jueves, 22 de mayo de 2014

Submundo. Don DeLillo


Submundo. Don DeLillo

                                              

Submundo es una novela desconcertante. Me gustó, claro que me gustó. Pero no sé si estamos ante una obra de arte con mayúsculas o ante un producto de época. En la red podemos encontrar desde los que la denostan sin piedad a fieles incondicionales –entre estos últimos no me resisto a destacar a Harold Bloom, que lo considera uno de los cuatro grandes escritores americanos del S. XX, junto a Pynchon, Roth y McCarthy-. No sé. Será el juicio de la historia el que la sitúe en el lugar que le corresponde. En cualquier caso, creo que merece la pena leerla. Pero, antes de que os lancéis a esta aventura, debo preveniros de un par de cosillas: es un tocho de cuidado –novecientas páginas-; y no es una novela fácil, requiere cierto esfuerzo por parte del lector.

Resumir el argumento de Submundo es bastante complicado, porque la obra entrelaza personajes y tramas. La novela cuenta la vida de Nick Shay, un americano de origen italiano que se dedica a la gestión de residuos y, alrededor de él, aparecen una legión de personajes secundarios, cada uno con su propia historia, no siempre estrechamente relacionada con la del protagonista. Por Submundo circulan un niño negro que se cuela para ver el histórico partido de beísbol entre los NY Giants y LA Dodgers, la mujer de Nick, que mantiene una relación adúltera con un amigo de su marido y experimenta con la heroína, una monja obsesionada con la limpieza, un hermano atormentado por su trabajo en el sector nuclear, un graffitero que pinta un ángel cada vez que muere alguien en el Bronx, una pandilla de jóvenes italoamericanos, una artista de mediano talento y muchos más.
Hasta aquí todo lo que puedo contar del argumento, porque, como digo, es una novela compleja, densa. Precisamente por esta complejidad, se ha acusado a Submundo de ser demasiado dispersa, de no tener un hilo conductor común, de modo que el lector se pierde, como si el autor no tuviese un objetivo claro. Humildemente creo que los que acusan a Submundo de esto es que no han entendido nada. La clave de la novela ya nos la da el título: Submundo.
En primer lugar, Submundo es una metáfora en tres planos:
a) en un plano material: la sociedad de consumo provoca una enorme cantidad de residuos que deben ser gestionados de alguna manera. Compramos, consumimos y desechamos.
b) en un plano humano: el capitalismo provoca excrecencias, millones de personas desorientadas, sin asideros, o, directamente, excluidos del sistema. Residuos humanos de la sociedad de consumo: pobres, atormentados o ambas cosas. Y es en estos estratos de la población en los que bucea DeLillo.
c) los dos planos anteriores se concretan en la figura de Nick Shay, marginado de joven y hombre maduro desorientado en la vida, incapaz de sentir hacia afuera, que se dedica a la gestión de desperdicios, incluso de los nucleares.
En segundo lugar, Submundo nos remite al modo en que las personas corrientes vivimos los acontecimientos de la Historia.
Uno de los grandes temas de Submundo es la noción de conflicto. En un sentido primario, se trata de la guerra fría, que ocupa una buena parte de la novela, pero además del conflicto histórico, están las consecuencias de la guerra fría y cómo afectó a la gente en su manera de sentir y de pensar. La gente tuvo que seguir viviendo a través de aquella crisis histórica. El partido de béisbol que abre la novela es una forma de contrahistoria, en el sentido que le doy al término. La gente de a pie debe vivir a contramano de la Historia, trascendiéndola, protegiéndose de ella.


Entrevista con Don Delillo hecha por Eduardo Lago


en Babelia, el suplemento cultural del diario El País.

Creo que DeLillo lo deja bastante claro: la historia de todos y cada uno de los personajes es el modo en que tuvieron que vivir su vida en el contexto histórico de la guerra fría, el modo en que cada cual luchó contra los acontecimientos de la historia y cómo lo superaron o fueron triturados. En otras palabras: Submundo nos cuenta la manera en que la historia con minúsculas de las personas se enfrenta a la Historia con mayúsculas del mundo.
Además, por si esto no fuese suficiente, prácticamente todos los personajes convergen en el penúltimo capítulo, durante los primeros años de juventud de Nick Shay.
Esto último me lleva a señalar uno de los que considero mejores aciertos de la novela: en ella, DeLillo rompe la línea temporal: salvo el primer y el último capítulo, la novela está contada hacia atrás, desde el presente hacia el pasado. De entrada nos presentan a los actores de hoy, y, poco a poco, vamos descubriendo su pasado, hasta construir una colección de personajes redondos. He leído por ahí que la novela se limita a personajes estereotipados. Nada más lejos de la realidad. Sólo podríamos hablar de estereotipos si nos quedamos con el actor del presente, sin tener en cuenta el pasado que se nos va desvelando poco a poco. Pongamos, por ejemplo, el caso de Nick, el protagonista. En su primer monólogo, en el capítulo dos, se nos ofrece como el típico personaje de la novela americana contemporánea. El sistema neoliberal ha traído consigo una nueva visión del mundo y del hombre cimentada sobre un individualismo radical. Este individualismo tiene una proyección moral, que es el hedonismo por encima de todo. El hombre se vuelve hacia sí mismo, buscando en todo momento la satisfacción de sus propios intereses. Esto se concreta en seres solitarios, incapaces de sentir hacia fuera, como si hubiese una barrera entre ellos y el mundo. Paradógicamente, esta búsqueda desesperada del hedonismo, sólo trae sujetos atormentados, infelices, perdidos, sin referentes a los que asirse. Pero DeLillo no se queda ahí. Poco a poco, nos vamos enterando de que Nick mató a un hombre por accidente, que pasó varios años por el reformatorio, que deforma el abandono temprano del padre hasta convertirlo en un ajuste de cuentas de la mafia, etc. Si DeLillo se quedase en el protagonista perdido en el mundo, sería Richard Ford, pero bucea en los orígenes étnicos y sociales de sus personajes y en las circunstancias que conformaron su identidad.
Para terminar –esto es un blog, no una tesis doctoral- quiero rebatir a aquellos que critican la novela por sus quiebros y requiebros que desconciertan al lector hasta casi perderlo. A mí me pasó lo mismo. Como a cualquiera que lea Submundo. Pero es que es una nebulosa deliberada. En el momento en que tomé conciencia de que no debía buscar puentes que uniesen las diversas historias, sino que debía entregarme a la belleza de cada una, como si fuesen narraciones cerradas en sí mismas, disfruté como un enano. Además, repito que esos requiebros se solucionan en el penúltimo capítulo, cuando convergen los personajes.
Cuestionarse, como hacen muchos, que sea La Gran Novela Americana es una gilipollez. Es una gran novela y punto.

2 comentarios:

  1. Thanks! Hace tiempo que quería leerla, me has convencido para lectura de verano,jjjj

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  2. Gracias, se me había atragantado en la parte de los aviones, el desierto y no sé que más. Lo leeré desde una perspectiva más desenfadada.

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