martes, 10 de junio de 2014

Benjamin Black / John Banville



       Benjamin Black es el psedónimo que utiliza John Banville para escribir novela negra. Se ve que la alta novela no le da el suficiente dinero y tiene que hacer unos bolos comerciales para mantener el ritmo de vida. No lo juzgo por ello. Cada cual se busca la vida como puede y con tal de que no le haga daño a nadie no tengo nada que objetar.
    Hace tiempo que leí por primera vez algo de Banville. Si he de ser sincero, no me entusiasmó, no sé si porque no estaba en el momento adecuado, si porque esa exuberancia verbal me cargó. No descarto volver a leerlo en un futuro. Tal vez sea tan buen escritor como dicen Rodrigo Fresán, Javier Marías y demás popes de la literatura en castellano. Tal vez todas estas críticas y esa batería de premios sólo sean parte un plan de marketing. No sería la primera vez.
   En cualquier caso, el reciente premio príncipe de Asturias me pareció una buena oportunidad para leer algo suyo, pero no lo que hace en calidad de autor de culto -después de leer Warlock (*) hay que esperar un tiempo hasta estar preparado para leer a un grande-, sino la serie de novelas negras que escribió bajo el pseudónimo de Benjamin Black.
       Que yo sepa, la narrativa negra de Banville/Black puede dividirse en tres grupos:
     a) La rubia de los ojos negros, la novela en la que continúa las aventuras de Philip Marlowe con el consentimiento de herederos de Raymond Chandler.
     b) La saga de Quirke.
     c) El lémur, que es una novela independiente.

    En todas estas novelas Banville/Black se mantiene fiel al género negro. Un crimen, personajes misteriosos, un investigador, un drama familiar y todo eso. No busca hacer nada nuevo, no trata de sorprender al lector con un final en el que le da la vuelta a la trama, ni se propone hacer una revisión postmoderna del género para ganarse el aplauso de la crítica. Nada de eso. Simplemente una colección de novelas de negras construidas a partir de los tópicos fijados desde Chandler y Hammett. Y lo hace bien. Desde luego mucho mejor que lo que están haciendo en España Lorenzo Silva o Alicia Giménez -si os interesa una lista de los que se supone que son los diez mejores escritores españoles de novela negra podéis pinchar aquí, aunque ya os aviso de que ninguno es nada del otro mundo-.
    Volviendo a Benjamin Black, es un autor correcto. Creo que cuando hablé de La verdad sobre el caso Harry Quebert, comenté que un amigo siempre me decía que lo que más le carga de los autores de género es que no se limiten a hacer literatura de género, sino que intenten convencernos de lo buen escritores que son dándole vueltas a los tópicos o introduciendo reflexiones filosóficas o existenciales. El problema es que la mayoría de los géneros son lo que son y no dan para más. En una de las novelas de la saga del sargento Bevilacqua, Lorenzo Silva nos lleva al protagonista a Cataluña y aprovecha para hacer una apología del entendimiento entre Madrid y Cataluña y del respeto hacia el catalán. A mí me parece muy bien que le preocupe la intolerancia política, pero hubiese sido mejor expresar sus inquietudes en un artículo de El Semanal de El País que intentar colárnoslas de tapadillo en su novela, porque resultan un pegote. Si quiere hacer una novela sobre la intolerancia política, que haga una novela sobre la intolerancia, no un batiburrillo de detectives y fachas. Pues bien, Black no cae en ese error. Hace lo que hace, sin complejos. Y eso se agradece, porque sus novelas se leen bien, sin estridencias que te echen de la lectura.
     Si tengo que destacar algo de toda su narrativa negra, me quedo con un par de detalles:
    En primer lugar, la crítica ha tendido a calificar La rubia de los ojos negros, la obra que retoma a Philip Marlowe, como superior a las novelas originales de Chandler. A mí esto me parece mucho decir y mucho me temo que se trata más de una estrategia comercial que de una verdad, sobre todo si tenemos en cuenta que uno de los abanderados de esta postura es Rodrigo Fresán, amigo personal de John Banville y una de las personas a las que dedica la novela. La rubia de los ojos negros es una buena novela que sigue la línea de Chandler. Por momentos se nota que el autor es Banville/Black y no Chandler, pero creo que eso se debe más a las inevitables cuestiones de estilo que a otra cosa. Lo interesante de la obra, y lo que realmente la pone en valor, es que es fiel al modelo y cuela como una novela más de Chandler.
     Y en segundo lugar, me gusta mucho que la saga de Quirke esté protagonizada por un señor más o menos normal, un forense que fuma y bebe cerveza y whisky y hace cosas de gente normal. Uno de los tópicos de la novela detectivesca era que el protagonista fuese una persona especial, diferente. Como todos los tópicos, fue extremándose con el paso del tiempo, hasta el punto de que hoy en día nos encontramos con cosas como las de True Detective, que, de tan raros que son, resultan rocambolescos -si te interesa mi opinión sobre True Detective pincha aquí-. Quirke, por el contrario, es un señor normal, lo que permite a Black/Banville desarrollar el drama familiar del protagonista con bastante mayor verosimilitud que, por ejemplo, la serie de la que acabamos de hablar.
     En conclusión, Benjamin Black es un escritor recomendable para los lectores de género, que no verán defraudadas sus expectativas. Si no te gusta la novela negra o esperas que te sorprenda con florituras en la acción o una revisión del género, no pierdas ni un segundo con él.


P.D. La BBC ha hecho una adaptación televisiva de las novelas de Quirke. Por ahora sólo hay tres -la primera temporada-. Aunque la serie está protagonizada por el grandísimo Gabriel Byrne, no es tan buena como cabría esperar.


John Banville o Benjamin Black

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