Pierre Bourdieu: Sobre la televisión.
Hoy sonó la radio-despertador a las 7:30
a.m. Y lo primero que oí, antes siquiera de abrir los ojos, fue la noticia del desagradable
incidente de Esperanza Aguirre y su fuga de la guardia de tráfico.
-Por si alguien vive
en otro planeta, Esperanza Aguirre aparcó su coche en el carril bus de Callao y
se bajó tan campante a sacar dinero en un cajero automático. Unos guardias de
movilidad urbana la vieron y le pusieron una multa. No lo debían estar haciendo
lo suficientemente rápido porque Esperanza Aguirre, sin dar más explicaciones,
se metió en su coche, arrancó y se dio a la fuga, arrollando en la salida una
moto que había aparcada. Los agentes la siguieron hasta su casa, le pusieron
otra multa y la acusan de resistencia a la autoridad-.
Mientras me duchaba y
luego desayunaba escuché la tertulia política de la radio que dura media hora.
Dedicaron veinticinco minutos a debatir sobre el incidente Aguirre.
Las primeras palabras
que escuché en el trabajo fueron:
-¿Viste lo de
Esperanza Aguirre? Qué fuerte.
En el recreo, mientras
descansamos a media mañana, el profe de francés y yo solemos hablar de libros y
películas. Hoy lo hicimos de Esperanza Aguirre.
A las dos tocó el timbre
que anunciaba el final de la jornada escolar. Es Viernes y vuelvo a Coruña. De
dos a tres hay un boletín informativo que suelo escuchar en la radio mientras
conduzco. Noticia casi monográfica: Esperanza Aguirre. A estas horas ya habían
introducido un dato nuevo: Esperanza Aguirre se está planteando denunciar a los
agentes por detención ilegal.
Llegué a casa justo a
tiempo para ver el final de los telediarios y comprobar sin sorpresa que la
prensa audiovisual también había optado por dedicarle todo su tiempo a la
exministra de cultura y expresidenta de la Comunidad de Madrid. Según dije el
presentador, el tema tiene ardiendo las redes sociales.
Después del telediario
en la Sexta ponen un programa cómico no muy bueno que acostumbro a ver con Ana
mientras comemos. Veinte minutos de chistes sobre el affaire Aguirre.
No he vuelto a poner
la radio ni la televisión, pero estoy seguro de que los magazines de tarde
también hablarán de ella. Y tampoco he bajado todavía al bar, pero me juego la
vida a que será el tema de conversación entre cerveza y cerveza.
Independientemente de
lo que pensemos de la señora Aguirre –a mí me parece una gilipollas- y su
incidente, todo esto me ha hecho pensar sobre los medios de comunicación y el
papel que juegan en la sociedad en la que vivimos. Y me vino a la memoria un
libro de Bourdieu que leí hace mucho, pero que creo que viene al caso.
Sobre la televisión es un ensayito de divulgación, supongo que un
bolo para hacer algo de pasta. No juzgo al autor por ello, sobre todo si pienso
en Bauman, que lleva veinte años colocándonos la misma idea con títulos
diferentes, y que no se corta un pelo en publicar con letra bien grande y buen
espacio de interlineado para llegar a las cien páginas que tiene que tener como
mínimo un libro vendible en la Fnac –lo de Vida
de consumo es un escándalo-.
Probablemente porque
es un bolo, Sobre la televisión se
lee bien, cosa que no puede decirse de todos sus libros, y Bourdieu es un
pensador muy interesante. Aquí aplica su teoría de la violencia simbólica a los
medios de comunicación. Según Bourdieu, la violencia simbólica es la que se
ejerce sin que los opresores y los oprimidos sean conscientes de ello. O dicho
con otras palabras: la violencia simbólica es que te coman la cabeza sin que te
des cuenta.
Los medios de
comunicación ejercen la violencia simbólica de tres formas:
En primer lugar, te
dicen en qué tienes que pensar y de qué tienes que hablar, porque ellos deciden
qué es noticia y qué no. Hoy toca Esperanza Aguirre, ayer Bolinaga y mañana
supongo que la enésima declaración de Artur Mas o un nuevo intento de saltar la
valla de Melilla. Se podría pensar que, como hay muchos medios de comunicación,
tenemos acceso a una información variada y que el ciudadano puede elegir qué
sucesos de la realidad son noticia para él. Pero no. La información es
exactamente la misma en todos lados. Dice Bourdieu que esto es consecuencia de
la competitividad. Según el credo neoliberal, el monopolio uniformiza y la
competencia no. A ojos de Bourdieu, esta creencia es falsa porque, si un medio
saca un titular o una noticia, el de la competencia no puede quedarse al
margen, aunque sólo sea para desmarcarse un poco. “Esta especie de juego de
espejos que se reflejan mutuamente produce un colosal efecto de enclaustramiento,
de aislamiento mental.”
En segundo lugar, los
medios convierten lo excepcional en cotidiano. Hay que dar noticias. Noticiable
sólo es aquello que se sale de lo común, así que los medios sólo hablan de lo
excepcional. Y así el ciudadano percibe y entiende el mundo a partir de la
excepcionalidad, lo que es absolutamente perverso, porque nuestra vida, por
definición, es cotidiana. Debido a esta dinámica parece que lo único que pasa
en el mundo es lo excepcional, cuando lo único que realmente pasa en nuestros
mundos es lo cotidiano. Y esto provoca una percepción de la realidad
distorsionada. Tenemos la sensación de que España tiene un serio problema de
seguridad pública porque todos los días nos dan noticias de robos y crímenes,
cuando lo cierto es que son cosas excepcionales –por eso son noticia- y, si hay
un número suficiente de delitos como para poner dos o tres a la semana, es
porque vivimos en un país de cuarenta y siete millones de personas.
Y en tercer lugar, no
te ofrecen la información pura, sino que, además de decidir en qué debes
pensar, ya te la dan interpretada. Te dicen qué tienes que pensar y cómo hacerlo.
Según Bourdieu, en los medios de comunicación hay una relación perversa entre
pensamiento y tiempo. Pensar requiere tiempo para madurar las cosas. Pero en un
noticiero de veinte minutos te dan quince noticias, de modo que es absolutamente
imposible detenerse a reflexionar. Entonces ya te las piensan ellos por ti y
para eso inventaron las tertulias y los editoriales. Bourdieu habla de los
falsos debates, en los que los contertulios, que aparentemente defienden
posturas radicalmente opuestas, resulta que luego son amiguetes y se van a
tomar cañas juntos. Todo ese debate enconado es una farsa. “La gente se da
cuenta de que allí ocurre algo, pero no tiene idea de hasta qué punto se trata
de un mundo cerrado, volcado sobre sí mismo y, por lo tanto, impermeable a sus
problemas, incluso a su existencia”. Pero esta opereta sirve para que los
contertulios, ya identificada su posición política de antemano, decidan lo que
tienen que pensar de una determinada noticia los espectadores de izquierdas y
los espectadores de derechas. “Nuestros presentadores de telediarios, nuestros
moderadores de debates, nuestros comentaristas deportivos, se han convertido,
sin tener que esforzarse demasiado, en solapados directores espirituales,
portavoces de una moral típicamente pequeñoburguesa, que dicen «o que hay que
pensar de lo que ellos llaman los problemas de la sociedad”.
Y nada más. El libro
lo editó en español Anagrama y cuesta 6.90 euros. Te lo puedes bajar gratis de
internet, pero no me atrevo a colgar el enlace no vaya a ser que el equipo de
Blogger se vuelva a enfadar conmigo y me cierren el blog otra vez.
Pierre Bourdieu |
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