viernes, 11 de agosto de 2023

PRACTICIDAD

No recuerdo ya qué día era. Sólo sé que llevaba la tira de tiempo pedaleando en la biciestática y estaba hasta las pelotas. Me dolían las piernas, la espalda y estaba muy sudado y olía mal. 

-¿Pero qué cojones hago yo aquí? -me preguntaba una y otra vez. 

Y sin embargo no me bajé de la bici. Seguí dale que te pego y hasta hice además mi rutina de fuerza. Luego me duché y me fui a casa. 

No soy yo, pero esta era más o menos mi actitud.



Ya en casa, mientras hacía la cena, me pregunté por qué no me marché. Hacía una buena tarde y, habida cuenta de que estaba sufriendo como un perro en el gimnasio, lo lógico hubiese sido mandarlo todo a la mierda, darme un paseíto por el paseo marítimo y luego tomar una caña tranquilamente en una terraza. Pero no. Seguí sufriendo. Entonces me pregunté por qué. Por qué lo hice, si no me apetecía un pimiento estar allí. 

Lo que debería estar haciendo.


La respuesta ya la di en el segundo post de esta página: yo estaba allí por salud. La médica me había dicho que ya no era un niño y tenía que empezar a cuidarme. 

Pero ese era yo. ¿Y los demás? 

Durante varios días estuve molestando a todos mis conocidos del gimnasio preguntándoles por qué iban al gimnasio. Recojo algunas de las respuestas:

a) G, una señora de mi edad, amable, simpática y bastante discreta: 

-Por salud -dijo. 

Como yo. Aún así, insistí un poco y al final acabó diciendo:

-Siempre nos sobra algo de aquí y de allá. Nunca nos vemos bien. 

b) Esteban. Veinte años por aquel entonces. Antiguo alumno. Simpático y buen chaval. Recuerdo perfectamente nuestra entrevista. Estábamos en una de esas máquinas de musculación. Él estaba haciendo remo; yo haraganeando. Normalmente hablamos de series o de cómics, pero esta vez le espeté: 

-¿Tú para qué vienes al gimnasio?

Esteban se rio.

-¿Cómo que para qué vengo al gimnasio?

Supongo que pensaría que soy idiota y tampoco es plan que un antiguo alumno piense que eres un idiota, así que decidí explicarme. 

-Es que yo me aburro aquí. He pensado en escribir mis chorradas de antropología sobre el gimnasio y así por lo menos estoy entretenido. Le he pedido permiso a Juan -el dueño- y me ha dado permiso. De hecho Juan y yo ya hemos charlado un montón sobre esto. 

Esteban siguió riéndose, pero con menos convicción. Yo había sacado el palo de fuego: Juan me había dado la bendición. En general todo el mundo en gimnasio respeta bastante a Juan, así que mis chorradas, si las avalaba él, a lo mejor no eran tan chorradas. 

-¿Por qué vienes aquí? -insistí. 

Esteban siguió riéndose, pero esta vez no de mí, sino porque no sabía que contestar y yo creo que se sentía un poco ridículo. 

-Yo qué sé. 

Seguí dándole el coñazo. 

-Venga, a veces las verdades más difíciles son las que tenemos más cerca. 

Teniendo en cuenta que, en su momento, como nota de Lengua Castellana le había puesto un uno sobre diez, Esteban debería haberme mandado a la mierda. Pero no. Se paró y pensó un poco. 

-No sé. Para verme bien. 

-¿Para verte bien? ¿Qué es eso de verte bien?

-Joder, qué pesado. Pues así, mazadito. 

-Ajá. ¿Mazadito es musculado?

-Sí, no sé. 

-¿Entonces verte bien es verte musculado? ¿Por eso vienes al gimnasio?

Risas nerviosas. 

-Sí. Y también bien… así… quemas la mierda. 

-Vaya. ¿Con la mierda te refieres a las toxinas y eso?

-Sí. 

-¿Entonces también vienes por salud, porque quieres estar sano?

-Sí. Claro. 

-Muchas gracias, Esteban. 

-Estás jodido. 

c) A, también antiguo alumno. Este no se cortó un pelo.

-Para estar cachas -me espetó. 

d) P. Este no me lo dijo directamente, pero me enteré que su objetivo era tener “tableta de chocolate”.

e) A, alumno actual: 

-Para ser fuerte, tío. Fuerte. Fuerte -al tiempo que respondía levantaba el brazo derecho para enseñarme el bíceps. 

A mí este chaval me cae fenomenal. Literalmente me meo de risa con él en clase, donde es bastante frecuente que se pase la hora mirándose los músculos de los brazos. 

f) X, una señora jubilada:

-Ay, filliño. Yo ya soy muy vieja y algo tengo que hacer. Si me quedo en casa en el sofá, en un mes no me puedo levantar. 

g) Un colega de mi edad, más o menos:

-Yo vengo aquí a relajarme. Todos los problemas y las miserias del trabajo se van cuando vengo aquí.

e) En esta línea de búsqueda de endorfinas también va un jubilado simpático al que veo machacarse dos horas todas las mañanas:

-Como todo el mundo, yo he pasado momentos muy duros en vida. Y el deporte siempre me ha ayudado. 

Realicé muchas más entrevistas, pero las respuestas fueron todas en esta línea: la gente iba al gimnasio por salud, por estética, para ser fuertes o en busca de bienestar emocional. Más adelante hablaremos de por qué estas cosas en concreto. Lo que me llamó la atención en aquel momento es que todo el mundo va al gimnasio porque espera obtener algo a cambio. Nadie me contestó: 

-Porque me gusta. Porque sudar en la bicicleta y levantar pesos está guay.

          Foucault define de diversas maneras la episteme, aunque más o menos todas vienen a decir lo mismo: 

    La "episteme" en la filosofía de Foucault se refiere al conocimiento profundo e inconsciente que moldea cómo una sociedad percibe, organiza y crea la realidad. Es una estructura fundamental que determina el lenguaje, los valores y las técnicas de una cultura en una época específica. Estas estructuras son contingentes y cambian históricamente, reemplazándose entre sí en cortes, no en un progreso lineal.



Simplificando mucho, la episteme es la forma en la que piensa una sociedad. Es lo que las personas que componen esa sociedad creen que es la realidad. Son conceptos y valores que les parecen de sentido común, evidentes, más allá de toda duda. Estas formas de pensar cambian con el tiempo. Así por ejemplo, en sociedades religiosas de nuestro pasado les parecía evidente que Dios existía y eso determinaba el modo en que se comportaban. Detrás de sus actos estaba siempre, de alguna forma u otra, una motivación religiosa. Que una acción contribuyese a acabar en el cielo o en el infierno era importante. Hoy en día la mayoría de la gente no piense así. 

(Si queréis saber más sobre el concepto de episteme pinchad aquí). 

Dado que la episteme determina nuestro comportamiento, mi obstinación en seguir sufriendo en el gimnasio pese a la tentadora tarde de sol y la refrescante caña en una terraza a orillas de mar tenía que estar determinada por la episteme de nuestro tiempo. 

Vivimos en una sociedad capitalista y eso ha de determinar nuestra episteme. Richard Sennett en El artesano dice que la relación que establecemos los seres humanos de las sociedades capitalistas con las actividades que hacemos es siempre práctica. No hacemos las cosas por el placer de hacerlas, sino porque esperamos obtener algo a cambio. Así por ejemplo, nosotros no estudiamos por el placer del conocimiento, sino porque esperamos obtener un empleo bien remunerado en un futuro. En este sentido, me resulta muy curioso que el beneficio que esperamos obtener no es inmediato, sino que generalmente está diferido en el tiempo. Actuamos a cambio de la promesa de lo que puede ser en el futuro. La lógica de Qpro Gym es la misma que la de la empresa capitalista: el capitalista invierte su tiempo, dinero, esfuerzo y trabajo a cambio de una remuneración posterior, del mismo modo que los usuarios del Qpro Gym invierten tiempo, dinero, esfuerzo y trabajo a cambio de salud, estética, fuerza y bienestar emocional. 

Ya sé que la idea de este post puede parecer una tontería. Nadie hace las cosas porque sí. Pero, como le dije a Esteban, las verdades más evidentes son las más difíciles de ver. Nos parece de sentido común sacar un rendimiento de nuestras acciones, pero eso no es un universal cultural en absoluto. Es el capitalismo el que nos ha enseñado a pensar en función de costes y beneficios. La episteme capitalista opera a nivel inconsciente y por eso ni nos planteamos que pueda ser de otra manera. Pensad, por ejemplo, en el sistema operativo Linux. Miles de personas anónimas colaboraron desinteresadamente para desarrollar un sistema operativo. Y lo han compartido con la Humanidad gratis, sin esperar siquiera agradecimiento.  

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