Quizá uno de los aspectos en los que es más evidente el componente cultural de la familia occidental es en la creencia de que está basada en la idea de amor romántica. Entendemos que la motivación principal de los cónyuges para contraer matrimonio es la atracción sentimental y sexual entre ellos. Esperamos que los esposos estén enamorados entre ellos y que disfruten de una satisfactoria vida sexual. Nuestra cultura hace un énfasis especial en estos dos aspectos: los cónyuges deben realizarse personalmente en el amor y en el sexo. Como todo, esta concepción de la familia es cultural. Ya sé que os cuesta pensar que las personas pueden ser felices con otras opciones, pero es así. En la India, sin ir más lejos, todavía los matrimonios son pactados por parte de los padres incluso cuando los futuros cónyuges son aún unos bebés. Insisto otra vez en que no es fácil. Pensar en vosotras mismas aceptando un matrimonio con un viejo gordo y sudoroso solo porque tiene mucho dinero supongo que os repugnará. Imagino la mueca de asco que estáis poniendo en este momento solo con pensar en la noche de bodas. Sé que es difícil. Ya os he dicho en muchas ocasiones que el poder de la cultura a la hora de configurar nuestra concepción del mundo es tremendo. No solo os asquea pensar en vosotras recurriendo a este matrimonio de conveniencia, sino que hasta censuraríais moralmente a alguien que lo hiciera. No tendríais reparo alguno en criticarla y chismorrear porque os sentiríais justificadas para hacerlo. Una mujer que hubiese hecho algo así habría roto con una de las sacrosantas leyes del matrimonio occidental: hay que casarse por amor. ¿Y qué decir del sexo? Salvo que la joven esposa tenga unas inclinaciones harto peculiares, es imposible que disfrute en la cama con un viejo de barriga prominente cubierta de espeso pelo negro. Pues lo siento, porque esa atalaya moral en la que os erigís para condenar sin paliativos a la joven interesada es una construcción cultural. En Tailandia este tipo de matrimonios es muy frecuente y, que yo sepa, no padecen el acoso moral de los demás. Es muy normal que hombres maduros occidentales vayan a ese país, no sé si de vacaciones o directamente a buscar esposa, y que se casen con preciosas jovencitas nativas. Y ellas parecen bastante satisfechas porque, gracias a esta unión, abandonan la pobreza de los arrozales. No digo que esté bien. Yo no lo haría y creo que hay una relación asimétrica. Solo os digo que esa condena moral que os apresurabais a dictar es consecuencia de nuestra educación cultural.
Esta foto la saqué de un artículo del Pais que se llama "El negocio de las parejas mixtas de Tailandia" |
Tampoco debéis pensar que esta ligazón entre matrimonio, amor y sexo ha sido siempre así en Europa. En absoluto. De hecho, en términos comparativos, tiene dos días.
Lawrence Stone en The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800 señala tres fases en el desarrollo de la familia desde el siglo XVI al XIX.
a) En la primera fase, se daba una familia nuclear, pero que incluía relaciones con otros parientes. La familia no era de modo alguno el lugar en el que realizarse ni emocional, ni sexualmente. Es decir, que ni se les pasaba por la cabeza que uno encontrase el amor en su esposa, ni tenía que disfrutar del sexo con ella. El sexo entre cónyuges solo era la forma para tener hijos. Así las cosas, supongo que entenderéis que los cónyuges pintaban poco a la hora de escoger con quién se casaban. Los matrimonios se pactaban en función de los intereses de los padres, otros familiares o la comunidad en general. Los nobles, si querían disfrutar de los placeres del amor y del sexo, tenían que buscárselo por ahí, fuera de la familia. A los pobres, que siempre hemos sido los puteados de la historia, la Iglesia y los moralistas nes decían que eso del enamoramiento y el deseo era una enfermedad y, por tanto, debía evitarse. Y todos los veían normal, porque su cultura los había educado así.
b) Desde comienzos del siglo XVII hasta los primeros años del siglo XVIII, entre los nobles se le empezó a dar cada vez más importancia al amor. Fue algo paulatino que empezó entre la clase dominante.
c) A partir del siglo XVIII surge la idea de la familia que tenemos hoy en día. La familia está unida por el amor entre esposos y para con los hijos, y los cónyuges eligen libremente a su pareja guiados por la atracción sexual y el amor romántico.
Todo eso de casarse por algo que no sea amor y atracción sexual nos parece horrible, pero he de deciros que es una actitud etnocéntrica. Sé que os cuesta pensar que alguien pueda alcanzar la felicidad con una persona a la que no ama, pero esa idea que os parece tan evidente forma parte de vuestra programación cultural. John Boswell señaló que en esos tiempos pretéritos en los que los matrimonios se pactaban por intereses económicos y que a vosotros os parecen tan bárbaros la gente no era tan infeliz. Puede que su matrimonio empezase con un contrato de propiedad, pero a medida que iban pasando los años y con la crianza de los hijos de por medio, no era extraño que acabase surgiendo el amor entre ellos.
Además, quisiera que reflexionaseis un momento sobre cómo nuestra concepción de la familia basada en el amor y la atracción sexual puede hacernos profundamente infelices. Os suelto una batería de casos:
1) Una persona que, por las circunstancias de la vida, no ha encontrado pareja. Es un solterón o una solterona. Uno puede ser perfectamente feliz así, pero a lo largo de mi vida me he encontrado con un montón de personas que estaban realmente angustiadas porque no habían encontrado a nadie. Se sentían solas y, en consecuencia, fracasadas. La presión de la ideología de la familia amorosa los frustraba porque los dejaba fuera del modelo de felicidad. Antaño para esta legión de frustrados existían las agencias de contacto. Ibas allí, pagabas un dinero y ellos te concertaban citas con otras personas a ver si tenías suerte y te acababas casando. Hoy en día páginas web como EDarling o Meetic han desplazado a esas viejas agencias de contactos, pero la función sigue siendo fundamentalmente la misma.
2) Matrimonios que se rompen porque, por lo que sea, no han respondido a las expectativas de realización personal en lo afectivo o sexual. Esposos o esposas que dejan a sus parejas porque el matrimonio no ha sido permanentemente un subidón de anuncio de compresas. La vida diaria se volvió rutinaria y monótona y ellos esperaban estar todo el día embriagados de amor.
3) Personas de más de cuarenta años que creen que se les ha pasado el arroz, porque, por las razones que sean, no tienen pareja y sienten que han malgastado su vida.
4) Adolescentes que no ligan.
5) Yo conocí a varias mujeres que estaban dispuestas a encontrar a la que sería su futuro esposo en la universidad, como habían hecho sus padres. Se sentían horriblemente presionadas y creo que estarían dispuestas a enamorarse de un cerdo con tal de que pudiese encajar en el relato de "encontré al amor de mi vida en la universidad". -Espero que no suene machista decir que conocí mujeres, pero la verdad es que solo conocí mujeres así. Hombres no, pero estoy seguro de que también los hay.
6) Matrimonios de mediana edad que se rompen, con el consiguiente sufrimiento, porque uno de los dos ya no desea al otro. Se han hecho mayores, él tiene barriga y está calvo, ella tiene culo y varices. Entonces buscan la satisfacción sexual con alguien joven, lo que acaba derivando en una ruptura matrimonial. Sufrimiento para ellos y para los hijos si los hubiese.
Podía seguir con esta lista durante cientos de hojas. Pero me basta con estos seis casos. Sumadlos todos y contestad a esta pregunta: ¿qué porcentaje de la población occidental es feliz gracias al matrimonio basado en la idea romántica del amor?
Y por ahora basta. Una vez más me veo en la obligación de dejar claro que este artículo no es una apología del matrimonio por conveniencia, sino una reflexión acerca del modo en que la cultura determina nuestra concepción de la familia y cómo esta orienta nuestro comportamiento. Estoy seguro de que ni una de vosotras se había planteado casarse con un viejo rico. Tampoco os digo que lo hagáis. Solo pido que reflexionéis.
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