The Shield es una serie de aquellos tiempos en que eclosionaba la serie de televisión como un género serio al nivel del cine. Hasta aquel momento, salvo algunas excepciones muy contadas, la serie era un género menor que nadie se tomaba en serio. No eran más que entretenimiento. Pero llegaron Los Soprano, The Wire, A dos metros bajo tierra y Deadwood y la serie se convirtió en un territorio nuevo que explorar. Y no sólo era un territorio virgen en el plano creativo, sino también un filón económico. Y así las series son hoy en día un género de prestigio, en el que se gana mucha pasta y a las que guionistas, directores, actores y productores, que antaño no les hubiesen dedicado ni medio segundo, se están pasando.
Ya he comentado que creo que la época dorada de las series ha pasado. Las tan cacareadas True Detective y Breaking Bad no están al nivel de las arriba citadas ni de coña. The Walking Dead tal vez. Pero de lo que desde luego estoy seguro es de que no hay en pantalla ahora cuatro series del nivel de aquellas series pioneras. No sé será así para siempre. Supongo que no. Supongo que tarde o temprano aparecerá algo realmente bueno. Pero el caso es que por ahora no.
The Shield pertenece a aquellos buenos tiempos para las series. Se la ha comparado mucho con The Wire, porque ambas son series policíacas que coincidieron en antena. The Shield es la The Wire de la costa oeste, se decía. Puede que sea así, en el sentido de que The Shield está al nivel. No sé si es tan buena como The Wire -habria que volver a verlas-, pero desde luego no desmerece. En cualquier caso las comparaciones no deben ir más allá. Las dos son series de policías, en las dos hay mucha corrupción y pocas coincidencias más.
The Shield cuenta las aventuras y desventuras de una comisaria en el ficticio distrito de Fargmigton. Según Filmaffinity:
Serie de carácter policíaco, cuyo protagonista es el detective Vic Mackey, jefe de una unidad especial del distrito de Fargminton, en Los Ángeles, muy eficaz en su acción contra el crimen, pero que trabaja según normas y métodos tan peculiares que no excluyen procedimientos tan cuestionables como la extorsión, la tortura o el chantaje, si se consideran necesarios.
La comisaría de Fargminton es un ecosistema en el que se mueve una galería de personajes antológicos. Ni uno solo de ellos es un personaje plano, un estereotipo, como nos tienen acostumbrados las series policíacas. Todos ellos tienen sus luces y sus sombras, lo que los humaniza y los acerca al espectador. En este ejercicio humanizador de los personajes hay que destacar que la perspectiva de la narración está pegada a Vic Mackey que, a fin de cuentas, es un policía corrupto, un ladrón y un asesino. Sin embargo, contando la historia desde su perspectiva, se consigue que el espectador se identifique con él y que sufra a su lado por todos y cada uno de los reveses que amenazan con dar sus huesos en la cárcel. En este sentido The Shield es una serie muy ambigua, que no se deja arrastrar a posturas maniqueas. Como no podía ser de otra manera, los actores están al nivel de sus personajes y hasta podemos encontrarnos a actores de relumbrón como Glen Close o Forrest Whitaker.
En lo que se refiere a la forma y la técnica, Shawn Ryan supo de hacer de la necesidad virtud. Según parece, no contaba con demasiado presupuesto. Pero esto, lejos de ser un problema, se convirtió en una de las mayores virtudes de la serie. The Shield está filmada cámara en mano, en modo documental. Asimismo, los escenarios y el decorado son bastante austeros. Esta parquedad de recursos le da un aire de realismo sucio que se corresponde perfectamente con el contenido de la serie.
En algunos foros he leído que Breaking Bad es maravillosa porque no da tregua al espectador. Si eso es cierto, The Shield debe entrar en el Olimpo del cine, porque es de una intensidad bestial. En cada secuencia todo el mundo del equipo de asalto parece estar a punto de hundirse, lo que obliga a sus miembros a hacer malabares para no ser descubiertos. No hay descanso para el espectador. Y lejos de irse mitigando a medida que avanza la serie, la tensión aumenta exponencialmente, hasta el punto de que los últimos capítulos cortan la respiración. Por supuesto, este ritmo narrativo y esa tensión dramática tienen su correspondencia formal. Los diferentes directores recurren a un estilo caótico, con zooms, enfoques y desenfoques a todo trapo, lo que le da muchísimo dinamismo.
Pero todo esto no es más que pecata minuta al lado del guión. El equipo de guionistas encuentra en equilibrio perfecto entre tramas autoconclusivas, tramas que se prolongan tres o cuatro episodios, una trama para toda la temporada y una trama subterránea -la lucha del grupo de asalto por sobrevivir a su pasado y su propios métodos-. Y así, de manera equilibrada, el equipo de guionistas le va proponiendo al espectador una serie de dilemas morales y políticos.
En primer lugar, la serie nos plantea el conflicto entre los derechos y las libertades y la seguridad. ¿Debemos renunciar a nuestros derechos a cambio de seguridad? Es el conflicto eterno entre la derecha y la izquierda política, esta vez trasladado a la pequeña pantalla. Como no podía ser de otra manera, The Shield no nos da una respuesta fácil. Los guionistas están dispuestos a enfangarse y contemplar el problema sin miedo a la censura del pensamiento políticamente correcto.
Paralelamente al conflicto entre libertad y seguridad discurre el tema de la responsabilidad moral de nuestras acciones. Los miembros del grupo de asalto actúan mal. Buscan su interés personal, roban, maltratan, infringen la ley y, en definitiva, son corruptos. Pero, lejos de asumir su responsabilidad, están siempre justificándose, poniendo a la familia como excusa para cometer todo tipo de tropelías. Igual que antes, en este aspecto tampoco es una serie maniquea. Shane y Vic realmente aman a sus familias y luchan por ellas. Otra cosa es que el resultado sea el que ellos se habían propuesto. Como le dice Diro Keshakian a Shane: «No podemos dejar a la gente que queremos fuera de las decisiones que tomamos».
Muy relacionado con el tema anterior es el del castigo. Es la sombra que planea todo el tiempo sobre el grupo de asalto, el miedo que mueve sus acciones desde el primer capítulo. La presencia de este castigo los va cercando poco a poco hasta llegar a un final que te deja desolado. La séptima temporada es de una intensidad bestial. Los guionistas no se dejaron nada y eso se nota. Al terminar cada capítulo, el espectador asiste atónito al destino trágico que se cierne sobre el grupo de asalto, como si de una tragedia griega se tratase.
Y por último, la serie se pregunta acerca de la naturaleza del mal. Tradicionalmente se han dado dos respuestas: los hombres son buenos por naturaleza, es la sociedad la que los corrompe -Rousseau-, o el hombre es un ser naturalmente inclinado hacia el mal -Hobbes-. Muchas son las obras artísticas que se han enfrentado a esta pregunta. Sin ir más lejos, El Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache lo hacen desde la novela picaresca. El primero culpa a la sociedad de las maldades de su pícaro, el segundo al pecado original y a la naturaleza humana. El mal está siempre presente en las series policíacas en forma de delito. Así que no es de extrañar que, si son buenas, acepten el órdago de responder a esta cuestión que lleva preocupando a los seres humanos desde los inicios de la civilización. Y aquí, a diferencia del resto de aspectos, la serie no es nada maniquea. The Shield es el otro lado de la moneda de The Wire. Si el sistema falla es porque las personas hacemos mal uso de las instituciones. No en vano lo únicos personajes que acaban bien son los pocos honestos que había en aquella comisaría.
Y nada más, salvo preguntarme cómo es posible que esta serie, que tanto éxito tuvo en EEUU, haya pasado casi desapercibida en España.
Serie de carácter policíaco, cuyo protagonista es el detective Vic Mackey, jefe de una unidad especial del distrito de Fargminton, en Los Ángeles, muy eficaz en su acción contra el crimen, pero que trabaja según normas y métodos tan peculiares que no excluyen procedimientos tan cuestionables como la extorsión, la tortura o el chantaje, si se consideran necesarios.
El grupo de asalto |
La comisaría de Fargminton es un ecosistema en el que se mueve una galería de personajes antológicos. Ni uno solo de ellos es un personaje plano, un estereotipo, como nos tienen acostumbrados las series policíacas. Todos ellos tienen sus luces y sus sombras, lo que los humaniza y los acerca al espectador. En este ejercicio humanizador de los personajes hay que destacar que la perspectiva de la narración está pegada a Vic Mackey que, a fin de cuentas, es un policía corrupto, un ladrón y un asesino. Sin embargo, contando la historia desde su perspectiva, se consigue que el espectador se identifique con él y que sufra a su lado por todos y cada uno de los reveses que amenazan con dar sus huesos en la cárcel. En este sentido The Shield es una serie muy ambigua, que no se deja arrastrar a posturas maniqueas. Como no podía ser de otra manera, los actores están al nivel de sus personajes y hasta podemos encontrarnos a actores de relumbrón como Glen Close o Forrest Whitaker.
En lo que se refiere a la forma y la técnica, Shawn Ryan supo de hacer de la necesidad virtud. Según parece, no contaba con demasiado presupuesto. Pero esto, lejos de ser un problema, se convirtió en una de las mayores virtudes de la serie. The Shield está filmada cámara en mano, en modo documental. Asimismo, los escenarios y el decorado son bastante austeros. Esta parquedad de recursos le da un aire de realismo sucio que se corresponde perfectamente con el contenido de la serie.
En algunos foros he leído que Breaking Bad es maravillosa porque no da tregua al espectador. Si eso es cierto, The Shield debe entrar en el Olimpo del cine, porque es de una intensidad bestial. En cada secuencia todo el mundo del equipo de asalto parece estar a punto de hundirse, lo que obliga a sus miembros a hacer malabares para no ser descubiertos. No hay descanso para el espectador. Y lejos de irse mitigando a medida que avanza la serie, la tensión aumenta exponencialmente, hasta el punto de que los últimos capítulos cortan la respiración. Por supuesto, este ritmo narrativo y esa tensión dramática tienen su correspondencia formal. Los diferentes directores recurren a un estilo caótico, con zooms, enfoques y desenfoques a todo trapo, lo que le da muchísimo dinamismo.
Pero todo esto no es más que pecata minuta al lado del guión. El equipo de guionistas encuentra en equilibrio perfecto entre tramas autoconclusivas, tramas que se prolongan tres o cuatro episodios, una trama para toda la temporada y una trama subterránea -la lucha del grupo de asalto por sobrevivir a su pasado y su propios métodos-. Y así, de manera equilibrada, el equipo de guionistas le va proponiendo al espectador una serie de dilemas morales y políticos.
En primer lugar, la serie nos plantea el conflicto entre los derechos y las libertades y la seguridad. ¿Debemos renunciar a nuestros derechos a cambio de seguridad? Es el conflicto eterno entre la derecha y la izquierda política, esta vez trasladado a la pequeña pantalla. Como no podía ser de otra manera, The Shield no nos da una respuesta fácil. Los guionistas están dispuestos a enfangarse y contemplar el problema sin miedo a la censura del pensamiento políticamente correcto.
Paralelamente al conflicto entre libertad y seguridad discurre el tema de la responsabilidad moral de nuestras acciones. Los miembros del grupo de asalto actúan mal. Buscan su interés personal, roban, maltratan, infringen la ley y, en definitiva, son corruptos. Pero, lejos de asumir su responsabilidad, están siempre justificándose, poniendo a la familia como excusa para cometer todo tipo de tropelías. Igual que antes, en este aspecto tampoco es una serie maniquea. Shane y Vic realmente aman a sus familias y luchan por ellas. Otra cosa es que el resultado sea el que ellos se habían propuesto. Como le dice Diro Keshakian a Shane: «No podemos dejar a la gente que queremos fuera de las decisiones que tomamos».
Muy relacionado con el tema anterior es el del castigo. Es la sombra que planea todo el tiempo sobre el grupo de asalto, el miedo que mueve sus acciones desde el primer capítulo. La presencia de este castigo los va cercando poco a poco hasta llegar a un final que te deja desolado. La séptima temporada es de una intensidad bestial. Los guionistas no se dejaron nada y eso se nota. Al terminar cada capítulo, el espectador asiste atónito al destino trágico que se cierne sobre el grupo de asalto, como si de una tragedia griega se tratase.
Y por último, la serie se pregunta acerca de la naturaleza del mal. Tradicionalmente se han dado dos respuestas: los hombres son buenos por naturaleza, es la sociedad la que los corrompe -Rousseau-, o el hombre es un ser naturalmente inclinado hacia el mal -Hobbes-. Muchas son las obras artísticas que se han enfrentado a esta pregunta. Sin ir más lejos, El Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache lo hacen desde la novela picaresca. El primero culpa a la sociedad de las maldades de su pícaro, el segundo al pecado original y a la naturaleza humana. El mal está siempre presente en las series policíacas en forma de delito. Así que no es de extrañar que, si son buenas, acepten el órdago de responder a esta cuestión que lleva preocupando a los seres humanos desde los inicios de la civilización. Y aquí, a diferencia del resto de aspectos, la serie no es nada maniquea. The Shield es el otro lado de la moneda de The Wire. Si el sistema falla es porque las personas hacemos mal uso de las instituciones. No en vano lo únicos personajes que acaban bien son los pocos honestos que había en aquella comisaría.
Y nada más, salvo preguntarme cómo es posible que esta serie, que tanto éxito tuvo en EEUU, haya pasado casi desapercibida en España.