Benjamin
Black es el psedónimo que utiliza John Banville para escribir novela
negra. Se ve que la alta novela no le da el suficiente dinero y tiene
que hacer unos bolos comerciales para mantener el ritmo de vida. No
lo juzgo por ello. Cada cual se busca la vida como puede y con tal de
que no le haga daño a nadie no tengo nada que objetar.
Hace
tiempo que leí por primera vez algo de Banville. Si he de ser
sincero, no me entusiasmó, no sé si porque no estaba en el momento
adecuado, si porque esa exuberancia verbal me cargó. No descarto
volver a leerlo en un futuro. Tal vez sea tan buen escritor como
dicen Rodrigo Fresán, Javier Marías y demás popes de la literatura
en castellano. Tal vez todas estas críticas y esa batería de
premios sólo sean parte un plan de marketing. No sería la primera
vez.
En
cualquier caso, el reciente premio príncipe de Asturias me pareció
una buena oportunidad para leer algo suyo, pero no lo que hace en
calidad de autor de culto -después de leer Warlock
(*) hay que esperar un tiempo hasta estar preparado para leer a un
grande-, sino la serie de novelas negras que escribió bajo el
pseudónimo de Benjamin Black.
Que
yo sepa, la narrativa negra de Banville/Black puede dividirse en tres
grupos:
a)
La rubia de los ojos negros,
la novela en la que continúa las aventuras de Philip Marlowe con el
consentimiento de herederos de Raymond Chandler.
b)
La saga de Quirke.
c)
El lémur,
que es una novela independiente.
En
todas estas novelas Banville/Black se mantiene fiel al género negro.
Un crimen, personajes misteriosos, un investigador, un drama familiar
y todo eso. No busca hacer nada nuevo, no trata de sorprender al
lector con un final en el que le da la vuelta a la trama, ni se
propone hacer una revisión postmoderna del género para ganarse el
aplauso de la crítica. Nada de eso. Simplemente una colección de
novelas de negras construidas a partir de los tópicos fijados desde
Chandler y Hammett. Y lo hace bien. Desde luego mucho mejor que lo
que están haciendo en España Lorenzo Silva o Alicia Giménez -si os
interesa una lista de los que se supone que son los diez mejores
escritores españoles de novela negra podéis pinchar aquí, aunque ya os
aviso de que ninguno es nada del otro mundo-.
Volviendo
a Benjamin Black, es un autor correcto. Creo
que cuando hablé de
La verdad sobre el caso Harry Quebert,
comenté que un amigo siempre me decía que lo que más le carga de
los autores de género es que no se limiten a hacer literatura de
género, sino que intenten convencernos de lo buen escritores que son
dándole vueltas a los tópicos o introduciendo reflexiones
filosóficas o existenciales. El problema es que la mayoría de los
géneros son lo que son y no dan para más. En una de las novelas de
la saga del sargento Bevilacqua, Lorenzo Silva nos lleva al
protagonista a Cataluña y aprovecha para hacer una apología del
entendimiento entre Madrid y Cataluña y del respeto hacia el
catalán. A mí me parece muy bien que le preocupe la intolerancia
política, pero hubiese sido mejor expresar sus inquietudes en un
artículo de El Semanal
de El País
que intentar colárnoslas de tapadillo en su novela, porque resultan
un pegote. Si quiere hacer una novela sobre la intolerancia política,
que haga una novela sobre la intolerancia, no un batiburrillo de
detectives y fachas. Pues bien, Black no cae en ese error. Hace lo
que hace, sin complejos. Y eso se agradece, porque sus novelas se
leen bien, sin estridencias que te echen de la lectura.
Si
tengo que destacar algo de toda su narrativa negra, me quedo con un
par de detalles:
En
primer lugar, la crítica ha tendido a calificar La
rubia de los ojos negros,
la obra que retoma a Philip Marlowe, como superior a las novelas
originales de Chandler. A mí esto me parece mucho decir y mucho me
temo que se trata más de una estrategia comercial que de una verdad,
sobre todo si tenemos en cuenta que uno de los abanderados de esta
postura es Rodrigo Fresán, amigo personal de John Banville y una de
las personas a las que dedica la novela. La
rubia de los ojos negros es
una buena novela que sigue la línea de Chandler. Por momentos se
nota que el autor es Banville/Black y no Chandler, pero creo que eso
se debe más a las inevitables cuestiones de estilo que a otra cosa.
Lo interesante de la obra, y lo que realmente la pone en valor, es
que es fiel al modelo y cuela como una novela más de Chandler.
Y
en segundo lugar, me gusta mucho que la saga de Quirke
esté protagonizada por un señor más o menos normal, un forense que
fuma y bebe cerveza y whisky y hace cosas de gente normal. Uno de los
tópicos de la novela detectivesca era que el protagonista fuese una
persona especial, diferente. Como todos los tópicos, fue
extremándose con el paso del tiempo, hasta el punto de que hoy en
día nos encontramos con cosas como las de True
Detective, que, de tan
raros que son, resultan rocambolescos -si te interesa mi opinión
sobre True Detective pincha aquí-. Quirke, por el contrario, es un señor
normal, lo que permite a Black/Banville desarrollar el drama familiar
del protagonista con bastante mayor verosimilitud que, por ejemplo,
la serie de la que acabamos de hablar.
En
conclusión, Benjamin Black es un escritor recomendable para los
lectores de género, que no verán defraudadas sus expectativas. Si
no te gusta la novela negra o esperas que te sorprenda con florituras
en la acción o una revisión del género, no pierdas ni un segundo
con él.
P.D.
La BBC ha hecho una adaptación televisiva de las novelas de Quirke.
Por ahora sólo hay tres -la primera temporada-. Aunque la serie está
protagonizada por el grandísimo Gabriel Byrne, no es tan buena como
cabría esperar.
John Banville o Benjamin Black |
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