G es la biografía amorosa de un personaje ficticio, al que no refiere el narrador más que por la letra G, ambientada en los tiempos turbulentos previos a la Primera Guerra Mundial. Es una suerte de revisión del mito de Don Juan desde la perspectiva de un escritor marxista y feminista.
Lo primero que llama la atención de esta novela es que, pese a que se centra única y exclusivamente en la vida de G, el verdadero protagonista de la novela no es él, sino las mujeres a las que seduce a lo largo de su vida. G es un canto a la mujer y una denuncia abierta de su situación de sometimiento en la sociedad patriarcal. El protagonista es un personaje sin personalidad, del que apenas se nos informa de sus sentimientos o sus motivaciones. Si se me permite la pedantería, G es un significante puro. No sabemos nada de su contenido, de su significado. El narrador apenas nos da datos que lo individualicen, más allá de que podría ser un símbolo, un arquetipo de la decadencia de la sociedad burguesa patriarcal.
Como acabo de decir, las verdaderas protagonistas de la obra son las mujeres, pese a que la narración esté construida en torno al personaje que las conquista. En este sentido, estamos ante una novela experimental, con un personaje al que el lector sigue a lo largo de más de trescientas páginas, pero al que nunca llega a conocer. Por el contrario, los personajes femeninos aparecen como personajes redondos, llenos de matices. Cada una de los lances amorosos del protagonista, podría leerse como un breve cuento individual. Sumados todos, es un cuadro de la situación de sometimiento de la mujer. G se asemeja a Los siete pecados capitales de El Bosco, en el sentido en que breves escenas aparentemente individuales se suman para representar a la sociedad en su totalidad.
El evidente mensaje político y la experimentación formal podría hacernos pensar que G es una obra de difícil lectura. Nada más lejos de la realidad. Es de lectura muy agradable. Avanza rápido y cualquier lector, independientemente de su formación, puede leerla sin problemas. Es amena y divertida. Asimismo, que esté movida por una mensaje político no la convierte en una novela panfletaria. Berger es discreto y, aunque no renuncie a sus ideales, no cae en la propaganda ni mucho menos.
En definitiva, es una novela maravillosa que me ha encantado y que estoy seguro que gustará a la inmesa mayoría de las personas que se acerquen a ella.
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