jueves, 25 de junio de 2015

John Berger: G




    G es la biografía amorosa de un personaje ficticio, al que no refiere el narrador más que por la letra G, ambientada en los tiempos turbulentos previos a la Primera Guerra Mundial. Es una suerte de revisión del mito de Don Juan desde la perspectiva de un escritor marxista y feminista. 
    Lo primero que llama la atención de esta novela es que, pese a que se centra única y exclusivamente en la vida de G, el verdadero protagonista de la novela no es él, sino las mujeres a las que seduce a lo largo de su vida. G es un canto a la mujer y una denuncia abierta de su situación de sometimiento en la sociedad patriarcal. El protagonista es un personaje sin personalidad, del que apenas se nos informa de sus sentimientos o sus motivaciones. Si se me permite la pedantería, G es un significante puro. No sabemos nada de su contenido, de su significado. El narrador apenas nos da datos que lo individualicen, más allá de que podría ser un símbolo, un arquetipo de la decadencia de la sociedad burguesa patriarcal. 
    Como acabo de decir, las verdaderas protagonistas de la obra son las mujeres, pese a que la narración esté construida en torno al personaje que las conquista. En este sentido, estamos ante una novela experimental, con un personaje al que el lector sigue a lo largo de más de trescientas páginas, pero al que nunca llega a conocer. Por el contrario, los personajes femeninos aparecen como personajes redondos, llenos de matices. Cada una de los lances amorosos del protagonista, podría leerse como un breve cuento individual. Sumados todos, es un cuadro de la situación de sometimiento de la mujer. G se asemeja a Los siete pecados capitales de El Bosco, en el sentido en que breves escenas aparentemente individuales se suman para representar a la sociedad en su totalidad. 
      El evidente mensaje político y la experimentación formal podría hacernos pensar que G es una obra de difícil lectura. Nada más lejos de la realidad. Es de lectura muy agradable. Avanza rápido y cualquier lector, independientemente de su formación, puede leerla sin problemas. Es amena y divertida. Asimismo, que esté movida por una mensaje político no la convierte en una novela panfletaria. Berger es discreto y, aunque no renuncie a sus ideales, no cae en la propaganda ni mucho menos. 
     En definitiva, es una novela maravillosa que me ha encantado y que estoy seguro que gustará a la inmesa mayoría de las personas que se acerquen a ella. 

martes, 16 de junio de 2015

Guillermo Zapata no debería haber dimitido.



    Guillermo Zapata no debería haber dimitido. Ni él, ni la inmensa mayoría de los políticos a los que se les pide la dimisión por tweets, comentarios o declaraciones polémicas. 
    Desde hace un tiempo la vida política española se está acercando peligrosamente a la dictadura del pensamiento políticamente correcto de la sociedad norteamericana que nos describe Philiph Roth en La mancha humana. A un político habrá que juzgarlo por sus actos, si su labor como político mejora o empeora la vida de los ciudadanos, y no por si ha dicho tal o cual cosa, generalmente sacada de contexto. Según parece, los comentarios que atentaban contra la dignidad de los judíos y de las víctimas del terrorismo se hicieron en un contexto de reflexión sobre los límites del humor negro. Cualquier comentario sacado de su contexto es susceptible de ser ofensivo. Hoy, sin in más lejos, una niña de primero de la ESO me escribió en un examen "havezes". Con una sonrisa en la boca se lo señalé y le dije: "Hala, qué borrica". Ella se rió, se dio cuenta de que había tenido un lapsus y lo corrigió inmediatamente. Estaba nerviosa y había cometido una falta de ortografía bestial fruto de esos nervios. Yo lo sabía y bastó mi comentario en tono cariñoso para que se diera cuenta. Lo corrigió y fin de la historia. Sacó un siete y medio. Pero, si por un casual, alguien saca mi comentario fuera de contexto, resulta que insulto sistemáticamente a mis alumnos y los humillo públicamente, en lugar de utilizar un comentario jocoso para que rectificase y evitar así bajarle puntos por faltas de ortografía. Lo mismo sucede con los comentarios de los políticos. Parece que cualquier cosa vale para desestabilizar al adversario. Ahora todos los políticos del PP se llevan las manos a la cabeza y piden la dimisión hasta de Manuela Carmena olvidándose de sus propias experiencias, como cuando Esperanza Aguirre dijo que había que matar a los arquitectos o Rafael Hernando que las víctimas del franquismo sólo se acordaban de los muertos cuando podían cobrar subvenciones. No está bien y ellos lo saben. Pero la moral no es algo que preocupe a los políticos. 
    En esta defensa de Guillermo Zapata quiero dejar claro que no soy partidista en absoluto. Esperanza Aguirre me parece lo peor que existe en la política. Pero no porque dijese que había que matar a los arquitectos. Eso es una chorrada. Criticarla por eso es manipular el lenguaje. Ella quería señalar que algunos arquitectos habían hecho un trabajo que no le gustaba y utilizó el recurso literario de la hipérbole para expresarlo. El que interprete de forma literal su comentario o es un burro o tiene malas intenciones. 
      El mundo actual ha cambiado mucho con respecto al de hace veinte años. Las nuevas tecnologías hacen pública gran parte de nuestras vidas. Les afecta a los adolescentes, que que hacen comentarios despectivos sobre un compañero en whatsap y queda una prueba física del acoso, y les afecta a nuestros políticos. Vivir veinticuatro horas al día sin cometer un sólo error es imposible. Podría pasar, por ejemplo, que yo me convirtiese en político. Que coincidiese con alguien en el partido en el que el Deportivo se jugaba la permanencia contra el Barça. Cuando el Barça metió el segundo gol yo me podría haber cagado en los catalanes, podría haber preguntado en voz alta por qué nadie le daba una patada e Messi. Evidentemente, no tengo nada en contra de los catalanes ni quiero que le peguen a Messi. Pero si algún otro cliente me hubiese grabado con el móvil, sería el fin de mi carrera política, aunque yo no sea ni xenófobo ni violento. Lo que sucede es que en el contexto de un partido de fútbol se dicen muchas cosas que no se piensan realmente. La pragmática lingüística nos enseña que el contexto es fundamental para entender el significado de los mensajes. Obviar esto, es hacer un uso torticero del lenguaje con la única intención de de desgastar al rival político. 
    En este lamentable todo vale para desgastar al rival, no debemos olvidar el papel de los contertulios de radio y televisión, todos a sueldo de tal o cual partido. Ayer por la noche, en la tertulia de RNE, Arsenio Escolar sacó a colación los comentarios de Esperanza Aguirre sobre los arquitectos y del portavoz del PP sobre las víctimas del franquismo. No quería disculpar a Zapata, sino sólo poner de relieve que en esto de los comentarios desafortunados todos tienen mucho que callar. Y, ni corto ni perezoso, otro contertulio al que no logré identificar dijo que la diferencia estaba en que en el caso de Zapata toda su ideología se limitaba al tweet, que su ideario político era única y exclusivamente lo que decían los tweets, mientras que, por el contrario, Hernando y Aguirre tienen un ideario completamente distinto, mucho más desarrollado y por eso no es lo mismo. A mí se me descolgó la mandíbula, como a vosotros al leerlo. Supongo que ese contertulio de RNE no es tonto de capirote, así que doy por sentado que trata de manipular de forma burda. 

domingo, 14 de junio de 2015

Josephine Tey: La hija del tiempo




    Hace cosa de un mes leí una referencia a este libro en Un brillo ensordecedor. A mí no me interesa demasiado la novela de detectives, pero como en el artículo decía que la Asociación de Escritores de Misterio de Estados Unidos la había escogido como la mejor novela de misterio de la historia, decidí leerla. 
    Siento decirlo, pero a me pareció un rollo de carallo. 
    La sinopsis del libro es la siguiente:

    Las largas horas de convalecencia en la cama de un hospital pueden llegar a ser mortales para una mente despierta como la de Alan Grant, inspector de Scotland Yard. Pero sus días de tedio acaban cuando alguien le propone un interesante tema sobre el que meditar: ¿podría adivinarse el carácter de alguien solo por su aspecto? G rant se basará en un retrato de Ricardo III para demostrar que ello es posible: el monarca más despiadado de la historia del Reino Unido podría haber sido, según Grant, inocente de todo crimen. Aquí comienza una investigación llena de conjeturas acerca de la persona y el reinado de Ricardo III, un controvertido pasaje de la historia británica que, tras haber leído esta novela, indudablemente será visto con otros ojos.

    No es una novela muy extensa y aún así me costó acabarla. Que la Asociación de Escritores de Misterio de Estados Unidos la hubiese escogido en 1990 como mejor novela de la historia podía deberse a muy diversas razones. Para empezar a cuestiones comerciales. Ya sabemos cómo funcionan los premios en el mundo editorial. Pero lo cierto es que, más allá de lo que opinase la Asociación de Escritores de Misterio de Estados Unidos, a la gente le gusta esta novela. Si te tomas la molestia de buscar un poco por internet, hay muchos blogueros que hablan bien de ella. Entonces me pregunté qué le veían para ponerla por las nubes, qué era lo que yo no había sido capaz de ver. Y llegué a la conclusión de que La hija del tiempo es un producto de época que satisface el gusto de nuestros tiempos. 
  En primer lugar, es una novela de misterio, con una trama policíaca. Hay crimen que hay que desentrañar. El detective concreta los valores de nuestra sociedad científica. Citándome a mí mismo:

  Un símbolo universal como el del héroe solar, que encarna la voluntad del hombre por imponerse a sus miedos y al caos, es radicalmente diferente en un entorno cultural o en otro. En El Cantar de Roldán, el protagonista es un noble cristiano que lucha contra los musulmanes, de manera que el orden se asocia con la sociedad estamental medieval y el catolicismo y el caos y el miedo se encarnan en los “oscuros” y “negros” musulmanes que amenazan la paz de la cristiandad. De ahí que el héroe medieval de la Europa occidental se concrete en un guerrero que reúne características que se corresponden con los dos pilares sobre los que se cimentaba su sociedad: noble guerrero-sociedad estamental y piadoso católico-sociedad teológica. Por el contrario, Sherlock Holmes es el resultado de una sociedad basada en la razón y el conocimiento científico. El orden se asocia con el conocimiento y el caos con la ignorancia. En ninguna de sus novelas se detiene el autor a describir el daño moral de las víctimas, las torturas psicológicas tras la muerte de un ser querido, etc. Sencillamente, el orden queda restituido cuando el asesino es descubierto. La ciencia y la razón, mediante el método deductivo, descubren al asesino, que, hasta el momento, permanecía oculto. Entonces se restablece el orden. No es el crimen en sí lo que inquieta, sino ignorar quién lo ha cometido. Sherlok Holmes es, entonces, el héroe solar de una sociedad concreta, que valora ante todo bienes materiales a los que nos da acceso el desarrollo científico y tecnológico. Los personajes se deshumanizan. Apenas si nos importan sus sentimientos. Cuando el asesino es descubierto, el crimen es resuelto materialmente y se retorna sin más al orden social. Sherlok Holmes y Roldán, aun siendo ambos héroes solares y universales, también son creaciones culturales, productos del momento y el lugar en los que fueron creados. 

    Es decir, que las novelas de detectives gustan porque nos refuerzan en nuestras creencias y nuestros valores. 

     En segundo lugar, La hija del tiempo es una novela histórica. El crimen que hay que desentrañar está ambientado en la Inglaterra medieval. La novela histórica es uno de los géneros que triunfa hoy en día porque el que la lee cree que está aprendiendo historia. Citándome a mí mismo de nuevo, cuando hable de Jan Guillou:

    ...la novela histórica, estoy convencido de que triunfa tanto porque toda esa gente que cree que leer es bueno porque aprendes cosas ve algo concreto que le enseña la novela. "Al tiempo que lees una novela, aprendes historia", dicen. "Es un dos por uno". A esto habría que objetarles tres cosas:
     a) Uno lee porque disfruta. A aprender se va a la escuela, o te lees un ensayo, que se aprende más porque está todo más concentrado.
     b) La historia que se aprende en una novela de estas características es mínima. Entre otras cosas  porque está escrita desde la sensibilidad moderna.
     c) Pierre Bordieu, en Sobre el gusto, sostiene que el gusto popular se diferencia del gusto de las élites en que es utilitario. Las masas disfrutan de las cosas que creen que les sirven para algo. De ahí que cuando se gastan una pasta en una camiseta o un jersey, quieren que tenga la marca bien visible para que todo el mundo se entere de lo ricachón que es. Pues la novela histórica es lo mismo. Gusta porque creemos que sirve para algo.

    Y en tercer y último lugar, La hija del tiempo tiene mucho éxito porque formalmente es una novela muy postmoderna. No se limita a poner a un detective en el lugar del crimen y a contarnos la investigación No. Aquí hay un policía del siglo XX que está convaleciente en un hospital y que se propone desentrañar lo que pasó con el asesinato cometido por Ricardo III. Para ello busca en los libros de historia, lee diversas fuentes, hasta que llega a una conclusión. Mientras va leyendo, la narradora nos cuenta cómo sucedieron las cosas, o más bien cómo los recrean historiadores más o menos contemporáneos de los hechos. La novela postmoderna, como le sucedía por ejemplo a la literatura barroca, pese a tener una nueva sensibilidad con respecto al periodo anterior, no encuentra nuevos cauces de expresión. Tenemos que seguir escribiendo novelas como lo hicieron nuestros antecesores. Por eso, nos vemos obligados a innovar formalmente, darle vueltas y retorcer, porque el resto ya está hecho. Surgen a así todo tipo de novelas formalmente experimentales que son muy del gusto de la época, desde Rayuela a Matadero 5. La hija del tiempo también es un juego formal. La novela de detectives siempre se narra hacia atrás. Un detective tiene que investigar acerca de un crimen que tuvo lugar en el pasado, de modo que la resolución de la trama no se hace hacia adelante, como es lo normal, sino hacia atrás. Josephine Tey lleva este juego hasta el extremo. Hay que resolver un crimen que sucedió en la Edad Media. Y, para más inri, ni siquiera el detective puede ser el que busque las pistas personalmente, sino que tiene que fiarse de lo que lee, que puede estar manipulado, tergiversado o simplemente es incorrecto, no porque sea un juicio de valor del historiador, sino porque se ha equivocado. Es un juego de pantallas y perspectivas entre el narrador y lo narrado que nos hace reflexionar acerca de cómo se escribe una novela histórica y la historia en general. La hija del tiempo es, por tanto, metaliteratura, algo que nos encanta a los lectores del siglo XXI. 

     Y así termina este post, en el que tanto me he citado a mí mismo, no porque sea vanidoso, sino porque así me ahorro volver a escribir lo que ya estaba escrito. 

jueves, 11 de junio de 2015

La verdad sobre los libros de texto en la escuela.



     Hasta hace relativamente poco, todos los alumnos de los institutos públicos de Galicia tenían derecho a libros de texto gratuitos. No recuerdo si fue el gobierno de Fraga o el del bipartito Bloque-Psoe. Me da igual. La filosofía era que los libros de texto son un instrumento indispensable para la enseñanza. Una persona puede elegir comprar una novela o no, pero todos los padres tenían obligatoriamente que comprar varios libros para sus hijos. Dado que la enseñanza es un derecho universal y no se les da a los padres las posibilidad de elegir si comprar el libro o no, se le aseguraba que lo tendrían. 
     Los institutos teníamos que mantener el mismo libro durante cuatro años. Cada departamento elegía el libro que le pareciese oportuno y la Xunta daba dinero para comprarlos. Dado que no eran los padres los que los pagaban, los alumnos, a final de curso, tenían que devolver los libros que se quedaban en un banco para ser reutilizados por otros alumnos al año siguiente. Es decir, que la Xunta compraba libros cada cuatro años y así todos los tenían gratis.
      Al gobierno de Feijoo -Partido Popular- este sistema no le gustó. No sé si porque lo veía demasiado social -libros gratis para la gente ¡qué horror!-, si porque las editoriales no hacían negocio -un libro duraba cuatro años en lugar de comprar uno por alumno cada año-, porque había que hacer más recortes en educación, o si había alguna otra razón espúrea que desconozco. El caso es que los quitaron.
      Lógicamente, la medida generó mucha polémica. Fundamentalmente porque había muchas familias con muy pocos ingresos que tenían que gastarse unos cuatrocientos euros al año por hijo en libros. Quizá para algunos no sea mucho, pero para alguien que está cobrando el paro es casi el sueldo del mes. Por eso la Xunta decidió sustituir la gratuidad universal de los libros por el cheque. Esto consiste en que hay una partida X de euros que se reparte entre los alumnos de familias con menor renta.
      Hasta aquí es el guión que más o menos hemos ido en los últimos años. Con la excusa de la crisis, un palo más a las clases medias. Como el repago en las recetas. La estrategia para justificarlo también fue la de siempre: No hay dinero en las arcas públicas. Toca hacer un esfuerzo A LOS QUE PUEDEN. Si tienes que pagar es porque puedes. No te quejes, porque tienes dinero para pagar. Hay mucha gente que no lo tiene. Y con este argumento falaz se le hurtaba a las clases medias la capacidad de protesta. Como digo, es un argumento falaz, porque sirve para justificar cualquier cosa. Siempre va a haber alguien peor. Que no se quejen los que tienen que pagar los libros, porque hay gente que no tiene dinero ni para eso. Que no se quejen los que sufrieron una bajada de sueldo, porque hay gente que no tiene trabajo. Que no se quejen los que no tienen trabajo, porque hay gente no cobra el subsidio. Que no se quejen los que no cobran el subsidio, porque en otros países la gente se muere de hambre y aquí hay instituciones como la Cocina Económica que te dan de comer gratis. Que no se quejen los que pasan hambre en su país, porque hay otros en los que están en guerra. Que no se quejen los que están en guerra... y así hasta al infinito. 
     Volviendo al tema de este post, la Xunta decidió hacer pagar los libros a las clases medias. Pero cuál fue su sorpresa cuando comprobaron que no ahorraban tanto como esperaban. Antes compraban todos los libros de golpe, pero duraban cuatro años. Ahora, aunque sólo le den el cheque a los que no tienen dinero, lo hacen todos los años. Casi les salía lo comido por lo servido. Y ahí empieza la concatenación de improvisaciones y chapuzas. 
      Paralelamente a lo que la Xunta daba o dejaba de dar, muchas asociaciones de madres y padres estaban haciendo bancos de libros. Como la Administración los había abandonado, tuvieron que buscarse la vida. El tema funcionaba más o menos bien y la Xunta decidió institucionalizar el sistema. Todos aquellos que fueron beneficiarios del cheque para comprar libros, tienen que devolverlo al centro de estudio al final de curso. Que se lo dijesen a los beneficiarios y a las directivas a mitad de curso no importó. Como tampoco importó el caos administrativo en los centros. No os quiero aburrir con las complicaciones burocráticos que esto supone porque esto es un post. Basta que os diga que, por ejemplo, si este año devuelven los libros cien alumnos y resulta que el año que viene hay ciento veinte que los necesitan, no sabemos qué hacer para cubrir esos veinte alumnos nuevos. O, por ejemplo, que los institutos vamos a tener que recibir y estudiar las nóminas de los padres de todos los niños para ver a quién le podemos prestar el libro y a quién no, lo que creo que vulnera el derecho a la intimidad. 
     Pero no os vayáis todavía, que aún hay más:
   Este año entra en vigor la nueva ley de educación. Cambian los currículos, luego cambiarán los libros de texto. Pero, flipad un poco, tenemos que decidir qué libros vamos a usar el año que viene este mes. Y los currículos aún no están publicados. Es decir, que la Administración nos está obligando a escoger unos libros sin saber exactamente qué vamos a dar el año que viene. Como es algo delirante, nos han dicho que excepcionalmente podemos poner el libro que nos dé la gana, aunque sea un libro pensado para la anterior ley, y buscarnos luego la vida en clase y hacer como veamos. Como el libro ha de ser el mismo al menos durante seis años, esta excepcionalidad de usar un libro que no se adecúa a lo que tenemos que enseñar es una excepcionalidad de seis años.
     Y aún hay más:
     Todos los partidos políticos han dicho que, en cuanto el PP no tenga mayoría absoluta, derogarán la ley Wert. Hay elecciones este año. Salvo que el lamentable Albert Rivera pacte con el PP y de algo de vida al Gobierno, estaremos escogiendo unos libros en función de un currículo que durará un par de años. Si por ley los libros tienen que mantenerse seis, ¿qué vamos a hacer con estos libros nuevos en cuanto se derogue la ley? 
     Y más:
    A todo esto la Xunta está empeñada en que nos pasemos al libro digital. Muchos centros, como el mío por ejemplo, no estamos en disposición de hacerlo porque, para empezar, nuestra conexión a internet es horrible. Pero se espera que en dos años ya podamos hacerlo. ¿Qué haremos con esos libros comprados con cheques y que pasan al banco y con esa promesa obligada por ley que les hemos hecho a los padres de que mantendremos los libros seis años? 
     Y ya termino.
     La Xunta le vende a los padres esto del libro digital, además de que así estamos en la vanguardia del mundo porque usamos ordenadores en lugar de libros, diciendo que el libro digital lo subvenciona el Gobierno y así volverá a haber libros gratis para todos. La estrategia vuelve a ser de lo más torticera por muchas razones:
     a) A la Xunta le importan un pito esas familias que tienen que pagar los libros. En realidad, con el libro digital cumplen con las exigencias de la Unión Europea de incorporar al aula las nuevas tecnologías y, de paso, hacen un poco de propaganda en los periódicos. 
     b) Los alumnos van a tener que estar seis horas al día en clase con un ordenador. En casa tendrán que estudiar un par de horas más con él porque la implantación de libro digital implica el abandono total de cualquier soporte en papel. No sé vosotros, pero a mi no me gustaría que mis hijos, si los tuviese, estuviesen ocho horas al día mirando la pantalla de un ordenador. 
   c) La Xunta opta por esto del libro digital porque se ahorra el cheque, pero, paralelamente, subvenciona el libro digital, que cuesta una pasta. La Xunta no ha encargado a unos expertos que hagan unos libros que usar en el aula. Se han puesto de acuerdo con editoriales a las que hay que pagar por el uso de sus libros. 
      d) Los profesores dejamos de tener libertad para escoger el libro. Sólo hay uno o dos por asignatura de editoriales a las que la Xunta les ha otorgado la concesión en un concurso totalmente opaco. Por ejemplo, el libro digital de lengua castellana es de la editorial Edebé, la de los Salesianos. Sólo ese. No hay opción de poner otro. Si esto no es monopolio que venga Dios y lo vea. Es curioso que estos neoliberales que nos gobiernan aboguen por el libre mercado cuando no le regalan negocios jugosos a sus amigos. 
      e) El libro digital es exactamente el mismo que el libro en papel, con la única salvedad de que está en una pantalla de ordenador. Los mismos textos, los mismos ejercicios, las mismas fotos. Así las cosas, que me digan cuál es la ventaja.

    Y paro ya, que esto está siendo muy largo, aunque podía seguir rajando durante horas.
    En otro post os hablaré del negocio de las editoriales.

James Ellroy: Trilogía americana.




La trilogía quiere retratar un periodo fundamental de la historia de EEUU, desde 1958 a 1972, el auge y asesinato de JFK, la revolución cubana, el mandato de Hoover, la influencia de la mafia, Martin Luther King y el movimiento por los derechos civiles, etc… Para ello recurre a una historia coral, que mezcla personas y acontecimientos históricos y de ficción.
Dicho esto, es evidente que se trata de una obra muy ambiciosa y, siento decirlo, de resultado irregular.
Recojo en primer lugar los aciertos:
En el prólogo Ellroy avisa de que se propone desmitificar iconos de la cultura norteamericana. La trilogía es una reflexión acerca de cómo se hace la historia y cómo se escribe. Los acontecimientos que mueven la historia de los pueblos están protagonizados por personajes maquiavélicos movidos por bajas pasiones que no dudan en recurrir a la violencia para alcanzar sus objetivos. Sin embargo, el pueblo necesita héroes. No se puede construir la mitología de una nación con delincuentes. Por eso se reescribe la historia hasta convertir a estos facinerosos en modelos de conducta. Ellroy se propone reconstruir los acontecimientos tal cual fueron, sin el posterior ejercicio de reelaboración idealizada del discurso oficial. Es un planteamiento muy provocador y hasta que atrevería a decir que, en EEUU, donde le dan tanta importancia a los símbolos patrios, casi subversivo. Esta idea motriz, aunque no sea original, es buena y bien se puede construir una novela sobre ella.
Muy relacionado con estos hombres poderosos que mueven la historia, está la idea de la culpa y el castigo. El peso de la culpa y el castigo inminente persigue a los protagonistas de este relato. Ellroy construye una novela de personajes redondos, en absoluto monolíticos. Algunos de ellos caen en la delincuencia por causa de acontecimientos ajenos a su control, otros casi sin darse cuenta, otros por necesidad y otros por idealismo político. Pero muchos viven la culpa como un conflicto interno y así evolucionan a lo largo de las páginas.
La obra combina textos de todo tipo. Hay transcripciones de diálogos, hay fragmentos de diarios, hay narración tradicional en tercera persona y, en definitiva, hay pluralidad de puntos de vista que, bien combinados, le dan frescura a la narración.
Hasta aquí el jabón. Ahora los palos:
La prosa, especialmente el de la segunda entrega –Seis de los grandes- es insoportable. Una cosa es un estilo lacónico y otra muy distinta lo que hace Ellroy. Por ejemplo, repetir una y otra vez la estructura sujeto y verbo para las escenas de acción es un coñazo. Pedro mira. Pedro camina. Pedro golpea. Pedro vuelve a golpear. Pedro se arrodilla. Pedro agarra la garganta. Pedro aprieta…y así durante toda la página. Os lo podéis imaginar. Esto me lleva a la adecuación entre el fondo y la forma. Una novela áspera, dura, pide un estilo áspero y duro. Así sucede, por ejemplo, con La Carretera, la pesadilla distópica de Cormac McCarthy, donde las oraciones parecen cortadas con un cuchillo. La trilogía americana también es una obra dura, pero Ellroy se pasa de frenada. Sobre todo la segunda parte, que es muy pesada de leer.
Además, Ellroy recoge tal cantidad de datos, nombres y hechos reales y ficticios que por momentos el lector se pierde. Sería conveniente que, como sucede con Vida y Destino o algunas ediciones de Guerra y Paz, el libro viniese con un apéndice con una lista de los personajes y una breve descripción para poder situarlos.


En definitiva, una obra que aspira a mucho, que se queda en el camino, pero que tiene algunas cosas buenas. Puede ser una lectura interesante, pero aviso de que es larguísima. En el tiempo en que se tarda en leer esta trilogía, uno puede leer tranquilamente otros seis libros. Y eso juega en su contra.

James Ellroy

lunes, 8 de junio de 2015

Julian Barnes: Niveles de vida.



    Niveles de vida son tres historias independientes: un individuo que quiere hacer el globo más grande de la historia y acaba siendo pionero en la fotografía aérea; la historia de amor frustrado entre un oficial y una actriz; y la muerte de la mujer del autor.
    Cualquiera de las tres historias da para una novela, o más bien para un texto, porque esta obra, como casi todo Barnes, es muy postmoderna y, como tal, busca nuevas formas de expresión, lo que le lleva a experimentar con un género híbrido que está a caballo entre la exposición y la narración, entre el ensayo y la novela corta.
     Este libro está vertebrado en torno a dos ideas:
     a) La relación entre el dolor y el eje vertical. El dolor está a ras de suelo y, a medida que ascendemos, este dolor desaparece. Así, el protagonista del segundo relato vive un amor frustrado. Su ideal de amor es rechazado por una mujer al mismo tiempo fascinante y frívola. Alivia el dolor viajando y con pequeñas escaramuzas.
     b) Los dos primeros relatos reflexionan acerca del modo en que el mundo cambia si se juntas cosas o personas que antes no lo habían hecho. El tercero, el de la muerte de su mujer, es la cara opuesta: el mundo cambia cuando dos personas se separan.
     Este tercer relato es el mejor. Barnes cuenta cómo vivió la muerte de su esposa, y lo hace con un tono aparentemente objetivo, pero bajo el que late la ternura y el dolor por la pérdida de la persona amada. El juego y la experimentación propios de la narrativa postmoderna pueden poner una pantalla entre la historia y el sentimiento, de ahí que, para evitar caer en una narración fría, muchos escritores postmodernos tengan que refugiarse en el cinismo. No es el caso de este tercer y último relato de Niveles de vida. Aunque con ese tono objetivo, casi de cirujano, Barnes se abre en canal. Y en esa emoción es donde reside la grandeza del texto. No es sólo un juego literario, una construcción formal. Por eso es el mejor,.

martes, 2 de junio de 2015

Whiplash (Damien Chazelle)




   El objetivo de Andrew Neiman (Miles Teller), un joven y ambicioso baterista de jazz, es triunfar en el elitista Conservatorio de Música de la Costa Este en el que estudia. Marcado por el fracaso de la carrera literaria de su padre, Andrew alberga sueños de grandeza. Terence Fletcher (J.K. Simmons), un profesor conocido tanto por su talento como por sus rigurosos métodos de enseñanza, dirige el mejor conjunto de jazz del Conservatorio. Cuando Fletcher elige a Andrew para formar parte del conjunto musical que dirige, cambia para siempre la vida del joven. (filmaffinity)

    Es cine independiente con un director muy joven. Tal vez no sea la mejor película del mundo, pero tiene muchísimo mérito haber hecho esto con menos de treinta años. Y parecer que la hizo en veinte días. 
    La dirección es bastante sobria. No hay demasiados movimientos de cámara ni fuegos de artificio. Tampoco hay unos decorados impresionantes y apenas si cambia el espacio -casi todo transcurre en el conservatorio-. Y sin necesidad de engañar visualmente al espectador está bien contada. No necesita todo el aparato de Hollywood y los consiguientes millones de dólares para contar la historia. 
    Los actores están bien. Bien dirigidos hacen actuaciones contenidas excepto el profesor, que tiene que ser una actuación extrema por la naturaleza del personaje. 
    El tema de la película es uno de toda la vida: el genio artístico, el sacrificio, la ambición y el precio del éxito. A pesar de que el tema sea un tanto tópico, no lo aborda de forma simplista. Podía ponerse de una lado u otro: o bien todo vale para alcanzar el genio porque -como dice el profesor- se tiene una responsabilidad con la humanidad; o bien esas técnicas inhumanas aniquilan al individuo. También podría haber incidido en la cara negativa de la ambición, que lleva al protagonista a vivir aislado y a renunciar a las relaciones naturales, que en definitiva son lo que nos hace humanos. Pero no. Se mantiene equidistante y deja que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones. Esta equidistancia se proyecta sobre la última escena -a partir de aquí hago un spoiler-. El profesor le ha hecho una encerrona para humillarlo ante los críticos de jazz más prestigiosos. Pero él protagonista se sobrepone y hace la mejor interpretación de su vida. Profesor y discípulo, que han tenido un duelo que por momentos recuerda La Huella, intercambian una mirada que no es fácil interpretar. Mira a su discípulo y sonríe. Pero ¿qué quiere decir esa sonrisa? ¿El maestro reconoce su derrota? ¿Reconoce el genio en su discípulo? ¿El maestro ha conseguido su objetivo haciendo que el discípulo traspasase los límites y se convirtiese así en un genio como él está convencido que debe hacerse? ¿Es una mirada de rencor? ¿Es todo a la vez? No lo sé. Como digo, es equidistante en el tratamiento del tema y por eso deja un final abierto.
    En cualquier caso tampoco hay que sobrevalorar la película. Se ve bien, es entretenida y bastante digna. Pero esa superstición heredada del romanticismo sobre la naturaleza del género es un poco ingenua, digna de un crío de veintitantos años. Hay otros muchos caminos para llegar al genio, si es que este concepto existe.

lunes, 1 de junio de 2015

Pitada al himno español: todo estaba en el guión.



    Los hechos:
   Durante la final de la copa del rey gran parte de la afición del Athletic de Bilbao y del Fútbol Club Barcelona pita el himno de España. Es la tercera vez que pasa. Diferentes miembros del gobierno dejan caer que podría haber sanciones. La Comisión Antiviolencia no sanciona a los clubs, pero remite los hechos a la Fiscalía General del Estado para que vea si son constitutivos de delito y castigar a las instituciones que fomentaron la pitada.

    A mí personalmente no me gusta que piten ningún himno porque es una falta de educación. Mucha gente puede tener un sentimiento especial y sentirse ofendido. Tampoco me gustaría que silbasen el himno catalán o el vasco. Como no me gusta que en algunos fondos -y no tan fondos- se cante "Puta Cataluña" o alguna otra barrabasada sobre el País Vasco. Y tampoco me gustó nada la sonrisa de superioridad de Artur Mas mientras el Rey aguantaba el chaparrón. No me cae bien el Borbón, pero el seny catalán empieza por la educación.
    Dicho esto, todo lo que pasó era lo esperable. 
  En primer lugar, como dijo Ada Colau, la pitada al himno es una expresión de descontento. Tal vez haya mandatarios que aún no se hayan enterado, pero en España hay mucho malestar. Hay malestar con la situación económica, hay malestar con la tensión territorial nunca resuelta, y hay malestar con una corrupción que empieza a ser axfisiante. En otro post analicé el fútbol como un rito social muy complejo (aquí). Como otros muchos ritos, el fútbol reproduce simbólicamente el orden social, de ahí que nos vinculemos tanto emocionalmente. Eso lo saben nuestros gobernantes que, para empezar, crearon las selecciones nacionales que generan sentimientos de pertenencia a un determinado estado. El fútbol, en tanto que institución social, es un escaparate de las filias y las fobias colectivas. Así las cosas, era muy ingenuo pensar que no iba a pasar nada durante el himno de España. Muchos vascos y catalanes no se encuentran a gusto dentro del modelo de estado y lo expresaron de esa manera. No es nada nuevo, ni un fenómeno patrio. Los franceses de origen argelino silbaron la Marsellesa hace unos años. 
     En lo que se refiere a la reacción de las autoridades también era lo esperable. Loïc Wacquant demostró que el estado neoliberal ha abdicado de toda función que no sea la estrictamente económica. Paradógicamente esto genera grandes bolsas de población descontentas, cuando no marginadas. Este descontento tiene muchas formas de expresión, que van desde la protesta en la calle al delito. La reacción del viejo estado del bienestar postkeynesiano ante estas bolsas de población descontenta era buscar la raíz del problema y tratar de solucionarlo. Por el contrario, el modelo neoliberal lo reduce todo a una cuestión de elección personal y considera que las excrecencias que amenazan el mantenimiento del sistema deben ser reprimidas por medio del castigo. Nuestras autoridades saben perfectamente lo que dije antes: que el fútbol es un ritual social y que, como tal, reproduce simbólicamente el juego de posiciones de una sociedad dada. Una pitada al himno nacional reproduce en el juego y de forma simbólica el descontento con el sistema. Y la reacción ante esta manifestación de descontento el la propia del estado neoliberal: se abre una investigación para penar y castigar a los que estuvieron detrás del hecho.

    Dicho esto, hay tres observaciones que no me resisto a hacer:
 a) Es curioso observar cómo sólo se consideran antidemocráticas aquellas manifestaciones que atentan contra los símbolos de los que se rodea el gobierno. Hace apenas unos minutos he leído en Marca un artículo sobre Jimmy, el aficionado del Deportivo asesinado por el Frente Atlético. Abajo, en los comentarios, un personaje firma bajo el pseudónimo de Claude Makele dice cosas como "Jimmy sal ya del agua que te vas arrugar" (aquí , es el comentario 46). No he seguido leyendo, pero imagino que habrá más cosas así. Eso parece que no incita a la violencia, ni menosprecia los símbolos de la gente, ni atenta contra la democracia. 
    b) Tanto el gobierno catalán como el gobierno español están encantados con esta guerra de banderitas porque así no se habla de los verdaderos problemas de la ciudadanía, en gran parte causados por su culpa, y porque la polarización de las posturas políticas les beneficia electoralmente. 
    c) Que nadie dude que, en el caso de que existiese un estado catalán independiente y unos aficionados silbasen el himno, Artur Mas y el gobierno de Convergencia i Unió harían exactamente lo mismo que el PP: amenazar, prohibir y castigar, porque tanto PP como Convergencia son partidos que apuestan por gobiernos neoliberales.