a que estos programas son muchísimo más baratos que las series, las películas y los documentales. Hace tiempo escuché a Iñaki Gabilondo reflexionando sobre el éxito de los reality shows. Explicaba que, en contra de la creencia generalizada, no tienen más audiencia, pero que son mucho más rentables para las cadenas porque son muchísimo más baratos. Basta con un mismo plató con cambios mínimos en el decorado y con contratar a cuatro famosillos de medio pelo para que griten un poco. Además, los realities son muy flexibles. Puedes hacer que duren lo que te dé la gana y rellenar así las franjas horarias a tu antojo. Mucho me temo que la proliferación de programas de análisis político a la que estamos asistiendo en los últimos tiempos se debe a la misma lógica. Sólo difieren en que, en lugar de contratar a María Patiño y a Kiko Matamoros, se ficha a unos pseudointelectuales para que repitan las consignas de tal o cual partido. 
    Como dice el título de este post, las tertulias de análisis político cada vez se asemejan más a la prensa deportiva. Cuando se valora la política de un gobierno apenas si se habla de las medidas tomadas. Se dice sucintamente que el gobierno de turno ha hecho tal o cual cosa y a continuación se valora como maravillosa o un desastre, pero nadie analiza por qué. Pongamos por ejemplo la política económica del gobierno de Mariano Rajoy. No se habla de la coyuntura internacional, en qué medida sus reformas han surtido efecto o si es sólo que el ciclo ecómico ha cambiado solo. Tan sólo se nos dice que Rajoy es maravilloso o un energúmeno. Los periodistas repiten una y otra vez eslóganes al lado unas determinadas siglas políticas tratando de crear en el espectador un sentimiento de identificación o repulsa sin la más minima valoración crítica. No hay más que apelación a la irracionalidad. Esto, evidentemente, es una perversión de lo que debe ser la información política. Se supone que la política es la actividad por la cual se organiza la vida de los ciudadanos por medio de medidas colectivas. Habría, por tanto, que hacerlo de la manera más racional posible. Para ello es necesario el análisis sereno y detallado. Pero esto, en el mundo de comunicación de masas, aburre. No se llenan horas de prime time con intelectuales con gafas de leer de cerca colgando de la punta de la nariz desmenuzando datos.  Para las cadenas de radio y televisión y para los partidos políticos es mucho más eficaz llevar el debate político por el lado sentimental. A las primeras les conviene porque es mucho más divertido y se llega a mucha más gente porque no exige esfuerzo ni preparación; y a los segundos porque no tienen que explicar qué hacen o dejan de hacer. Y así los programas de información y opinión política se han igualado al Chiringuito de Jugones de la Sexta. Los contertulios gritan "Venezuela", "el partido del IBEX", "capitalismo de amiguetes" o "despilfarro" como se grita "Forza Barça" o "Hala Madrid;" y se interrumpen, no se dejan hablar y ponen caras. Es un espectáculo total y absolutamente visceral. Desafío a que alguien me diga en que se diferencia Inda de Tomás Roncero.
    Por otro lado, asistimos a una rosización del análisis político. Hoy por la mañana, por ejemplo, estaban hablando en la SER de Mariano Rajoy, de las divisiones de su partido y de las luchas de poder. Que si la Cospedal y Soraya no se llevan, que Esperanza Aguirre está por cambiarse a Ciudadanos, etc... Y lo mismo con el PSOE y Pedro Sánchez y Susana Díaz. Que si ella está esperando el descalabro de Sánchez para presentarse a la presidencia, que si Sánchez quiere liquidar al sector crítico, que si bla... bla... bla... Todo intriguillas mezquinas por el poder. Pues a mí que no me jodan, pero esto es lo que vemos todas las noches en Gran Hermanoo  el programa ese de La Isla de los Famosos. Que si Carmen Lomana no se lleva con Nacho Vidal, que si Chabelita ha cambiado de chaqueta y ahora es amiga de no sé quién por interés, o que Belén Esteban ha roto con su Migue. 
     En otro post hablé del Infoentretenimiento como un nicho comercial que habían encontrado las cadenas para las clases medias con aspiraciones intelectuales. Pero la decadencia debate político está yendo mucho más allá. ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Que se líen a tortas los contertulios de Al rojo vivo? ¿Que se besen Inda y Antón Losada en antena? Pueden parecer disparates, pero yo ya he visto a Ramoncín, el Rey del Pollo Frito, sentado en una tertulia de esas. Os dejo la prueba ahí abajo.



     

    

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