Gótico
Carpintero.
William Gaddis
Tengo un amigo que está atento a las novedades del mercado editorial. Es
una suerte para mí, porque me mantiene informado.
-Si quieres ser un tío
cool, tienes que leer Gótico Carpintero.
–me dijo con cierta ironía.
Estaba en lo cierto,
porque anduve buscando por internet y di con facilidad con un montón de blogs
que babeaban con la novela. Muchos me remitían a la crítica que había hecho
Javier Avilés, que debe ser un blogger que marca la tendencia de lo que hay que
leer para estar en la onda (su blog). Siempre me ha llamado la atención esa tendencia de
los snobs de hablar de cosas que sólo han leído, visto o escuchado ellos,
cuando, si Cervantes, Tolstoi o Dostoievski son autores universales, por encima
de las modas y del tiempo, por algo será. Pero este es otro tema. Volviendo a
lo de ser cool: si queréis daros tono hablando de William Gaddis tenéis dos
opciones: o bien ser un cool de pastel, leer una reseña como esta y hablar de segundas,
o bien currároslo, pero currároslo de verdad, porque Gótico Carpintero es una novela difícil –y eso que dicen que es la
más sencilla de Gaddis-.
Gótico Carpintero se desarrolla en una casa cerca del río Hudson de
estilo gótico carpintero –es un tipo de casa de madera que imitaba el estilo
gótico europeo, com la que sale en la portada del libro-. Esta casa ha sido alquilada por un matrimonio, Paul y Liz. Él
es un veterano de guerra caradura que promociona los productos de un reverendo
iluminado, y ella una bella mujer pelirroja que se pasa el tiempo llamando por
teléfono para tratar de defraudar al seguro –esto lo sé porque lo dice la
contraportada, porque yo no lo tengo tan claro-. Liz es hija de un gran hombre
de negocios turbios que se ha suicidado. Por esa casa pasa el hermano menor de
Liz, otro caradura pseudohippie traumatizado por la relación con su padre, y
McCandless, el dueño de la casa, un geógrafo medio tronado y medio escritor que
parece obsesionado con el problema político de África. Hay un adulterio y una
vuelta a la trama al final que sorprende al lector, todo ello al servicio de
reflejar la decadencia de una familia, en una decadente casa, ambos símbolos
del resquebrajamiento del sueño americano.
Gótico
Carpintero no es una novela fácil por muchas razones. En
primer lugar, Gaddis apenas si refiere la acción. La historia tienes que
reconstruirla a partir de los diálogos de los personajes. Ante los ojos del
lector lo único que se presenta son escenas, diálogos al más puro estilo
teatral. A partir de ellos, de lo que dicen los personajes que hicieron y de lo
que dicen unos de otros, el lector reconstruye la acción. Esto ya es bastante
pesado de por sí. Pero es que además los diálogos no son los diálogos propios
de la novela decimonónica, perfectamente redactados en párrafos estructurados y
oraciones bien construidas. No. Gaddis busca el realismo y, para ello, la voz
de sus personajes son alocuciones breves, llenas de anacolutos, incoherencias,
cambios de tema bruscos, vueltas una y otra vez sobre lo mismo, etc…
Exactamente igual a las conversaciones en la vida real.
Si me permitís la
pedantería –y tenéis que hacerlo porque estoy hablando de una novela muy cool-,
para explicar el tiempo de esta novela voy a echar mano del formalismo ruso y
el estructuralismo. Creo que era Todorov uno de los que distinguía entre el
tiempo de la historia –lo que tardaría en suceder lo que se cuenta-, y el
tiempo del relato –el tiempo que el narrador se toma para contar cada uno de
los acontecimientos de esa historia-. A su vez, Gerard Genette, al hablar de la
duración del tiempo de la narración, distinguía entre pausa –el tiempo del
discurso es mucha más lento que el de la historia, el ritmo se detiene como en
las descripciones-, escena –el tiempo del discurso y el de la historia es el
mismo, como en el cine o el teatro-, el resumen –el tiempo del discurso es
menor al de la historia, el narrador condensa en unos pocos párrafos grandes
periodos de tiempo-, y elipsis –el narrador omite cosas-. Gótico Carpintero es una sucesión de escenas. No hay resúmenes que
nos indiquen lo que ha pasado entre una escena y otra. Sólo elipsis. Para
enterarnos de lo sucedido, tenemos que volver otra vez a lo dicho por los
personajes. Y, muy de vez en cuando, hay
largas pausas, con prolijas descripciones muy líricas.
La novela cuenta con
muy pocos personajes. Apenas una decena. Y muchos de ellos ni siquiera aparecen
en escena. El reverendo o Edie, la amiga íntima de Liz, nunca coinciden en una
escena con el resto de los personajes. Sólo sabemos de ellos lo que nos refieren
otros.
Hay un único espacio:
la casa de estilo gótico carpintero. Lo que pasa fuera de ella, como sucedía
con la acción y los personajes, hay que deducirlo de las conversaciones.
Todo esto ya sería
suficiente para que la lectura de esta novela fuese difícil, un eufemismo para
evitar la verdad: es lenta y farragosa. Pero es que la cosa no queda ahí.
Cuando el autor considera oportuno, se salta los signos de puntuación.
William Gaddis dijo
que Gótico Carpintero era un
ejercicio de estilo en el que quería condensar tiempo y espacio. Yo no veo en
este ejercicio nada nuevo ni asombroso, porque, de lo dicho hasta ahora, con la
única excepción de las esporádicas descripciones, se deduce que es una obra de
teatro escrita en forma de novela. Gótico
Carpintero es exactamente eso: una obra de teatro un poco larga escrita en
el molde de la novela. Justo al revés que La
Celestina. Tal vez sea un ejercicio de estilo, pero de
nuevo nada de nada, porque, que yo sepa, los griegos ya condensaban la historia
de unos pocos personajes en un único escenario y un tiempo breve.
En cualquier caso, no
me gustaría que os quedase la impresión de que Gótico Carpintero es una mierda.
Ni mucho menos. Es una buena novela. William Gaddis dijo de ella que era un
ejercicio de estilo y por eso en esta reseña me he centrado fundamentalmente en
aspectos formales. Gótico Carpintero
es una buena novela, pero no por este ejercicio de estilo, que hace que la
lectura sea farragosa, sino por lo que cuenta, por el contenido. Los personajes
son redondos y refleja muy bien la ruptura del sueño americano, el modo en que
bajo las apariencias se oculta una oscura realidad. Con ella me sucedió como
con Los Hermanos Karamazhov, que,
durante la lectura, se me hizo difícil, pero que, cuando pasó el tiempo y la
dejé reposar en la memoria, fui encontrando matices, la historia fue creciendo
y tuve la certeza de que había leído algo grande. Y este es el verdadero test
para la literatura, que con el paso del tiempo tengas la sensación de que era
algo grande y no que le faltaba algo. Pero para que os cuenten las maravillas
de Gótico Carpintero ya tenéis los
blogs de nuevas tendencias. Y es cierto lo que cuentan. Es literatura con
mayúsculas. Yo sólo os prevengo: si queréis estar a la última, os lo vais a
tener que currar.
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