jueves, 23 de abril de 2015

Mary Douglas: Pureza y peligro.




    Mary Douglas sostiene en Pureza y peligro que aquellos fenómenos que son culturalmente contradictorios o ambiguos son automáticamente rechazados1. Según esta antropóloga, percibir es permitir que una impresión externa prefabricada sea captada por nuestro entendimiento. Los seres humanos tenemos en la mente una serie de esquemas previos -representaciones colectivas- en los que tendemos a colocar o encajar los estímulos externos que nos llegan. Las sugestiones externas que se ajustan bien a nuestros esquemas son aceptadas inmediatamente; tendemos a tratar las ambiguas como si encajasen imperfectamente en el esquema, y a rechazar las contradictorias: “los hechos incómodos, que se niegan a ajustarse, tendemos a ignorarlos o a distorsionarlos para que no turben estos supuestos establecidos. Cualquier cosa de la que tenemos noticia es, de un modo general, seleccionada y organizada en el mismo acto de percibir”.
    A medida que los seres humanos vamos creciendo y va pasando el tiempo, acumulamos gran cantidad de sugestiones atendiendo a los criterios que acabamos de señalar. De este modo vamos confirmando nuestros esquemas mentales -todo lo que no encaja es rechazado- y así, poco a poco, vamos construyendo prejuicios conservadores. Estos prejuicios nos infunden confianza y, cuando nos topamos con estímulos que no encajan en ellos, normalmente nos provocan sensaciones desagradables. Evidentemente, esto no siempre es así, y, en ciertos casos, no sentimos rechazo ante la ambigüedad, como suele ocurrir en el caso de la poesía, que es ambigua. Asimismo, los individuos poseemos la facultad de cambiar o revisar nuestros esquemas mentales. Esta revisión es relativamente fácil a nivel individual, pero, según Mary Douglas, es mucho más complejo cuando se trata de cuestiones culturales, ya que cambiar de cultura es mucho más difícil que cambiar de opinión. Según Douglas,

no es imposible que un individuo someta a revisión su propio esquema personal de clasificación. Pero ningún individuo vive aislado y habrá recibido su esquema de otros, siquiera sea parcialmente.
La cultura, en el sentido de los valores públicos establecidos de una comunidad, mediatiza las experiencias de los individuos. Provee de antemano algunas categorías básicas y configuraciones positivas en que las ideas y los valores se hallan pulcramente ordenados. Y por encima de todo, goza de autoridad, ya que induce a cada uno a consentir porque los demás también consienten. Pero su carácter público hace más rígidas sus categorías. Un particular puede o no revisar sus supuestos. Se trata de un asunto privado. Pero las categorías culturales pertenecen a la cosa pública. No pueden ser fácilmente sometidas a revisión”.

Como es de suponer, cualquier cultura se enfrenta con cierto número de anomalías que no encajan bien dentro del sistema o esquema cultural común. Hay cinco opciones de respuesta ante estas anomalías. En primer lugar, las anomalías pueden ser reajustadas dentro del sistema:

Por ejemplo, cuando tiene lugar un nacimiento monstruoso las líneas de demarcación entre lo humano y lo animal pueden verse amenazadas. Si podemos rotular el nacimiento monstruoso como acontecimiento de un género peculiar, las categorías podrán ser reconstituidas. Así, los nuer consideran los partos monstruosos como crías de hipopótamo que nacen accidentalmente de los seres humanos; con esta rotulación la acción apropiada es clara. Dulcemente los arrojan al río, al que pertenecen”.

En segundo lugar, la anomalía puede ser controlada físicamente:

Así, en algunas tribus del oeste de África la regla de que se debe matar a los gemelos tan pronto nacen elimina una anomalía social, si se sostiene que dos seres humanos no pueden nacer del mismo vientre al mismo tiempo. O tómese a los gallos que cantan de noche: si al punto se les retuerce el pescuezo, no viven para contradecir la definición de que cantan al amanecer”.

En tercer lugar, se puede diseñar una regla para evitar las anomalías y reforzar de este modo las definiciones con las que esta anomalía parece no estar conforme: “Así pues, allí donde el Levítico aborrece de los seres que reptan, debemos ver la abominación como el lado negativo del modelo de las cosas aprobadas”.
    En cuarto lugar, las anomalías pueden ser consideradas como peligrosas. A este respecto, Mary Douglas señala que los individuos no funcionamos como las instituciones. Mientras que los individuos, ante la anomalía, podemos intentar convencer a los demás o replantearnos nuestras convicciones, las instituciones, al considerarlas peligrosas, las ponen más allá de toda discusión.
Y, en último lugar, por medio del mito y del rito, podemos sublimar esas anomalías y reintroducirlas en el sistema de representaciones colectivas culturales. Nos enfrentamos a la anomalía desde el orden social, la reconocemos y, de este modo, la reinsertamos en los sistemas culturales:
podemos emplear símbolos ambiguos en la poesía y en la mitología con el objeto de enriquecer el significado o de llamar la atención sobre otros niveles de existencia [...]. El rito, por usar los símbolos de la anomalía, puede incorporar el mal y la muerte junto con la vida y la bondad dentro de una configuración única y grandiosa [...]. Si la impureza es la materia fuera de sitio, debemos acercarnos a ella a través del orden”

Para relacionar estos conceptos de antropología simbólica con la antropología política, Mary Douglas sostiene que

muchas ideas sobre el poder se basan en una idea de la sociedad como serie de formas que contrastan con los informes que tiene en derredor. Hay poder en las formas y otro poder en el área desdibujada, en los márgenes, en las líneas confusas y más allá de los límites extensos”

Cada estructura social posee una serie de símbolos en los que se manifiesta. Estas representaciones colectivas se consideran puras, no contaminadas. Todo aquello que no encaja dentro de estas representaciones colectivas se trata de impuro y se margina. Así sucede por ejemplo con los expresidiarios y el problema que estos tienen para encontrar trabajo debido al miedo que suscitan en el resto de la sociedad. Si no existe un nuevo rito de asimilación, los expresidiarios permanecen al margen del sistema junto con otras personas a los que se les atribuyen todas las acciones sociales equivocadas.
 De acuerdo con Mary Douglas, hay cuatro clases de contaminación social: el peligro que amenaza las fronteras externas, el peligro que procede de la transgresión de las líneas internas del sistema, el peligro que aparece en los márgenes de las líneas y el peligro que parte de la contradicción interna, cuando algunos postulados básicos se hallan negados por otros postulados básicos, de modo que, en algunos aspectos, el sistema parece contradecirse a sí mismo.
 Mary Douglas dice que la contaminación y la moral no tienen por qué estar siempre relacionadas, aunque en ocasiones puedan estarlo. Según ella, hay cuatro relaciones:

(1) Cuando una situación está moralmente mal definida una creencia de contaminación puede proporcionar la regla que determine post hoc si ha tenido o no lugar la infracción.
(2) Cuando los principios morales entran en conflicto, una regla de contaminación puede reducir la confusión por el simple hecho de proporcionarle un motivo de inquietud.
(3) Cuando una acción que se considera moralmente mala no provoca indignación moral, la creencia en las consecuencias perjudiciales de la contaminación puede tener el efecto de agravar la importancia de la ofensa, y de alinear así a la opinión pública del lado de lo que es justo.
(4) Cuando las sanciones prácticas no refuerzan la indignación moral, las creencias de contaminación pueden proporcionar un medio de disuadir a los posibles malhechores”

Cruzar la barrera social se considera una contaminación peligrosa que se debe evitar. Cuando se ataca a la comunidad desde fuera, el peligro externo fomenta la solidaridad de los miembros de la cultura. Cuando esto mismo se hace desde dentro, por obra de individuos indisolutos, estos pueden ser castigados y volver así a consolidar públicamente la estructura. Algunas contaminaciones son demasiado graves para permitir que sobreviva el ofensor, pero, en la mayoría de los casos, estas contaminaciones sólo exigen remedios muy sencillos que deshagan sus efectos. Para ello, las diferentes culturas disponen de ritos para revertir, lavar, borrar y subsanar las contaminaciones. Gracias a ellas se pueden eliminar los efectos de la contaminación para satisfacción de todos en poco tiempo y con poco esfuerzo. Como señalaba Mary Douglas, tiene que haber un rito para que lo anómalo sea reinsertado. Esta es una de las funciones principales de los ritos. Así, por ejemplo, cuando un miembro de la sociedad ya no es un adulto, pero aún no desempeña ese rol, es ambiguo, porque no es niño ni adulto, no es una cosa ni la otra, está en el margen, en la frontera, en el limen. Para solucionar esta ambigüedad, surgen en las diferentes culturas los diferentes ritos de paso de niño a adulto.

Mary Douglas


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