viernes, 4 de abril de 2014

Pierre Bourdieu: Sobre la televisión.





    Hoy sonó la radio-despertador a las 7:30 a.m. Y lo primero que oí, antes siquiera de abrir los ojos, fue la noticia del desagradable incidente de Esperanza Aguirre y su fuga de la guardia de tráfico.
                -Por si alguien vive en otro planeta, Esperanza Aguirre aparcó su coche en el carril bus de Callao y se bajó tan campante a sacar dinero en un cajero automático. Unos guardias de movilidad urbana la vieron y le pusieron una multa. No lo debían estar haciendo lo suficientemente rápido porque Esperanza Aguirre, sin dar más explicaciones, se metió en su coche, arrancó y se dio a la fuga, arrollando en la salida una moto que había aparcada. Los agentes la siguieron hasta su casa, le pusieron otra multa y la acusan de resistencia a la autoridad-.
                Mientras me duchaba y luego desayunaba escuché la tertulia política de la radio que dura media hora. Dedicaron veinticinco minutos a debatir sobre el incidente Aguirre.
                Las primeras palabras que escuché en el trabajo fueron:
                -¿Viste lo de Esperanza Aguirre? Qué fuerte.
                En el recreo, mientras descansamos a media mañana, el profe de francés y yo solemos hablar de libros y películas. Hoy lo hicimos de Esperanza Aguirre.
                A las dos tocó el timbre que anunciaba el final de la jornada escolar. Es Viernes y vuelvo a Coruña. De dos a tres hay un boletín informativo que suelo escuchar en la radio mientras conduzco. Noticia casi monográfica: Esperanza Aguirre. A estas horas ya habían introducido un dato nuevo: Esperanza Aguirre se está planteando denunciar a los agentes por detención ilegal.
                Llegué a casa justo a tiempo para ver el final de los telediarios y comprobar sin sorpresa que la prensa audiovisual también había optado por dedicarle todo su tiempo a la exministra de cultura y expresidenta de la Comunidad de Madrid. Según dije el presentador, el tema tiene ardiendo las redes sociales.
                Después del telediario en la Sexta ponen un programa cómico no muy bueno que acostumbro a ver con Ana mientras comemos. Veinte minutos de chistes sobre el affaire Aguirre.
                No he vuelto a poner la radio ni la televisión, pero estoy seguro de que los magazines de tarde también hablarán de ella. Y tampoco he bajado todavía al bar, pero me juego la vida a que será el tema de conversación entre cerveza y cerveza.
                Independientemente de lo que pensemos de la señora Aguirre –a mí me parece una gilipollas- y su incidente, todo esto me ha hecho pensar sobre los medios de comunicación y el papel que juegan en la sociedad en la que vivimos. Y me vino a la memoria un libro de Bourdieu que leí hace mucho, pero que creo que viene al caso.
                Sobre la televisión es un ensayito de divulgación, supongo que un bolo para hacer algo de pasta. No juzgo al autor por ello, sobre todo si pienso en Bauman, que lleva veinte años colocándonos la misma idea con títulos diferentes, y que no se corta un pelo en publicar con letra bien grande y buen espacio de interlineado para llegar a las cien páginas que tiene que tener como mínimo un libro vendible en la Fnac –lo de Vida de consumo es un escándalo-.
                Probablemente porque es un bolo, Sobre la televisión se lee bien, cosa que no puede decirse de todos sus libros, y Bourdieu es un pensador muy interesante. Aquí aplica su teoría de la violencia simbólica a los medios de comunicación. Según Bourdieu, la violencia simbólica es la que se ejerce sin que los opresores y los oprimidos sean conscientes de ello. O dicho con otras palabras: la violencia simbólica es que te coman la cabeza sin que te des cuenta.
                Los medios de comunicación ejercen la violencia simbólica de tres formas:
                En primer lugar, te dicen en qué tienes que pensar y de qué tienes que hablar, porque ellos deciden qué es noticia y qué no. Hoy toca Esperanza Aguirre, ayer Bolinaga y mañana supongo que la enésima declaración de Artur Mas o un nuevo intento de saltar la valla de Melilla. Se podría pensar que, como hay muchos medios de comunicación, tenemos acceso a una información variada y que el ciudadano puede elegir qué sucesos de la realidad son noticia para él. Pero no. La información es exactamente la misma en todos lados. Dice Bourdieu que esto es consecuencia de la competitividad. Según el credo neoliberal, el monopolio uniformiza y la competencia no. A ojos de Bourdieu, esta creencia es falsa porque, si un medio saca un titular o una noticia, el de la competencia no puede quedarse al margen, aunque sólo sea para desmarcarse un poco. “Esta especie de juego de espejos que se reflejan mutuamente produce un colosal efecto de enclaustramiento, de aislamiento mental.”
                En segundo lugar, los medios convierten lo excepcional en cotidiano. Hay que dar noticias. Noticiable sólo es aquello que se sale de lo común, así que los medios sólo hablan de lo excepcional. Y así el ciudadano percibe y entiende el mundo a partir de la excepcionalidad, lo que es absolutamente perverso, porque nuestra vida, por definición, es cotidiana. Debido a esta dinámica parece que lo único que pasa en el mundo es lo excepcional, cuando lo único que realmente pasa en nuestros mundos es lo cotidiano. Y esto provoca una percepción de la realidad distorsionada. Tenemos la sensación de que España tiene un serio problema de seguridad pública porque todos los días nos dan noticias de robos y crímenes, cuando lo cierto es que son cosas excepcionales –por eso son noticia- y, si hay un número suficiente de delitos como para poner dos o tres a la semana, es porque vivimos en un país de cuarenta y siete millones de personas.   
                Y en tercer lugar, no te ofrecen la información pura, sino que, además de decidir en qué debes pensar, ya te la dan interpretada. Te dicen qué tienes que pensar y cómo hacerlo. Según Bourdieu, en los medios de comunicación hay una relación perversa entre pensamiento y tiempo. Pensar requiere tiempo para madurar las cosas. Pero en un noticiero de veinte minutos te dan quince noticias, de modo que es absolutamente imposible detenerse a reflexionar. Entonces ya te las piensan ellos por ti y para eso inventaron las tertulias y los editoriales. Bourdieu habla de los falsos debates, en los que los contertulios, que aparentemente defienden posturas radicalmente opuestas, resulta que luego son amiguetes y se van a tomar cañas juntos. Todo ese debate enconado es una farsa. “La gente se da cuenta de que allí ocurre algo, pero no tiene idea de hasta qué punto se trata de un mundo cerrado, volcado sobre sí mismo y, por lo tanto, impermeable a sus problemas, incluso a su existencia”. Pero esta opereta sirve para que los contertulios, ya identificada su posición política de antemano, decidan lo que tienen que pensar de una determinada noticia los espectadores de izquierdas y los espectadores de derechas. “Nuestros presentadores de telediarios, nuestros moderadores de debates, nuestros comentaristas deportivos, se han convertido, sin tener que esforzarse demasiado, en solapados directores espirituales, portavoces de una moral típicamente pequeñoburguesa, que dicen «o que hay que pensar de lo que ellos llaman los problemas de la sociedad”.
                Y nada más. El libro lo editó en español Anagrama y cuesta 6.90 euros. Te lo puedes bajar gratis de internet, pero no me atrevo a colgar el enlace no vaya a ser que el equipo de Blogger se vuelva a enfadar conmigo y me cierren el blog otra vez.



Pierre Bourdieu

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