viernes, 29 de julio de 2016

El rol social

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    Entre otras cosas, las culturas son sistemas de clasificación y, por ende, programas de conducta. El mundo externo es el caos. La cultura ordena ese caos por medio de categorías. Estas categorías no son universales ni innatas, porque cada cultura atiende a unas variables distintas para hacerlas. Asociadas a esas categorías hay unos modos de comportamiento aprendidos y unas expectativas que éstos generan en las personas que interactúan con nosotros a los que se suele llamar roles. Es decir, que orientamos nuestra conducta en función de las categorías culturales.

   Un ejemplo práctico:

  Es un día de finales de junio. Han llegado los primeros calores del verano. Pedro y Marta están sentados en una plaza de una ciudad cualquiera. Ella tiene delante un café y fuma un pitillo, y él toma un vino y también fuma un pitillo. Por la plaza pasan chicas jóvenes que, con el calor, llevan faldas y camisetas cortas. Marta escucha las divagaciones de su marido, aunque le importen un pito; Pedro, por su parte, le acaricia la mano y procura no mirar a las chicas jóvenes.

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Chicas jóvenes.
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Terraza en la que podrían estar Pedro y Marta.
Es el pueblo de mi mujer Ana. Un sitio muy agradable
en el que en verano hace mucho calor.
  Esta escena, que podréis contemplar cualquier domingo por la mañana si os dejáis caer por una plaza cualquiera, condensa en sí misma todo lo que se puede decir de las categorías culturales y el modo en que estas orientan nuestra conducta. Tenemos a dos individuos, Pedro y Marta, a los que nuestra cultura ha catalogado como hombre y mujer por poseer cada uno un determinado tipo de atributo sexual. Sobre estas dos categorías que dividen a los seres humanos por sexos se superponen otras dos que los dividen por género, que no categorizan a los individuos atendiendo a una variable biológica -tener pene o vagina-, sino por sus comportamientos. Nuestra cultura establece una clara correspondencia entre el sexo biológico y el género, de modo que el comportamiento que se espera de un individuo con sexo masculino es el propio del género masculino y lo mismo sucede con el sexo y el género femenino. Entrelazada con estas categorías aparece otra que es la de matrimonio o pareja sexual. Un matrimonio es una unión sexual entre dos individuos socialmente legitimada que se emprende con cierta idea de permanencia y por la cual se asume un contrato más o menos explícito que fija derechos y obligaciones recíprocas entre ellos y los futuros hijos si los hubiera.
                            


  Supongo que no tendré que detenerme mucho a explicar por qué estas categorías son culturales y no universales ni innatas. La sexualidad no es una característica esencial, sino que se construye socialmente en relación con las categorías de género existentes. Nuestros géneros son bipolares y sexualizados, mientras que otras culturas tienen opciones bien diferentes. Los indios americanos, por ejemplo, reconocían cinco  roles de género: mujer, hombre, mujer "dos espíritus", hombre "dos espíritus, y transgénero.


Dos espíritus o berdaches.



Dos espíritus o berdaches.


Dos espíritus o berdaches.




   Pedro y Marta se comportan de acuerdo con los programas de conducta asociados a las categorías de género, sexo y matrimonio propios de su cultura. Han aprendido que esa unión sexual socialmente legitimada que llaman matrimonio ha de establecerse entre dos individuos, no más, de diferente sexo y género y que esta unión, además de llevar asociadas relaciones sexuales, se basa en el amor, el respeto y la ayuda mutua. De ahí que Marta le ofrezca a Pedro una máscara de interés y comprensión mientras éste divaga de cosas que a ella le importan un comino. Y también de ahí que Pedro evite mirar a esas chicas jóvenes y apetecibles, disimule y no haga comentario alguno que pueda ser interpretado por Marta como que quiere introducir un compañero sexual más al matrimonio. Como sucedía con las categorías, los programas de conducta asociados a ella también son culturales. La poligamia es una práctica muy extendida y, hasta hace bien poco, los matrimonios se pactaban por razones políticas y económicas que poco o nada tenían que ver con las sentimentales.

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Los Reyes Católicos. Un ejemplo de matrimonio pactado por intereses políticos.

   Este es un ejemplo de desempeño de patrones de conducta adecuados a las categorías aprendidas. Pedro, como esposo, espera ser escuchado y hasta un poquito admirado y Marta, como esposa, tiene derecho sentir que es la única mujer deseada por Pedro. Pero imaginemos por un momento que algo ha fallado en las conexiones neuronales de Pedro que no le permite identificar bien el patrón de conducta que exige cada categoría cultural. Sigue con Marta, pero, en lugar de comportarse como un esposo abnegado, lo hace como un amigo, un colega, un camarada. Ahora, en lugar de acariciar amorosamente la mano de Marta, se detiene en su divagación para observar a las chicas jóvenes y guapas que se pasean por la plaza.

   -Joder, qué buenas están.- dice.

   Aquí hay dos posibilidades de reacción por parte de Marta: o alucina, o sencillamente se enfada.

   Lo mismo podría suceder si Pedro, en lugar de con Marta, estuviese con un colega de toda la vida. Pasan las chavalas, las mira con ojos de viejo verde y dice:

   -Joder, qué buenas están.


   El colega de toda la vida dice que sí y la escena transcurre con normalidad y pronto la olvidarán, porque Pedro no está actuando en función del patrón de conducta asociado al matrimonio, sino al de la categoría cultural de amistad.

   En resumen: el rol social son las pautas de conducta que la sociedad impone a un individuo. 

    Si queréis profundizar en esto, podéis leer a cualquiera de los autores del interaccionismo simbólico. Yo os recomiendo a Blummer y Goffman, en concreto La presentación en la vida cotidiana. Podéis leer un resumen del libro aquí.

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