En el artículo anterior hemos visto que una de las ideas fundamentales en torno a la que está constituida la familia occidental es en el amor romántico. Esto quería decir que se espera de los esposos que se amen con pasión y que se realicen sexualmente en la pareja y no fuera de ella.
Empecemos por la segunda parte: el sexo.
Todas las culturas del mundo regulan las prácticas sexuales de sus miembros. No hay cultura alguna que prohíba totalmente cualquier forma de sexualidad, principalmente porque, si no practicásemos el coito, nos extinguiríamos. Pero todas imponen cierto grado de inhibición. Dicho de otra forma: en todas las culturas se nos dice con qué, con quién y cómo tenemos que tener relaciones sexuales. Hay culturas que permiten tener relaciones entre personas del mismo sexo y otras no. Hay culturas que permiten las relaciones homosexuales y otras no. Incluso hay culturas que permiten, e incluso, promueven, las relaciones sexuales con animales, y otras, como la nuestra, no.
Os pongo un ejemplo extremo:
Para nosotros, el sexo entre adultos y niños es una práctica repugnante. No solo condenamos moralmente la pederastia, sino que metemos en la cárcel al que la practica -y que quede claro que me parece bien-. Sin embargo, esta condena de la pederastia vuelve a ser cultural. Entre los sambia, por ejemplo, se cree que el semen de los hombres es una sustancia curativa, que fortalece y que es esencial para el crecimiento físico de las personas. Pero los hombres no pueden producir semen ellos solos, de ahí que a los niños, para que crezcan sanos y fuertes, haya que inseminarlos. Esto empieza en torno a los siete u ocho años y continúa hasta la primera adolescencia. Los niños son inseminados oralmente por solteros mayores en una serie de rituales secretos.
En la Antigua Grecia también se practicaba la pederastia con total normalidad, en concreto en el ámbito militar. Se consideraba que los lazos afectivos y sexuales eran beneficiosos para el ejército porque lo unía y lo hacía más fuerte. Por eso se favorecían las relaciones homosexuales entre soldados. Estas relaciones raramente eran entre hombres de la misma edad. Lo normal era que se diesen entre un adolescente y un adulto.
Por lo que parece, ni los niños sambia ni los jóvenes soldados tebanos experimentaban traumas horribles por mantener relaciones sexuales con adultos. Nunca he estado entre los sambia ni puedo hacer un viaje en el tiempo para entrevistar a jóvenes griegos, imagino que a muchos de ellos no les gustarán estas relaciones, pero también estoy seguro de que hubiese sido más traumático para ellos quedar fuera de estas relaciones pederastas que mantenerlas, porque dejarlos al margen sería un estigma.
sambia |
Por supuesto, esto no quiere decir que los señores que vemos de vez en cuando en las noticias detenidos por difundir pornografía infantil sean unos incomprendidos y que deberían poder disfrutar del sexo con niños a su antojo. En absoluto. Vivimos en esta cultura y, por tanto, tenemos unos valores éticos. Transgredirlos es, y en este caso debe ser, severamente sancionado. Si os he puesto un ejemplo tan extremo como el de la pederastia homosexual es para demostrar que el sexo, como todo, está sujeto a variaciones culturales. No hay casi nada de natural en las relaciones sexuales. Prácticamente todo está sujeto a la modificación y control cultural.
Como sé que estas prácticas sexuales extrañas a nosotros despiertan mucha curiosidad, os pongo algunos ejemplos para que alucinéis un poco:
- entre los shivaitas tántricos, se prescribe la necrofilia -sexo con los muertos-.
- en algunas cárceles mexicanas, está muy, pero que muy mal visto ser homosexual. Pero ser homosexual para ellos significa ser penetrado anal u oralmente. El que penetra no solo no es homosexual, sino que es un machote.
- Entre los muria, al noroeste de la India, los jóvenes son iniciados en el sexo por otros chicos y chicas mayores en una choza comunal.
muria |
- Entre los inuit del Ártico, cuando un hombre tenía que hacer un viaje en trineo y su mujer estaba embarazada, la intercambiaba con la de su mejor amigo.
-Los huaorani y los tamil de Malabar creen que cuantos más hombres introduzcan el semen en una mujer, más posibilidades tiene esta de quedarse embarazada, de ahí que sea normal que una mujer se acueste con varios hombres seguidos.
huaorani |
- Para los honvienu de Benin, la postura del misionero -el hombre arriba y la mujer abajo- es incompleta, por lo que las relaciones sexuales no pueden limitarse a esta postura.
El modo que tienen las culturas de controlar la sexualidad humana son los tabús -prácticas prohibidas-. Resulta curioso que solo hay un tabú universal: el tabú del incesto. El resto, son culturales. Nosotros proscribimos las relaciones con niños o con animales, otras culturas no. Nosotros afortunadamente ya no prohibimos las relaciones homosexuales, otras culturas las persiguen ferozmente. Pero todas rechazan las relaciones sexuales entre padres e hijos y entre hermanos. Se han dado muchas explicaciones de por qué esto es así:
a) Westermack y Morgan creen que es por cuestiones biológicas -los niños salen deficientes-. Esta es una creencia popular, pero tengo entendido que no hay evidencias científicas. Sea como sea, la crítica que hace Levi Strauss a esta teoría me parece definitiva: la selección natural
hubiese acabado con los hijos deficientes y podríamos seguir con el
incesto.
b) Tylor dice que el sexo es un elemento peligroso. No puede haber
rivalidad entre generaciones. Si los padres y los hijos empiezan a tener relaciones entre ellos, habría tensiones madre-hija y padre-hijo y eso daría al traste con la familia.
c) Levi-Strauss: la exogamia -obligar a tener relaciones sexuales fuera de la familia- es un modo para crear alianzas. Como decia Levi-Strauss, es mejor casarte fuera a que te maten fuera.
d) Malinowski sostiene que la familia es el espacio donde se enculturiza al niño. Si había sexo entre familiares, habría conflicto y esto acabaría con la enculturación y, por tanto, con la transmisión cultural, sin la que es imposible que el ser humano sobreviva.
Volviendo a nuestra cultura, la familia y el matrimonio han sido -y en cierta medida siguen siendo- instrumentos para controlar la sexualidad humana, en especial la femenina. La tradición cristiana occidental, a la que pertenecemos, considera el sexo una práctica que debe darse dentro del matrimonio y cuya finalidad es tener hijos. Todo lo que quedase fuera de esta línea, era considerado pecado y, por tanto, proscrito. El sexo oral, el sexo lúdico, las relaciones homosexuales, los anticonceptivos, el sexo fuera del matrimonio, e incluso las técnicas de reproducción asistidas eran rechazadas. Las culturas tienen muchos mecanismos para orientar la cosmovisión y el comportamiento de las personas. En lo que se refería a la sexualidad, nuestra cultura optaba, fundamentalmente, por dos:
En primer lugar, se castigaba legalmente todo lo que se apartase del coito heterosexual dentro del matrimonio. La prostitución estaba y está prohibida legalmente. Si te cogen haciendo la calle te meten un puro de cuidado. Y lo mismo sucedía -gracias a Dios ya no- con la homosexualidad. Por si no lo sabíais, durante el franquismo, te metían en la cárcel por gay.
Pero la simple y brutal represión nunca tiene efecto a largo plazo. Es mucho más eficaz hacer que las personas piensen de una determinada manera y actúen en consecuencia. Esto se concretaba en una ideología de la sexualidad, el género y la familia. Hay toda una tradición que vincula a la mujer con la Naturaleza y al hombre con la Cultura. Aún hoy en día oímos expresiones como "madre naturaleza", "fecundar a una mujer", "poner una semilla en su vientre", etc. El hombre es el agricultor que domina la salvaje naturaleza para extraer de ella sus frutos. Del mismo modo que el hombre penetra a la mujer durante el coito, el agricultor abre la tierra con su arado para plantar semillas. Esta metáfora, por supuesto, lleva asociado el sometimiento de la mujer y la identificación de la misma con la reproducción. En la lucha del ser humano por su supervivencia ha tenido que domeñar la naturaleza. El hombre es la civilización y la mujer es la fuerza salvaje que debe ser sometida.
Merece la pena que nos detengamos un poco a explicar los conceptos de pureza y peligro de Mary Douglas para entender el modo en que la tradición cultural cristiana controlaba la sexualidad. Esta antropóloga sostiene que las culturas son sistemas de clasificación. El mundo externo es el caos. Ahí tenemos un montón de estímulos, cada uno único e irrepetible. Las culturas lo que hacen es agrupar esos fenómenos, clasificarlos atendiendo a características comunes. Simplificando mucho, mi casa y la de Sheila y la de Vera no son la misma. Son tres fenómenos independientes que la cultura, atendiendo a características comunes -edificio para habitar-, clasifica dentro de una misma categoría: casa. Mary Douglas no limita estas clasificaciones a las palabras. Ella habla de representaciones colectivas, en el sentido de unos esquemas previos que tienen nuestras mentes para clasificar los fenómenos del mundo. Así, cuando yo me encuentro con una chica nueva sentada en clase, automáticamente la sitúo dentro de la categoría de alumna y ya sé cómo comportarme con ella y qué esperar que ella haga en relación a mí. Los miembros de la cultura creen que su sistema de representaciones colectivas es natural, de modo que cualquier fenómeno que no encaje en él, sea el que sea, se considera peligroso. Os pongo varios ejemplos para que entendáis cómo funciona y cómo ha configurado nuestra concepción del sexo y la familia. (Si queréis saber más sobre Mary Douglas y Pureza y Peligro pinchad aquí)
En nuestra sociedad, se consideraba que había dos géneros, que estaban definidos por los órganos sexuales del individuo -ya hemos visto que esto es cultural, como demuestran, por ejemplo, los berdache o dos espíritus-. Estos órganos sexuales deben ser utilizados única y exclusivamente para la reproducción, que es la función de la mujer en el mundo. Todo lo que no encaje en esta concepción dicotómica que identifica sexo genital y género y que limita el sexo a la procreación es inmediatamente proscrito. Tal es el caso de los homosexuales. Un homosexual es un hombre o una mujer que desea a personas de su mismo sexo biológico. Esto no encaja dentro de nuestro sistema de representaciones colectivas, así que los marginamos, los perseguimos y hasta en ocasiones los encarcelamos. Lo mismo sucede con las prostitutas. En esa función exclusivamente reproductiva que le habíamos asignado a la sexualidad femenina no encaja el comportamiento de una prostituta, así que se la persigue. Una ninfómana tampoco encaja, y por eso se las trata de enfermas. La promiscuidad y las relaciones extramatrimoniales también estaban muy perseguidas porque llevaban la sexualidad fuera del matrimonio. Hasta una chorrada como la menstruación femenina está cargada de ideología. Que yo sepa, a casi todo el mundo le da cierta repugnancia la sangre menstrual. De hecho creo recordar haberos explicado algo de esto en clase y veros torcer el morro y hacer ruiditos como "agggg" y "pffff". Objetivamente no hay nada asqueroso en la sangre menstrual. Es un poco más oscura o más clara -no lo sé-, pero es sangre al fin y al cabo. Sin embargo, solo nombrarla basta para que esbocéis muecas de asco. Y esto es porque una mujer que tiene la regla no puede quedarse embarazada, es decir, que una mujer con la regla no encaja dentro del sistema de representaciones colectivas que adjudicaba a la sexualidad de la mujer una función puramente reproductiva. La mujer es la destinada a tener hijos. Una mujer con la regla no puede hacerlo, de ahí que nos dé asco. Vosotras no lo habéis oído, pero cuando yo era niño se decía que una mujer con la regla no podía hacer mayonesa porque se le cortaba. Una mujer con la regla estaba sucia, contaminada, y esa contaminación se pasaba a la mayonesa que se estropeaba. Aquí nos basta con ocultar la menstruación, llevarla con discreción y alguna que otra superstición como la de la mayonesa, pero otras culturas que también identifican a la mujer con su función reproductora llegan hasta el extremo de construir una choza fuera de la aldea en la que encierran a las mujeres durante la menstruación. Cuando se les pasa, pueden volver.
No deberíamos subestimar el papel de la religión en esta concepción de la sexualidad. Más adelante, en otros artículos, veremos cuáles son las funciones de la religión. Por ahora nos basta con pediros que os pongáis en la mente de una persona que cree fervorosamente en Dios y, por tanto, en la doctrina de la Iglesia Católica -la de antes, porque la del papa Francisco ha cambiado un poco-. Poneos, por un momento, en la cabeza de esa persona que está convencida de que Dios existe y que sus representantes en la tierra -el papa y los curas- le dicen que cualquier práctica sexual fuera del matrimonio es pecado y que irá al infierno por ello. Imaginaos, por favor, el terror cerval que tendría a enrollarse con alguien de su mismo sexo o ponerle los cuernos a su marido.
Esta concepción de la sexualidad es más propia del franquismo que de hoy en día. Afortunadamente, la apertura a Europa y los cambios políticos y sociales de los últimos años han provocado algunos cambios. Para empezar, el grueso de la sociedad ya acepta el sexo lúdico -tener relaciones por placer y no solo para tener hijos-. Nos gusta el sexo y lo practicamos por gusto y ya no padecemos un tormento horrible pensando que por ello vamos a quemarnos en el infierno. Chicos y chicas salís los fines de semana y una de las motivaciones de estas fiestecillas es ligar un poco y tener algo de sexo. También se acepta a los homosexuales y ya no se les llama sodomitas, bujarras, maricones, ni cosas por el estilo. Sin embargo, tampoco podemos decir que aquella vieja concepción de la sexualidad haya desaparecido por completo. Sois mujeres y por experiencia sabéis que no es lo mismo un chico que se acuesta con muchas mujeres que una mujer que se acuesta con muchos hombres. Él es un campeón, ella una puta. A los homosexuales se les acepta más o menos, porque este año hubo una oleada de agresiones homófobas en Madrid y Santiago de Compostela. Y el sexo lúdico está permitido a medias. Se nos permite gozar del sexo, pero solo si es dentro del matrimonio o no se está casado. Y tampoco mucho, porque, si nos pasamos, en seguida nos convertimos en unas viciosas o unas guarras.
En primer lugar, se castigaba legalmente todo lo que se apartase del coito heterosexual dentro del matrimonio. La prostitución estaba y está prohibida legalmente. Si te cogen haciendo la calle te meten un puro de cuidado. Y lo mismo sucedía -gracias a Dios ya no- con la homosexualidad. Por si no lo sabíais, durante el franquismo, te metían en la cárcel por gay.
Pero la simple y brutal represión nunca tiene efecto a largo plazo. Es mucho más eficaz hacer que las personas piensen de una determinada manera y actúen en consecuencia. Esto se concretaba en una ideología de la sexualidad, el género y la familia. Hay toda una tradición que vincula a la mujer con la Naturaleza y al hombre con la Cultura. Aún hoy en día oímos expresiones como "madre naturaleza", "fecundar a una mujer", "poner una semilla en su vientre", etc. El hombre es el agricultor que domina la salvaje naturaleza para extraer de ella sus frutos. Del mismo modo que el hombre penetra a la mujer durante el coito, el agricultor abre la tierra con su arado para plantar semillas. Esta metáfora, por supuesto, lleva asociado el sometimiento de la mujer y la identificación de la misma con la reproducción. En la lucha del ser humano por su supervivencia ha tenido que domeñar la naturaleza. El hombre es la civilización y la mujer es la fuerza salvaje que debe ser sometida.
Merece la pena que nos detengamos un poco a explicar los conceptos de pureza y peligro de Mary Douglas para entender el modo en que la tradición cultural cristiana controlaba la sexualidad. Esta antropóloga sostiene que las culturas son sistemas de clasificación. El mundo externo es el caos. Ahí tenemos un montón de estímulos, cada uno único e irrepetible. Las culturas lo que hacen es agrupar esos fenómenos, clasificarlos atendiendo a características comunes. Simplificando mucho, mi casa y la de Sheila y la de Vera no son la misma. Son tres fenómenos independientes que la cultura, atendiendo a características comunes -edificio para habitar-, clasifica dentro de una misma categoría: casa. Mary Douglas no limita estas clasificaciones a las palabras. Ella habla de representaciones colectivas, en el sentido de unos esquemas previos que tienen nuestras mentes para clasificar los fenómenos del mundo. Así, cuando yo me encuentro con una chica nueva sentada en clase, automáticamente la sitúo dentro de la categoría de alumna y ya sé cómo comportarme con ella y qué esperar que ella haga en relación a mí. Los miembros de la cultura creen que su sistema de representaciones colectivas es natural, de modo que cualquier fenómeno que no encaje en él, sea el que sea, se considera peligroso. Os pongo varios ejemplos para que entendáis cómo funciona y cómo ha configurado nuestra concepción del sexo y la familia. (Si queréis saber más sobre Mary Douglas y Pureza y Peligro pinchad aquí)
En nuestra sociedad, se consideraba que había dos géneros, que estaban definidos por los órganos sexuales del individuo -ya hemos visto que esto es cultural, como demuestran, por ejemplo, los berdache o dos espíritus-. Estos órganos sexuales deben ser utilizados única y exclusivamente para la reproducción, que es la función de la mujer en el mundo. Todo lo que no encaje en esta concepción dicotómica que identifica sexo genital y género y que limita el sexo a la procreación es inmediatamente proscrito. Tal es el caso de los homosexuales. Un homosexual es un hombre o una mujer que desea a personas de su mismo sexo biológico. Esto no encaja dentro de nuestro sistema de representaciones colectivas, así que los marginamos, los perseguimos y hasta en ocasiones los encarcelamos. Lo mismo sucede con las prostitutas. En esa función exclusivamente reproductiva que le habíamos asignado a la sexualidad femenina no encaja el comportamiento de una prostituta, así que se la persigue. Una ninfómana tampoco encaja, y por eso se las trata de enfermas. La promiscuidad y las relaciones extramatrimoniales también estaban muy perseguidas porque llevaban la sexualidad fuera del matrimonio. Hasta una chorrada como la menstruación femenina está cargada de ideología. Que yo sepa, a casi todo el mundo le da cierta repugnancia la sangre menstrual. De hecho creo recordar haberos explicado algo de esto en clase y veros torcer el morro y hacer ruiditos como "agggg" y "pffff". Objetivamente no hay nada asqueroso en la sangre menstrual. Es un poco más oscura o más clara -no lo sé-, pero es sangre al fin y al cabo. Sin embargo, solo nombrarla basta para que esbocéis muecas de asco. Y esto es porque una mujer que tiene la regla no puede quedarse embarazada, es decir, que una mujer con la regla no encaja dentro del sistema de representaciones colectivas que adjudicaba a la sexualidad de la mujer una función puramente reproductiva. La mujer es la destinada a tener hijos. Una mujer con la regla no puede hacerlo, de ahí que nos dé asco. Vosotras no lo habéis oído, pero cuando yo era niño se decía que una mujer con la regla no podía hacer mayonesa porque se le cortaba. Una mujer con la regla estaba sucia, contaminada, y esa contaminación se pasaba a la mayonesa que se estropeaba. Aquí nos basta con ocultar la menstruación, llevarla con discreción y alguna que otra superstición como la de la mayonesa, pero otras culturas que también identifican a la mujer con su función reproductora llegan hasta el extremo de construir una choza fuera de la aldea en la que encierran a las mujeres durante la menstruación. Cuando se les pasa, pueden volver.
No deberíamos subestimar el papel de la religión en esta concepción de la sexualidad. Más adelante, en otros artículos, veremos cuáles son las funciones de la religión. Por ahora nos basta con pediros que os pongáis en la mente de una persona que cree fervorosamente en Dios y, por tanto, en la doctrina de la Iglesia Católica -la de antes, porque la del papa Francisco ha cambiado un poco-. Poneos, por un momento, en la cabeza de esa persona que está convencida de que Dios existe y que sus representantes en la tierra -el papa y los curas- le dicen que cualquier práctica sexual fuera del matrimonio es pecado y que irá al infierno por ello. Imaginaos, por favor, el terror cerval que tendría a enrollarse con alguien de su mismo sexo o ponerle los cuernos a su marido.
Esta concepción de la sexualidad es más propia del franquismo que de hoy en día. Afortunadamente, la apertura a Europa y los cambios políticos y sociales de los últimos años han provocado algunos cambios. Para empezar, el grueso de la sociedad ya acepta el sexo lúdico -tener relaciones por placer y no solo para tener hijos-. Nos gusta el sexo y lo practicamos por gusto y ya no padecemos un tormento horrible pensando que por ello vamos a quemarnos en el infierno. Chicos y chicas salís los fines de semana y una de las motivaciones de estas fiestecillas es ligar un poco y tener algo de sexo. También se acepta a los homosexuales y ya no se les llama sodomitas, bujarras, maricones, ni cosas por el estilo. Sin embargo, tampoco podemos decir que aquella vieja concepción de la sexualidad haya desaparecido por completo. Sois mujeres y por experiencia sabéis que no es lo mismo un chico que se acuesta con muchas mujeres que una mujer que se acuesta con muchos hombres. Él es un campeón, ella una puta. A los homosexuales se les acepta más o menos, porque este año hubo una oleada de agresiones homófobas en Madrid y Santiago de Compostela. Y el sexo lúdico está permitido a medias. Se nos permite gozar del sexo, pero solo si es dentro del matrimonio o no se está casado. Y tampoco mucho, porque, si nos pasamos, en seguida nos convertimos en unas viciosas o unas guarras.
Dos pobres chavales a los que dieron una paliza por ser homosexuales. |