Submundo. Don DeLillo
Submundo
es una novela desconcertante. Me gustó, claro que me gustó. Pero no
sé si estamos ante una obra de arte con mayúsculas o ante un
producto de época. En la red podemos encontrar desde los que la
denostan sin piedad a fieles incondicionales –entre estos últimos
no me resisto a destacar a Harold Bloom, que lo considera uno de los
cuatro grandes escritores americanos del S. XX, junto a Pynchon, Roth
y McCarthy-. No sé. Será el juicio de la historia el que la sitúe
en el lugar que le corresponde. En cualquier caso, creo que merece la
pena leerla. Pero, antes de que os lancéis a esta aventura, debo
preveniros de un par de cosillas: es un tocho de cuidado –novecientas
páginas-; y no es una novela fácil, requiere cierto esfuerzo por
parte del lector.
Resumir
el argumento de Submundo
es bastante complicado, porque la obra entrelaza personajes y tramas.
La novela cuenta la vida de Nick Shay, un americano de origen
italiano que se dedica a la gestión de residuos y, alrededor de él,
aparecen una legión de personajes secundarios, cada uno con su
propia historia, no siempre estrechamente relacionada con la del
protagonista. Por Submundo
circulan un niño negro que se cuela para ver el histórico partido
de beísbol entre los NY Giants y LA Dodgers, la mujer de Nick, que
mantiene una relación adúltera con un amigo de su marido y
experimenta con la heroína, una monja obsesionada con la limpieza,
un hermano atormentado por su trabajo en el sector nuclear, un
graffitero que pinta un ángel cada vez que muere alguien en el
Bronx, una pandilla de jóvenes italoamericanos, una artista de
mediano talento y muchos más.
Hasta
aquí todo lo que puedo contar del argumento, porque, como digo, es
una novela compleja, densa. Precisamente por esta complejidad, se ha
acusado a Submundo
de ser demasiado dispersa, de no tener un hilo conductor común, de
modo que el lector se pierde, como si el autor no tuviese un objetivo
claro. Humildemente creo que los que acusan a Submundo
de esto es que no han entendido nada. La clave de la novela ya nos la
da el título: Submundo.
En
primer lugar, Submundo es
una metáfora en tres planos:
a) en
un plano material: la sociedad de consumo provoca una enorme cantidad
de residuos que deben ser gestionados de alguna manera. Compramos,
consumimos y desechamos.
b) en
un plano humano: el capitalismo provoca excrecencias, millones de
personas desorientadas, sin asideros, o, directamente, excluidos del
sistema. Residuos humanos de la sociedad de consumo: pobres,
atormentados o ambas cosas. Y es en estos estratos de la población
en los que bucea DeLillo.
c)
los dos planos anteriores se concretan en la figura de Nick Shay,
marginado de joven y hombre maduro desorientado en la vida, incapaz
de sentir hacia afuera, que se dedica a la gestión de desperdicios,
incluso de los nucleares.
En
segundo lugar, Submundo
nos remite al modo en que las personas corrientes vivimos los
acontecimientos de la Historia.
Uno
de los grandes temas de Submundo es la noción de conflicto. En un
sentido primario, se trata de la guerra fría, que ocupa una buena
parte de la novela, pero además del conflicto histórico, están las
consecuencias de la guerra fría y cómo afectó a la gente en su
manera de sentir y de pensar. La gente tuvo que seguir viviendo a
través de aquella crisis histórica. El partido de béisbol que abre
la novela es una forma de contrahistoria, en el sentido que le doy al
término. La gente de a pie debe vivir a contramano de la Historia,
trascendiéndola, protegiéndose de ella.
Entrevista
con Don Delillo hecha por Eduardo Lago
en
Babelia,
el suplemento cultural del diario El
País.
Creo
que DeLillo lo deja bastante claro: la historia de todos y cada uno
de los personajes es el modo en que tuvieron que vivir su vida en el
contexto histórico de la guerra fría, el modo en que cada cual
luchó contra los acontecimientos de la historia y cómo lo superaron
o fueron triturados. En otras palabras: Submundo nos cuenta la manera
en que la historia con minúsculas de las personas se enfrenta a la
Historia con mayúsculas del mundo.
Además,
por si esto no fuese suficiente, prácticamente todos los personajes
convergen en el penúltimo capítulo, durante los primeros años de
juventud de Nick Shay.
Esto
último me lleva a señalar uno de los que considero mejores aciertos
de la novela: en ella, DeLillo rompe la línea temporal: salvo el
primer y el último capítulo, la novela está contada hacia atrás,
desde el presente hacia el pasado. De entrada nos presentan a los
actores de hoy, y, poco a poco, vamos descubriendo su pasado, hasta
construir una colección de personajes redondos. He leído por ahí
que la novela se limita a personajes estereotipados. Nada más lejos
de la realidad. Sólo podríamos hablar de estereotipos si nos
quedamos con el actor del presente, sin tener en cuenta el pasado que
se nos va desvelando poco a poco. Pongamos, por ejemplo, el caso de
Nick, el protagonista. En su primer monólogo, en el capítulo dos,
se nos ofrece como el típico personaje de la novela americana
contemporánea. El sistema neoliberal ha traído consigo una nueva
visión del mundo y del hombre cimentada sobre un individualismo
radical. Este individualismo tiene una proyección moral, que es el
hedonismo por encima de todo. El hombre se vuelve hacia sí mismo,
buscando en todo momento la satisfacción de sus propios intereses.
Esto se concreta en seres solitarios, incapaces de sentir hacia
fuera, como si hubiese una barrera entre ellos y el mundo.
Paradógicamente, esta búsqueda desesperada del hedonismo, sólo
trae sujetos atormentados, infelices, perdidos, sin referentes a los
que asirse. Pero DeLillo no se queda ahí. Poco a poco, nos vamos
enterando de que Nick mató a un hombre por accidente, que pasó
varios años por el reformatorio, que deforma el abandono temprano
del padre hasta convertirlo en un ajuste de cuentas de la mafia, etc.
Si DeLillo se quedase en el protagonista perdido en el mundo, sería
Richard Ford, pero bucea en los orígenes étnicos y sociales de sus
personajes y en las circunstancias que conformaron su identidad.
Para
terminar –esto es un blog, no una tesis doctoral- quiero rebatir a
aquellos que critican la novela por sus quiebros y requiebros que
desconciertan al lector hasta casi perderlo. A mí me pasó lo mismo.
Como a cualquiera que lea Submundo.
Pero es que es una nebulosa deliberada. En el momento en que tomé
conciencia de que no debía buscar puentes que uniesen las diversas
historias, sino que debía entregarme a la belleza de cada una, como
si fuesen narraciones cerradas en sí mismas, disfruté como un
enano. Además, repito que esos requiebros se solucionan en el
penúltimo capítulo, cuando convergen los personajes.
Cuestionarse,
como hacen muchos, que sea La Gran Novela Americana es una
gilipollez. Es una gran novela y punto.
Thanks! Hace tiempo que quería leerla, me has convencido para lectura de verano,jjjj
ResponderEliminarGracias, se me había atragantado en la parte de los aviones, el desierto y no sé que más. Lo leeré desde una perspectiva más desenfadada.
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