Marshall
Sahlins, Economía de la Edad de Piedra,
y Pierre Clastres, La Sociedad contra el
Estado.
http://ebiblioteca.org/?/ver/42627 |
http://ebiblioteca.org/?/ver/42351 |
Son dos libros
antiguos, de los años setenta. Pero con todo este rollo de la crisis económica
creo que contienen ideas que deberían hacernos reflexionar.
Yo tengo un amigo que
se ha quedado en paro. Trabajaba en la metalurgia. Otra empresa compró la
fábrica. Los nuevos dueños mantuvieron la plantilla durante seis meses, pero,
aunque la fábrica daba beneficios, los costes laborales eran altos. Cerraron la
fábrica y se la llevaron a Portugal, donde los salarios son mucho más bajos. Lo
que realmente habían comprado era una cartera de clientes.
Mi amigo es un tipo
tranquilo. En lugar de volverse loco buscando un empleo que no iba a encontrar, decidió que no quería trabajar. Hizo
cálculos. No tiene hijos, tiene la casa pagada y, entre la indemnización, el
paro y los ahorros, calculó que tenía para cinco años. Sólo era cuestión de
reducir gastos. Dejó el coche para siempre jamás, no compró más ropa y sólo
toma un café en bares de vez en cuando.
A mí me parece una
opción bastante respetable y quizá hasta digna de imitar. Pero no todo el mundo
piensa lo mismo. Como dice Bauman, los parados son los parias del siglo XXI.
Sin dinero que gastar, no tienen nada que aportar al consumo masivo sobre el
que se sustenta el capitalismo actual. Son lastres, parásitos sociales. Y así
perciben a mi amigo otras personas, que hacen comentarios críticos y alguno hay
que hasta lo mira mal. (otro enlace para el que se quiera bajar el libro de Bauman http://ebiblioteca.org/?/ver/58692 )
Esta doble reseña de Economía en la Edad de Piedra y La Sociedad contra el Estado son una
defensa de mi amigo y su actitud.
Según Sahlins, Occidente
ha difundido la idea de las sociedades primitivas como bandas humanas
angustiadas, siempre al borde de la inanición. Nos imaginamos a las antiguas
tribus de cazadores-recolectores muertos de frío, recorriendo distancias
enormes en busca de alguna raíz que echarse a la boca o corriendo desesperados
detrás de un conejillo de carne magra. Pues nada de eso. Sahlins se fijó en las
tribus de cazadores-recolectores que aún quedan hoy en día. Y resulta que comen
bien y, lo que es mejor, apenas si dedican un par de horas diarias al trabajo
productivo. El resto es zanganear, flirtear y tomar el sol. Por si esto no
fuese suficiente, durante el tiempo de trabajo lo pasan bomba porque la caza y
la pesca se perciben como una fiesta. Y aún hay más: la esperanza de vida entre
los ¡kung del desierto de Kalahari es de sesenta y cinco años -doy el dato de
memoria, puede que me equivoque año arriba año abajo-.
Nativo guayaquis pasándolo pipa cazando pájaros |
Sahlins llama sociedades de la opulencia a estas
triubs primitivas de cazadores-recolectores o agricultores de roza . Opulento no quiere decir que sean como marajás
hindúes, todos llenos de oro y siempre en festines opíparos y lujuriosos. No.
Opulencia significa satisfacción fácil de las necesidades. Y ellos las
satisfacen. La diferencia es que ellos necesitan poco y nosotros mucho. (si a alguien le interesa Shalins en estos dos videos lo explican muy clarito: https://www.youtube.com/watch?v=LHLRLZZQL5g https://www.youtube.com/watch?v=hu_XslhcpxY )
Pierre Clastres parte
de esta idea y se pregunta qué llevó a los seres humanos a cambiar este Jardín
del Edén por la esclavitud en un imperio agrario o el trabajo alienado en una
fábrica. La respuesta es bien sencilla: para que estas sociedades de la
abundancia funcionen, es necesario que los recursos naturales estén muy por
encima de las necesidades del grupo. Esto no quiere decir que el entorno
natural sea extremadamente fecundo –los ¡kung viven en un desierto-, sino que
la densidad de población tiene que ser baja para que haya alimento fácil para
todos.
Pero hubo un aumento
demográfico. La comida ya no llegaba y apareció un abusón que puso a todos a
trabajar con métodos más productivos. Surge la agricultura intensiva y, con
ella, los excedentes. Y aquí viene el lío. En el modo doméstico la producción
se detiene en el mismo momento en que obtienen lo que desean. Tengo lo que
quiero y ya no trabajo más. Pero ahora ya no trabajas para ti. Lo haces para un
señor –o señores- que reciben toda la producción y luego la redistribuyen. Este
señor –o señores- tienen el poder de hacerte trabajar más de lo necesario para
quedarse con parte de la producción.
Dice Clastres que el
Estado es la institución que vela por el mantenimiento de este reparto injusto
de bienes y trabajo. El Estado se reserva el derecho de ejercer la violencia
física y simbólica para que muchos trabajen para unos pocos.
Las sociedades
primitivas saben esto y por eso tienen mecanismos que limitan muchísimo el
poder de los jefes. No quiero extenderme ahora explicando estos mecanismos
porque la reseña quedaría muy larga. Nos basta con el ejemplo de Gerónimo.
Cuando los soldados mexicanos arrasan su aldea, los apaches chiricahua eligen a
Gerónimo caudillo militar. Es una situación excepcional y en la guerra es mucho
más operativo tener un general que guíe las tropas que andar debatiendo cada
decisión. Gerónimo aplasta a los soldados mexicanos y se gana una merecida
reputación militar. Sin embargo, los guerreros chiricaua se vuelven a sus
casas. Gerónimo pasará el resto de sus días tratando de convencer a su gente
para que siga la lucha. Pero muy pocos le hacen caso. Las tribus chiricaua
conocen el peligro de extender demasiado el poder de un hombre.
Desgraciadamente para
el modo de producción doméstico, los mecanismos de defensa no siempre sirven y
surgen los jefes, abusones, cabecillas y el Estado.
A la luz de todos
estos datos y volviendo a mi amigo, yo me pregunto quién debe mirar mal a
quién. Y con esto no quiero decir que debamos volver a ese pasado idílico de la
abundancia y reciprocidad. Tampoco creo que podamos recuperar ese paraíso
primigenio por medio de la revolución del proletariado. No soy un hippie, ni un
comunista ortodoxo. Ni siquiera sé hasta qué punto Sahlins y Clastres estaban
en lo cierto. Lo que me pregunto es con qué autoridad moral nos permitimos
hacer comentarios críticos sobre alguien que ha decidido reducir necesidades a
cambio de tiempo libre, mientras nosotros desperdiciamos nuestras vidas y el
mundo en trabajos de mierda que desempeñamos para comprar cosas que no
necesitamos y que enseñaremos a gente que, en el fondo, nos es indiferente o se
lo somos nosotros a ellos. Y lo que es peor, hemos arrastrado al mundo entero a
nuestra opción vital convenciendo a la sociedad de que el trabajo duro es
necesario para vivir bien, cuando el ejemplo de los ¡kung, los chiricauas o los
Guayaquis nos demuestra lo contrario.
P. D. Este artículo
es, por fuerza, polémico. Vivimos en una sociedad cuyo sostén ideológico es el
calvinismo protestante, que considera que el trabajo es bueno y dignifica al
hombre. Dios reconoce a los suyos en la tierra otorgándoles bienes materiales.
Es el calling divino, que acaba
juzgando la moral de los hombres por sus posesiones materiales. Si tienes
mucho, es porque Dios te sabe bueno y te ha recompensado. Y viceversa. Muchos
estaréis de acuerdo con esta visión de la vida y el trabajo que eleva al altar
de los santos a individuos como Bill Gates o Amancio Ortega, de los que lo
único que sabemos es que han tenido habilidad para ganar dinero. Así que poned
algún comentario crítico y, si no, compartidme en Facebook que yo quiero tener
millones de seguidores y no tener que volver a trabajar.
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