Hasta hace relativamente poco, todos los alumnos de los institutos públicos de Galicia tenían derecho a libros de texto gratuitos. No recuerdo si fue el gobierno de Fraga o el del bipartito Bloque-Psoe. Me da igual. La filosofía era que los libros de texto son un instrumento indispensable para la enseñanza. Una persona puede elegir comprar una novela o no, pero todos los padres tenían obligatoriamente que comprar varios libros para sus hijos. Dado que la enseñanza es un derecho universal y no se les da a los padres las posibilidad de elegir si comprar el libro o no, se le aseguraba que lo tendrían.
Los institutos teníamos que mantener el mismo libro durante cuatro años. Cada departamento elegía el libro que le pareciese oportuno y la Xunta daba dinero para comprarlos. Dado que no eran los padres los que los pagaban, los alumnos, a final de curso, tenían que devolver los libros que se quedaban en un banco para ser reutilizados por otros alumnos al año siguiente. Es decir, que la Xunta compraba libros cada cuatro años y así todos los tenían gratis.
Al gobierno de Feijoo -Partido Popular- este sistema no le gustó. No sé si porque lo veía demasiado social -libros gratis para la gente ¡qué horror!-, si porque las editoriales no hacían negocio -un libro duraba cuatro años en lugar de comprar uno por alumno cada año-, porque había que hacer más recortes en educación, o si había alguna otra razón espúrea que desconozco. El caso es que los quitaron.
Lógicamente, la medida generó mucha polémica. Fundamentalmente porque había muchas familias con muy pocos ingresos que tenían que gastarse unos cuatrocientos euros al año por hijo en libros. Quizá para algunos no sea mucho, pero para alguien que está cobrando el paro es casi el sueldo del mes. Por eso la Xunta decidió sustituir la gratuidad universal de los libros por el cheque. Esto consiste en que hay una partida X de euros que se reparte entre los alumnos de familias con menor renta.
Hasta aquí es el guión que más o menos hemos ido en los últimos años. Con la excusa de la crisis, un palo más a las clases medias. Como el repago en las recetas. La estrategia para justificarlo también fue la de siempre: No hay dinero en las arcas públicas. Toca hacer un esfuerzo A LOS QUE PUEDEN. Si tienes que pagar es porque puedes. No te quejes, porque tienes dinero para pagar. Hay mucha gente que no lo tiene. Y con este argumento falaz se le hurtaba a las clases medias la capacidad de protesta. Como digo, es un argumento falaz, porque sirve para justificar cualquier cosa. Siempre va a haber alguien peor. Que no se quejen los que tienen que pagar los libros, porque hay gente que no tiene dinero ni para eso. Que no se quejen los que sufrieron una bajada de sueldo, porque hay gente que no tiene trabajo. Que no se quejen los que no tienen trabajo, porque hay gente no cobra el subsidio. Que no se quejen los que no cobran el subsidio, porque en otros países la gente se muere de hambre y aquí hay instituciones como la Cocina Económica que te dan de comer gratis. Que no se quejen los que pasan hambre en su país, porque hay otros en los que están en guerra. Que no se quejen los que están en guerra... y así hasta al infinito.
Volviendo al tema de este post, la Xunta decidió hacer pagar los libros a las clases medias. Pero cuál fue su sorpresa cuando comprobaron que no ahorraban tanto como esperaban. Antes compraban todos los libros de golpe, pero duraban cuatro años. Ahora, aunque sólo le den el cheque a los que no tienen dinero, lo hacen todos los años. Casi les salía lo comido por lo servido. Y ahí empieza la concatenación de improvisaciones y chapuzas.
Paralelamente a lo que la Xunta daba o dejaba de dar, muchas asociaciones de madres y padres estaban haciendo bancos de libros. Como la Administración los había abandonado, tuvieron que buscarse la vida. El tema funcionaba más o menos bien y la Xunta decidió institucionalizar el sistema. Todos aquellos que fueron beneficiarios del cheque para comprar libros, tienen que devolverlo al centro de estudio al final de curso. Que se lo dijesen a los beneficiarios y a las directivas a mitad de curso no importó. Como tampoco importó el caos administrativo en los centros. No os quiero aburrir con las complicaciones burocráticos que esto supone porque esto es un post. Basta que os diga que, por ejemplo, si este año devuelven los libros cien alumnos y resulta que el año que viene hay ciento veinte que los necesitan, no sabemos qué hacer para cubrir esos veinte alumnos nuevos. O, por ejemplo, que los institutos vamos a tener que recibir y estudiar las nóminas de los padres de todos los niños para ver a quién le podemos prestar el libro y a quién no, lo que creo que vulnera el derecho a la intimidad.
Pero no os vayáis todavía, que aún hay más:
Este año entra en vigor la nueva ley de educación. Cambian los currículos, luego cambiarán los libros de texto. Pero, flipad un poco, tenemos que decidir qué libros vamos a usar el año que viene este mes. Y los currículos aún no están publicados. Es decir, que la Administración nos está obligando a escoger unos libros sin saber exactamente qué vamos a dar el año que viene. Como es algo delirante, nos han dicho que excepcionalmente podemos poner el libro que nos dé la gana, aunque sea un libro pensado para la anterior ley, y buscarnos luego la vida en clase y hacer como veamos. Como el libro ha de ser el mismo al menos durante seis años, esta excepcionalidad de usar un libro que no se adecúa a lo que tenemos que enseñar es una excepcionalidad de seis años.
Y aún hay más:
Todos los partidos políticos han dicho que, en cuanto el PP no tenga mayoría absoluta, derogarán la ley Wert. Hay elecciones este año. Salvo que el lamentable Albert Rivera pacte con el PP y de algo de vida al Gobierno, estaremos escogiendo unos libros en función de un currículo que durará un par de años. Si por ley los libros tienen que mantenerse seis, ¿qué vamos a hacer con estos libros nuevos en cuanto se derogue la ley?
Y más:
A todo esto la Xunta está empeñada en que nos pasemos al libro digital. Muchos centros, como el mío por ejemplo, no estamos en disposición de hacerlo porque, para empezar, nuestra conexión a internet es horrible. Pero se espera que en dos años ya podamos hacerlo. ¿Qué haremos con esos libros comprados con cheques y que pasan al banco y con esa promesa obligada por ley que les hemos hecho a los padres de que mantendremos los libros seis años?
Y ya termino.
La Xunta le vende a los padres esto del libro digital, además de que así estamos en la vanguardia del mundo porque usamos ordenadores en lugar de libros, diciendo que el libro digital lo subvenciona el Gobierno y así volverá a haber libros gratis para todos. La estrategia vuelve a ser de lo más torticera por muchas razones:
a) A la Xunta le importan un pito esas familias que tienen que pagar los libros. En realidad, con el libro digital cumplen con las exigencias de la Unión Europea de incorporar al aula las nuevas tecnologías y, de paso, hacen un poco de propaganda en los periódicos.
b) Los alumnos van a tener que estar seis horas al día en clase con un ordenador. En casa tendrán que estudiar un par de horas más con él porque la implantación de libro digital implica el abandono total de cualquier soporte en papel. No sé vosotros, pero a mi no me gustaría que mis hijos, si los tuviese, estuviesen ocho horas al día mirando la pantalla de un ordenador.
c) La Xunta opta por esto del libro digital porque se ahorra el cheque, pero, paralelamente, subvenciona el libro digital, que cuesta una pasta. La Xunta no ha encargado a unos expertos que hagan unos libros que usar en el aula. Se han puesto de acuerdo con editoriales a las que hay que pagar por el uso de sus libros.
d) Los profesores dejamos de tener libertad para escoger el libro. Sólo hay uno o dos por asignatura de editoriales a las que la Xunta les ha otorgado la concesión en un concurso totalmente opaco. Por ejemplo, el libro digital de lengua castellana es de la editorial Edebé, la de los Salesianos. Sólo ese. No hay opción de poner otro. Si esto no es monopolio que venga Dios y lo vea. Es curioso que estos neoliberales que nos gobiernan aboguen por el libre mercado cuando no le regalan negocios jugosos a sus amigos.
e) El libro digital es exactamente el mismo que el libro en papel, con la única salvedad de que está en una pantalla de ordenador. Los mismos textos, los mismos ejercicios, las mismas fotos. Así las cosas, que me digan cuál es la ventaja.
Y paro ya, que esto está siendo muy largo, aunque podía seguir rajando durante horas.
En otro post os hablaré del negocio de las editoriales.