John
Gray. No hay Venus sin Marte… ni Marte
sin Venus.
John Gray nos amenaza
con su enésima chorrada sobre hombres y mujeres. No lo juzgaré por estirar todo
lo que puede las tonterías que nos contó en Los
hombres son de Marte y las mujeres son de Venus –yo dejé de contar a los
diez libros publicados-.
Tampoco lo juzgaré porque sus teorías son un disparate
se mire por dónde se mire. No me hace falta citar los millones de estudios de
antropología de
John Gray |
género en los que se demuestra con una cantidad abrumadora de
pruebas que los roles de género son aprendidos, es decir, culturales.
Tampoco
diré nada de que sus libros son horriblemente conservadores. Difunden una idea
de que las mujeres son naturalmente pasivas, seres que buscan empatía y darle
al pico todo el día para sentirse realizadas; y que los hombres somos seres
activos, competitivos, que necesitamos alcanzar objetivos para darle sentido a
nuestras vidas.
Ni diré nada de que la experiencia cotidiana nos dice que las grotescas generalizaciones de John Gray son eso, grotescas generalizaciones. Según este autor, cuando tu mujer te dice que ya no la sacas nunca a bailar, no está diciendo eso, sino que te está mandando el mensaje cifrado de que te quiere mucho, que aprecia muchísimo lo que haces por ella, lo mucho que la atiendes y la tienes en cuenta y que esa noche le apetecería salir a bailar. Pues yo no sé cómo será la comunicación en clave del matrimonio de Gray, pero cuando mi mujer Ana me dice "no me sacas nunca a bailar", me quiere decir exactamente eso: que no la saco nunca jamás a bailar, porque no me gusta dar piruetas como un subnormal al ritmo de una música que odio. Tal y como lo plantea este chamarilero, la comunicación entre hombres y mujeres es un juego de símbolos, alusiones veladas, dobles sentidos e intenciones ocultas digno de un diplomático decimonónico. Si todo esto fuese cierto, la convivencia sería absolutamente imposible, además de generar una tensión insoportable en la pareja. Yo no sé a vosotros, a pero a mí pensar que cada vez que Ana y yo hablamos es como una partida de ajedrez, me agobia bastante.
Esta falta abrumadora de rigor intelectual puede disculparse
si atendemos a la extensa y profunda formación de este pensador, abalada por
las instituciones más prestigiosas:
1) Fue unos años a la
Universidad de Santo Tomás y a la de Texas, donde no consiguió ningún título.
2) Vivió ocho años
como un monje hindú en Suiza.
3) Títulos de BA y
Maestro en “Inteligencia Creativa” de la Universidad Maharishi Europeo de la
Investigación –creo que esto es un título de yoga o algo así-.
4) En 1997 obtuvo el
doctorado en la Columbia Pacific University, institución no acreditada para la
educación a distancia y que tuvo que cerrar por dicho motivo en 2001, cuando el
juzgado dictaminó que esta escuela concedía excesivo crédito a estudiantes que
no cumplen con los requisitos para obtener un título.
(La fuente de este
currículum es la Wikipedia)
Lo que no tolero es que
nos vuelva a bombardear con cursilerías como:
“Para experimentar
satisfacción debe comenzar a vivir su vida estimulado por el amor. El hecho de
sentirse inspirado para dar en forma libre y desinteresada lo libera de la
inercia de la autogratificación, desprovista de la atención de los demás.
Aunque aún necesita recibir amor, su mayor necesidad es dar amor.
La mayoría de los
hombres no solo están deseosos de dar amor sino que tienen sed de él. Su mayor
problema es que no saben lo que se están perdiendo. Pocas veces vieron a sus
padres lograr satisfacer a sus madres. Como resultado, no saben que una gran
fuente de satisfacción para un hombre puede surgir del hecho de dar.”
(Las hombres son de Marte y las mujeres son
de Venus)
Si a mi mujer se le
ocurriese, aunque sólo fuese por un momento, comportarse de acuerdo a las
directrices de este mentecato, juro que le pido el
divorcio en el acto.
Y lo peor de todo es que es tipo se ha forrado a lo bestia con cosas como esta. Me corroen a partes iguales la envidia y la indignación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario