El rey ha abdicado. Los
dos grandes partidos se apresuran a sacar una ley que asegure la
sucesión a su hijo Felipe. Mariano Rajoy niega la posibilidad de un
referendum para que los españoles decidan si quieren un sistema
monárquico o una República aduciendo que la mayoría de la
población está de acuerdo con la Monarquía. La prensa publica día
tras día encuestas que sostienen que los españoles apoyamos al
nuevo rey. Pese a todo, el debate está en la calle y en las redes
sociales. Los dos grandes partidos siguen negando el referendum a
pesar de que, si el resultado fuese tan abrumador como sostienen, la
institución monárquica, que está siendo tan cuestionada, se vería
refrendada. Cada vez que Cayo Lara, Pablo Iglesias o cualquier otro
líder de la izquierda política pidiese la Tercera República,
podrían callarle la boca con el resultado aplastante de unas
elecciones plebiscitarias. Pero no lo hacen. Por algo será.
Manifestación republicana. No parecen pocos. |
Hay muchos argumentos a
favor de proclamar la Tercera República. El primero y más evidente
es que República y Monarquía se sostienen sobre principios cívicos
diferentes. La primera se basa en la igualdad de todos los
ciudadanos, sea cual sea su origen. La segunda implica aceptar la
diferencia de una casta de individuos que por pertenecer a una
determinada familia están mejor preparados para regir los destinos
de la ciudadanía, incapaz de gobernarse a sí misma. Mi amigo T
sintetizó este argumento en el siguiente whatsapp:
Para mí el ambiente
social español está viciado por esa veneración a la Familia Real,
al “saber estar”, al “hay instituciones que se deben respetar”,
etc... Todo eso crea una sensación de inferioridad en el pueblo, que
no es tan fino y educado como sus gobernantes, y provoca que no se
haga cargo de su responsabilidad de organizarse por sí mismo. Con la
Monarquía somos como niños imitando a mayores.
No dudo que, como
sostiene la propaganda institucional, Felipe de Borbón esté muy,
muy, muy preparado. Pero ¿por qué él? ¿es acaso el mejor de los
españoles? ¿y, si es así, quién lo ha decidido? ¿ha habido
igualdad de oportunidades para que cualquiera pudiese ser el mejor?
El segundo argumento es
que España necesita un cambio, una segunda transición. La crisis
española es mucho más que un ciclo económico desfavorable. El paro
estructural, la corrupción endémica, las tensiones territoriales,
etc... son problemas que demandan una solución radical e inmediata.
Y nadie con dos dedos de frente puede ver en el cambio de Juan Carlos
por Felipe “una nueva era” o una “renovación”, por mucho que
se esfuercen en vendernos esa imagen de monarquía moderna con una
reina de clase media. Como dijo mi amigo T, “se renueva más mi
coche cuando cambio el aceite”. El paso de la Monarquía a la
República puede ser el primer tajo para abrir el melón de la
Constitución y arremeter todos los cambios que necesita este país.
Hasta aquí, más o
menos, todos los republicanos estamos de acuerdo. Pero hablar de
República así, en abstracto, no es decir mucho. Es defender
solamente que no haya rey, pero ¿qué clase de República queremos?
Porque no es lo mismo la República Popular China, la Bolivariana de
Venezuela que la Federal alemana o la estadounidense. Evidentemente,
cuando se habla de República Española, nadie piensa en China ni en
Corea del Norte -una República dictadura hereditaria que sería muy
graciosa si su Amado Líder no matase de hambre y represión brutal a
su pueblo-. Todos queremos una República europea civilizada y
democrática. Si pongo ejemplos tan extremos es para visualizar que
hay un amplio abanico de posibilidades y para demostrar que puede
haber más distancia entre dos formas de República que entre una
Monarquía Parlamentaria y una República como, por ejemplo, la
alemana.
La forma de República
más popular, quizá por pionera, es la norteamericana, con un
Parlamento y un Senado independientes resultado de unas elecciones
también independientes. El Parlamento diseña las leyes y el Senado
sanciona. Si Parlamento y Senado son del mismo color, no hay ninguna
dificultad: la aprobación de una ley no es más que un trámite. Sin
embargo, los norteamericanos llevan muy a gala su tendencia a elegir
Parlamentos y Senados de distinto color político para que uno
controle a otro y el Presidente no pueda ejercer un poder absoluto.
La consecuencia directa de esta bicefalia es que todas las leyes
tienen que ser aprobadas por consenso. Dicho así suena muy bien:
todas las leyes son el resultado del acuerdo casi unánime de los
ciudadanos. Pero en la práctica este Parlamento sometido al Senado
supone que da igual quién te gobierne porque, en última instancia,
los ciudadanos tendrán siempre una política estatal de centro, a
medio camino entre los dos partidos. Y a mí me gusta que se note
quién gobierna, aunque no sea el partido al que he votado. La
alternancia política consiste exactamente en eso, en que un cambio
de gobierno suponga un cambio en los modos de hacer política, no una
postura oficial de centro perpetuo. Esta política
El pobre Obama pensando en la sanidad universal. |
Otro factor a tener en
cuenta a la hora de diseñar la hipotética Constitución
Republicana, es en dónde recae el poder en la práctica. En teoría,
en todas las constituciones democráticas la soberanía recae en el
pueblo. En la práctica todos sabemos cómo el poder financiero
controla en su propio beneficio a los
Lo que pasa en Sudán. Podéis ver más aquí |
Algunos defensores de
esta forma de República del capital -como es el caso de los
republicanos norteamericanos y algún neocon del PP- objetarán que
se trata de una República libre y apelarán al ideal calvinista, al
calling divino, o, en otras palabras, a eso de que “si te
has hecho rico, es porque te lo merecías”. No voy a detenerme aquí
a evidenciar la falacia del capitalismo protestante apelando a la
falta de igualdad de oportunidades y todo eso que ya sabemos. El caso
es que en una República en la que los ciudadanos aceptan que se
gobierne en su contra es una forma de violencia simbólica. Los
ciudadanos sometidos asumen su explotación como una ley natural, y
así no solucionamos esa sensación de inferioridad de los gobernados
con respecto de los gobernantes de la que hablaba mi amigo T cuando
se quejaba de la Monarquía -sólo hay que leer El Gran Gatsby
o Pastoral Americana de la que hablé aquí-.
Por todo ello, si no
queremos que la Tercera República no sea el mismo sistema de siempre
con un lifting, habría que abrir el melón de la Constitución y
plantear de verdad cuestiones como la laicidad del Estado -que no
aconfesionalidad-, la garantía real de una vivienda -esto no es una
quimera, basta recordar las viviendas sociales en el Reino Unido
antes de Margaret Thatcher-, listas abiertas en la elección de
representantes, diputados que tengan que responder personalmente ante
sus electores -como por ejemplo en Inglaterra-, el Estado Federal, la
Seguridad Social, el autogobierno de los jueces y un montón de cosas
más que podéis encontrar desperdigadas en los programas electorales
de algunos partidos.
Desgraciadamente, no soy
muy optimista al respecto. Mientras el mundo siga gobernado por
fundamentalistas neoliberales, dudo mucho que una verdadera República
Democrática pueda existir. Pero no por ello dejaré de pedirla -por
lo menos hasta que el Ministro del Interior considere mis peticiones
como soflamas antisistema que incitan al odio y la violencia, que
todo se andará.-.
Otras manifestaciones republicanas |
El problema que tienen los EEUU es que es un sistema bipartidista puro y duro, solo dos partidos políticos se presentan a las elecciones. En un país con pluralidad de formaciones, quizá el aprobar leyes necesite de más consenso; aunque eso siempre va a llevar a soluciones centristas. El ejemplo de la sanidad no me vale en el sentido de que en un país en el que el sistema de acceso a la sanidad depende de las aseguradoras, va a ser muy difícil de cambiar. Sobre todo, porque como dices, los políticos se pliegan a los poderes económicos. Antes, ahora y después, vamos a estar gobernados por las multinacionales.
ResponderEliminarSi a esto es a lo que te refieres con cambiar, perfecto, pero ya es toda una utopía. Habrá que cambiar todo un sistema político de un país. Aquí de lo que se trata ahora es de abolir una institución arcaica y después ya seguiremos.
Alfonso Varsovia
ResponderEliminarMe ha gustado tu artículo. No soy ningún entendido en política, pero concuerdo con lo que dices.
Telmo de Paz
http://www.elplural.com/.../seis-falacias-contra-la.../
Seis falacias contra la República que puedes evitar : Periódico digital progresista
www.elplural.com