Gravity
Siete Premios Oscar,
incluyendo mejor director; cuatro nominaciones a los Globos de Oro, entre ellas
mejor película; seis premios Bafta; mejor película, director, montaje y
fotografía según los Críticos de Los Angeles; siete premios Critics Choice; Top
10 en el American Film Institute;
nominación a mejor película extranjera a los premios Cesar; ocho nominaciones a
los Satellite Awards; etc…
Una puta mierda de
película.
Un ejemplo de cómo
gastarse un porrón de dólares en hacer una trapallada y la enésima confirmación
de que Hollywood se ha quedado huérfano de guionistas.
Era Jueves por la
noche. A la derecha tenía la cuarta temporada de la maravillosa The Walking Dead. A la izquierda Gravity.
-Siete Oscars. –pensé-
Además, mi amigo F me dijo que le mantuvo atado a la pantalla durante hora y
media. Voy a darle una oportunidad.
Nada más empezar, en
los títulos de crédito, veo que la protagonista es Sandra Bullock y el galán de
turno George Clooney.
-Mmmmmm. –pienso; pero
no desfallezco, porque F me ha dicho que lo tuvo atado a la pantalla.
Pues bien, durante
hora y media tuve la sensación de que había rejuvenecido veinte años y estaba
viendo otra vez Speed, aquella
peliculilla de acción con Sandra Bullock y Keaunu Reeves, porque, salvo las
maquetas y las imágenes por ordenador, poco más ofrece esta obra maestra de
Cuarón. Acción a tope, la protagonista siempre al borde de la muerte,
salvándose en el último instante, y un montón de imágenes efectistas. Todo
vacío de contenido.
Para el que no lo
sepa, la película trata de una astronauta que se queda sola e incomunicada en
el espacio. Eso pasa en el minuto cinco. Los ochenta y cinco restantes son sus
peripecias para sobrevivir. De todos los momentos estelares de la cinta, me
quedo con tres:
a) el suicidio de
George Clooney. Están enganchados por una cuerda. Clooney está arrastrando a
Sandra Bullock y alejándola de la nave espacial. Sólo si se suelta se puede
salvar ella. Pero, en caso de hacerlo, vagará por el espacio exterior hasta que
se le acabe el oxígeno del traje. Y lo hace. Se sacrifica con una sangre fría
que deja turulato. Pero no contento con eso, se aleja haciendo chistes por la
radio, la mar de parlanchín y tranquilo, diciéndole a la otra lo que tiene que
hacer para salvarse. Pero vamos a ver…
b) Cansada de tanta
lucha, la Bullock decide rendirse y abandonarse a una muerte plácida por falta
de oxígeno. Corta el suministro de la nave y se dispone a morir. Entonces, en
sueños, se aparece George Clooney, que había muerto al principio de la peli, y
le dice que trate de salvarse usando el tren de aterrizaje. Sin comentarios.
c) Y el culmen final.
Estamos en el minuto setenta y cinco. Es el clímax. Si acciona el motor, Sandra
puede morir abrasada al cruzar la atmósfera. Pero este es el único modo de
volver a la tierra. Entonces suena una música épica por si no nos habíamos
enterado de que es el momento crucial. Sandra Bullock se pone y cinturón de
seguridad y suelta la frase que supuestamente contiene el significado de la
película: “El que no se arriesga no gana”. Y presiona el botón para encender
los motores.
¿Cómo que el que no se
arriesga no gana? ¿Arriesgarse a qué? ¿A intentar salvar su vida? Porque la
otra opción es quedarse sentadita en aquella minúscula nave espacial hasta que
se le acabe el oxígeno.
En mi opinión, esta
secuencia resume perfectamente lo que es la película: un montón de pasta
gastada en imágenes y un contenido absolutamente vacuo, por momentos sin
sentido.
Hasta que no contraten
guionistas de verdad, prometo no volver a ver una película de Hollywood. Cómo
debe estar el tema, cuando a esta mierda le dan siete Oscars.
Mañana, con más calma,
escribiré algo más alegre, con algo de reflexión antropológica, sobre la
identidad de los espacios.
Mientras tanto, os
recomiendo que veáis la maravillosa The
Walking Dead, un ejemplo de cómo puede hacerse algo bueno con buenos
guionistas, incluso una serie de zombies.
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